19 de diciembre de 2014

Cuidar las fuentes


Afortunadamente -¡y que dure!- existe la libertad de expresión, cada cual es libre para expresar -de palabra y por escrito- aquello que piensa, sus propias convicciones y para criticar lo que considere oportuno.El auge de las redes sociales ha elevado casi al infinito la posibilidad de verter tales opiniones y la amplitud y extensión de su difusión. Lo que ya no tengo tan claro es que paralelamente a la extensión de la posibilidad de reflejar posturas se haya producido un incremento del rigor y el criterio a la hora de hacerlo ... es más, cada día me produce más desazón esa especie de matrimonio que en ocasiones se intuye entre la soltura para hablar de lo divino y lo humano y la falta de educación y de cultura.

Leyendo tweets y otros comentarios de la red, frecuentemente anónimos, siento algún que otro escalofrío al comprobar que las fuentes donde muchos obtienen información y forman su criterio no van más allá de  los programas más amarillentos y cutres de la tele, de cuatro noticias desfiguradas de vete a saber que web de origen desconocido o a comentarios de barra de bar o cola de mercadillo. Del estilo y el respeto de dichos comentarios, mejor no hablar ... de hecho ya he insistido otras veces y no quiero parecer obsesivo.

Hoy en día el ciudadano medio ha viajado mucho más que nuestros padres; pisar París, Londres y hasta Nairobi ya no es una aventura para privilegiados, y recorrer mundo abre sin duda horizontes y oxigena la mente. De lo que tengo más dudas es de que el personal lea más que antes ... se han aparcado a los filósofos griegos, a los místicos españoles, a los grandes autores del siglo de oro, ... hay quienes piensan que conocen la historia de España, Europa y el mundo por cuatro generalidades expresadas por algún pseudointelectual sobre nuestra leyenda negra, la revolución francesa o la independencia de la India ... o porque han leído la trilogía de Ken Follett o alguna de esas novelas históricas sobre la conquista de América o la búsqueda del Santo Grial.

En estos tiempos convulsos, con tanto por hacer, por rehacer y hasta por deshacer, necesitamos personas con equilibrio, saber estar y criterio. Posiblemente podríamos empezar por regalar menos plays, Iphones  e Iphades -o como se escriban-  e  incluir en los presentes de Navidad y Reyes los libros de siempre: Walter Scott, Stevenson, Dumas, Dickens, Manzoni, Stendhal, ... y por supuesto, Galdós, Valle Inclán, Baroja, ... a ver si así avanzamos hacia una sociedad menos agresiva y más plural.

2 comentarios:

Susana dijo...

Quę razón tienes. Un beso.

quique dijo...

El famoso periodismo ciudadano