29 de octubre de 2015

Una inmensa belleza pelirroja

El pasado 24 de octubre falleció Maureen O'Hara: La verdad es que cuando me lo comentaron, lo primero que pasó por mi cabeza fue una sensación de sorpresa, pues no me podía figurar que aún viviera alguien a quien recordaba como protagonista de películas muy antiguas. Efectivamente, la actriz irlandesa contaba 95 años y con su fallecimiento regresan a la memoria trabajos inolvidables, una personalidad notable y una forma de encarar la vida que responde perfectamente a la idiosincrasia de los originarios de Irlanda. Maureen O'Hara fue una actriz de carácter, alguien que con una belleza llamativa y una capacidad de enamorar a los hombres, tuvo siempre algo más en su manera de actuar, ofreció no solamente glamour y romanticismo, sino personalidad y seriedad profesional por arrobas. Me ha llamado la atención el comentario que sobre ella se atribuye a John Wayne en el obituario de "El País" escrito por Gregorio Belinchón: “He tenido muchos amigos y prefiero la compañía masculina, excepto con Maureen. Ella es un gran tipo”.

Si tuviera que elegir un único film de la actriz fallecida, no tengo duda alguna que mi opción sería por "El hombre tranquilo" (1952), la inolvidable película que dirigió John Ford y en la que bordó el papel de recién estrenada esposa de John Wayne; un auténtico lujo cinematográfico que dura algo más de dos horas. Cuentan que O'Hara nunca se entendió con Ford, aunque con él rodó cuatro películas más: "¡Qué verde era mi valle!" (1941), basada en una excelente novela de Richard Llevellyn, "Río Grande" (1950),  un western imprescindible, "Cuna de héroes" (1955), junto a Tyronne Power y "Escrito bajo el sol" (1957). Para algunos, y a pesar de los desencuentros citados, Maureen O'Hara fue la genuina musa de John Ford. Y sin duda, también una de las mejores compañeras cinematográficas de John Wayne, pues a las ya citadas "Río Grande", "El hombre tranquilo" y "Escrito bajo el sol" cabe añadir que también trabajó con él en "El gran MacLintock" (1963) y "El gran Jack" (1971).

El primer éxito de la actriz fue "La posada de Jamaica" (1939), el último trabajo británico de Alfred Hitchcok, quien tras rodar la película se marchó a Hollywood, algo que hizo poco después O'Hara. Este film, aún siendo filmado en blanco y negro y con los más sencillos rudimentos d ela época, se sigue viendo en la actualidad con una atención e interés notable. Cuentan que fue descubierta por el gran Charles Laughton, quien pensó que vendería mejor que utilizara su segundo apellido, pues el primero, FitzSimmons, no parecía muy adecuado. A partir de ahí comenzó a destacar en otras películas como "Esmeralda la zíngara" (1939), un rem,make del jorobado de Notre Damme, "El cisne negro" (1942), "Buffalo Bill" (1944), "Simbad el marino" y "Débil es la carne" (1947), "Secreto de mujer" (1948), "Territorio Comanche" (1950) y "Lady Godiva" (1955). A partir de los años 60, los trabajos de Maureen no tuvieron el esplendor de obras anteriores, pero siguió rodando películas tan dignas como "Tú a Boston y yo a California" (1961) "Compañeros mortales" (1961), "Fiebre en la sangre" (1963) o "Una dama entre vaqueros" (1966).

Maureen O'Hara se casó tres veces, En 1968 contrajo matrimonio con Charles Blair, un exaviador de las fuerzas armadas dueño de una pequeña línea aérea, "Antilles Airboats". O’Hara se retiró del cine en 1973 tras el telefilme "El poni rojo" para colaborar con su marido en la dirección de la compañía. En 1978 Blair falleció en un accidente de aviación y O’Hara, derrumbada psicológicamente, se convirtió en la primera mujer en dirigir una compañía aérea. De su retiro solo salió en cuatro ocasiones para actuar: tres para la televisión —la última con "El último baile" (2000)— y una para el cine, como madre de John Candy en "Yo, tú y mamá" (1991).

En 2014 recibió el Oscar honorífico por su carrera, premio que había merecido mucho antes. Descanse en paz.


26 de octubre de 2015

Zamora en dos días


Nunca había estado en Zamora, aunque me habían hablado muy bien de la vieja capital castellana. Su Semana Santa, sus monumentos, la historia que esconden sus murallas y la bondad de su cocina, con el cordero a la cabeza, sonaban muy bien en mi cabeza. Tras dos días allí, y teniendo en cuenta que buena parte del tiempo me lo pasé reunido, puedo decir que la realidad superó, si cabe, las expectativas.

Me ha encantado el románico de Zamora, un románico en el que destaca la sobriedad, esa elegancia que mueve a la serenidad, que da paz interior y ayuda a la contemplación. Ese románico que te hace admirar a quienes construyeron unos edificios con tanta perfección. San Pedro y San Ildefonso, Santa María la Nueva, San Isidoro, San Juan Bautista, la Magdalena, ... y por supuesto una Catedral preciosa, con cuatro retablos que combinan románico y gótico. Toda la ciudad rebosa tanta brillantez artística como austeridad, belleza como profundidad.

En la visita guiada, dos horas enriquecedoras, fueron apareciendo los episodios históricos en los que Zamora tuvo protagonismo, una historia ya estudiada cuando el bachillerato era como Dios manda, pero que sonaba tanto a "conocido" como a "renovado". Nuestra guía  nos recordó  los nombres de Viriato -un "caudillo lusitano" que al parecer era extremeño- sus asesinos -"Roma no paga traidores"-, la muerte del Rey Sancho a manos de Bellido Dolfos, y esa puerta llamada "de la traición" y que ahora denominan algunos "de la lealtad", su hermano Alfonso VI, quien subió al trono con tantas dudas sobre su intervención en la muerte de Sancho, aunque solamente el Cid fue capaz de exigirle razones en Burgos, un juramento de Santa Gadea que acabaría costándole tan caro y, por supuesto, Doña Urraca, reina de Zamora y que debió de ser una mujer de armas tomar, siendo capaz de imponer su mando en tiempos donde era impensable una dama en el poder.

Y podría hablar de muchas otras cosas; la gente en las calles, con ese ambiente de sana ciudad provinciana, de domingos de misa y aperitivo. Y la gastronomía, con un cordero que de deshacía en la boca, las sopas de ajo, los quesos de oveja y cabra, ... y ese pimentón que aparece en todo plato que se precie. SIn olvidar los vinos de Toro, que tenían fama de peleones y ya son casi de postín: "este vino de Toro es muy redondo" aseguraba con firmeza la camarera. 

Es bonito recorrer de vez en cuando España ...  y para Zamora no basta, sin duda, una hora: habrá que volver.




19 de octubre de 2015

Más allá del mapa


"Hay cosas que no pueden representarse en un mapa, como el sufrimiento de la población atrapada en esta guerra civil".

Ayer tuve ocasión de ver un vídeo, breve pero elocuente, sobre las causas antecedentes y desarrollo del actual  conflicto bélico de Siria. La grabación concluía con la frase que encabeza mi comentario. Pienso que la misma exige poco desarrollo, basta con que la leamos y pensemos, nos vendrá bien -a mí al menos me ha hecho mella- reflexionar sobre la misma.

Siempre hay personas con una sensibilidad especial, gente que enseguida se apresuran a ejercer la solidaridad, el apoyo ... conozco a unos cuantos -y unas cuantas- que no citaré para no ponerles colorados. Pero otros necesitamos que alguien nos de algún meneo para no andar despistados, para ser capaces de ver más allá de una noticia,  un reportaje, un cuadro explicativo o un mapa. Las guerras, los muertos y heridos, los que huyen, los refugiados, ... podrán dar lugar a muchas elucubraciones. Pero nunca nos deberían producir indiferencia ni deberíamos vivir ignorantes ante el dolor y el sufrimiento de cualquiera ... si es que pretendemos querer de verdad.

16 de octubre de 2015

Los límites y las formas


Ayer se concedió el Premio "Planeta", ese galardón que como hace sólo un rinstante me ha comentado un buen amigo, es definido por algunos como "el premio que otorga la Editorial Planeta a una novela para que la compren los que no leen libros y se la regalen a quienes los leen". Este año el "trofeo" en cuestión -acompañado de los más de 600.000 € que conlleva- ha sido para la escritora manchega Alicia Giménez Bartlet y una novela titulada "Hombres desnudos". La autora premiada tiene tras de si una larga trayectoria literaria y quienes disfrutamos con el género negro sabemos de la calidad de sus novelas, protagonizadas por la inspectora de policía Petra Delicado. Alicia Giménez Bartlet se encuentra, sin duda, entre la élite de la novela negra en España.

Al parecer  su nuevo libro no entra dentro del tipo policíaco, aunque seguro que está tan bien escrito como las intrigas que suele desvelar la referida inspectora. No obstante, la anécdota de la fiesta de entrega de premios tiene que ver con la indumentaria de la ganadora, pues Doña Alicia se presentó con una especie de sudadera plateada en cuya parte delantera aparecían claramente bordadas las letras que conforman la palabra "merde". Se ve que está de moda el estilo trasngresor, y la escritora no quiso sustraerse a la tentación de llamar la atención y ejercer de antisistema. Tal vez haya quienes saquen conclusiones positivas al "performance" de la Sra. Giménez, pero a mí, que debo hacerme cada día más mayor y consolidar así cierta mentalidad semi-antigua/semi-conservadora, el "pullover" en cuestión lo que me parece es una zafiedad y una falta de respeto.

El hecho de presentarse así me mueve a intuir que  la escritora ya conocía la decisión del jurado cuando eligió "modelete", pues si alguien se viste de esas trazas y luce tal vocablo en la pechera, imagino que será porque espera que lo vea mucha gente, que su persona vaya a tener protagonismo. Su ejercicio de anti-sistema, su actitud de reírse de las formas y las sensibilidades imagino que no le impidió pasar por caja a recoger su, sin duda merecido, premio en metálico. Como colofón aseguró que "Hay que tener un par de cojones para venir vestida así", frase que me temo no añade elegancia al asunto.

14 de octubre de 2015

¿Es disculpable ese toque de egoísmo?


Hace muchos años asistí a una boda en la que el sacerdote celebrante  interrumpió la ceremonia para que todos los asistentes escucháramos una canción que le gustaba a la novia; se trataba de "Amor sin límites", un tema bastante "pastelón" de José Luis Perales con ciertas raíces evangélicas, pues son términos que usa San Pablo en alguna de sus epístolas. Y la verdad es que en esta vida deberíamos intentar hacer bien muchas cosas, ser lo más virtuosos posibles, pero si hay algo que anda por encima de todo es el amor: "Amarás al prójimo como a tí mismo" nos dice Jesús en el Evangelio, añadiendo que se trata del mandamiento que resume todos los demás, lo que no es "moco de pavo", .... como si estuviera dispuesto a disculparlo todo menos ésto.

Una vez resumido el mensaje, cabe considerar indiscutible que cuanto más amemos a los demás, empezando por los más próximos, mejor ... con un amor que deberíamos intentar sea pleno, sin condiciones, no interesado, sin esperar nada a cambio, cada vez más generoso, ... y todos los calificativos que se nos puedan ocurrir. 

El amor, además, es algo positivo, querer a alguien es bonito, atractivo, deseable, ... pero somos humanos, y no es sencillo el desinterés absoluto ... todos portamos dentro algún poso de egoísmo que nos lleva a necesitar recibir algo a cambio, sentir -también corporalmente- la correspondencia, el cariño del otro, ese "gustillo" distinto, especial ... ¿Es necesario tratar de ser tan íntegro, tan perfecto? ... ¿o no deja de ser lícito buscar, junto al amor que damos, obtener algo que satisfaga nuestra necesidad de cariño?. He conocido algunas personas que parecen tratar de buscar una especie de situación idílica de perfección y generosidad, pero a veces no puedo evitar plantearme que somos de carne y hueso, que no es malo buscar consuelos.


13 de octubre de 2015

Yo sí celebro el 12 de octubre


Como parece que de lo que se trata es de fabricar polémicas, desmitificar todo lo posible y meter gresca, andamos ahora con la polémica sobre el Día de la Hispanidad. Amen de los exabruptos de un pobre hombre en su twitter -frases que lo deberían desacreditar casi para cualquier cosa que haga el resto de sus días-, personajes con aún recién estrenadas responsabilidades de gobierno han lanzado sus andanadas y hablado de genocidios, masacres y otras lindezas. No quiero entrar en discusiones ni enfrentamientos, yo celebré el día a todo plan porque la Virgen del Pilar significa mucho para mí, porque personas e instituciones a las que aprecio señalan el 12 de octubre como uno de sus días de gala y me gusta compartirlo y porque tengo una consideración de los eventos principales de la historia de España más moderada y menos acomplejante que otros.

Cada cual tendrá sus argumentos, pero no creo equivocarme si considero que detrás de ciertas posiciones radicales acerca del descubrimiento de América, su colonización y demás tienen  más causa en lo leído en redes sociales, en visceralidades de antisistema y en la moda de apuntarse a la última tendencia de opinión que al hecho de haber abierto alguna vez un libro de historia. A lo mejor si hacemos una encuesta entre nuestros nuevos "redentores" acerca de su opinión sobre Cortés, Núñez de Balboa, Cabeza de Vaca o el papel de Isabel y Fernando en la conquista de América no saldríamos de tópicos y generalidades, y hasta es posible que los nombres de Almagro, Orellana o Valdivia les sonaran más a futbolistas argentinos o chilenos que a osados conquistadores.

Hay excelentes libros de historia con las más variadas posturas acerca de acontecimiento de tanta importancia, todos deberíamos saber enfrentarnos con los hechos del pasado con intenciones rectas y más afán de aprender y acercarse a la verdad de aquéllos -tan subjetiva en ocasiones- que de arraigar ideas predeteminadas o encontrar argumentos para "dar en el cogote" al contrario. Sinceramente, estos días me ha parecido contemplar a demasiados ignorantes con injustificadas autosuficiencias.



11 de octubre de 2015

12 de octubre de 2015


¡¡Que sigas brillando en Zaragoza, en Aragón, en España y en el Mundo. Cuida de nosotros y que ocurra lo que nos convenga.!!

9 de octubre de 2015

La visión panorámica


Las ciudades pequeñas tienen, desde mi punto de vista, un sinfín de ventajas; son tranquilas, todo está relativamente cerca -lo que no deja de ser un sueño para un peatón nato-, es fácil entablar relaciones agradables y amistosas, los fines de semana tienden a ser pacíficos, ... Eso sí, existe un inconveniente cierto: casi todo el mundo se conoce y uno puede sentirse excesivamente controlado. Es posible que si entras en un establecimiento, cruzas la calle o das un paseo no sepas quienes son aquellos con los que te cruzas, pero lo más seguro es que muchos de éstos saben perfectamente quien eres. De esta manera, un elemento que frecuentemente es deseable como el anonimato no parece ni mucho menos garantizado.

No obstante, tampoco es demasiado gravoso no conocer identidad y circunstancias de quienes ves en momentos puntuales, incluso puede llegar la ocasión en que te presentan y esa coincidencia casual incrementa la satisfacción de conocer a alguien nuevo. El problema es el de saber que eres observado sin conocer la ubicación de quien te observa. ¿Quien no se ha sorprendido en ocasiones cuando alguien le comenta, por ejemplo: "te vi el otro día de paseo con fulanito -o fulanita-", "el domingo casi te pilla un coche en el cruce de la calle tal" o " ya ví el martes que te ibas de viaje, con una pequeña maleta camino de la estación" ...?. Hay personas especialmente cualificadas para la observación, tienen una especial capacidad para la visión panorámica y hasta hay quienes poseen un archivo -no se si real o virtual- de lo que hacen amigos, paisanos o vecinos.

No voy a negar que yo mismo soy de natural curioso, pero bien consciente también de la necesidad de controlar esta "potencia". Y es que quienes vivimos en ciudades que no  exceden de los 50.000 habitantes tenemos que tener en cuenta que es posible que haya ojos que controlan nuestros pasos.

6 de octubre de 2015

Henning, fuiste el primero


Ayer falleció en Gotemburg Henning Mankell, con él se va el hombre que consiguió poner en órbita por todo el mundo la novela escandinava de intriga, a partir del boom de "La Quinta mujer" allá por los inicios del nuevo siglo,  las aventuras del Inspector Kurt Wallander primero, y una larga lista de "emuladores" después se convirtieron en lectura irrenunciable de millones de aficionados al género.

Cuando -vía mail- comentaba la triste noticia con mi amigo Brunetti, éste recordaba una frase repetida por Mankell en la saga "Wallander":  “Hay un tiempo para vivir y un tiempo para morir”, palabras que vinieron como anillo al dedo, a la vez que sirvieron de consuelo ante la certeza de que el escritor fallecido sabía asumir con paz y serenidad su destino.

Es bien cierto que los orígenes de la novela policíaca de los países del norte de Europa se remontan mucho más allá de Mankell, cuando la pareja sueca formada por Maj Sjöwall y Per Wahlöö fueron escribiendo su maravillosa decena de novelas protagonizadas por el inspector Martin Beck, redactadas en los años 60 y 70, y en las que lo importante era el trabajo de campo de los policías, pues no había pruebas de ADN, internet, ordenadores ni conferencias por skype. Pero fue sin duda Mankell quien impulsó definitivamente una forma de escribir, un estilo que en poco más de una década se ha convertido en clásico.

Recuerdo que fue una ilustre abogada penalista de Barcelona quien me recomendó leer "La quinta mujer", hasta entonces nunca había escuchado hablar de Mankell, el nombre de Kurt Wallander ni me sonaba ... a partir de ahí Henning Mankell primero, y un buen número de autores después -Arnaldur Indridasson, Steig Larsson, Karim Fossum, Jo Nesbo, ...- han sido mis libros de cabecera durante largos períodos. "La falsa pista", "Cortafuegos", "Pisando los talones", ... fueron cayendo uno por uno todos los títulos protagonizados por ese policía sueco algo desnortado, caótico, desaliñado y más bien pesimista, pero por encima de todo honesto y capaz de terminar saliéndose con la suya.

Descanse en paz Henning Mankell, gracias a él he pasado ratos inolvidables.

5 de octubre de 2015

La vida en un soplo


Lo cantaba Gardel en un tango inmortal: "es un soplo la vida", ... algo cuya certeza se impone con solo mirar hacia atrás. Hay quienes consideran un error mirar al pasado: entienden que hay que vivir el presente y preparar el futuro, pero siendo planteamientos necesarios, razonables,  siempre me he tenido clara inclinación a echar la vista atrás, a remover la "cajita" de los recuerdos y revivir experiencias, añorar a quienes quisiste mucho y ya no están, volver a aprender de errores y torpezas y, por encima de todo, comprobar que el tiempo se ha pasado cada vez más rápido. Hay quien gusta de afirmar que no se arrepiente de nada, y me parece un error ... otra cosa es asumir las decisiones de un momento, los actos pasados, ejercitar el deseo de no repetirlos y, si aún es posible, reparar secuelas. El pasado es todo un bagaje de aprendizajes, experiencia y, ¡como no!, de nostalgia.

Cada cual cargamos con nuestra mochila, la canción citada también  hablaba de "volver con la frente marchita", algo de lo que todos tenemos experiencia , tal vez  bastante ... pero todo es fuente de sabiduría, siempre caben nuevas oportunidades, ... además de que con los años aprendes que nadie suele ser original, que reincidimos en lo mismo, ... y el tiempo y lo vivido terminan ayudándote a ser más abierto y comprensivo, ... a lo mejor con todos menos con uno mismo.

La vida es un soplo, y cuando "las nieves del tiempo blanquean tu sien" el ritmo de tus pasos va acompañado del envejecimiento de quienes van contigo, algunos aún por delante y su decadencia física, tantas veces unida a un esplendor interior en continuo crecimiento, viene a ser como el silbato que te abre camino, el mensajero que anuncia tu llegada. El paso de los años conlleva, además, el adiós, frecuentemente anticipado, inesperado, de tantos y tantas con quienes compartiste muchas cosas, y al dolor de su partida se termina uniendo lo hermoso de su ejemplo y su recuerdo. 

Sí, es un "soplo la vida" , pero ni el polvo del camino, ni las heridas de la lucha ni los dolores de hoy deben enturbiar la belleza vivida ... y por vivir.

Yo adivino el parpadeo 
de las luces que a lo lejos 
van marcando mi retorno. 

Son las mismas que alumbraron 
con sus pálidos reflejos 
hondas horas de dolor. 

Y aunque no quise el regreso 
siempre se vuelve 
al primer amor. 

La vieja calle 
donde me cobijo 
tuya es su vida 
tuyo es su querer. 

Bajo el burlón 
mirar de las estrellas 
que con indiferencia 
hoy me ven volver. 

Volver 
con la frente marchita 
las nieves del tiempo 
platearon mi sien. 

Sentir 
que es un soplo la vida 
que veinte años no es nada 
que febril la mirada 
errante en las sombras 
te busca y te nombra. 

Vivir 
con el alma aferrada 
a un dulce recuerdo 
que lloro otra vez. 

Tengo miedo del encuentro 
con el pasado que vuelve 
a enfrentarse con mi vida. 

Tengo miedo de las noches 
que pobladas de recuerdos 
encadenen mi soñar. 

Pero el viajero que huye 
tarde o temprano 
detiene su andar. 

Y aunque el olvido 
que todo destruye 
haya matado mi vieja ilusión, 

guardo escondida 
una esperanza humilde 
que es toda la fortuna 
de mi corazón. 

Volver 
con la frente marchita 
las nieves del tiempo 
platearon mi sien. 

Sentir 
que es un soplo la vida 
que veinte años no es nada 
que febril la mirada 
errante en las sombras 
te busca y te nombra. 

Vivir 
con el alma aferrada 
a un dulce recuerdo 
que lloro otra vez.

1 de octubre de 2015

Lecturas con las que dije adiós al verano


En el mes que acaba de concluir he seguido con la biografía que mencionaba hace 30 días y que preveo terminar en la primera semana de octubre, por eso el resto de libros que han pasado por mis manos han sido casi todos de corta extensión. De entre ellos me parecen absolutamente recomendables la joya de Joseph Roth "El busto del emperador" y el último premio "Nadal", sin que desmerezcan los demás a salvo de una pequeña decepción final.

Hace un par de años pasó por mis manos "El verano de los juguetes muertos", primera entrega de una trilogía del escritor catalán Toni Hill ambientada en Barcelona; me pareció -así dejé constancia en este blog- una excelente novela policíaca. Varios lectores con buen olfato me recomendaron cerrar la serie y he encontrado hueco para el segundo volumen, "Los buenos suicidas", un relato que mejora el anterior, y en el que el escritor consigue elaborar una trama ágil e impactante que consigue que mantengas la atención desde la primera página hasta la última, sin esos "picos" que convierten en irregular una novela de intriga. El  protagonista, Héctor Salgado un inspector de los Mossos d'Esquadra de origen argentino, puede catalogarse como uno de esos personajes míticos a la altura de los mejores del género, y los secundarios que le acompañan no le van a la zaga. El autor nos muestra una sociedad llena de claroscuros, y no regatea espacio para dejar constancia de todas las miserias humanas. El final está bien logrado, aunque Toni Hill no cierra la novela, en lo que es sin duda una hábil estrategia para que elector no tenga otro remedio que darse prisa en hacerse con el tercer y definitivo capítulo de la trilogía: es lo que haremos.

Joseph Roth es un escritor que constituye una garantía absoluta de calidad literaria; pertenece a ese sólido grupo de autores centroeuropeos de la primera mitad del siglo pasado a quienes el periodo de entreguerras influyó notoriamente tanto en sla temática y en la ambientación de sus novelas como en su propio estilo literario, en su forma de relatar los acontecimientos. Por eso no tuve ninguna duda en buscar un hueco cuando alguien que sabe de que va ésto me recomendó "El busto del emperador", un brevísimo relato -62 páginas en la magnífica edición de "Acantilado"- que se lee sin prisas en una hora. La novela es maravillosa y no exagero nada, con un protagonista entrañable, el Conde Mortsin, y en el que Roth trata con profundidad y sentido del humor temas tan trascendentes como el patriotismo, los nacionalismos, el desapego del pueblo respecto de la política y los traumas y transformaciones de las contiendas. En el trasfondo de la novela se encuentra la desaparición del imperio austro-húngaro tras la gran guerra, aunque no estamos ante una novela histórica, sino ante un delicioso retrato cargado de sentimentalismo, sentido común y belleza. Y, como siempre cuando se trata de Joseph Roth, nos encontramos una redacción perfecta.

Recuerdo que por casa de mis padres se dejaban ver unos cuantos libros de Julio Camba, un periodista español que vivió en la primera mitad del siglo XX (1882-1962). Camba era gallego, circunstancia que añade atractivo a su personalidad, pues en materia de escritos los naturales de Galicia suelen tener bastante que decir y lo suelen hacer con calidad y gracejo. Recuerdo que haciendo la mili leí dos viejas ediciones de Austral de "Aventuras de una peseta" y "La casa del Lúculo", dos libros de los que recuerdo poco, tan sólo que mi lectura fue demasiado rápida. Para reanudar mi contacto con Camba busqué consejo en la red y opté por "La rana viajera", una colección de 83 artículos sobre sus vivencias en España y en el que nos cuenta cosas de sus viajes por Madrid, Galicia, Bilbao, San Sebastián y Barcelona, así como diversas consideraciones llenas de afilada ironía y excelente sentido del humor en torno a varios temas, como es el caso de la política y los políticos. Camba, que empezó simpatizando con los anarquistas y terminó viviendo los últimos 15 años de su vida en el Hotel "Palace", escribe con una lucidez y humor notables y aunque sus consideraciones pueden parecer a veces poco profundas, tienen mucho más contenido del que en principio aparentan. Algunos artículos son ya algo caducos en cuento a la actualidad del tema, pero muchos otros contienen valoraciones perfectamente aplicables a nuestros días. Una recopilación excelente, que debe leerse con tranquilidad -yo lo he ido haciendo a lo largo de estos dos últimos meses- y que descubre a un escritor que merece la pena.

Siempre he tenido especial predilección por las novelas ganadoras del premio "Nadal", desde los lejanos tiempos de "Nada" (Carmen Laforet), "La sombra del ciprés es alargada" (Miguel Delibes) y "Entre visillos" (Carmen Martín Gaite) hasta los más recientes de "El alquimista impaciente" (Lorenzo Silva), "Los amigos del crimen perfecto" (Andrés Trapiello) y "Lo que esconde tu nombre" (Clara Sánchez), he disfrutado con las mejores plumas del panorama literario español. Por eso despertó mi interés desde el principio el último libro galardonado, "Cabaret Biarritz", del escritor zamorano José C. Vales, máxime ctras leer excelentes críticas de personas tan exigentes como independientes. La lectura de la novela no ha hecho sino confirmar las buenas perspectivas, como decía una formidable "bloggera", profesional de la literatura, es un libro "entretenido", epíteto que no debe de ser despreciado si hablamos de literatura. "Cabaret Biarritz" podría parecer una novela policíaca, pero pienso que no lo es, pues se trata más bien de una comedia satírica, un relato de notoria crítica social, ... y también de época -en concreto, de los años 20-, eso sí con un toque indudable de intriga. El autor divide el relato en capítulos, cada uno de los cuales tiene como protagonista a un personaje, cada cual más original y frecuentemente bastante "caricaturesco" y que cuenta su parte de la historia en primera persona; de esta manera, los personajes secundarios te van hablando de la intervención en los hechos de los que  han de considerarse principales. Una ambientación magnífica en la que Vales describe el Biarritz de principios de los 20, con mucho juego, frappers, charleston, intrigas sociales, frivolidad, vidas ociosas, lujo y algo de malicia. El ritmo no baja nunca y el libro consigue que cuando lo tienes en las manos los ratos dedicados a la lectura sean gratos e interesantes.

"Pero ... ¿Quién mató a Harry?" es una vieja novela que el británico Jack Trevor Story escribió en 1949, un libro que sirvió de guión una década después a un exitoso film dirigido por el irrepetible Alfred Hitchcock , una película que aparecía en los carteles con el mismo título y que protagonizaba la mismísima Shirley MacLaine. La editorial "Alba" ha desempolvado la novela y nos ha dado a los lectores despistados que no conocíamos título y autor una nueva oportunidad. El libro figura en los estantes y catálogos de las novelas policíacas, aunque pienso que el relato encajaría mejor en un apartado de "comedias negras". Se trata casi de una comedia de enredo, aunque, por supuesto,  con un cadáver por medio. Las breves páginas que componen la novela -160- se convierten en un embrollo continuo, con personajes en los que destaca una mezcla de ingenuidad, bondad y poco equilibrio ciertamente llamativo. He de reconocer que esperaba algo más de la novela, que muchos aseguran mejora notablemente a la película, pero responde a las exigencias de una lectura entretenida y de una mínima calidad exigible, y sirve sobradamente  para cubrir con dignidad el hueco literario de un fin de semana con pocos compromisos y obligaciones.

"Y tu no regresaste", de Marceline Loridan-Ivens es un brevísimo -92 páginas- testimonio publicado por Salamandra y al que "Babelia", el suplemento cultural de "El País", dio notable relevancia en uno de sus números del mes. Se trata de una relato a modo de carta dirigida por la autora a su padre, deportado con ella a Auschwitz-Birkenau y quien en el momento de partir hacia el campo de exterminio pronunció una dramática frase: «Tú podrás regresar, porque eres joven, pero yo ya no volveré.», comentario que terminó siendo profético e inspiró el título del libro. Setenta años después del drama, Marceline Loridan-Ivens, mujer de cultura y sensibilidad especiales, viuda de un relevante cineasta, revive su experiencia. Pero este breve testimonio no es un relato más de las penalidades sufridas por los judíos en el Holocausto, de hecho no entra en demasiados detalles, sino que la autora  se dedica más a profundizar en lo ocurrido después de la guerra, con una actitud de clara crítica revisionista del papel desempeñado por Francia en la 2ª Guerra Mundial. El libro de la escritora francesa tiene un tono francamente pesimista, y en él nos cuenta no solamente la tragedia de su padre, desaparecido, y de ella misma, sino las secuelas, dramáticas e irreparables, que dejó el cautiverio de padre e hija en toda su familia. Loridan-Ivens denuncia, además, el profundo antisemitismo que observó tras la contienda en muchos ambientes. Un libro excelente relatado desde el pesimismo, con una ausencia de esperanza que estremece.

Hace unas semanas pasé por la FNAC de Zaragoza y tomé nota de tres novelas; una de ellas acabó siendo la última que he terminado en septiembre, "Cómo encontrar el amor a los cincuenta", cuyo autor, Pascal Morin, es un francés de 46 años que trabaja de profesor de lengua y filosofía en un instituto. Al tratarse de una editorial de cierta confianza, haber nacido en el país vecino y tener tan sólo 188 páginas, le pasé los datos a Brunetti, pues eran tres condiciones que le suelen atraer, aunque mi amigo prefirió no seguir mi consejo al considerar que con ese título no dejaría de ser una mera novela "pastelona" ... he de confesar que precisamente era eso lo que me atraía, y me apetecía catar un relato romanticón y tierno. A la hora de la verdad, el libro de Morin no me ha parecido nada romántico, y lo que es peor, me ha decepcionado bastante. Se trata de un relato ambientado en las afueras de París, con una profesora de instituto -de lengua, precisamente- cincuentona, un padre y un hijo senegaleses -el padre universitario y el hijo fontanero, paradójicamente-, una joven psicoanalista, un diseñador en crisis y una alumna díscola, pobre y polaca ... con estos personajes pienso que el autor podría haber hecho más, pero todo se queda en unos diálogos fríos y en una lectura sin fuerza ... o así me lo ha parecido. Aparecen temas interesantes, como la inmigración, el contraste entre París y sus barrios marginales, el mestizaje o los prejuicios de edad, raza o clase ... pero no he conseguido conectar. Ah¡¡... quede claro que es una novela, no un manual ;) ;)