31 de julio de 2014

Leídos en Compostela


Creo que este año he subido el nivel de mis lecturas vacacionales; he preferido incluir relatos poco extensos para llegar más lejos, con la excepción de "El jilguero", sin duda lectura estrella del mes. Creo que ofrezco una buena selección de lecturas, con la excepción del de Patterson, pero siempre es bueno tener algo para cuando se necesita pura evasión ... muy pura.

Entre los libros que me llevo a mis vacaciones siempre hay uno con el cartel de “principal”; suele tratarse de una novedad del momento y tener una extensión notable. El año pasado me llevé “La verdad sobre el caso Harry Quebert”, del francés Joel Dicker, que por entonces se vendía como rosquillas y que terminó siendo una novela tan entretenida como irregular. En esta ocasión he asegurado más la jugada y he optado por “El jilguero”, de la norteamericana Donna Tart, un relato de más de 1.100 páginas que ha ganado el premio “Pulitzer” de novela. Tart ha escrito tres libros en 22 años, algo que podría indicar poca diligencia, aunque tras terminar su jilguero mi conclusión es que trabaja lo que escribe y lo cuida al mínimo detalle. Una magnífica novela, de las que dejan huella, una historia apasionante que la autora relata sin omitir detalle, casi en tiempo real. Una narración cuidada, profunda y  muy bien escrita . En algún lugar de la red se calificaba a la novela como dickensiana, algo que comparto, pues lo que nos cuenta Donna Tart bien podría equivaler a un Oliver Twist o un David Copperfield de nuestros días. Los personajes son formidables, con un protagonista, Theo Decaer, lleno de fuerza y contrastes, sin olvidar a Boris, Hobie, la familia Barbour, … por la novela desfila todo un muestrario de caracteres, a la vez que trata tantos problemas actuales como los dramas familiares, las drogas, las falsas apariencias o las ambiciones, entre otros, así como se mueve en ambientes tan variados como el Nueva York más selecto, las zonas más cutres de Las Vegas o los rincones más conflictivos de Ámsterdam, todos ellos descritos magistralmente por una autora que no es una más.

Mi estancia en Galicia representaba una buena oportunidad para leer algo de un autor gallego; hacía decenios que no leía algo de Ramón del Valle-Inclán,en concreto desde que haciendo la mili leí un par de Sonatas, "Luces de Bohemia" y "La corte de los milagros". Hacia tiempo que me había hecho con la trilogía de las guerras carlistas y la inicié con el primer volumen, "Los cruzados de la causa", una formidable novelita ambientada precisamente en Galicia. Con su peculiar estilo Valle-Inclán nos cuenta en unas cien páginas una deliciosa historia protagonizada por el inefable Marques de Bradomín y ubicada temporalmente durante la segunda guerra carlista. Unos personajes magníficos y una escenificación en la que no faltan el convento de monjas con superiora "aguerrida",  hidalgos sin blanca ansiosos de poder, el usurero, criados desleales, soldados pendencieros, ... Lo de menos es el argumento, la trama, a Valle-Inclán le basta para deleitarnos con su estilo esperpéntico, su fina y a la vez ácida crítica social y una forma de hacer historia novelada muy difícil de imitar y de igualar. Sin duda, uno de esos que nunca decepciona.

Con "El licenciado Vidriera" inicié el  mes pasado la grata aventura de leer todas y cada una de las "Novelas Ejemplares" de Miguel de Cervantes; en una nueva decisión absolutamente aleatoria escogí en esta ocasión "Las dos doncellas", una historia breve e imaginativa que se desarrolla entre Andalucía y Barcelona. Al igual que en la vez anterior, me encontré con un relato caracterizado por la sencillez y hasta ingenuidad del argumento, la perfección en el uso del castellano, la riqueza de vocabulario y la agilidad en la forma de narrar; a esto hay que añadir el sentido común y las buenas intenciones que rezuman todos y cada uno de los personajes, una bondad que posiblemente hoy día sería impensable, pero que no impidió que con tales ingredientes se escribieran auténticas joyas literarias. Es de agradecer que Cervantes nos ofrezca unas narraciones que se leen con agrado, contienen valores y suelen terminar bien.

El francés Pierre Lemaitre ha sido el último ganador del prestigioso premio “Goncourt” de novela con el libro titulado “Nos vemos allá arriba”; semejante galardón es todo un aval para cualquier novela y el libro ya lo tengo en lugar principal de mi estantería de pendientes. Por lo visto, este autor se había dedicado hasta ahora al género policíaco y de su única obra de este tipo traducida al castellano, “Alex”, leí una muy laudatoria crítica en el blog de “Un mundo para Curra”, cuyas valoraciones literarias –como el resto de valoraciones- son una garantía para mí. Compré el libro en la librería “Follas Novas” de Santiago –una de esas donde se disfruta- y lo devoré en cuatro días. Comprobé que la “dueña” del blog citado tenía toda la razón: una novela formidable, que mantiene la tensión y el interés y que está magníficamente escrita … y traducida. Lemaitre divide el libro en tres partes, cada una de las cuales supone un giro espectacular en la trama. Unos personajes sólidos y llenos de fuerza, con mención especial para el comandante de la policía Camilla Verhoeven, un hombre marcado  por su pasado y su 1,40 de estatura y Alex, la protagonista, de quien mejor no decir nada más para no dar pistas a futuros lectores. Una novela policíaca distinta, francamente dura, estremecedora, y no solamente por los asesinatos espeluznantes que se describen.

Desde que hace ya más de trece años pasó por mis manos "El alquimista impaciente", leer cada novela de Lorenzo Silva protagonizada por el brigada Bevilacqua y la sargento Chamorro -que al principio eran sargento y cabo respectivamente- es prácticamente una obligación. El nivel bajó algo con "La estrategia del agua" (2011) y volvió a su nivel habitual con "La marca del meridiano" (2012), que le valió el Planeta; el escritor madrileño ha vuelto a estar a la altura con "Los cuerpos extraños", un caso ambientado en la costa levantina donde la muerte violenta de la alcaldesa de una localidad da pié a tratar el actualísimo tema de la corrupción. Silva nos vuelve a presentar unos personajes fijos llenos de humanidad, en especial la pareja de guardias civiles protagonistas de la "serie", a los que como suele ser habitual no presenta sólo enfrascados en la investigación del crimen de turno, sino que nos muestra sus cuitas personales; junto a ellos, este nuevo relato aporta unos personajes nuevos magníficamente creados, personas, la mayoría del mundo de la política, a los que eres capaz de ver casi en vivo al leer como son descritos. Lorenzo Silva nos ofrece una prosa elegante, una intriga bien construida, un ambiente creíble y realista de o que es el funcionamiento de la policía judicial, los juzgados de instrucción y la fase inicial de un proceso penal y un desenlace a la altura de lo esperado. Y por supuesto, una filosófica conclusión final llena de acierto que da lugar al título de la novela.

Tenía ganas de leer algo de James Patterson, un norteamericano especialista en best sellers; advertido estaba de que estaba ante un autor capaz de sacar novelas como churros y a quien se acusa de tener a sus órdenes un  buen equipo de "negros", de hecho es llamativo que en la portada de sus libros su nombre aparezca en letras más grandes que el título de los mismos. Escogí uno de sus éxitos más famosos, "Los puentes de Londres", una de las muchas aventuras protagonizadas por el agente del FBI Alex Cross, personaje a quien vi en una ocasión en el cine interpretado por Morgan Freeman. Pensaba que se trataba de una novela policíaca, aunque en las primeras páginas ya comprobé que se trataba de un thriller y conforme avanzaba el relato lo fui colocando entre el thriller y el "tebeo". Capítulos muy cortos -máximo tres páginas-, lectura fácil, ausencia de concesiones literarias, muertes continúas y tensión permanente. Como entretenimiento sirve, incluso puede ser aconsejable en épocas de stress o situaciones de desánimo, pero carece de valor literario alguno, además de que Patterson, desde mi punto de vista, no resuelve bien la trama, hay desenlaces que no quedan claros y parece no cerrar bien el asunto. A pesar de todo, aseguran que ostenta records de ventas.

Hace pocas semanas falleció Ana María Matute, sin duda una de nuestras grandes escritoras, notable representante de una generación cuyos libros me suelen gustar mucho y en la que además de la barcelonesa destacan unas cuantas novelistas de primerísima fila como Carmen Martin Gaite, Carmen Laforet, Josefina Aldecoa, Elena Quiroga, ... En su día pasaron por mis manos libros excelentes como "Los Abel", "Primera memoria" y "Paraíso inhabitado" y con la intención de brindarle mi pequeño homenaje he leído "La torre vigía", la primera entrega de su llamada "trilogía medieval", que forma el citado con "Olvidado rey Gudú" y "Aranmanoth". Se trata de una breve novela que narra los años de aprendizaje y formación de un joven como caballero en un innominado lugar durante la tenebrosa época de la Alta Edad Media. No ha sido un libro fácil de leer, pues la autora nos introduce en un mundo lleno de fantasía y magia, sin un argumento concreto, un relato lleno de lirismo, a la vez que de una crudeza que parece necesaria para introducirnos en el oscuro ambiente de aquellos tiempos. Pero por encima de todo hay que hablar de una novela de alta calidad literaria, con un castellano perfecto y unos personajes sólidos.

En bastantes ocasiones había escuchado grandes loas de "El corazón de las tinieblas", para muchos la ópera prima de Joseph Conrad; se trata de una novela breve -176 páginas- y lo he podido colar en la última semana de mis vacaciones; he confirmado que los aplausos estaban plenamente justificados. Conrad cuenta en primera persona la experiencia de un marinero apellidado Marlow en su expedición por el Río Congo en busca de un personaje llamado Kurtz, un viaje que le lleva a entrar en un mundo nuevo, ajeno a toda civilización y donde va encontrándose con situaciones y escenas que le estremecen. Cuentan que en el fondo el personaje de ficción no es más que el propio Conrad que en un momento de su vida se dedicó a estos menesteres navieros. La novela es un relato tremendo sobre los abusos de la colonización, y en concreto de la realizada en su época -último cuarto del siglo XIX- por el  rey Leopoldo II de Bélgica; la codicia por el tráfico de marfil, los abusos sobre los nativos, la agresividad de unos y otros, las costumbres ancestrales, ... son circunstancias que menudean en el viaje del protagonista en una narración que hay que leer despacio y atentamente y que constituye sin duda uno de los relatos más relevantes de la literatura en inglés.

Hacía mucho tiempo que tenía ganas de leer algo de Ellery Queen, un clásico de la novela policíaca norteamericana; tendría que empezar diciendo que el de Ellery Queen no es más que el apodo literario de dos primos, Frederick Dannay y Manfred Benington Lee, que entre 1929 y 1970 escribieron un notable número de novelas de este género, además de servir de nombre al protagonista de varias de ellas, entre otras "El misterio del ataúd griego", recomendada vivamente por Tommy y que ha puesto fin a mis lecturas en Galicia. Una vez más Tommy no me ha decepcionado y he disfrutado con este relato más cercano a autores como Agatha Christie o Simenon que a los clásicos de la novela negra, incluyendo el acierto de incluir al principio una lista de personajes. Se trata de una novela policíaca perfecta, con una narración llamativamente ágil, un misterio que se va complicando y unos personajes bien construídos. Destacaría la capacidad de los autores de ir elaborando tesis que terminan desmontándose y el desenlace final, propio de los mejores textos de esta naturaleza. Eso sí, me temo que la traducción que llegó a mis manos no era la mejor.

29 de julio de 2014

Siempre Alemania


Una vez más se hizo real el famoso dicho de que un Mundial de fútbol es un torneo donde participan varias selecciones nacionales y en el que la final siempre acaba jugándola Alemania. Los germanos conquistaron su cuarta Copa Jules Rimet tras imponerse en el partido decisivo a Argentina y, fundamentalmente, tras humillar como nunca se había visto a Brasil, un equipo anfitrión que nunca dio la talla y recibió siete goles de los discípulos de Law, cinco de ellos en menos de 20 minutos.

Creo que Alemania fue una justa vencedora, con un fútbol que hace ya bastante tiempo va más allá de la clásica fortaleza y constancia teutona y con jugadores que demostraron tener nivel de campeones. Por encima de todos me encantaron tres: el capitán Lahm, un lateral que puede jugar en ambas bandas y  no tiene altibajos, que no falla nunca y que siendo defensa posee capacidad ofensiva, el centrocampista Toni Kross, creativo, fuerte y con buen disparo y el incombustible Krose, un ariete de leyenda que ha batido records y demostrado que a los 36 años se puede seguir estando en primera línea. Hummels, Boateng, Schweinsteigher, Muller y a ratos Ozil también estuvieron de sobresaliente, incluso Goetze, posiblemente la gran decepción alemana a lo largo del torneo, terminó marcando el gol decisivo.

Me gustó Argentina, un equipo serio y bien organizado en el que los mejores fueron Mascherano, Di María, hasta su lesión y los centrales Garay y De Michelis. Creo que les perjudicó la intermitencia de Leo Messi y la falta de acierto goleador del "Pipita" Higuaín, un jugador que lo hace todo bien menos tirar a gol, lo que no deja de ser traumático en un ariete.También me gustaron a ratos los belgas, aunque  los viera aún verdes, los "viejos rockeros" holandeses: Van Persie, Sjneider y, por encima de todos, Robben, el arte de James Rodriguez -veremos si persevera en ello- y lo bien que plantearon el partido los chilenos ante España.

Las grandes decepciones, además de la de nuestra selección, ya comentada por estos lares, fue Portugal, que como siempre incoa pero no concluye y, por encima de todos, Brasil, y no solamente por su "petardazo" final, sino porque nunca dio sensación de tener el nivel mínimo para aspirar al triunfo final. Neymar, aunque muy individualista, demostró calidad, Thiago Silva acreditó ser un central excelente y poco más; si acaso detalles de David Luiz y Oscar. Hace años que se terminó la samba, ahora también han perdido el arte y el acierto táctico.

Un Mundial en el que todos se respetaron mucho, tanto que hubo demasiados partidos insoportables y pocos goles. Y aunque siempre aparecen selecciones que crean expectativas -Argelia, Costa Rica, Bélgica, Colombia, ...- en los partidos decisivos siempre acabas viendo a los de siempre.

28 de julio de 2014

Pies de barro


Anda medio país revolucionado por las últimas declaraciones de Jordi Pujol; en ellas admite que durante más de 30 años ha tenido dinero ilegalmente en paraísos fiscales, aunque, da la impresión de que para justificarse, hace mención de una antigua herencia y de la falta de tiempo para regularizar la situación. No faltará quien justifique que un político que ha tenido el poder del en su día "Honorable" y que mantiene tanta influencia entre la burguesía catalana y alguno más haya estado incumpliendo las leyes y, de paso, incurriendo presuntamente en conductas de cuando menos apariencia delictiva. A mí hay conductas que me parecen injustificables siempre, en todo caso, máxime si incurre en ellas quien ostenta representación popular, quien ha ocupado un cargo de la trascendencia de la presidencia de la Generalitat. Cada día me viene más a la cabeza el símil evangélico de la aguja y el camello, o el de la paja en el ojo ajeno y la viga en el propio.

No es Pujol, por desgracia, el primer político que incurre en el "pecado" de hacer trampas con el dinero y en el de mentir, pero cuando el affaire anda encabezando los titulares de todos los medios de comunicación, no puedo evitar pensar en esa especie de aureola que se construyó en torno a este señor, que era considerado poco menos que intocable, cuando cualquier duda sobre su quehacer era considerada como un ataque a Cataluña y se le presentaba como adalid de la bonhomía y la ejemplaridad política, a veces con una mirada distante hacia otros foros, como si el resto del mundo fueramos incapaces de exhibir tanta perfección. Una vez más se ha vuelto a construir un ídolo sin recapacitar que no es bueno idealizar a nadie y que con frecuencia, más de la que pensamos, los ídolos tienen los pies de barro.

26 de julio de 2014

Graziñas ...


... eso dicen los gallegos, ... aunque más bien diría yo que las gallegas. Lo escuché en una librería, en un bar, en la taquilla de la estación de tren, ... Y lo hacen con su voz cantarina, con ese delicioso acento gallego; da la impresión de que no se conforman con un agradecimiento cualquiera, que necesitan dotarle de un estilo peculiar, de intensidad reduplicada. Y ante ese "graciñas" no puedes evitar sentir ternura, porque algo de dulce, de tierno tiene la palabra, y por encima de todo la forma de decirla.

Porque las gallegas tienen algo de especial, posiblemente porque también lo tienen los gallegos y toda Galicia entera. En las rúas de Santiago, en el tren que te lleva y te trae de Coruña, en establecimientos de todo tipo,  he puesto la  antena yal escuchar a las mujeres gallegas sientes paz, ternura interior, una especie de embobamiento que incluso puede tener algo de platónico. La historia nos ha dado grandes damas gallegas: María Pita, con su audaz  gesto heroico, Rosalía de Castro, poetisa de lirismo y  nostalgia, Emilia Pardo Bazán, escritora con brillantez y carácter, Concepción Arenal, una jurista adelantada a su tiempo, ... pero a la gloria de estas cabe añadir la anónima dulzura de todas y cada una de las mujeres  gallegas 

2 de julio de 2014

Literatura a fin de curso



Antes de marchar de vacaciones y desde mi última "dación de cuentas" he concluido siete libros. No les doy matrícula de honor a todos, pero sí que puedo garantizar -gustos personales y filias y fobias aparte- que hay cuatro que recomendaría a cualquiera sin dudar: una novela ejemplar de Cervantes llena de sabiduría y buen castellano, el primer "Maigret" de Simenon, un tratado magnífico sobre el juicio a Adolf Eichman y un sorprendente relato sobre un personaje tan polémico como Limónov. Espero que a mi regreso pueda ofrecer también buenas lecturas.

Debería acudir más a los clásicos, bastante más; con ánimo de recuperar tiempo perdido comencé a cumplir un antiguo propósito de ir leyendo las novelas ejemplares de Miguel de Cervantes y leí en la primera semana de junio "El licenciado Vidriera", un relato que reune las características de este grupo de novelas cervantinas: breve, entretenido, cargado de ironía  y en un castellano prodigioso. El argumento es francamente original e ingenioso y el manco de Lepanto consigue deleitarnos con ese modesto licenciado de origen andaluz al que una mujer despechada le realiza un maléfico hechizo con un membrillo de Toledo que le origina la locura de creer que es de cristal. Los diálogos, y concretamente las respuestas del protagonista están cargados de sabiduría y sentido común, ofrecie´ndonos una historia grata, positiva y de la que se pueden obtener conclusiones casi en cada página. Si no soy un torpe no tendría que tardar en exceso en comenzar otra novela ejemplar.

"Se lo que estás pensando", del norteamericano John Verdon es una novela policíaca que fue en su día publicada en España con bastante bombo y platillo; de hecho el autor ya ha sacado tres novelas más con el mismo protagonista, Dave Gurney, un policía que se ha retirado a vivir con su esposa al norte del Estado de Nueva York tras 25 años de servicio. Verdon trata de aportar cierta originalidad dentro del género y nos ofrece un misterio verdaderamente intrincado, de esos que parecen irresolubles, además de cerrar una de esas narraciones bastante sangrientas que exigen cierta tensión e "higadillo" para leer íntegramente. Como aspectos positivos del libro señalaré que está bien escrito, que nos ofrece un personaje vivo y con personalidad propia y que logra captar tu atención, tres características que dicen bastante de una buena novela de intriga. No obstante, también adolece de cierta irregularidad y de un final que desde mi punto de vista no deja atados todos los cabos. Verdon también dedica algún momento del relato a filosofar un poco.

"Vertedero", del sevillano Manuel Barea, se ha convertido en una de las novelas de moda; los "gurús" del género negro han coincidido en alabarla, el autor tiene solamente 25 años y con ella ha obtenido el I Premio "Valencia" de novela negra. El propio Barea la define como una mezcla entre lo negro y la novela social, y efectivamente tras leerla se comprueba que el escritor combina unos personajes que se mueven en el arroyo: no hay policías ni detectives, solamente gente del "lumpen" con una evidente crítica social, casi llegando al antisistema, algo que se ha puesto de moda y que no puedes evitar plantearte que tiene algo de oportunismo. "Vertedero" no es un libro fácil de leer, hay larguísimos párrafos sin puntos y aparte -creo recordar que los primeros capítulos no tienen ni uno-, la narración va y viene en el tiempo, sin seguir un orden cronológico, lo que puede llevar a confundir y usa un lenguaje complicado. Está claro que es un relato trabajado en el que se ha cuidado el vocabulario, la construcción de las frases: pienso que está bien escrita, aunque insisto en que me parece que se han buscado efectos especiales para hacerla comercial. En los últimos dos años han crecido como esporas los autores del género en nuestro país, es una buena noticia, aunque me gustaría perfeccionar mi capacidad de distinguir el grano de la paja.

Hacía tiempo que tenía en uno de los lugares más accesibles de mi estantería "La estratagema", primera novela traducida al castellano de la búlgara Léa Cohen; un par de buenas críticas, la garantía de estar editada por "Libros del Asteroide" y el hecho de tratar sobre un país del que conozco tan poco como Bulgaria eran avales sólidos para no dilatar más la lectura del libro. No me ha decepcionado: "La estratagema" es una novela bien escrita, con una ambientación histórica que da buena idea de los difíciles avatares de la Bulgaria del siglo pasado, primero con los zares y posteriormente con la larga dominación comunista y perfectamente construida: la trama va avanzando, está bien desarrollada y al final todo cuadra. Léa Cohen divide el relato en cuatro partes, protagonizada cada una por un personaje distinto, aunque evidentemente todos tienen un nudo que les une. También la autora utiliza el recurso de ir y volver en el tiempo, lo que hace con la habilidad suficiente para poder seguir la narración sin ningún problema. Sin ser ni de lejos una novela policíaca ni un thriller, la autora incluye su parte de intriga, algo que incrementa la amenidad de un libro que en sí mismo ya puede considerarse bueno.

"Eichman en Jerusalén" es un magnífico libro escrito por la filósofa y periodista Hannah Arendt, una alemana de origen judío a quien la 2ª guerra mundial llevó a los Estados Unidos. Da la casualidad, además, de que cuando ya estaba leyendo los últimos capítulos del libro tuve ocasión de ver la película que, con el título del nombre y apellidos de la autora, se estrenó hace un par de años. El libro consiste en un valiente ensayo sobre el juicio al nazi Adolf Eichman, capturado por los israelíes en su exilio argentino y juzgado, condenado y ejecutado en Jerusalén en 1962. El libro es a la vez un testimonio histórico y jurídico escrito por quien fue espectadora privilegiada del juicio, así como una crítica valiente y pienso que objetiva acerca de una serie de dilemas morales que surgen del proceso: la propia forma de capturar al acusado, el que no fuera juzgado por un tribunal internacional, la propia naturaleza de los delitos de que se le acusaban, las restricciones de la defensa, la legislación aplicada, ... Arendt es muy crítica con el papel de las autoridades judías durante el holocausto, algo que le costó la incomprensión de sus propios compañeros de raza, a pesar de haber sufrido en sus propias carnes el dolor de los campos de concentración. Eichman estaba al mando de las deportaciones y traslados masivos de judíos, y la autora no discute su responsabilidad y sus delitos, pero piensa que se quiso utilizar al nazi como acto de ejemplaridad, convirtiendo en un psicópata criminal a quien no era más que un burócrata sin conciencia. A veces uno se puede perder en datos o en divagaciones jurídicas, pero el libro vale la pena.

Hacía tiempo que no leía una novela de Georges Simenon, un autor al que pienso nunca me voy a cansar de leer; me incliné por hincarle el diente a "Pietr el letón", primero de los relatos protagonizados por el inspector Maigret, un personaje que le dio al novelista francés para setenta y tantas historias más. El otro día Lorenzo Silva, que incluía a Simenon entre los mejores autores del género de la historia, a la altura de Chandler y Hammet,  decía que toda novela negra debe de tener cuatro características: estilo, ambiente, protagonista sólido y trama interesante, requisitos que cumple habitualmente Simenon y que en esta narración lo hace también sobradamente. Los libros del escritor nacido en la localidad belga de Lieja tienen la virtud de la brevedad -173 páginas en este caso- y se caracterizan por la habilidad con la que va contando y desentrañando la intriga, dando siempre prioridad a la atrayente figura de Maigret, a sus cuitas y a las peculiariedades concretas y dramas personales del resto de protagonistas. En esta ocasión el novelista nos habla de un crimen fundamentado en una vieja historia familiar con origen, como cabe deducir del título, en los países bálticos, con complicadas confusiones de personas y ambientado en el año de su redacción, 1930.

El francés Enmanuel Carrere es, sin duda, un escritor magnífico; de él me encantó hace tres veranos "El enemigo" y el hecho de que lo avale Brunetti es otro sumando más a su favor. Por eso hacía tiempo que tenía ganas de leer "Limónov", un libro considerado por bastantes críticos de esos que suelen ser de fiar uno de los mejores del año 2013. Tenía mis reservas, pues me constaba que se trataba de un relato que incluía contenidos bastante fuertes en diversos aspectos, pero aunque efectivamente "Limónov" es un libro duro, en ocasiones agresivo y hasta soez, se impone por encima de todo la magnífica forma de narrar de Enmanuelle Carrere. Y además de estar bien escrito, "Limónov" es un libro interesante, que aporta conocimientos  pues al mismo tiempo que el autor da cuenta de la azarosa y radicalmente transgresora vida de Eduard Limónov, nos va introduciendo en momentos tan importantes de nuestra historia reciente como los avatares de la extinta Unión Soviética hasta su desaparición, la caída del Muro de Berlín, el juicio sumario y ejecución de Nicolau Ceaucescu y su esposa, la guerra de los Balcanes o las formas de ejercitar el poder de ese siniestro personaje llamado Vladimir Putin, entre otras historias. Un libro duro, del que deberá prescindir quien sea demasiado susceptible y escrupuloso y que demuestra que con la vida de personajes nada ejemplares también se pueden escribir libros excelentes. Limónov es un personaje excesivo, pero el libro al que da título no lo es, en absoluto.