29 de septiembre de 2015

Un futbolista de una pieza

Ayer falleció el futbolista Ignacio Zoco, contaba 76 años y había nacido en la localidad navarra de Garde. Zoco debutó en el Osasuna, donde destacaba por su enorme fortaleza y su gran presencia física: 1,84 metros. Tras tres temporadas en El Sadar, fue fichado en 1962 por el Real Madrid y a partir de allí la camiseta del equipo de Chamartín fue la única que vistió hasta su retirada en 1974. Zoco llegó al equipo blanco cuando se inició la renovación del mítico Madrid de los Di Estéfano, Puskas, Rial, Zárraga, Del Sol, Mateos, ... formando parte del célebre "Madrid ye-ye" que ganó al Partizán la Final de la Copa de Europa de 1966 junto a Sanchís, Pirri, Amancio, Grosso, Velázquez, ... Zoco fue siempre titulat indiscutible,  un baluarte de un Real Madrid que dominó la liga española entre la segunda mitad de los 60 y la primera de los 70, con Miguel Muñoz en el banquillo. Zoco jugó 318 partidos con el Madrid, marcando 8 goles. Con la selección española también hizo historia, vistiendo la camiseta del equipo nacional en 25 ocasiones, habiendo intervenido en los mundiales de Chile (1962) e Inglaterra (1966); no obstante su mayor éxito fue la conquista de la Copa de Europa de selecciones, donde formó la media titular junto al barcelonista Fusté.

Ignacio Zoco fue un medio defensivo de los de entonces, cuando el centro del campo lo formaban dos jugadores, uno con fonciones más defensivas que el otro. Zoco formó esa zona de los "merengues" primero con el francés Lucien Muller, y posteriormente con Pirri, aunque también tuvo compañeros como José Luis Peinado y Juan Antonio Grande, actual segundo entrenador de la selección. Se trataba de un jugador no excesivamente técnico, pero con una capacidad de trabajo enorme, una fuerza física por encima de la media, poderío en el juego aéreo, buena colocación y entrega constante. Posiblemente fue, junto a José Martínez "Pirri", el futbolista más representativo de la famosa "furia española" de su época. También destacaba el navarro por su fuerza de voluntad y constancia; aún recuerdo el  último minuto del partido frente al Chelsea en la final de la Recopa de 1971, cuando tras el gol de Johnny Osgood el triunfo inglés parecía asegurado y apareció Zoco en el área para marcar un gol de ímpetu y valentía, forzando un  partido de desempate quem, desgraciadamente, acabó perdiendo el equipo español.

Zoco se retiró en 1974, año en el que contrajo matrimonio con la cantante pamplonica María Ostiz, cantautora que surgió en los 60 con canciones tan populares como "no sabes como sufrí", "Romance Anónimo", "Aleluya del silencio" y  "Naveira do Mar", y que años después vencería en la OTI con un bonito tema titulado "Canta cigarra". Curiosamente, por esas fechas su compañero de línea, Pirri, también se casó con una famosa, en este caso Sonia Bruno, la actriz de moda de la época. Tras su retirada estuvo siempre presente en el mundo del fútbol, y era un hombre amable y sensato. Recientemente concedió una entrevista a un diario digital en la que relataba su vida futbolística con una lucidez, sencillez y claridad llamativas. Descanse en paz.


28 de septiembre de 2015

Hoy seguimos como ayer


Me lo decía un amigo a quien considero dotado de cierta sabiduría natural: "Hoy lunes estamos, más o menos, como ayer: la sociedad totalmente dividida". No voy a analizar en profundidad los resultados de las elecciones catalanas: ni es mi papel ni creo ser un personaje dotado de clarividencia política, aunque no puedo evitar pensar, en primer lugar, que han terminado siendo un tremendo error de Artur Mas, así como que dos de los partidos políticos de ámbito nacional han sufrido un notorio varapalo , uno -el que manda en Madrid- al que parecen elaborar las iniciativas y campañas sus mayores enemigos y no termina de comprender que con la arrogancia no se va a ninguna parte y otro, de nueva planta, cuyos líderes tienden a exhibir una superioridad moral que no se de donde la sacan.

¿Ha cambiado algo el panorama político catalán tras los resultados del domingo?; el día 27 de septiembre ¿ha sido una fecha histórica? ...¿o más bien una pantomima ridícula?. Los independentistas suman mayoría absoluta, aunque por esas cosas del "d'ont" no llegan al 48% de los votos ... pero aunque hubieran tenido el 51% ... ¿compensa una sociedad dividida?. Las razones por las que se ha llegado a este punto darían lugar a muchos debates, unos dicen que llevan años educando sesgadamente y enseñando una historia manipulada, otros que no hay separatistas sino separadores, y me temo que todos tienen su parte de razón. Pero el resultado es el que es, y no termino de ver que la ambición secesionista haya salido reforzada de las urnas ... lo único que se ha afianzado es la fractura social.

Cada 11 de septiembre nos muestran una Cataluña abarrotada de afán secesionista, con banderas, himnos, montajes y guerras de cifras; ayer quedó probado que no era una Cataluña exclusiva, y que existen otros que entienden las cosas de diferente manera. 

24 de septiembre de 2015

Dándole vueltas a la transparencia


Hay palabras, conceptos, ... que de pronto parecen convertirse en términos de moda, casi en fetiches ... uno ha odio hablar de tolerancia,  talante,  empatía, eficacia, ... como si con tales términos se hubiera encontrado la piedra filosofal, como se si con su aplicación se solucionaran conflictos, problemas y enfrentamientos ... aunque a la larga no pudieras evitar la tentación de pensar que en ocasiones semejantes  ideas no eran más que genialidades efímeras,  ocurrencias propias de días inspirados.

Ahora se habla mucho de transparencia: en la política, en las instituciones, en el deporte, ... No parece, en buena lógica, un dislate plantear habiéndose repetido escándalos económicos, de decisiones oscuras, episodios de corrupción o gestiones poco claras, se exija que quien tiene mayores o menores responsabilidades actúe con claridad, no oculte datos ni matices y de, si es preciso, las oportunas explicaciones. Pero también me planteo si en algunas ocasiones esa presión por la transparencia puede suponer un ataque a la necesaria discreción con la que hay que actuar en el ámbito público, sobre todo si de temas delicados se trata, si somos capaces de entender que el secreto profesional debe ser considerado como atributo esencial a la hora de respetar a unos y otros, si en definitiva al exigir transparencia podamos caer en el error de confundir un derecho a ser bien gestionados y conocer lo necesario con un afán de intromisión donde no nos corresponde o un ansia incontrolable de opinar sin orden ni concierto, sin capacidad de discernir.

Es posible que la razón de problema puede estar en que se ha roto la confianza, que quienes debían hacer lo posible por merecerla han hecho méritos para lo contrario. En ese caso, quien corresponda deberá procurar recuperarla ... o crecerá el peligro de convertir la vida pública en un mercadillo.

22 de septiembre de 2015

Se ve que a Trueba le gusta ser protagonista


"La verdad es que yo nunca me he sentido español, ni cinco minutos de mi vida" ... con esta frase se descolgó el cineasta Fernando Trueba tras recoger de manos del ministro de Cultura el Premio Nacional de Cinematografía. Hay libertad de expresión, y es evidente que el hombre tiene derecho a manifestarse como le venga en gana, aunque también deberá aceptar que a la vista de lo dicho, del momento y de las circunstancias su intervención no fue ni educada, ni oportuna ni elegante. Ahora intenta arreglar el desaguisado afirmando que sólo quiso decir algo gracioso y no tenía ánimo de ofender a nadie, ... de ser así habrá que disculparle las intenciones, aunque sumar a su bagaje cierta falta de inteligencia ... o el no saber expresarse, cosa poco aceptable en alguien que se dedica al llamado séptimo arte.

No se trata de reaccionar con visceralidad ni de ejercitar rancios españolismos, tan sólo me parece que no está de más meditar un poco sobre esa especie de alergia de tantos a ejercer de patriota, lo que puedo comprender si se entiende por tal el mantener posiciones excluyentes, creerse mejor que nadie o fundamentar posturas y convicciones en simples frases, símbolos o himnos, pero que también cabe valorar como el sano orgullo de pertenecer a una tierra que tiene su historia y sus valores, en no ser ni un nihilista ni un desarraigado.

Al menos yo ando bien orgulloso de haber nacido y vivir en un lugar donde nacieron, vivieron y exhibieron sus dones personales Cervantes, Velázquez, Goya, Santa Teresa de Jesús, Lope de Vega, Galdós, Emilia Pardo Bazán, Sorolla, Pío Baroja, Machado, Federico García Lorca, Buñuel, Severo Ochoa, Concepción Arenal, Ramón y Cajal, Agustina de Aragón, Andrés Segovia, Montserrat Caballé,  y muchísimos más. También lo estoy cuando recuerdo veo las maravillas del románico o las catedrales góticas, cuando me paso por la iglesia de Santa María del Mar, cuando contemplo el plateresco de la Catedral de Santiago, o el mudéjar de Teruel, cuando he paseado por Salamanca, Toledo, Córdoba, Baeza o Morella, ...  Y cada mañana -y cada tarde- me cruzo con hombres y mujeres a quienes conozco más o menos, pero de los que estoy bien contento de ser su paisano. No dudo que Fernado Trueba sea un excelente director de cine, pero a lo mejor sería más justo y equitativo si aprendiera también cuales son los momentos oportunos de callar y que tal vez sus valores -que imagino los tendrá- no son ni únicos ni exclusivos.

Al menos a mí no me ofende que Trueba no se sienta español, aunque me disgusta lo que dijo, porque intuyo que en el fondo de lo que se trata es de provocar un poco, de herir a algunos y de insistir en marginar a quien no ande en su línea.

21 de septiembre de 2015

Como en los viejos tiempos


Cualquier triunfo de una selección española es motivo de alegría; afortunadamente en los últimos tiempos no solamente en basquet, sino también en fútbol, balonmano, etc la frecuencia de éxitos anda muy por encima de la media a la que estábamos acostumbrados, a lo que cabe añadir los triunfos individuales de deportistas como Rafa Nadal, Alberto Contador o Mireia Belmonte. Eso sí, la obtención por la selección española de balon-cesto de la última Eurocopa de selecciones ha tenido una sabor particular y ha supuesto una alegría especial.

La primera razón la encuentro en la propia dinámica de la victoria, pues cuando en los inicios del torneo el equipo que comanda Scariolo caía derrotado ante Serbia e Italia, nadie daba un duro por el futuro de la selección, sensación que incluso se acrecentaba tras comprobar los enormes sufrimientos de los nuestros en los partidos que les enfrentó a alemanes y griegos.Costó llegar a semifinales, pero ante los anfitriones reapareció la España heroica, tenaz y sorprendente de los mejores tiempos. Pienso que la hazaña ante Francia, esos momentos en los que los jugadores, liderados por un Gasol increíble, supieron dar el do de pecho supusieron un antes y un después no solamente en el campeonato, sino posiblemente en la propia trayectoria del equipo nacional.

Y también me ha gustado esa unanimidad con la que todos hemos compartido los dos últimos partidos, el entusiasmo común, la esperanza compartida por todos. El que no haya habido necesidad de denominar a la selección la "roja", la "blanca" o la "Amarilla", el que nadie dijera "originalidades", de un color ni de otro, que nadie se ha descolgado con "boutades" desmitificadoras ni puyas con mala uva ... En fin, que anoche todos disfrutamos viendo a la selección venciendo con autoridad, sin dar "chance" alguno a una dignísima Lituania. Y con Gasol demostrando que hay gente que, como el buen vino, mejora con el tiempo ... y en su caso ya es decir¡¡.

17 de septiembre de 2015

En la muerte de un árbitro


Ayer falleció José María Ortiz de Mendibil, un nombre y unos apellidos que solamente nos dicen algo a los aficionados al fútbol que superan los 50 años.Fue un árbitro internacional que destacaba en la primera división española allá por los inicios de la década de los 70. Se le consideraba el sucesor del mítico Juanito Gardeazábal, un bilbaíno que era el número 1 indiscutible de su época y que falleció prematuramente a los 46 años. Ortiz de Mendíbil había nacido hace 89 años en Portugalete -ya se ve que la escuela vasca sacaba buenos árbitros además de guardametas- y pertenece a una generación de "trencillas" de la que, entre otros, recuerdo a Sánchez Ibáñez, Medina Iglesias -un asturiano más bien rollizo a quien en Zaragoza acusábamos de madridista-, Rigo Sureda -célebre por la llamada "final de las botellas"-, Oliva, Tomeu Palanqués, Urrestarazu, Pascual Tejerina, Soto Montesinos o el zaragozano Adolfo Bueno, a quien una manzana en San Mamés le produjo un desprendimiento de retina.

Ortiz de Mendibil fue célebre por haber salido a hombros del Santiago Bernabeu tras arbitrar con acierto la Final de la Copa de Europa de 1969, partido en el que el Milán que capitaneaba con mando y elegancia Gianni Rivera venció por un contundente 4-1 a un Ajax de Amsterdam en el que comenzaba a brillar Johan Cruyff y donde el otro gran protagonista fue el extremo izquierdo milanés Pierino Pratti, quien hizo un hat-trick. El árbitro fallecido tuvo también alguna actuación polémica, como cuando prolongó un Barça-Madrid 11 minutos, justo hasta que los merengues consiguieron el tanto de la victoria.

José María Ortiz de Mendíbil fue también un rostro familiar en la televisión de la época, ya que tras retirarse del arbitraje fue contratado para iniciar la famosa sección de la "Moviola" del programa deportivo del domingo por la noche, en unos tiempos en los que no se podían contemplar los goles de tu equipo favorito por vía distinta a los reportajes de la única televisión de España. Allí, junto a los presentadores de entonces -Pedro Ruiz, Juan Antonio Fernández Abajo, Juan Manuel Gozalo, Joaquín Ramos, ...- diseccionaba las jugadas polémicas de la jornada y calibraba los posibles errores de sus colegas de profesión.

La muerte de Ortíz de Mendíbil me trae irremediablemente a la cabeza ese fútbol viejo y desaparecido que tanto añoro, el fútbol en blanco y negro, con los árbitros de oscuro,  el marcador simultáneo "Dardo", las tardes del domingo pendientes del resultado, con esos mensajitos que aparecían en la parte baja-izquierda de la tele cuando se marcaba un gol, los avances de los resultados, las retransmisiones de Ramón Díez, los comentarios de matías Prats, Miguel Ors, ... Descanse en paz.


16 de septiembre de 2015

La cogida de Perera


Miguel Angel Perera sufrió ayer una tremenda cogida en Salamanca. Leí la noticia vía Iphone y quedé impactado, pues se trataba de una de esas cogidas que a la vista del parte médico piensas que pueden terminar de la peor forma posible. Pasadas cerca de 20 horas parece que el diestro mejora, algo que me congratula. Conocí a Perera hace un par de años mientras tomaba café en el Hotel Pedro I de Huesca y me pareció una buena persona: correcto, discreto y en su sitio, además de tener aspecto de niño.

He leído por la red algún que otro comentario que me ha parecido desacertado; hay gente que al parecer siente la necesidad de manifestar en público -a veces cubiertos por el anonimato de un nick, eso sí- su satisfacción por el hecho de que un torero sea herido de gravedad ... habrá que respetar toda postura, pero considero triste que haya quien llegue a esos extremos. La vigencia de las corridas de toros da lugar a opiniones enfrentadas, y todas son legítimas, pero no puedo evitar que por mucho que haya que respetar al toro, en la plaza es sólo el hombre quien tiene alma racional y voluntad libre.

Siento cierta atracción por la fiesta de los toros, no me gustan nada otros espectáculos como el del "Toro de la Vega" , pero independientemente de cualquier consideración, me mueve a la solidaridad el sufrimiento humano, incluido el del torero herido. Por eso, hoy Perera tiene mi simpatía y mis oraciones.

15 de septiembre de 2015

Cuidar las ínfulas


De creerse más que nadie, pensar que se desciende de la pata del Cid, mirar al resto por encima del hombro o funcionar por la vida con aires de grandeza se podría hablar mucho, es más creo recordar que el tema me ha dado para más de un post. Hoy me quiero centrar en un tema concreto, y es en esa actitud que tienen algunos de asumir el papel de cliente exigente, poderoso y con derecho a todo.

Es un tema que observo especialmente en bares y restaurantes, pero que también he visto en centros de salud, farmacias, taquillas de venta de billetes de tren y autobús y establecimientos varios: personajes que avasallan, que presumen ineptitud en quien anda detrás de un mostrador y no saben exigir con educación y respeto. Debe de ser cierto eso de que "el cliente siempre tiene razón", y salta a la vista que quien paga debe pedir en correspondencia que el otro ejercite la profesionalidad que se le supone, pero de ahí a la costumbre de tensionar y poner en evidencia hay un trecho.

Pero lo que me produce rechazo y ha venido a ser la causa de que me ponga a escribir es una especie de complejo de élite que tienen algunos; suele ocurrir en los restaurantes, y se pone de manifiesto con una especie de actitud de desapego hacia quien sirve, de mantener a conciencia las distancias, de señalar lo que no gusta con frialdad y dureza, de considerar al empleado de turno como una especie de objeto que cumple una función y no tiene ni sentimientos ni posibilidades de ser tenido en cuenta.

Creo que algunos lo llaman displicencia, incluso otros piensan que el "saber estar" incluye ignorar al personal ... no lo acabo de ver. Total, todos somos de la misma pasta, todos nos moriremos algún día y la muerte, mal que nos pueda pesar, nos igualará ... vamos, que todos somos hijos de Dios, aunque algunos no lo crean y otro dicen creerlo pero viven como si no.


10 de septiembre de 2015

Aguas tranquilas


Todos aspiramos, de una manera u otra, a vivir tranquilos; el problema es que hay veces en las que no tenemos claro el camino, se mezclan en nuestra cabeza  -que con el paso de los años corre el peligro de andar más bien desconcertada, sino atormentada- una tendencia natural al egoísmo contra la que debemos luchar y esa aspiración legítima a tomar con la mayor libertad posible nuestras propias decisiones y vivir en paz con los demás y con nosotros mismos. A todo ésto cabe añadir las tempestades propias de una sociedad conflictiva y unos tiempos verdaderamente convulsos, un entorno que provoca desasosiegos y miedos. La sensación de inseguridad, el polvo del camino y las incertidumbres del futuro pueden provocar un estado de tensiones y ansiedades que se presentan como obstáculo de una felicidad que es aspiración común.

Pasada con creces la barrera de los cincuenta, uno aspira a navegar en aguas tranquilas, a vivir -cuando todo marcha bien y cuando arrecia el temporal- con esa tranquilidad que permite enfrentar situaciones y superar barreras. Pero curiosamente, terminas concluyendo que para superar estas metas la vía adecuada está en compartir, en que no habrá ni serenidad, ni paz interior ni felicidad sin procurarlas para quien te rodea ... y sin excepción. Y junto a ello, intuyo que vale la pena descubrir, a diario, a un Dios paternal cuya bondad inmensa se refleja en lo creado: en las personas -a pesar de los pesares- y en la naturaleza.

4 de septiembre de 2015

La foto de la playa


Todos andamos estremecidos con esa foto tremenda; Aylan Kurdi, un niño sirio de 3 años, yace sin vida, boca abajo, en la turística playa turca de Ali Hoca Burnu. La incredulidad, la indignación, el escándalo están plenamente justificados; la imagen es tremenda,el corazón se te encoge e inmediatamente agobian  la cabeza ideas de todo tipo. Está claro que algo no se está haciendo bien y que hay quien debería asumir responsabilidades notables. Por mi cabeza pasan la codicia y la ambición de unos cuantos, la frívola alegría con que se siguió por parte de la opinión pública el fenómeno bautizado como "la primavera árabe", la indiferencia de occidente ante los dramas del tercer mundo, cómo nos hemos acostumbrado a oír hablar de guerras y enfrentamientos ... aunque no me atrevo a señalar culpables, al menos en exclusiva, porque me faltan datos y conocimiento.

Es posible que venga bien una foto tan desgarradora  para que muchos reaccionen, para que seamos sensibles a los dramas ajenos y menos susceptibles con los propios; a mí son cosas que me mueven a pensar y ponen en vibración mi conciencia, ... no creo que sea justo dedicarse a buscar responsabilidades sin asumir las propias culpas, aunque sean simplemente de omisión o  indiferencia. Eso sí, lo que no me gusta es que me manipulen, que utilicen la imagen de una criatura sin vida para defender posturas tan personales como subjetivas. Y, por encima de todo, me empieza a parecer degradante el uso indiscriminado de la foto ... es bueno ser consciente de las cosas que pasan, máxime si recapacitas y comprendes que ésto no es más que una muestra de algo que se repite diariamente desde hace mucho; pero vamos a dejar que Aylan descanse en paz, vamos a respetar el dolor inimaginable de una familia, y pensemos si nos gustaría que a un ser querido se le diera la vuelta al mundo, si aceptaríamos los montajes fotográficos, las desviaciones y la utilización parcial de los hechos y de la realidad.

3 de septiembre de 2015

Para pensar ... para vivir

"Las personas autorrealizadas, magnánimas, tienden a aplicar el límite de su atención nutricia más allá de sí mismos y de "su tribu"... Y ya no solo su familia, sino sus vecinos, su país, toda la humanidad, e incluso todo lo viviente, y todo lo existente pueden ser incluídos en su ámbito de cuidado".


Me remitió el otro día esta frase una persona a la que conocí hace poco, con quien no tengo demasiadas ocasiones de hablar, pero que, entre algunos otros, posee el don de la especial sensibilidad y una permanente sonrisa en su cara, una de esas que "iluminan". He tratado de averiguar el autor de un pensamiento tan bonito, pero esta vez "google" no ha dado el resultado esperado. De cualquier manera, el hecho de no saber su origen no impide que me haya parecido una consideración profunda, una idea que te hace pensar.

No se si he captado bien el significado de tal frase, ni siquiera si la he calado en toda su extensión; es posible que me falte suficiente discernimiento para ello, con lo que espero no decepcionar a quien ha tenido el detalle de compartirla conmigo, alguien que me parece más profundo que yo. Eso sí, en cuanto leí el texto me vinieron a la cabeza dos ideas que intuyo deberían permanecer impresas en mi alma: el que hemos de aspirar a tener un corazón grande donde quepan todos, evitando ser excluyentes, sectarios, elitistas y la necesidad de evitar el peligro de aislarnos en nuestra "tribu", de convertir nuestra existencia en un mundo de vueltas dentro de una burbuja. En este mundo occidental donde nos ha tocado vivir, me temo que se ha fomentado demasiado el individualismo, y nos cuesta poco caer en el aislamiento y la insolidaridad.

Frecuentemente nos enrocamos en opiniones, posturas y modos de vida, y corremos el peligro de caer en una "cerrazón" que nos aisle e impida tanto disfrutar de amistades y experiencias reconfortantes e instructivas como desarrollar algo tan imprescindible para encontrar la felicidad como ayudar al resto del mundo. Las crisis económicas y políticas, la visión crítica de la actuación de otros, la codicia, la tendencia a crear enconos irreconciliables, posturas enfrentadas, el interés egoista por "trepar" social o profesionalmente, ... son actitudes y situaciones que han reforzado desde hace años, la tentación de algunos de vivir bajo la sombra de su tribu. La frase citada la tomo como un reto, y espero que quien me ha sembrado la inquietud me recuerde cuando sea preciso que debo de actuar con coherencia.

1 de septiembre de 2015

Libros leídos en agosto ... y el "piquito" de julio


Desde que el 20 de julio regresé de vacaciones, he terminado siete libros, lo que no es mucho en comparación con otros meses, máxime teniendo en cuenta que estoy hablando de 40 días y tiempo de verano. Tal vez la razón haya que encontrarla en el calor, aunque creo que se debe en mayor medida a una larga -y magnífica- biografía de Pedro el Grande de la que aún me queda casi la mitad. He leído por vez primera a dos magníficos autores -uno checo y otra del sur de los Estados Unidos- de esos que muchos consideran imprescindibles, de calidad notable y nada sencillos de leer. También me han encantado dos novelas de intriga escritas por autores -polaco él, alemana ella- de países que no he frecuentado en el género. Las otras tres novelas cabría incluirlas entre aquellas a las que me lleva esa curiosidad literaria que me atribuye un buen amigo, alguien que es capaz de comprender este hábito.

En una de mis dos visitas a la Casa del libro de Valencia, de las que ya hablé en mi anterior entrega, mi amiga Virginia, una encantadora y amabilísima dependienta, devota de la buena lectura, me recomendó a un autor checo que desconocía, Bohumil Hrabal y que ha resultado ser uno de los escritores europeos de la segunda mitad del siglo XX mejor valorados, a pesar de la enormes trabas que le pusieron para escribir las autoridades comunistas de su país, que censuraron su obra en diversas ocasiones. El libro que me "adjudicó" fue "Una soledad demasiado ruidosa", una novela de 102 páginas y nada fácil de leer, entre otras cosas por estar escrita sin puntos y seguido. Hrabal nos cuenta, con redacción  del protagonista en primera persona, la cruda historia de un ciudadano que lleva 35 años trabajando en una trituradora de papel que destruye libros y lienzos. Se trata de un relato lleno de contrastes, de cuyo mensaje me he enterado más en unos capítulos que en otros, pero del que puedo confirmar que esta maravillosamente escrito y que rezuma sensibilidad. El libro tiene un tono triste y carece de un argumento concreto pues más bien se limita a reflejar las consideraciones de quien es prácticamente el único personaje.

"El aroma del crimen", primera novela del donostiarra Xabier Gutiérrez me entró por los ojos desde el primer momento; el hecho de haber sido publicada en "Destino" garantizaba el mínimo nivel literario y el que el personaje protagonista fuera un miembro de la Ertzaintza me atraía, en cuanto ya habían pasado por mis manos novelas protagonizadas por Policías Nacionales, Guardias Civiles, Policías Locales y hasta miembros de los Mossos d'Esquadra, pero hasta ahora no había leído ninguno con protagonista de la policía vasca. No obstante, lo más llamativo del libro es que su autor trabaja como cocinero en "Arzac" y en su relato todos los personajes están relacionados, de una u otra manera, con el mundo de la gastronomía, amen de que la novela tiene continuas referencias al tema, con múltiples descripciones de platos y postres. Desde este punto de vista, hay que concederle al libro el valor y su lectura resultará de interés para quienes, siendo aficionados al género policíaco, gusten también del tema gastronómico. Como novela de intriga creo que es francamente mejorable, en mi opinión el autor peca de artificialidad a la hora de elaborar la trama y he tenido la impresión de que ha buscado varios elementos y los ha mezclado sin mayor orden. La intriga tiene interés, aunque tratándose de dos muertes paralelas, no consigue reflejar con la solidez necesaria la investigación de ambas, a cargo del inspector de la Ertzaintza Vicente Parra. El desenlace me pareció inicialmente bien encaminado, aunque el final termina siendo lioso, tal vez porque el autor se ha parado mucho en la cocina y ha desarrollado poco la investigación de los crímenes. Están anunciados tres novelas más de la serie, y mucho hueco deberé encontrar para leerlas.

Hacía ya bastantes años que venía oyendo el nombre de Flannery O'Connor como una de las mejores escritoras norteamericanas contemporáneas, y entre ellas y a la par de otras como Willa Cather, Carson McCullers o Eudora Welty, una de las que mejor había sabido describir el ambiente sureño.Su condición de católica y la peculiar forma de ver la vida a la que le llevó una grave enfermedad congénita y degenerativa -murió a los 39 años- la hacen una autora interesante. La mayor parte de la obra de O'Connor está compuesta por cuentos, y en mi intención de bucear por autores no leídos opté para empezar por "La buena gente del campo" , un breve relato que editó hace un par de años Nórdica en una mínima y coqueta edición -70 páginas tamaño octavilla-. El libro, despachado en dos días, me ha confirmado la justicia de tantas alabanzas que he escuchado hacia esta escritora, y su lectura me ha recordado a esas películas que recrean un mundo y un paisaje humano  tan peculiar como el del sur de los Estados Unidos. O'Connor consigue en tan poco espacio realizar una soberana descripción de una forma de ser y un ambiente concreto. Es una novela con pocos personajes: una madre simplona, una hija recluida por su pierna ortopédica, su lesión cardíaca y su rebeldía insufrible y un vendedor de biblias que no es el ingenuo muchacho que parece. Un relato para disfrutar leyendo y para pensar en la condición humana.

Cuando el pasado 20 de enero, día de San Vicente y fiesta en Huesca, di mi habitual paseo por Zaragoza anoté tres novedades negro-criminales del momento y que me llamaron la atención; una de ellas era "El caso Telak", novela publicada en Alfaguara por el polaco Zygmunt Miloszewski. La garantía de una editorial que no publica cualquier cosa y el traslado de una intriga a Varsovia ofrecían su atractivo. Al cado de ocho meses y cuando he encontrado hueco para leerla puedo asegurar que en esta ocasión mi olfato literario funcionó bien. Se trata de un caso criminal protagonizado por el fiscal polaco Teodor Szacki, un personaje que me ha recordado en parte al inolvidable Wallander de Hening Mankell, en cuanto el autor, como el caso del sueco, no se limita a contarnos un suceso delictivo, sino que entra en la personalidad del protagonista y nos pone al día de sus problemas conyugales, sus dudas profesionales y hasta sus gustos personales. Al interés del libro ayuda el tratamiento de una técnica psicológica novedosa como la llamada terapia de las constelaciones familiares, en una de cuyas versiones tiene origen el crimen que da vida y título al libro, así como la visión de las peculiariedades del sistema policial y judicial de Polonia. Un relato humano, actual y muy bien escrito, que entretiene desde el primer momento y debe de ser incluido en la lista de las novelas policíacas de calidad. Cabe añadir que la resolución final de la intriga posee aires de la mismísima Ágatha Christie.

La librería "Negra y Criminal" de Barcelona envía frecuentemente información vía email relativa al género que constituye su objeto comercial; dentro de dichos envíos destaca una periódica "carta de la librera", en la que Montserrat, copropietaria de la tienda junto al inimitable Paco Camarasa, nos aconseja lecturas diversas con general acierto. En una de las remitidas antes del verano, nos hablaba de tres novelas que tenían en común el haber sido escritas por mujeres y estar encasilladas dentro del género policial como "suaves". Una de ellas era "Bienes y codicia", escrita por Ingrid Noll, una alemana nacida en Sanghai hace casi 80 años. La novela, publicada por "Circe" me ha encantado y la leí de un tirón. Noll tiene un estilo elegante y relata con amabilidad una historia que hace parecer menos truculenta de lo que realmente es. El relato recuerda mucho al estilo de la gran Patricia Highsmith y, como ésta, nos ofrece una intriga de perfil muy piscológico y con un ambiente y unos personajes caracterizados por la ambigüedad moral. En la novela, como al parecer en todas las de la autora, no hay buenos ni malos, ni policías, sino que todo se lo guisan y se lo comen los protagonistas, que en el caso que nos ocupa tienen todos algo que ocultar. Queda dicho que Ingrid Toll, aunque no escatima crímenes, escribe con sencillez y serenidad.  Todo un descubrimiento. Y por supuesto, voy haciendo hueco para las otras dos recomendaciones de la librera.

Hace muchísimos años que he visto por ahí, generalmente en las librerías de viejo, una novela de Darío Fernández Florez titulada "Lola, espejo oscuro", un relato que no sólo tuvo segundas y terceras partes, sino que fue guión de una película de los años 60 con el mismo título y protagonizada por una espléndida Emma Penella. Tanto el libro como el film tuvieron abundantes problemas con la censura de la época, ya que el núcleo de la narración viene configurado por la vida de una prostituta de lujo ... una vez leída puedo confirmar que, tratándose evidentemente de un tema escabroso, su contenido es absolutamente inocuo, casi cándido. La novela se me ha hecho larga; esperaba una especie de relato costumbrista, y solamente quedé satisfecho con el primer tercio del libro. Terminada la miserable y pícara infancia de la protagonista, un buen relato de la miseria propia de la España rural de la primera mitad del siglo XX, con gitanos, rateros y demás, la novela se convierte en un relato en primera persona de la compleja vida de una prostituta, con un tono más bien psicológico pero con párrafos demasiado largos y reiterativos. Un buen ejemplo de novela de éxito en su época que con los años ha perdido frescura.

Hace unos meses alguien me prestó "Misterio en el Ara", una novela policíaca ambientada en la provincia de Huesca y escrita por Juan Ramón Ferrer Lorenzo; mi intención era leerla en un fin de semana de decanso que tuve en marzo, aunque al final he terminado retrasando la lectura hasta la última semana de agosto. Siempre añade atractivo a un relato que su trama se desarrolle en lugares conocidos. Me he encontrado con una novela en la que la intriga está bien construida, desarrollada y resuelta. Me ha gustado lo bien que ambienta unos hechos que se desarrollan en el mundo empresarial de las bodegas vinícolas, algo que sabe plantear el autor con acierto, así como el siempre atrayente mundo del Pirineo, especialmente el de la zona mágica del Sobrarbe. Se trata de una novela corta -188 páginas- con una intriga bien llevada. En el aspecto menos positivo, pienso que se echa de menos un mayor cuidado literario, que se presume cierta precipitación en terminarla, que cuando se habla de investigaciones y trabajo policial sería de agradecer un mínimo de precisión -nunca un policía nacional destinado en Jaca investigaría un crimen ocurrido en el partido judicial de Boltaña ... aunque ya se que esto es ficción- y que aunque es lógico -e imagino que hasta necesario- que una novela lleve implícita hoy en día una sana crítica política, esta debe de introducirse de manera que vaya implícita en el desarrollo del argumento, y en este caso la he visto como metida con  calzador, me han parecido exabruptos -repartidos a "diestra" y "siniestra"- que excedían, desde mi punto de vista, lo que debe de ser una novela policíaca. No obstante, es de halagar una novela hecha con pocos medios, editada de modo sencillo y que se lee con gusto e interés.