28 de noviembre de 2014

La Liga BBVA anda insoportable


Hacía años que no escuchaba "El larguero"; su hora tardía, cierta pérdida de "salsa" y me temo que la triste andadura del equipo de mis amores han conseguido que el programa desaparezca de mi lista de posibles entretenimientos; anoche regresaba con unos amigos de Zaragoza y poco antes de llegar a Huesca, comenzó a escucharse en la radio del coche el ya viejo sonsonete: "Tu afición es sentimiento, y tiene mucho alimento, ...ra ra ra ...". Me hizo gracia volver a oír a de la Morena, que sigue con su tono "coñón" y con ciertos aires de "Pepito Grillo", aunque me dio la impresión de que el montaje empieza a estar algo fuera de plazo.

El tema central de la noche tenía a Leo Messi como protagonista, según las fuentes del programa el astro argentino quiere irse del Barça y fichar por el Chelsea de Mourinho, y para justificar estos pretendidos deseos aportaban motivaciones variadas: la desconfianza de Messi hacia la nueva directiva azulgrana, la amistad de la mujer de éste con la de Cesc Fábregas, el hecho de que su ropa deportiva sea "Adidas", al igual que la del equipo londinense y alguna "chorradilla" más que ahora no recuerdo. Sin duda el asunto era de una profundidad notable, y es de agradecer que no se hablara de dinero, ya que imagino que Messi no andará muy quejoso de lo que gana, que el mozo no es precisamente un mileurista. 

Sinceramente, no sabría decir si es o no seria la supuesta voluntad del monstruo argentino de abandonar el club que le aupó al estrellato, ni siquiera me importa demasiado el tema. Pero no puedo evitar pensar que en la noticia hay más artificio que otra cosa. Lo que yo intuyo es un notorio afán de un sector muy localizado de la prensa de difundir noticias llamativas, así como de aprovechar las circunstancias para meter ruido, ponerse medallas, desestabilizar al rival, vender periódicos y ganar audiencia. Es posible que Messi pueda tener sus encrucijadas personales, pero ¡qué poco me creo estas serpientes invernales!.

Y lo mismo cabría decir de la tremenda ofensa que supuso el que Xavi Alonso considerara a Neuer como el mejor portero con el que ha trabajado, las cuitas de adolescente que en ocasiones le entran a Cristiano Ronaldo o los rumores de uno y otro tipo que con tanta frecuencia se escuchan en torno a personajes de especial idiosincrasia, como por ejemplo  Gerard Piqué o Sergio Ramos. Cada vez ando más convencido que se han cargado el fútbol de verdad, que ya queda poco de la vieja primera división, cuando disfrutábamos con Pirri, Migueli, Gárate, Violeta y los hermanos Rojo, y ahora nos queda una llamada Liga BBVA -¡manda carallo! que diría un jefe gallego que tuve hace bastantes años- que  no se si parece más una clase de adolescentes mal criados o un negocio lleno de cosas que ocultar.

26 de noviembre de 2014

El cromosoma de la cordialidad


En las relaciones con los demás suelo plantearme la cuestión que podríamos denominar como  la sinceridad de los afectos; crecí ingenuo y confiado por lo que tendía a pensar que cuando alguien te trata bien y sonríe cuando se topa contigo era porque interiormente sentía lo que mostraba por fuera, o cuando menos no me planteaba que en el fondo ni se alegrara de verme ni me valorara positivamente. Con los años descubrí que existían los intereses personales, las reservas mentales, el afán de quedar bien y hasta las tácticas más o menos interesadas. Ni hay que fiarse de las sonrisas "profiden" ni dar por sentado que todos te aceptan como eres.

No obstante, sigo pensando que sigue pululando por ahí gente buena, que se alegra sinceramente de verte, que te aprecia sin más valoración, sin considerar lo que te pueden sacar, ni si tu opinión coincide con la suya, ... que no se plantean en sus "entretelas" esa frase tan manida de "más vale llevarme bien con éste". Yo aseguraría que la cierta sabiduría que da la experiencia te dota de una especie de sexto sentido para averiguar quien te quiere de verdad, un conocimiento que desde luego dan los hechos, pero para el que tal vez baste con saber leer el brillo de los ojos, la claridad de la mirada o la autenticidad de la sonrisa. En cualquier caso, y sin tener duda de que toda persona tiene valores, que Dios me permita descubrir donde se encuentra el cariño verdadero.


25 de noviembre de 2014

Mi reino por una tricotosa


Tuve un amigo que refería con frecuencia una anécdota de los primeros años de la televisión, aquella de la pantalla  en blanco y negro, cuando el personal se conformaba con películas antiguas y espacios sencillos, uno se tragaba hasta los anuncios y toda España -¡qué remedio!-, veía a la vez el mismo programa. Al parecer en las sesiones vespertinas de sábados y domingos solían programar algún concurso infantil, y en una de estas ocasiones participó un niño que debía haber llegado al plató bien aleccionado de su casa, pues el chaval en cuanto le daban ocasión de hablar manifestaba su deseo de ser premiado con una tricotosa. Por lo visto su madre le había puesto en claro que lo que la familia necesitaba:  una de esas máquinas de tricotar que servían para tejer prendas tanto de invierno como de verano y que por lo visto eran el último adelanto de la época. 

Se trata sin duda de un sucedido intranscendente, trivial, casi ridículo, pero no deja de tener su moraleja, el recuerdo de aquellos tiempos en los que nos conformábamos con aspirar a un tricotosa ...años después vendría el "un, dos, tres, ...", con Chicho Ibáñez Serrador, Kiko Ledagrd y unas cuantas mozas bien parecidas, un concurso en el que la gran aspiración de quienes acudían allí era lograr quedarse con "el coche", ... un modesto utilitario que los cerebros del programa conseguían convertir en la panacea universal.

Hoy los tiempos han cambiado, y vete a saber si los padres del niño terminarían poniendo una demanda ante los tribunales por haber excluido de los premios las tricotosas, si los concursantes del "Un, dos, tres, ..." reclamarían que el coche fuera un deportivo de marca alemana bajo amenaza de "escrache" o si vete tu a saber que asociación de telespectadores rodearía el parlamento exigiendo una Ley que obligara a que en los concursos televisivos el concursante pudiera elegir el premio.

Eso sí, nunca averigüé si el chiquito consiguió la tricotosa.

24 de noviembre de 2014

Personajes con Porsche


Dios me libre de poner trabas a los deseos de cada cual, a los gustos y caprichos. Si alguien conduce un Porsche habrá que pensar que es porque puede permitírselo, aunque no sería la primera vez que te enteras que hay quien ha estado presumiendo de coche chulo y ha terminado sucediendo que era propiedad del banco ... y que el tipo no pagaba los plazos del crédito solicitado para financiarlo. De cualquier manera a quien disfrute al volante de uno de esos deportivos de la marca con sede en Stuttgart sólo le deseo que sea feliz en la conducción y comprensivo con el resto de conductores más modestos ... aunque no pueda evitar sospechar que tales gustos puedan rozar el elitismo o el gusto por aparentar.

En los últimos tiempos me he topado en varias ocasiones con individuos aparcando un  Porsche deportivo, de esos biplaza, aunque mi ignorancia en la materia no me permita especificar modelos y demás; posiblemente por casualidad, todos presentaban un aspecto y actitud similares: hombres de mediana edad, que salen del vehículo con aires de "aquí estoy yo", vestidos a la última, con pantalones estrechos, chaquetas último grito y zapatos puntiagudos,  en fin, gente triunfadora y amiga de la velocidad.

No cabe duda de que debe de tener su encanto alcanzar grandes velocidades, disfrutar de los últimos avances mecánicos y tecnológicos en cuestión de automóviles, gozar de embellecedores que lucen por dentro mientras conduces, a la vez que por fuera se exhibe una línea inconfundible capaz de provocar envidias y admiraciones. Pero que le vamos a hacer, a mí estos caprichos me parecen efímeros y disfruto más con cosas menos aparentes.

21 de noviembre de 2014

Adiós a la Duquesa


Ayer falleció Cayetana Fitz-James Stuart y parece que parte del país anda en conmoción; ni la entrada en prisión de Isabel Pantoja, ni la crisis catalana ni los casos de corrupción han podido eclipsar  la noticia del óbito de la Duquesa, que se ha convertido en portada de todo medio de comunicación que se precie. He de reconocer que no conozco demasiados sobre la vida de esta mujer que enviudó dos veces y se casó tres, que tuvo seis hijos, fue suegra de Fran Rivera, parece que hizo siempre lo que quiso y tuvo fama de juerguista. También es cierto que su enorme poder económico, sus grandes propiedades e imagino que más de un privilegio son temas que abren un necesario debate sobre la necesidad de redistribuir mejor la riqueza y  de buscar una sociedad más igualitaria y hasta sobre la oportunidad de tantos fastos funerarios a la vista de la coyuntura social y económica actual.

Ahora bien, en redes sociales, foros y comentarios digitales a la noticia han menudeado frases y epítetos -al menos así me ha parecido- que denotan que a lo mejor hemos perdido el sentido de la medida; es legítimo y razonable cuestionar la acumulación de bienes, tierras y dinero, plantear si se considera que alguien en concreto ha trabajado poco o nada en esta vida, pero llamar "tipeja" a una mujer que acaba de morir y de la que creo no se conoce delito alguno, hacer comentarios despectivos o insultantes no denotan una sabia opinión, sino sencillamente falta de respeto y educación, un estilo que me parece reprobable. 

La Duquesa ya habrá dado cuentas de su vida, dejemosla descansar en paz, respetemos su memoria y el dolor de los suyos, como debe hacerse ante la muerte de cualquier ciudadano, sea quien sea, y sigamos debatiendo como hacer una sociedad más justa y más solidaria, por supuesto, que lo cortés no quita lo valiente.

19 de noviembre de 2014

El Real Club de Polo y la butifarra blanca

Corría el verano de 1979 y me disponia a hacer un viaje junto a otros dos amigos. Uno de ellos era un barcelonés de arraigo y sus padres socios de Club de Polo, sin duda -y al menos en la época- un genuino centro de élite al que solamente tenían acceso quienes por sangre o bolsillo formaban parte de la flor y nata de la ciudad condal. El referido nos citó en el bar del Polo y allí acudimos mi amigo, originario de Reus, pero de familia más sencilla y sin tantas "pretensiones" y el menda, un pardillo que hacía un par de años había llegado de Zaragoza, aún no se había hecho a la idea del terreno que pisaba y no sabía distinguir demasiado entre los socios del polo y los "pijos" del Paseo de las Damas y alrededores de la capital maña. A la espera de que llegara quien podríamos llamar nuestro anfitrión, y siendo la hora de comer  optamos por tomar  un bocadillo que cubriera ese apetito que suele andar tan vivo a esas horas y cuando se tienen escasamente 20 años. Allí nos atendió un camarero a quien no recuerdo excesivamente mayor y me pareció no podía evitar mostrar ciertos aires de estar empleado en  sede de lujo. Preguntó qué deseaba y este pidió un bocadillo de butifarra blanca, ante lo cual, y con la misma expresión que si le hubiera pedido un bocata de oreja de elefante, pepinillos en almíbar o sardinas con nata, respondió que "de eso no tenían", y mientras nos pensábamos qué podíamos solicitar sin volver a quedar "en evidencia", el hombre siseaba por lo bajinis : " ... butifarra blanca, ja¡¡¡". Mi amigo era -y sigue siendo- persona sencilla y descomplicada, e intuyo que ni se dio cuenta del fondo de la situación, pero yo, que desde pequeñito he tendido a ser suspicaz y algo retorcido, comprendí a la primera que rozaba el "anatema" pedir butifarras en el Club de Polo.

Al cabo de 35 años, al rememorar esta vulgar e intrascendente anécdota me vienen a la cabeza diversas ideas "encontradas". La primera, que hay que ser más bien ingenuo para pretender que en un lugar tan ilustre te ofrezcan bocadillos de butifarra, ... aunque estoy seguro de que con el tiempo ha habido más "manga ancha" y menos "prejuicios". Por otra parte, rechazo rápidamente cualquier complejo, y con las conchas que dan las canas tiendo más a pensar que si en el Polo no tienen este tipo de productos, ellos se lo pierden y que no deja de ser una lástima -¡y un error!- privarse de bocados sabrosos y momentos gratos por convencionalismos ridículos y trasnochados. Por otra parte, tomar butifarra, blanca o negra, en Barcelona no deja de ser un modo de "fer país", que tampoco es cosa banal, además de que con tanto arraigo de la comida de diseño y de los "experimentos" gastronómicos parecería incorrecto excluir a estos sabrosísimos productos del cerdo.

Con el paso de los años terminas escogiendo la butifarra, el queso manchego o el jamón de bellota aunque para ello debas renunciar a las lentejuelas del Club de Polo.





17 de noviembre de 2014

Faenas de aliño


En el mundo taurino se dice que un diestro realiza una faena de aliño cuando se limita a dar unos pocos muletazos al toro y entra a matar a la primera ocasión. La inutilidad del bicho, el que éste haya sufrido algún tipo de accidente en los tercios anteriores, el propio miedo del matador o esa especie de superstición que en ocasiones entra a los toreros cuando piensan, no sabría decir si con fundamento, que el "morlaco" les ha mirado mal. Toreros famosos como Curro Romero o Rafael de Paula han sido célebres, entre otras cosas, no sólo por su tendencia a dar cuatro pases mal contados y quitarse de encima al toro, sino por más de una que otra espantada en toda la regla. En épocas anteriores el  mítico Rafael "El Gallo" o "Cagancho" fueron también famosos por reiterar alguna de esas "escapadas".

En la vida también nos surge con frecuencia la tentación de hacer faena de aliño; en ocasiones nos acomodamos y no queremos complicarnos la vida, en otras ocasiones lo que nos falta es decisión y fortaleza y no son pocas las veces en la que simplemente nos entra esa pereza "cósmica" que nos provoca un deseo irrefrenable de no hacer lo que nos corresponde, o en todo caso de hacerlo a toda prisa, con afán de acabar cuanto antes algo que nos agobia. Y en la vida profesional, en la vida familiar, en la vida social no parece que sean tiempos como para hacer faenas de aliño ... o dicho de otra manera, no se si entre todos llevamos demasiados años dale que te pego a ese recurso de escurrir el bulto.

12 de noviembre de 2014

"Pedro Jota" y "El Mundo"


Hace unos meses nos sorprendía la noticia de la salida de Pedro J. Ramírez de la dirección de "El Mundo", un diario que él mismo había creado y a cuyo mando estuvo nada menos que 25 años; tras tomar las riendas del periódico Casimiro García-Abadillo, "Pedro Jota", como se le conoce popularmente, siguió publicando su mítica carta dominical, un artículo larguísimo y muy trabajado en el que habla, con pimienta e intención, de la actualidad política. En los últimos días ha estallado la guerra entre el viejo y nuevo director, la referida carta ha dejado de aparecer y Pedro J. Ramírez se queja amargamente de que le han dado la definitiva patada del diario que en su día había sacado de la nada. Ignoro las razones últimas de su inicial salida de la dirección y su posterior anatematización, aunque hay quien habla de una posible caída en desgracia en los círculos del poder, mientras otros mencionan la difícil situación económica de la empresa.

Vete a saber qué motivos reales hay detrás de la situación, pero no cabe duda de que la cosa afecta a uno de los grandes del periodismo de los últimos 35 años; Ramírez ha creado escuela y ha sido protagonista habitual del aspecto periodístico de la política española durante todo el periodo que comenzó con la entrada en vigor de la Constitución de 1978. Estamos sin duda ante un genio de la prensa, pero también es cierto que a "Pedro Jota" se le puede incluir entre aquéllos personajes que en cierta manera han creído ser "Dioses", o al menos han actuado como si lo pretendieran. Hay gente que anda tan segura de sí mismo que parece ir por la vida pisando fuerte, exhibiendo una autoridad moral que aparenta no tener grietas ni limitaciones, por eso tal vez les cuesta tanto perder el papel principal en el lugar donde desempeñan sus tareas. Es como si se manejaran como andando por encima del bien y del mal y tienen el peligro de que su gloria les impida ver que, como todos los humanos, tienen los pies de barro, ... o cuando menos algo de fragilidad en los mismos.

Aunque no he sido usuario habitual del "Mundo", sí que lo he leído con frecuencia, y en sus hojas he encontrado bastantes toques de calidad e interés, hasta me he deleitado más de una ocasión con la carta dominical a que hacía referencia, pero también he de decir que tengo mis reticencias respecto del estilo periodístico que ha empleado Ramírez con frecuencia y del que en cierta manera ha sido pionero: ese llamado periodismo de investigación que a veces no respeta secretos y discreciones,  esas portadas que airean miserias buscando más la venta que la verdad,  ese estilo de contar noticias de alcance por entregas, reflejándolas parcialmente para provocar una expectación que más allá de una información veraz se tiene la impresión que busca"colocar" más ejemplares.

Es de admirar la profesionalidad, el esfuerzo por llegar más lejos, el deseo de informar cada vez mejor, pero en este mundo periodístico hay más de uno que se cree "Dios", que dicta doctrina y sentencia decisiones; a lo mejor sería bueno que valoráramos más otras virtudes, aunque dieran menos réditos a corto plazo. Pedro J. Ramírez tiene 62 años, no cabe duda de que a esa edad no se está acabado y que este hombre tiene un bagaje notable detrás, vete a saber si bajando un poco del pedestal su resurgimiento, que se producirá sin duda, nos traiga a un periodista tan bueno como antes a la vez que más válido.

10 de noviembre de 2014

¿De qué se reirá la vaca?


Cuando era pequeño los quesitos famosos eran del "caserío", aunque en los anaqueles de la tienda de ultramarinos que frecuentábamos mi familia -el dueño se llamaba Porfirio Ezquerro- también se veían otras marcas como "MG" o "La vaca que ríe", cuyos quesitos recuerdo que nos fueron vivamente recomendados en una ocasión por una de las empleadas del establecimiento. La portada era característica y hacía honor a la marca del producto, pues aparecía -y sigue apareciendo- la cabeza de una vaca con una abierta y espléndida sonrisa.

Por aquella época los dibujos de Walt Disney ya hacían furor, y un niño de entonces andaba perfectamente acostumbrado a ratones sabios, patos torpones, perros bailarines y gatos que se saben la tabla de multiplicar, por lo que un bóvido sonriente ni asustaba ni sorprendía. Lo que sí es cierto es que nunca averigüé la razón por la que sonreía el animal, aunque habría que imaginar que la razón de su optimismo debía de estar en la bondad de los quesitos ubicados en el interior de la redonda caja que protagonizaba. 

Hoy, no se porqué se me ocurre pensar que hoy en día nuestra vaca podría estar riéndose de una serie de cosas, tal vez de la torpeza de nuestros políticos, que parecen ser cada vez más patosos -y algún que otro epíteto algo más duro- en materia de corrupción, de la charlotada que protagonizaron algunos allá por el noreste peninsular, con reacciones de presidentes autonómicos y otros líderes que a uno no pueden evitar evocarle  tiempos de Weimar y elecciones posteriores o del papelón del pobre Luis Enrique, que pensaba que venía a su rampa de lanzamiento a la eternidad y ya lleva varias semanas con su equipo dando la nota.

8 de noviembre de 2014

Nostalgias a partir de una pastilla de jabón


Me viene a la cabeza el viejo chiste del baturro que discutía con su amigo asegurando que el mazacote amarillento que asomaba tras la luna  de un establecimiento de ultramarinos era queso, mientras su colega le aseguraba que era jabón "Lagarto" y cuando entró pidiendo unos gramos del queso que lucía en el escaparate, y el dependiente le dijo que era jabón, puso sus brazos en jarras y dijo: "otrooooo que tal". Y es que el jabón "Lagarto" es capaz de traernos tantas cosas a la cabeza, que hasta nos puede desviar el sentido común.

Sin lugar a dudas estas pastillas "marronosas" nos evocan demasiadas cosas del pasado, desde las viejas cocinas y los astrosos fregaderos con grifos oxidados, goteos descontrolados y estropajos deshilachados hasta tiendas seculares, donde los detergentes se combinaban con banastas de sardinas, chocolates envueltos en papel de estraza, galletas de vainilla, legumbres variadas y cajas de quesitos en porciones. A uno le vienen a la cabeza los tiempos de las neveras en las que se reponía el hielo que servían a domicilio, calefacciones con carbón y leña, avenidas en las que el 600 y los taxis 1500 compartían calzada con isocarros y bicicletas vetustas y ajadas, televisiones con un sólo canal y radios con seriales, programas benéficos y canciones dedicadas.

Si, con el siglo XXI ya avanzado y con una sociedad cambiada radicalmente, el jabón "Lagarto", que por cierto sigue siendo comercializado, se ha convertido casi en pieza de museo, en objeto desfasado ... y me temo que no infrecuentemente a mí me pasa los mismo, cada vez me viene más a la cabeza la idea de que mis modos y formas empiezan a ser reducto de otras épocas.



6 de noviembre de 2014

La curiosidad literaria


Hace un tiempo un buen amigo, todo un poeta y  lector de primera fila, hizo referencia a lo que él llamaba mi curiosidad literaria; lo entendí como un piropo, aunque esa costumbre mía de ir picando de aquí y  allá y leer a golpe de novedad, de escritores que se ponen de moda, recomendaciones de tertulias literarias -gastronómicas o no- o intuiciones repentinas, para algunos puede ser señal de desorden, poco criterio o superficialidad.

No tengo ninguna duda acerca del carácter positivo del uso de leer, opino que la lectura es costumbre necesaria para mejorar en cultura, conocimientos y madurez humana e intelectual,  creo también que para conseguir todo ésto es positivo que lo que leamos tenga calidad y coherencia, que como escuché en alguna ocasión, el hecho de leer un libro nos sirva para pensar y hablar mejor, para ser, en definitiva, mejores personas. Pero me parece que todo esto no es incompatible con  el afán de conocer nuevas ideas o estilos, la amplitud de miras,  el rechazo de cierta rigidez intelectual que nos puede afectar en cuanto nos descuidamos y pretendemos encorsetar nuestras ideas y aficiones.

Me he topado por esos mundos con auténticos enemigos de los libros de evasión, gente a la que les producía auténtica urticaria la simple visión de las tapas de una novela de intriga, un thriller de espías o agentes de la CIA o, ya no digamos, el best-seller de turno ... aún recuerdo a un personaje que hablaba de "literatura efímera", frase que remarcaba con una especie de retintín entre pedante y despreciativo ... aunque sigo pensando que lo único efímero somos las personas y nuestras opiniones. A mí me sigue pareciendo una delicia saborear un "clásico" de Chandler o Hammet, releer una novelita de Agatha Christie, disfrutar de los encantos de una aventura de Maigret o mantener varias semanas el ritmo de esas historias sobre tiempos y lugares cercanos con que a veces nos sorprenden autoras como Julia Navarro o Marta Dueñas. Hay ocasiones en las que el stress, el agobio o cualquier mal momento repentino lo podemos solucionar sentándonos en un sillón y dedicándonos a ocupar las manos con autores aparentemente tan insustanciales como Mary Higgins-Clark, James Patterson o Alberto Vázquez Figueroa.

Llevo, por otra parte,  varios años recuperando el tiempo perdido y descubriendo piezas literarias de museo que debemos a genios tan diferentes como Balzac, Stendhal, Vargas Llosa, Buero Vallejo, Pérez Galdós o Robert L. Stevenson. Y, por supuesto, persevero en el recurso a quienes de siempre han sido compañeros de viaje: Delibes, Dickens, Martín Gaite, Aldecoa, Dumas, Baroja, Zweig, ... El único problema es la incapacidad de abarcar todo lo que uno desearía, algo que se compensa con el atractivo de escoger la nueva lectura cuando se ha terminado la anterior. 

No está bien fomentar el miedo a los libros, con los años uno adquiere criterio y sentido común, pero también flexibilidad e inquietudes. Cada vez ando más convencido de que de casi todo lo que se ha escrito se pueden sacar cosas positivas, y que la lectura abre tu mente y te ofrece infinitas posibilidades de relacionarte, compartir, discutir y aprender.

4 de noviembre de 2014

Miguelito anda con ira


Leo en la prensa digital que Miguel Bosé saca nuevo disco;  no se sabe si como argucia de promoción o simple desahogo de divo descansado el cantante ha tocado el tema de la corrupción y la triste situación política española sacándose de la manga una frase tremenda: "siento ira". Desgraciadamente hay motivos, graves y abundantes, para que los ciudadanos estemos muy enfadados, tanto como para comprender la desazón y el "cabreo" de mucha gente que lleva demasiado tiempo trabajando seria y calladamente, o en su caso buscando un medio de ganarse el sustento de forma honesta y hasta desesperada. Ahora bien, el que  Bosé se nos quiera aparecer ahora como moderno caudillo de oprimidos y marginados me suena a oportunismo y  actitud prefabricada.

Y no es que le niegue  al ya veterano artista el derecho al pataleo ni la capacidad de opinar y defender sus ideas, sino que su reacción me suena más a pose artificial y afán de protagonismo que a verdadera convicción y preocupación por los demás. Cada uno es libre de tomar los ejemplos que quiera y asumir los liderazgos que le parezcan, pero no termino de ver a Miguel Bosé como adalid de un nuevo tiempo, me parece más bien  alguien cuyo "tempo" pertenece a épocas caducadas del siglo anterior,  y puestos a encontrar referentes en el mundo del arte y la cultura veo más coherencia, sentido común y capacidad de enseñar a nombres como Antonio Muñoz Molina o Lorenzo Silva, entre muchos otros.

Recuerdo perfectamente los inicios de este personaje, cuando fue presentado a bombo y platillo en la segunda mitad de la década de los 70 en uno de esos "directos" de José María Íñigo, avalado por su condición de hijo de torero y artista y luciendo un look y un estilo que en su día fueron rompedores y revolucionarios; Bosé, que poseía sin duda arte y saber hacer, fue un producto más del mercado y la publicidad de entonces, cuando por lo visto no sentía ira a pesar de que hablamos de tiempos anteconstitucionales. Algo tiene el agua cuando la bendicen, y no dudo del arte de Bosé, pero siendo prácticamente de su generación -nació un par de años antes que yo- ni le admiro ni le envidio como si admiro y envidio sanamente a bastantes otros que también nacieron a finales de los 50.

1 de noviembre de 2014

Los libros de octubre


En octubre han pasado por mis manos unos cuantos libros cuya lectura no ha resultado sencilla: posiblemente este el el elemento que define mejor mi tiempo literario del mes. Ha sido un excelente encuentro con dos autores muy opuestos, tanto por ser de e´pocas bien lejanas en el tiempo como de estilos distintos, como Gabriel Miró y Zadie Smith, un primer contacto con el nuevo Nobel de literatura que me ha dejado frío y una buena elección de la cuota habitual de género policíaco.

El primer libro que terminé en octubre fue "El principio de la sabiduría", escrito por Henry Handel Richardson, un nombre de ficción que no es más que el apelativo literario de la escritora australiana Ethel Florence Lindsay Richardson, quien decidió tomar nombre de varón porque quería saber si sus lectores eran capaces de distinguir la obra de una mujer de la de un hombre. He de reconocer que escogí este libro pensando que me iba a encontrar con otra cosa,  a pesar de lo cual su lectura ha terminado siendo entretenida. Se trata de lo que alguien ha llamado una novela de iniciación, pues en ella se nos cuenta la estancia en un prestigioso internado de Melbourne de una adolescente perteneciente a una familia venida a menos. La novela, escrita y ambientada en los inicios del siglo XX parece tener carácter autobiográfico, tiene el mérito de no caer en el "dramón" ni en la cursilería a pesar del ambiente en el que desarrolla, está bien escrita -y traducida- y al lector le mueve a pensar. En algún momento de los inicios de mi lectura llegue a pensar que podría tener ciertos aires dickensianos, pero enseguida lo descarté, aunque tampoco haya que hablar de un "Torres de Mallory" antiguo y australiano ...

Llevaba tiempo sin avanzar en mi propósito de leer las diez entregas protagonizadas por el inspector Martin Beck y escritas por la pareja formada por Maj Sjöwall y Per Wahlöö, los dos autores suecos que todos los expertos consideran los genuinos precursores de la renombrada novela de intriga escandinava, y en concreto del gran Kurt Wallander creado por Henning Mankell. Por eso me pareció oportuno dedicar las primeras semanas de octubre al noveno capítulo de la serie, titulado "El asesino de policías". Leer a Sjöwall y  Wahlöö supone apostar sobre seguro y, una vez más, me he encontrado una novela policíaca bien escrita, con  argumento perfectamente elaborado y  personajes interesantes y sólidos, todo ello bajo el prisma de los años sesenta, tiempo fue escrita y no había ADN, informática ni ningún otro medio tecnológico avanzado ... solamente testigos, grafologías y huellas dactilares. Lo que más me ha llamado la atención del relato ha sido el tono irónico del mismo, con una acerada crítica tanto a la sociedad sueca como a la policía, presentándonos algunos miembros de las fuerzas policiales suecas verdaderamente caricaturizados. Podría ser que se debiera a que hace dos años que no pasa por mis manos un libro de estos autores y haya olvidado su estilo, pero por lo que me cuentan la visión política y crítica de Sjöwall y  Wahlöö se fue incrementando conforme iban publicando sus novelas.

A lo largo del mes de octubre se anunció  el  nuevo premio Nobel de literatura, que este año ha correspondido al escritor francés Patrick Modiano; como suele ocurrir todo han sido alabanzas para este autor francés nacido recién terminada la 2ª Guerra Mundial. Tenía en mi poder su "Trilogía de la ocupación",  una serie compuesta por las tres primeras novelas escritas por Modiano. Por esta razón opté por leer la primera de ellas,  "El lugar de la estrella", novela breve que unido al hecho de proceder de pluma francesa responde, entre otras cosas, a las inteligentes exigencias de mi amigo Brunetti. Estaba ya advertido de que los relatos de este autor no son precisamente  literatura fácil, es más un buen amigo, excelente lector, me comentó que en su día no llegó a entender nada de este relato; una vez leído he de admitir que se trata de un libro -o de una manera de escribir- que me ha dejado sorprendido; esta narrado en primera persona y el autor nos introduce en una época y un ambiente que al parecer obsesionan a Modiano: el colaboracionismo francés durante la época de la ocupación nazi. Modiano nos habla de un ambiente de vicio y desorden, no existe una línea argumental concreta, el protagonista es un sinvergüenza sin principios y conforme avanzas en la lectura vas llegando a la conclusión de que el nuevo Nobel se mueve en el terreno del humor negro, casi del esperpento. Ya me he informado de que Patrick Modiano tiene libros más inteligibles y habrá que darle otra oportunidad.

Ya he comentado en otras ocasiones que observo un notable auge de la novela policíaca de "fabricación" nacional; procuro ir siguiendo a los autores españoles del género que parecen crecer casi como setas y alguien que sabe de esto me recomendó al canario Alexis Ravelo;   siguiendo otro consejo de la misma procedencia he comenzado por "Tres funerales para Eladio Monroy", primera entrega  de la serie protagonizada por el personaje que da nombre al título. Puedo empezar afirmando que el consejo fue bueno y vale, sin duda,  la pena leer el libro; es un relato suelto, bien escrito y que coge la atención. Por otra parte el personaje de Monroy, un empleado de máquinas  de la marina mercante ya jubilado que para completar su pensión se dedica a hacer trabajillos a las espaldas de quien manda, está francamente bien conseguido: un hombre bueno, que no se para en barras cuando tiene que actuar, con vida complicada y cierta vocación de Robin Hood contemporáneo. La novela no se detiene en giros literarios: relato directo y pocas descripciones, pero todo lo cuenta con una corrección notable, el autor ha cuidado la calidad literaria y eso se agradece. No le falta al libro algo que observo casi como elemento común de estos nuevos escritores "negro-criminales", y es el fondo de crítica social de la novela, no exento a veces de cierto maniqueísmo. Es llamativa la forma de dividir el relato, con capítulos titulados con la última frase de los mismos, frases que el mismo Ravelo nos explica están sacadas de diversos autores y que ofrece al lector la posibilidad de averiguar quienes son. La narración tiene momentos duros, pero es de agradecer que Ravelo no se recree en exceso. Y si queda dicho que la lectura de este libro vale la pena, también lo vale seguir probando con Ravelo.

Zadie Smith es una de las escritoras británicas con mejor prensa en la actualidad; tiene 39 años, es de origen jamaicano y cuenta sus novelas por éxitos. Hace meses que tenía en mi poder "NW London", su último "best seller" en el que realiza un excelente recorrido social por un escenario llamativo: la zona noreste de Londres, un sector de la ciudad que reúne diversos barrios caracterizados por la multiculturalidad y la coexistencia de diversas razas. Ya estaba advertido de que la forma de escribir de Smith es original y por ello complicada de leer, algo que ha facilitado que, en contra de mi habitual tendencia a hacerlo demasiado deprisa, leyera el libro despacio y parándome casi en cada frase, lo que me ha permitido  disfrutar más y asimilar mejor la lectura. La escritora británica nos ofrece efectivamente una literatura peculiar, con idas y venidas en el tiempo, algunos "intercalados" sorprendentes y cambios radicales de escenas. Así, Smith consigue con enorme acierto describirnos un ambiente apasionante, con el paisaje de los barrios más modestos de la capital británica, con unos personajes formidables  con quienes Zadie Smith  conjuga magistralmente el drama y la comedia. La escritora nos presenta una visión de Londres completamente distinta a los parámetros clásicos y si te despistas  puedes descubrirte pensando que la trama sucede más cerca del Bronx que del Támesis. Creo que estamos ante litaratura de calidad que invita a perseverar con esta autora; eso sí, en más de un comentario de la red he leído que se bautiza a Zadie Smith como sucesora de Dickens, algo que yo no veo tan claro.

Gabriel Miró es un escritor español de principios del siglo XX, nacido en Alicante en 1879 es habitualmente ubicado en la generación del 14, una especie de época puente entre la del 98 y la del 27, y posiblemente no tenga en reconocimiento que merece. Cuando decidí leer algo de este autor pensé en "El obispo leproso", la que me parecía su obra más conocida, pero cambié de opinión cuando me enteré de que ésta es la continuación de "Nuestro padre San Daniel", lo que lógicamente me hizo escoger esta otra. Me ha parecido, sin ninguna duda, auténtica literatura de nivel, una muestra más de que en nuestro país hemos tenido escritores excelentes, incluso entre los que suenan menos. Eso sí, se trata de novelas que hay que leer muy despacio, desgranando ya no sólo cada frase, sino cada palabra: he tenido que recurrir continuamente al diccionario. Gabriel Miró escribe con un barroquismo notable de manera que, existiendo una línea argumental en su novela, da la impresión que lo importante es la riqueza y precisión del vocabulario. Pero no es solamente un libro de escritura ornamentada, es también la descripción de un ambiente, un tipo de ciudad -en este caso Oleza, que no es otra cosa que el nombre ficticio de Orihuela, al igual que Clarín denominaba Vetusta a Oviedo en su inolvidable "Regenta"- propio de una época concreta de España. "Nuestro padre San Daniel" lleva como una especie de título suplementario el de "novela de capellanes y devotos", algo que refleja perfectamente el ambiente del relato, con unos personajes ricos y de una fuerza notable.Por esta novela y su continuación fue Miró  acusado en su día de anticlerical, lo que al parecer le privó de entrar en la Academia de la Lengua, tras leer el libro puedo decir que tan injusto es acusar de anticlerical al que describe una época en la que existía un oscurantismo religioso provinciano como privar del ingreso en la Academia a quien domina de esta manera el lenguaje.