12 de junio de 2014

Perdidos en el laberinto


El camino de nuestra vida aquí abajo puede ser más o menos largo; muchas veces lo andamos como si fuera a durar siempre y nuestros planteamientos llevan a pensar que lo consideramos definitivo. La verdad es bien distinta, y conforme pasan los años vamos asumiendo que llegará un día en el que, con mayor o menor aviso, nuestra vida terrena  terminará , entre otras cosas porque con el paso del tiempo la muerte se va convirtiendo, inexorablemente, en algo cada vez más cercano. No sabemos los años que vamos a vivir -ya lo dice la Escritura, "ni el día ni la hora"-, aunque nos engañaríamos si nos negáramos a asumir que es un camino lleno de obstáculos y a menudo complicado.

Para marchar rectamente por la vida es indudable que hace falta tomárselo en serio; sin exigencia personal, sin voluntad constante, sin esfuerzo permanente lo normal es que patinemos continuamente; ahora bien hay ocasiones en que parece que la senda del bien solamente puede enfilarse encarando un auténtico laberinto, una  continua y agobiante sucesión de recovecos, obstáculos, curvas cerradas y hasta trampas en forma de reglamentos, precisiones, moralinas y demás que incluso pueden sonar a letra pequeña de contrato semileonino. Vamos que a lo mejor tensa menos el alma limitarse a aceptar los propios defectos y limitaciones, intentar honestamente superarlos y contar con la ayuda divina, que hay que confiar en que Dios sea  más padre que gobernante.


4 comentarios:

Susana dijo...

Creo que madurar es aceptarse a uno mismo. Un beso.

Modestino dijo...

Aceptarse ... conformarse? .... Hay quien madura antes y quien lo hace después, e imagino que hay quien no madura nunca. Recuerdo que en su día hubo quien me martirizó bastante con eso de que si maduraba o no lo suficiente.

Brunetti dijo...

Líbrenos Dios de la gente enrevesada e intrincada, porque ni viven ni dejan vivir.

Como el perro del hortelano.

Y, encima, suelen ser muy, pero que muy cansinos.

Salud!

Modestino dijo...

Sí ... cada cual tenemos nuestras cosas, pero no está mal reclamar respeto.

Que no nos organicen la vida ... al menos quienes no deberían ...