31 de octubre de 2013

Menda no consigue ser dinámico


¿Qué le voy a hacer?, a veces pienso que es algo de nacimiento, otras que no he sido capaz en más de 50 años de ponerme a la altura de las exigencias de los tiempos, que me falta modernidad y espíritu emprendedor. Si me agobio mucho alcanzo esa especie de acuerdos interiores a los que recurrimos las personas para no deprimirnos ni perder la autoestima y termino pensando que son formas de ser y de actuar y que la ausencia de dinamismo no tiene porqué ser un defecto, sino que con mi estilo no hago más que aportar argumentos a ese pluralismo que oxigena y da aire fresco a una sociedad que incluso podría acabar siendo irrespirable si todos andáramos por la vida con el motor permanentemente en marcha.

Hay dinamismos que tensionan, aquellos exhibidos por los que van todo el día deprisa y corriendo, esos que piensan que un parón equivale a perder el tiempo, que llenan su agenda de asuntos pendientes, que necesitan estar haciendo cosas y si no tienen tareas se las inventan porque el descanso les produce sarpullidos. Y también hay dinamismos más teóricos, que tienen algo de pose, de exhibición, hay quienes no pueden evitar andar todo el tiempo con el pin de "ejecutivo" en la solapa, que han convertido la actividad, el espíritu de iniciativa -por supuesto privada- en dogma, que miran con desdén la calma, la burocracia y el café de media mañana.

Puestos a pensar, vete a saber si la raíz de todo es que jamas en mi vida he hecho un master, de esos que llevan siglas por apellidos, allí hubiera aprendido a mirar por encima, atribuirme capacidades para solucionar problemas ajenos y globales y recorrer la vista por los asuntos pendientes seguro de ser el único con ideas y perspectivas. Mientras tanto espero que quienes me tienen que soportar sean capaces de comprender que entre el sueño de las mañanas, el cansancio del mediodía, el sopor del tiempo de la digestión y las secuelas de todo el día no doy para tanto ... en mi próxima reencarnación ya me daré la vuelta por algún "business".

30 de octubre de 2013

Le llamaban la musa de Berlanga

El pasado viernes, 25 de octubre, falleció en Barcelona la actriz Amparo Soler Leal; contaba 80 años, andaba delicada de salud y sufrió una insuficiencia cardiaca. Fue un actriz como la copa de un pino, y sus éxitos se reiteraron tanto en el teatro como en el cine y en televisión. El arte escénico lo llevaba en la sangre, pues tanto su padre, Salvador Soler Marí como su madre, Milagros Leal, fueron actores de peso en su época. Amparo Soler Leal tuvo unos inicios exclusivamente teatrales, debutando en 1948 contando sólo con 15 años con la obra "No me mientas tanto", de Alfonso Paso. Posteriormente se incorporó a la compañía del Teatro María Guerrero y bajo dirección de Luis Escobar cosechó éxitos tales como "Historias de una casa", de Joaquín Calvo Sotelo. A lo largo de la década de los 50 ejerció una intensa actividad teatral, con éxitos como "Prisión de soledad", "Una noche de primavera sin sueño", de Enrique Jardiel Poncela, "Doña Clarines", de Joaquín y Serafín Álvarez Quintero, "Verano y humo", de Tennessee Williams, "Don Juan Tenorio", de Jose Zorrilla, "El marido de la Téllez", de Jacinto Benavente, "Las mocedades del Cid", de Guillen de Castro, ... Tras pasar por las compañías de Catalina Bárcena y Ernesto Vilches, entrada ya la década de los sesenta, formó su propia compañía con la que interpretó interpretó obras de Pirandello y de Sartre.

En cine Amparo Soler Leal intervino a lo largo de casi cuarenta años en muchas de las películas más representativas del cine español, algo que acredita su calidad y versatilidad filmográfica. Se dice que fue la musa de Luis García Berlanga, y de hecho ya participó, aunque fuera en un papel secundario, en "Plácido" (1961), una de los primeros éxitos del director valenciano y en "Tamaño natural" (1973), "La vaquilla" (1985), "Todos a la cárcel" (1993) y "París Tombuctú" (1999), pero su vinculación con Berlanga tuvo su indiscutible zenit en la célebre "trilogía nacional" -"La escopeta nacional" (1977), "patrimonio Nacional" (1980) y "Nacional III" (1982), interpretando el papel de "Chus", maltratada esposa de José Luis López Vázquez, el hilarante heredero del Marques de Leguineche, apareciendo con su inolvidable parche en el ojo ocasionado por un supuestamente errado disparo de su marido en una de esas cacerías pseudo-políticas y pseudo-negociantes. Antes de "Plácido" había sido protagonista con José María Forqué de director en "Usted puede ser un asesino" (1961), junto a Alberto Closas, López Vázquez y Julia Gutiérrez Caba, mientras que al año siguiente fue la madre generosa de "La gran familia" (1962), de Fernando Palacios, junto a Alberto Closas y Pepe Isbert, inolvidable buscando a Chencho. Tras un fugaz paso por el cine comercial, de nuevo con Forqué, en "Las que tienen que servir" (1967), tiene papeles protagonistas en películas de la trascendencia de "El bosque del lobo" (1971), de Pedro Olea, "La adúltera" (1975) de Roberto Bodegas, "Retrato de familia" (1976), de Antonio Giménez Rico, "El crimen de Cuenca" (1980), de Pilar Miró, "Bearn o la sala de muñecas" (1982), con la que obtuvo varios premios y "Las bicicletas son para el verano" (1983), de Jaime Chávarri, sin olvidar papeles secundarios en "El discreto encanto de la burguesía" (1972), de Luis Buñuel, "El amor del Capitán Brando" (1973), de Jaime de Armiñán, "Gary Cooper, que estás en los cielos" (1980), de Pilar Miró y "¿Qué he hecho yo para merecer esto?" (1984), de Pedro Almodóvar. Creo que es un elenco que demuestra la valía de la actriz fallecida para el trabajo cinematográfico.

Mis recuerdos televisivos de Amparo Soler Leal se centran en una serie de Armiñán de mediados los años 70 llamada "Tres eran tres", con un estribillo inolvidable: "Tres eran tres las hijas de Elena, tres eran tres y ninguna era buena: Julia, Paloma y Elena, rubia castaña y morena ..."; Amparo Soler Leal encarnaba a Elena y sus dos hermanas era interpretadas por Julieta Serrano -Paloma- y Emma Cohen -Julia-, tenían una criada cuyo papel corría a cargo, ¡cómo no! de Lola Gaos en un reparto que completaban Charo López, José Vivó, Yolanda Ríos y Joaquín Roa, el entrañable cerillero de "El último café", habiendo hecho algunas colaboraciones, como las series "El Olivar de Atocha" (1988) para TVE, "Querido Maestro" (1996-1998) para Telecinco, y "Condenadas a entenderse" (1999) para Antena 3.

Amparo Soler Leal estuvo casada con Adolfo Marsillach, un matrimonio fallido que duró poco y terminó en nulidad; posteriormente contrajo matrimonio con iotro hombre del cine, Alfredo Matas. Descanse en paz.

29 de octubre de 2013

El dilema de Diego Costa


Diego Costa es un futbolista brasileño que triunfa desde hace un par de años en el Atlético de Madrid, sin duda uno de los equipos más en alza de nuestro fútbol, posiblemente junto con el Barça y el Real Madrid -a pesar de sus "cuitas"- el único capaz de lucir con mínima brillantez por Europa. Pero la carrera de este ariete goleador en España no ha sido nada fácil, incluso hubo algún momento en que daba la impresión que iba a terminar siendo uno de tantos fichajes esperanzadores que se quedaban en agua de borrajas. Costa, que nació hace 25 años en una localidad brasileña con la curiosa denominación de Lagarto, llegó a orillas del Manzanares siendo un chaval de 18 años y procedente del Sporting de Braga portugués, viviendo en sus tres primeras temporadas un carrusel de cesiones: Celta de Vigo -30 partidos/5 goles-, Albacete -35/10- y Valladolid -34/8-, debutando con los rojiblancos la temporada 2010-11 -28/6- y siendo cedido al Rayo Vallecano mediada la siguiente -16/10-. Cuando parecía que el equipo que dirige el peculiar Enrique Cerezo -aseguran que sabe mucho de cine y poco de fútbol- le iba a traspasar definitivamente, el "Cholo" Simeone apostó por él y realizó una excelente campaña con los colchoneros, marcando 10 goles en Liga, 8 en la Copa -entre ellos el primero de la final ganada a los merengues- y 2 de la Liga Europea.

Costa, un ariete fornido, rápido y valiente, no es un hombre fácil, pues se trata del típico jugador con tendencia a la "bronca", que no se resigna a las tarascadas y provocaciones de los defensas rivales y con notable facilidad para discutir con el árbitro de turno. A eso cabe añadir que en el verano de 2011 se rompió el ligamento cruzado anterior y el menisco de la rodilla derecha, debiendo permanecer de baja durante seis meses. El camino de Diego Costa para triunfar ha estado, por lo tanto, trillado de obstáculos: una lesión gravísima, un carácter complicado y una condición de extracomunitario que cierra con frecuencia el paso a jugadores de valor en los equipos grandes, pues éstos tienden a encapricharse de demasiados jugadores caros con pasaporte extranjero.

Ahora Diego Costa, una vez acreditada su valía y con un explosivo comienzo de campeonato -lleva 12 goles entre liga y liga de campeones-, ha saltado a las portadas de la prensa deportiva nacional -ansiosa como siempre de novedades llamativas- al plantearse la posibilidad de que, una vez obtenida la doble nacionalidad, pudiera renunciar a la selección brasileña y vestirse la zamarra roja de la española. Desde un planteamiento puramente deportivo, no cabe duda de que el brasileño sumaría bastante a las prestaciones del ataque del grupo que dirige Vicente del Bosque, pues aunque Negredo siempre cumple, Villa, actual compañero suyo en el Atlético, sigue siendo un valor y Soldado, jugador antipático donde los haya, es buena alternativa, Diego Costa aportaría agresividad y olfato goleador. Pero tal vez sea momento de plantearse que el fútbol sea algo más que meros intereses resultadistas, y considerar si nos interesa tener en la punta de ataque de la selección a un personaje con tendencia al conflicto y los malos modos, además uno no puede evitar reflexionar sobre si Diego Costa se apuntaría a jugar con España por su afecto a nuestra nación, o en el fondo estaríamos "comprando" con dinero a un jugador al que no le importa ni poco ni mucho la bandera que defiende.

Por lo visto la pelota está en el alero, y día tras otro se suceden noticias que reflejan avances o retrocesos según el momento o el medio que los expone. Da la impresión de que se está aprovechando la coyuntura para vender periódicos, a la vez que surge la sospecha de si el jugador y su entorno también andan considerando eso de sacar provecho "a río revuelto".

28 de octubre de 2013

En la muerte de Manolo Escobar



El jueves falleció en Benidorm Manolo Escobar, tenía 82 años, padecía cáncer de colon y había sufrido recientemente un ictus cerebral; no deja de ser significativo que falleciera en Benidorm, pues el nombre de la popular villa alicantina no deja de tener que ver con esos felices años 60 del desarrollo, los coches utilitarios, las playas de veraneos de aluvión y el apogeo del toreo en los que encajaba también el llorado cantante almeriense. Me llamó la atención que en uno de esos foros de internet, al hablar del fallecimiento de quien fue llamado "Mister Porrompompero", una persona aseguraba que era el abuelo que todos querríamos tener ... y no es que me parezca una mala definición, entre otras cosas por ser notoriamente realizada desde el cariño y la admiración, pero me hizo pensar que los de mi generación -y "adyacentes"- nos hemos hecho mayores, pues para mí Manolo Escobar sería en todo caso equiparable a la generación de mi padre ... y es que no me cabe ninguna duda que he vivido la época de mayor gloria del cantante, muy distinta a la actual, en la que sin perder ni un ápice de fama y afecto popular, me parece que andaba ya en la nómina de los artistas de otro momento, lo que en tiempos se llamaba "mundo camp".

Manolo Escobar nació en la localidad almeriense de El Egido en 1931 y desde niño tuvo una afición y un don especiales para la música. Su padre era campesino, aunque por lo que se ve era hombre audaz y emprendedor y pronto se dedicó a montar diversos negocios, entre otros un cine en el que sus hijos intervenían en los descansos de las películas. Escobar formó parte de esa Andalucía que emigró a Cataluña y hasta llegar a la cumbre tuvo que sudar tinta, viviendo en habitaciones del barrio chino y trabajando en oficios tan variados como los de metalúrgico, ebanista, albañil y obrero de la empresa química. Con él iban algunos de sus hermanos, como el famoso Baldomero, el líder de la familia que se dedicaba al estraperlo. Resulta inolvidable la presencia de los tres hermanos, Baldomero, Salvador y Juan Gabriel, de Escobar en sus actuaciones guitarra en mano y con sonrisas "profidén". El cantante fallecido hizo el servicio militar en la localidad marroquí de Larache, un nuevo hito de lo más típico de entonces.

El éxito de Manolo Escobar comienza con los inicios de la década de los 60, convirtiéndose en un auténtico fenómeno de masas. Mis primeros conocimientos de la existencia del cantante se remontan a los programas musicales del sábado por la noche, en los que el cantante almeriense aparecía siempre como estrella invitada, al mismo nivel que ídolos del momento como Raphael, Paquita Rico, Juanita Reina o Massiel. Escobar cantaba bien, su repertorio estaba lleno de canciones típicamente españolas, de esas que en la época gustaban a una mayoría de gente, y su carácter sencillo, amable y cercano facilitaba aún más, si cabe, su éxito. Posiblemente sea el "Porrompompero" su primer éxito arrollador, una canción que quedó inseperablemente unida a su persona, aunque es recuerdo que desde la primera evz que le vi en la tele siempre cantaba "Madrecita María del Carmen", canción dedicada a su madre y que siendo cursi y relamida no dejaba de ser todo un detalle. "Mi carro" fue otro de sus discos de oro -consiguió muchísimos- y en el verano de 1973 recuerdo perfectamente recorrer Salou al ritmo del "Viva España", un auténtico bombazo que se extendió por todo el mapa europeo. No nos podemos olvidar de "La minifalda", con una letra realmente significativa y que hoy día vete a saber si alguien la habría censurado por machista ... cualquiera sabe!!. Otros temas inmortales fueron "Soy un hombre del campo", "Que viva el vino y las mujeres" -toda una filosofía de la vida-, "Chiquilla", "¡Ay Caridad!", "La morena de mi copla", "¡Qué guapa estás!", "Almería", ...

En el cine Manolo Escobar también tuvo unas cuantas intervenciones, siendo "Los guerrilleros" (1963), de Pedro Luis Ramírez, su primera película, un film en el que también debutaron Gracita Morales y Rocío Jurado. Con Ramón Torrado protagonizó "Mi canción es para tí" (1964), "Un beso en el puerto" (1965) y "El padre Manolo" (1966), con José Luis Sáenz de Heredia, "Pero ¿en qué país vivimos" (1967), "Relaciones casi públicas" (1968) y "Juicio de faldas" (1969), las tres compartiendo estrellato con Conchita Velasco, con Mariano Ozores "En un lugar de la Manga" (1970), con reparto "espectacular": Concha Velasco, Gracita Morales, Jose Luis Lopez Vazquez y Manolo Gomez Bur, con Luis Lucía, "Entre dos amores" (1972), con Juan de Orduña "Me has hecho perder el juicio" (1973), etc, etc ... como se ve todas con títulos llenos del "ingenio" de la época y con compañeros de reparto de lo más granado del momento: a los ya citados cabe añadir Sara Lezama, Antonio Ferrandis, Rafael Aparicio, Manuel Aleixandre, Florinda Chico, Alfredo Landa, ...

Manolo Escobar se casó con una alemana, Anita Marx, la había conocido en Playa de Aro y contrajo matrimonio con ella en Colonia, cuando todavía él no hablaba alemán ni ella español; el matrimonio duró 53 años, hasta la muerte del cantante, lo que demuestra que la monogamia es buena hasta en la farándula. Ambos adoptaron a una niña a la que llamaron Vanessa y a la que el cantante dedicó su tema "Mi bella flor"; a partir de esta adopción el número de Vanessas españolas se incrementó notablemente.

Ahora a Manolo Escobar le ha llegado la hora de descansar de una vida larga y exitosa, de una carrera profesional bien llevada, desempeñada con la sonrisa en la boca y el arte en la garganta. Descanse en paz.

26 de octubre de 2013

Pensamientos en voz alta tras una huelga


El jueves hubo huelga de enseñanza en toda España; parece que si hay una persona que concentra la desaprobación de muchos, al menos en el ámbito de la educación, es el ministro Wert y si hay una ley que tiene contestación abundante es la LOMCE. No discutiré el hecho de la huelga, es un derecho reconocido, como lo es el de manifestarse; ni siquiera me considero en condiciones de poner en entredicho los motivos que se alegan, tampoco lo pretendo: incluso he descubierto entre quienes andan detrás de la organización a gente conocida de cuya sensatez y buen criterio me fío. Lo que pasa es que eso de una enseñanza 100% pública y laica no casa con mis convicciones, y si de verdad estamos en una sociedad pluralista -frecuentemente contemplo situaciones que me llevan a cuestionarmelo- cuando menos se deberían respetar estas opciones y no postular la frase como un dogma.

Ayer, desde la ventana de mi despacho, contemplé el paso de la manifestación organizada en Huesca; dicen que fueron 3000 personas, si es así no cabe duda de que quienes la montaron consiguieron una excelente asistencia. Pero, contando con que mi observatorio no era cercano y sólo abarcaba el trozo de Coso que se puede contemplar desde la unión entre la calle Moya y la plaza del Mercado, vi cosas que no solamente no me gustaron, sino que también me preocuparon bastante. Para empezar no tengo nada claro que sea lo más adecuado el empleo de niños pequeños vestidos con sus camisetas verdes, a mí me suena a manipulación y a poner a menores en donde aún no deberían estar, aunque tenga que admitir que a lo mejor mi problema es que me he quedado "anticuado". Donde estoy convencido que mi mentalidad no es precisamente caduca es en la sorpresa de haber visto a diversos manifestantes pasear banderas republicanas, "esteladas", estrellas de Mao Tze Tung y vetustas banderas rojas con la hoz y el martillo de la extinta Unión Soviética. El debate de la República puede ser muy actual, pero no pinta nada si de protestar en torno a la educación se trata, ... no digamos la espinosa cuestión del independentismo, pero si siguen apareciendo signos nostálgicos de Mao, Stalin, Breznev y compañía, uno tiende a pensar que hemos perdido el norte y que si la alternativa que se plantea tiene que ver con ideologías de esa naturaleza, y con esa historia ... estamos convirtiendo al ministro Wert en mal menor. Vamos, como si alguna "eminencia gris" hubiera ondeado una bandera del III Raich ... yo no veo excesiva diferencia.

Cuando los manifestantes alcanzaron la iglesia de San Vicente Martir, magnificamente gestionada por los padres Jesuitas, se comenzaron a escuchar gritos de "¡más educación, menos religión!", lo que no deja de sorprender, porque no creo que sean cosas incompatibles y el debate sobre la obligatoriedad de la clase de religión está bastante lejos de los problemas actuales, además de que el slogan suena a fácil recurso a meterse con el más débil. Insisto: mis respetos a quienes luchan por una enseñanza de más calidad, por la igualdad de oportunidades y porque los recortes no se ensañen con temas tan importantes y delicados, pero qué triste es optar por el odio, sacar cosas de contexto y desempolvar viejos totalitarismos.

24 de octubre de 2013

El drama de Domingo Batet

Domingo Batet Mestres era el 18 de julio de 1936 general en jefe de la VI División Orgánica de Burgos. Cuando desde África el general Franco dirigió la sublevación del ejército, Batet, que se había entrevistado un par de días antes con el general Emilio Mola, uno de los líderes del llamado alzamiento nacional y recibido la palabra de éste de que no se iba a sublevar, quiso mantener el orden constitucional y no accedió a la petición del coronel Moreno Calderón, su jefe de Estado Mayor, de ponerse al frente de la guarnición sedicente. Batet fue detenido por sus propios compañeros de armas, sometido a consejo de guerra y condenado a muerte, siendo fusilado el 18 de febrero de 1937, a pesar de las gestiones que, en su favor, llevaron a cabo algunos generales como Queipo de Llano y Cabanellas.

Con anterioridad a su último destino en Burgos, el general Batet fue capitán general de Cataluña y general en jefe de la IV División Orgánica. Durante su permanencia en esta zona se distinguió por su respeto a la autoridad civil y al régimen autonómico catalán y una llamativa prudencia al mediar en las tensiones surgidas entre algunos sectores militares y la nueva administración autonómica. El 6 de octubre de 1934, el presidente de la Generalitat Lluís Companys encabezó la insurrección de su gobierno y la decisión de proclamar la República catalana; Batet, catalán nacido en Tarragona desoyó los cantos de sirena de Companys, quien le conminó a ponerse al frente de un pretendido ejército de la Generalitat, y poniéndose a las órdenes de quien detentaba el legítimo poder, el presidente Lerroux, declaró el estado de guerra, tomó la Plaza de San Jaime y ante la violenta respuesta de los Mossos de Esquadra ordenó que se disparara contra el Palacio de la Generalitat y tras cinco horas consiguió la rendición de quienes allí se habían atrincherado.

En una y otra ocasión, Domingo Batet hizo lo que la legítima autoridad y su conciencia le dictaron, asumir su misión de hacer respetar el orden legal establecido, y en ambas ocasiones su rectitud le costó cara. En 1934 se convirtió en maldito para sus paisanos catalanes, pues cumpliendo su obligación cortó las alas del nacionalismo, que había violentado la legalidad constitucional; Batet pasó a ser como el hombre del saco para los catalanes. Casi dos años después, su fidelidad al juramento realizado en su día ya no sólo le supuso ser etiquetado por un sector, sino que le costó la vida.

Recuerdo que la primera vez que conocí la existencia y la historia del general Batet fue leyendo "Tres días de julio", un magnífico libro de Luis Romero, publicado hace más de 40 años y que relata en forma novelada lo sucedido el 18 de julio y los dos días posteriores. Imagino que la biografía y la personalidad de Batet tendrá sus claroscuros, como las de todo hombre y, en concreto, las de aquéllos que protagonizaron esa fase trágica y decisiva de nuestra reciente historia: Franco, Mola, Miaja, Prieto, Besteiro, Calvo Sotelo, Largo Caballero, Casares Quiroga, ... Pero en el caso de Batet, queda reflejada la honestidad de quien siempre intentó cumplir su obligación, aunque en este caso le fuera con ello primero la honra y luego la vida.

23 de octubre de 2013

Los que se apuntan al carro



En los últimos tiempos ha arraigado en muchos el tic del "yalodecíayo"; desde que se acentuó la crisis dejamos de vivir en los mundos de yuppie y muchas mañanas nos despertamos con noticias tremendas que hablan de paro, déficits crecientes, corrupción a "tutiplén", trampas, abusos y demás. Parece que se nos han derrumbado los mitos, despertado la conciencia crítica -buena cosa sería si encaminaramos bien el tema y nos autoincluyéramos- y nos hemos apuntado a la fila de la indignación. Tengo bien claro que hay motivos para tanto enfado y desilusión, aunque en ocasiones no pueda evitar sorprenderme escuchando y leyendo según que cosas a según quienes.

Soy aficionado a escaparme en cuanto tengo un rato a las librerías locales y cercanas para dedicar un tiempo al cotilleo literario en torno a los últimos libros y publicaciones salidos al mercado, garbeo que también caigo en la tentación de efectuar vía internet: uno se sorprende comprobando la cantidad de blogs y páginas web dedicadas a hablar de libros y es buena tarea seleccionar los mejores. Me ha llamado la atención la gran cantidad de libros, generalmente bastante breves de extensión, escritos por literatos, sociólogos, politólogos, periodistas y demás dedicados al análisis de la actual crisis social, política y ecónomica; en ellos se realizan diagnósticos en plan "yo tenía la clave y no me hicieron caso", se critica sin piedad todo lo hecho hasta ahora -por supuesto sin distinciones ni matices- y se invita a la revolución, aunque no todos interpretan el término y la forma de realizarla de la misma manera. Por supuesto, habrá que aprender a separar el grano de la paja, no habremos de ser tan cazurros como para cerrar los ojos a lo que se ha hecho mal y podremos encontrar entre tanta publicación "indignada" autores que verdaderamente tienen cosas que decirnos y soluciones honestas e inteligentes que aportar. Pero no tengo ninguna duda de que estos tiempos, muy adecuados para innovar, proponer y promover cambios -a ser posible a mejor- y abrir los ojos a quienes han estado obnubilados por burbujas de todo tipo, también son propicios para que proliferen vendedores de humo, inventores de la historia y aprendices de jacobinos.

En todas las situaciones surgen los oportunistas, y de la misma manera que ante unos juegos olímpicos o un mundial de fútbol, baloncesto o hockey hierba unos cuantos caen en la tentación de endosarnos tratados sobre el olimpismo o los deportes colectivos escritos con tanta improvisación como falta de rigor y conocimientos, también en los tiempos convulsos aparecen aprendices de redentores que, en términos evangélicos, casi podemos definir como falsos profetas.

22 de octubre de 2013

Protagonismos



Posiblemente todos tengamos cierta tendencia al protagonismo; el ser humano lleva en su interior una dosis de vanidad que puede ser irresistible y provocarle una tendencia innata a hacerse notar, a buscar que se hable de él, presumir de sus logros y sus virtudes -muchas veces más pretendidas que reales- y, en definitiva, disfrutar cuando de una manera u otra consigue destacar sobre el resto. Esta miseria habitualmente compartida no tiene porqué ser excesivamente nociva si se sabe dosificar y controlar, si con el tiempo vamos conociéndonos mejor y siendo conscientes de nuestras limitaciones, pero puede ser un vicio insufrible cuando no controlamos el ego y caemos en algo tan penoso como el ridículo personal o tan insolidario como pasar, y hasta pisar, por encima del prójimo.

Me viene a la cabeza esa vieja canción que compuso y lanzó al éxito la malograda cantante Cecilia, fallecida en un dramático accidente de coche en el verano de 1976, y que hablaba de una dama que "si no fuera por miedo, sería la novia en la boda, el niño en el bautizo, el muerto en el entierro, ..."; y hay personajes que funcionan realmente así, buscando ser la perejil de todas las salsas, llevar la voz cantante en toda conversación, ponerse medallas, frecuentemente con un disimulo que puede llegar a ser cómico, hacerse según los casos la víctima, el digno o la digna, el ofendido o la ofendida, y no pocas veces la razón última de las bondades más recientemente acaecidas.

Existe como he dicho una tendencia natural del hombre a darse importancia, a ser el centro de las reuniones, a buscar la gloria propia, pero cabe ahondar en la cuestión, considerar si hay personas que arrastran frustraciones o complejos, que vivieron algún trauma en un momento de su vida, que necesitan desesperadamente que se les haga caso, ... o tal vez se ven llamados a grandes logros y no entienden que el resto del mundo tenga otras perspectivas, me temo que abundan en esta sociedad esos personajes que funcionan con máquinas de solamente dos o tres botones. Hay protagonismos enfermizos, modos de ser que engordan las propias historias y adaptan la realidad a sus delirios. Sea como sea, hay pocas escenas más ridículas que la de un "protagonista" hablando solamente de sí mismo.

20 de octubre de 2013

"Nurses" en los 60


La figura de la nurse parece de otros tiempos; es algo que nos suena más bien a "Mary Poppins" o literatura del siglo XIX; una "nurse" no es más que una niñera, una mujer que cuida niños, generalmente de familias pudientes y adineradas, aunque en algunos diccionarios se incluye también en éste el concepto de nodriza, de mujer encargada de la nutrición inicial de los recién nacidos. Hoy en día las "nurses" parecen más bien unos personajes que han desaparecido, aunque sigue habiendo quienes se dedican a cuidar a los niños, aunque en nuestra época se habla más bien de canguro, y las chicas que, muchas veces para ganarse un sobresueldo que les ayude a sus estudios y diversiones, se dedican a estos menesteres se hayan bien lejos de aquellas mujeres uniformadas que hemos visto más bien en fotos antiguas y películas de época.

Pero yo puedo asegurar que las he llegado a ver; a mí y a mis hermanos nos sacaba de paseo nuestra madre, nunca tuvimos niñeras ni algo parecido, pero con esa ingenuidad y simpleza que suele protagonizar las cabezas de los niños observaba con frecuencia como a lo largo del bulevar de la Gran Vía, entonces Paseo de Calvo Sotelo, y muy especialmente en el centro y alrededores de la Plaza de los Sitios, por aquellos años de José Antonio, salían a la calle a media mañana unas señoras que a mí me parecían muy mayores -vete a saber su edad real, pues a mis años de entonces los 40 eran una barbaridad-, vestían con unos uniformes inmaculados, en tonos blancos, grises o azul celeste en los que destacaban unos delantales pulcros y almidonados, creo recordar que con cofia o similares, y empujaban cochecitos de bebés a la vez que acompañaban a niños pequeños que caminaban junto a ellas. A mí me llamaba la atención el aire circunspecto, casi solemne, de esas mujeres, no se si imbuidas de la alcurnia de la que a lo mejor hacían galas sus "señores" o de la dignidad de su propia función. Para mí no eran más que parte de un paisaje, como los vendedores de barquillos, el afilador, el chico de los recados o mozo de la estación; en aquellos momentos yo ignoraba que la presencia de una "nurse" en la familia era de algún modo señal de distinción, de la misma manera que no tenía conciencia alguna de estar siendo testigo de los últimos coletazos de unos personajes que el paso del tiempo ha ido arrebatando de la realidad cotidiana de nuestras calles.

Buceando en estos recuerdos he llegado a caer que yo llegue a tener una experiencia con una de estas niñeras ... y cuando hablo de experiencia me refiero a que llegué a entrar en conversación con ella, que nadie piense mal ... y el haber hablado con una "niñera años 60" no deja de ser un mérito para un niño llamativamente tímido y apocado como era yo. Debía de ser el verano de 1965, pues ya lucía en mi muñeca el reloj que con motivo de mi 1ª comunión, celebrada en mayo de ese año, me había regalado mi madrina; me encontraba, si no recuerdo mal, en la que como he dicho entonces se denominaba "Plaza José Antonio" y deambulaba, vete a saber con que razón e intenciones, cerca de donde se encontraba una niñera uniformada que, también me repito, me parecía mayorcísima. La mujer se dirigió a mí, sin mover un músculo ni mostrar la más mínima señal de simpatía, y me preguntó la hora, algo que hice creo recordar con un soplo de voz y me temo que deseando me tragara la tierra, casi tan asustado como si se me hubiera dirigido uno de esos bustos de ilustres del lugar que suelen presidir las plazas españolas, ante lo cual la mujer, con mirada tan desconfiada como escrutadora me preguntó si el reloj era de verdad, a lo que contesté afirmativamente y regresé junto a mi madre como ofendido ante semejante duda. Vete a saber lo que pasaría por la cabeza de la circunspecta niñera, incluso si el recuerdo ha tenido vida propia y la mujer fue más amable y comprensiva de lo que quedó en mi cabeza, pero al cabo de casi cincuenta años me queda la impresión de que en el fondo me comparó con "sus" niños, de los que pensaría que en su momento tendrían un "Rolex".

19 de octubre de 2013

El imperio de la bici


Hace ya bastantes años que los ciclistas han impuesto su hegemonía y sus criterios; por supuesto que no me parece mal y bienvenido sea un medio que ahorra gasolina y polución atmosférica. En Huesca con eso de la peatonalización, una decisión municipal que posiblemente haya ido demasiado lejos pero ante la cual se ha impuesto desde algunos ámbitos una contestación que me suena a cierto populismo y algo de obsesión por reivindicar lo que sea, se ven cada vez más bicis por la calle y montados en ella a personajes ilustres y respetables a quienes hasta ahora nunca te hubieras imaginado de esa guisa.

Bienvenidas sean las bicicletas, larga vida al carril-bici y mis felicitaciones a quienes ponen todo su espíritu deportivo en la práctica, forzosa o voluntaria, del ejercicio de pedalear. Yo mismo que en pocos meses veré como mi traslado al puesto de trabajo va a duplicar la distancia, me planteo reciclarme en el tema y volver a poner mi trasero encima de un sillín, cosa que no hago desde hace casi 40 años. Incluso esa combinación de vehículos de motor semidesaparecidos y bicicletas a "tutiplén" consigue que nuestras ciudades ofrezcan una apariencia más moderna y europea que puede ser reconfortante y hasta consolarnos algo de esas desdichas económicas que padecemos.

Eso sí, hace ya tiempo, no es cosa de hoy, que vengo observando que entre los ciclistas hay unos cuantos que, al menos en apariencia -hay quien dice, con relación a este tema y a otros, que soy demasiado suspicaz- parecen haber asumido la condición de reyes de aceras y calzadas y aparecen, en ocasiones inesperadamente, "cabalgando" su bicicleta con pose segura y, cuando menos, aires de ser los amos de la via, de hacerse respetar y considerarse por encima del bien y del mal si de deambular por la calle estamos hablando. Recuerdo mi experiencia de hace unos cuantos años en Sevilla, donde había avenidas en las que el carril bici tenía una anchura superior a la de la acera contigua, de manera que el pobre peatón tenía que caminar por su sitio entre medroso y acomplejado.

Los peatones, por supuesto, tendremos que acostumbrarnos a compartir espacio con los usuarios de las bicis, pero no estaría de más que éstos tuvieran en cuenta que la del peatón es la posición más débil y que éste solamente quiere pasear con paz y tranquilidad, sin sobresaltos. La de peatón es una condición sana y estimulante, pero empiezo a pensar que últimamente es actividad menos segura que antes.
 
 

17 de octubre de 2013

Entre la perfección insoportable y la imperfección necesaria


No se porqué me ha dado por ponerme a elucubrar; tengo un amigo que me dice que Dios que nos ha hecho imperfectos el día que nos toque rendirle cuentas no nos va a exigir perfecciones; pero también tengo otro que considera que esas imperfecciones vienen de nuestra propia maldad y que el juicio final será severo y se nos pedirá cuentas del esfuerzo puesto en mejorar nuestras prestaciones. Salta a la vista que no es bueno conformarse con lo que hay, que para llegar al cielo hay que hacer méritos y que incluso en esta tierra si quieres hacer el bien habrás de empezar intentando ser mejor. Nada más lejos de mi intención que alterar dogma alguno, aunque en ocasiones uno siente la necesidad de plantearse que tampoco se trata de crearlos nuevos.

No se si son los años los que me han convertido en personaje repetitivo, o es algo que me viene de naturaleza, pero ya he consignado en otras ocasiones mis reticencias ante la vehemencia a la hora de hablar de la perfección la excelencia, la virtud suprema, ... y no porque repudie las ganas de superarse y hacer las cosas bien, que es la actitud que tendríamos que tener todos, sino porque me producen cada vez más desconfianza los que salen a la calle con la etiqueta puesta. Hay "perfecciones" que terminan resultando insoportables, posiblemente porque tienen más de exhibición que de realidad, mientras que no debe de ser una barbaridad considerar que la imperfección es el estado con el que habitualmente funciona el ser humano; pongamos buena voluntad, pero que los años nos ayuden a contemplar cada vez con más comprensión e indulgencia las miserias ajenas ... que las propias ya nos encargaremos nosotros de superarlas, o cuando menos llevarlas con dignidad.

13 de octubre de 2013

Mi homenaje a María de Villota

 
El pasado viernes nos despertábamos con la tristísima noticia del fallecimiento repentino de María de Villota mientras dormía en la habitación de un Hotel sevillano. Hacía año y medio que había tenido un accidente gravísimo y parece que el tremendo golpe que sufrió al chocar con un camión puede ser el origen lejano de su muerte. Recuerdo perfectamente a su padre, un hombre echado para adelante que intentó hacer carrera en la Fórmula-1, consiguiendo debutar en un Gran Premio, lo que no es poco para su época, aunque ya le había visto antes en televisión con motivo de un concurso en el que se comprometió a viajar gratis por toda España para demostrar la solidaridad y hospitalidad de los españoles.

La piloto fallecida iba a presentar un libro titulado "La vida es un regalo", título que ya dice mucho del talante de una mujer fuerte, sencilla y optimista. Francamente emocionante el mensaje de su familia, afirmando que María es un ángel que se ha ido al cielo y asegurando que el año que ha vivido desde el accidente ha sido un regalo. Me parece un auténtico ejemplo por parte de unas personas de fe que con toda seguridad no han dejado de sufrir ni un ápice, porque saber aceptar la enfermedad y la muerte no ahorra dolor alguno.

No conozco a fondo la vida y el trabajo desarrollado en el automovilismo por María de Villota, tan sólo me voy a limitar a dejar constancia de mi homenaje personal a una mujer con una sonrisa y un talante aún más bonitos que su exterior. Descanse en paz.

11 de octubre de 2013

Desagravio a Gabriela


Ayer estuve comiendo con unos amigos en Zaragoza. La ciudad se encuentra desde el domingo en máxima actividad por las Fiestas del Pilar y en cualquier parte te encuentras aglomeraciones, bullicio, alegría, celebraciones y alguna que otra impertinencia. El restaurante, castizo y amplio, ubicado junto a la Plaza de Toros, algo que le dota de un especial tipismo y con más personal contratado que nunca estaba lleno hasta la bandera. El menú de fiestas era bueno y su precio relativamente razonable, lo regamos con vino del Somontano, que para eso veníamos la mayoría de Huesca y lo pasamos en grande. En el comedor, grande y ventilado -por suerte- se respiraban las euforias festivas de estos días, algo que casi siempre contagia ánimos y buen espíritu, pero que a veces, posiblemente cuando los años te han hecho perder capacidad de "follón", puede terminar siendo cargante.

Pero ayer me hizo sufrir un poco la situación de los pobres camareros y camareras a los que les tocaba el papel menos grato, porque no estaban allí ni para ponerse las botas ni para divertirse, sino para trabajar, imagino que muchos de ellos de modo ocasional, tal vez alguno en la única semana del año en que han podido escapar del paro. Evidentemente es su trabajo y cobran por ello, pero no deja de ser complicado pasarse de 13.30 a más de las 17.00 horas yendo de aquí para allá con platos a repartir, platos a retirar, montones de vajillas, cubiertos, botellas, postres y de más, presionados por la necesidad de no retrasarse, llegar a todos, aguantar quizá alguna impertinencia del encargado, la impaciencia de más de un cliente egoísta, los caprichos de otros, algún comentario estúpido o desabrido, alguna broma poco original y una tensión permanente que se mantiene a lo largo de una semana tan productiva como estresante.

A nosotros nos tocó una chica joven y bien parecida llamada Gabriela, con un acento que intuyo lejano a nuestras fronteras, a la cual me temo que terminamos agotando a base de dudas a la hora de elegir postres, líos a la de pedir los cafés y ciertos caprichos de última hora en forma de chupitos. Acabé pasándolo mal viendo como la pobre Gabriela andaba al borde de perder la paciencia ante la tozudez y actitud recalcitrante de alguno; al final la chica aguantó el chaparrón y me temo que observó con descanso nuestra marcha del establecimiento. Sirva este post de desagravio y homenaje a todas las "gabrielas" que tienen que hacer de tripas corazón en estas fiestas del Pilar y en todas las fiestas del mundo en las que el resto de ciudadanos corremos el riesgo de olvidar que hay quien termina agotado para prestarnos ese servicio que nos parece un derecho inalienable y a lo mejor no lo es tanto ... o cuando menos es equiparable al de las "gabrielas" al respeto debido y la comprensión absoluta.

10 de octubre de 2013

Ayer sentí pena


Activistas de Femen irrumpen en el Congreso al grito de 'aborto es sagrado'

"Tres mujeres con los pechos desnudos y pintados han interrumpido desde la tribuna de invitados la sesión de control al Gobierno en el Congreso. Las jóvenes, las tres de 21 años, presuntamente activistas de la organización Femen, han frenado en seco al ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, cuando empezaba a responder a la diputada de UPyD, Irene Lozano, gritando reiteradamente "aborto es sagrado"."

En otros tiempos una imagen como la vista ayer en el Congreso de los Diputados me hubiera producido enojo, la escena provocada por un trio de feministas radicales es tan lamentable como injustificable. Pero lo cierto es que el sentimiento ha sido sencillamente de pena, en la actuación de estas "señoritas" solo he visto odio, sinrazón y mero afán de provocar; no soy capaz de vislumbrar  actitud de defensa de derecho alguno, magnanimidad, altruismo ni sentimiento parecido.

Quien haya seguido con cierta regularidad este blog sabe cual es mi postura respecto al aborto, pero no voy a entrar ahora en debates profundos. La alteración del orden del Congreso por este motivo me parece un dislate, de la misma manera que nunca me han gustado nada determinadas formas de protestar contra el aborto, y bien que tal opinión me ha supuesto algún reproche de gente cercana. En cualquier caso, bien claro tengo que el aborto no es un derecho, que decir que es sagrado supone una aberración, que a veces pienso que en este país se ha esfumado, cuando menos para algunos, la palabra pluralismo y que las mujeres que algunas cadenas privadas que destilan sectarismo ponían ayer tarde como héroes no son más que unas pobres desgraciadas.

9 de octubre de 2013

El placer de leer



A través de la lectura uno aprende, se forma profesional y humanamente, adquiere cultura, se vuelve más espiritual y hasta mejora su forma de hablar y escribir; por eso leer es una costumbre sana y recomendable y resulta bien triste que el "Programa Internacional para la Evaluación de la Competencia de los Adultos" (PIACC) haya informado que España es el penúltimo de una lista de 23 países en, sólo por delante de Italia, en comprensión lectora. Algo hemos hecho mal para que ocurran estas cosas, porque el tema viene de lejos, mucho antes de que estallara la crisis que nos asola y parece que estamos más puestos en información deportiva, degustación de tapas y tele basura que en la lectura de libros.

Pero la lectura, al menos para mí, no es exclusivamente una fuente de formación y conocimientos. Evidentemente para andar preparado profesionalmente, ser ducho en historia, artes o ciencias o profundizar en temas relevantes es preciso seleccionar unos buenos textos y dedicar tiempo y esfuerzo a asimilarlos, pero leer libros ofrece además facetas distintas y menos utilitaristas: la simple posibilidad de disfrutar con lo que se lee. En ocasiones uno se tropieza con individuos que rechazan cualquier lectura que no reporte supuestos beneficios a la persona, aún recuerdo cierto sujeto que despreciaba cualquier novela con la que se topara bajo la acusación de lo que el llamaba "literatura efímera", o quien ponía la etiqueta de pérdida de tiempo a la costumbre de leer libros que, según sus entendederas, eran "intrascendentes". Ya no es sólo lo subjetivo que puede ser delimitar hasta donde llega la trascendencia de un libro, sino lo absurdo y, sobre todo, agotador que puede ser pretender rizar el rizo de la perfección hasta en el tiempo que uno encuentra para leer.

El hombre necesita descansar, dedicar algún tiempo a relajarse con actividades que le resten estress y preocupaciones; y muchos encontramos ese modo de sano y productivo relax sentándonos en un cómodo sillón -si es orejero, mejor- y, desplegando un libro que nos produzca deleite, sentirnos transportados a un séptimo cielo de placer, paz y tranquilidad. Evidentemente, cuanto mejor esté escrito, cuanto más nos enriquezca, ese placer de leer será más sólido y satisfactorio. Pero pienso que es bueno no poner puertas al campo, no pretender que la lectura de una novela, ensayo o poesía nos tenga que aportar necesariamente algo más que el simple placer de la lectura.

Recuerdo que mi etapa de opositor descansaba leyendo novelas de Agatha Christie, las clásicas que publicaba la editorial Molino, que tuve años después una época en la que vibraba con Pérez Reverté y que con los años me ha dado por la novela negra y policíaca, de la misma manera que hay quien disfruta con Shakespeare, quien es feliz desempolvando viejos novelones de autores que nunca morirán como Stendhal, Dickens, Dumas, Balzac o Galdós e incluso quien, como un vallisoletano que conocí hace unos años, no es capaz de coger otra cosa que Henry James. Y puestos a desvelar secretos, nuestro amigo Brunetti es feliz con ciertos autores americanos, muy especialmente el gran Auster, y con muchos franceses, y si la novela no pasa de las 150 páginas, mejor, mientras que a Tommy es un auténtico "polilector", pues gracias a él he descubierto las bondades de gente tan distinta como Donald Westlake, Jardiel Poncela o Julian Barnes, sin olvidar también a Auster, escritor que une los gustos de unos cuantos.

Y es que el placer de leer no se reduce al momento cumbre de poner cómodamente manos a la obra en un sillón, sino que la búsqueda de novedades, el hallazgo de libros de otros tiempos, la consulta de catálogos y suplementos, el cotilleo por las librerías -de "viejo" y de "nuevo"- o el mariposeo literario por internet también andan incluidos en el disfrute, incluso la contemplación de los lomos en los anaqueles, esa impaciencia por terminar el que estás leyendo para comenzar otro, el "puntazo" de comentar un nuevo descubrimiento literario a otro psicópata como tu. Hay que vivirlo para entenderlo.
 
 
 

8 de octubre de 2013

La promesa de un púgil

En los años 60 y 70 el boxeo era un deporte popular; aunque imagino que quien más quien menos se daba cuenta de los inconvenientes de entretener a la gente con dos tipos cruzándose guantazos, los combates se llenaban de espectadores, los grandes púgiles eran prácticamente unos ídolos de masas y la peleas más importantes se televisaban a toda España sin que el rigor con el que se te impedía ver según qué películas o programas alcanzara a este deporte. Los palacios de deportes, las plazas de toros, los polideportivos, ... se convertían determinadas noches en sedes de enfrentamientos entre una especie de gladiadores del siglo XX con calzón brillante y guantes almohadillados. Fueron los tiempos en los que el hispano-cubano José Legrá ganó en varias ocasiones el Mundial de los plumas para perderlo en seguida, donde vibramos con los tres míticos y polémicos combates entre Mando Ramos y Pedro Carrasco por el título mundial de los ligeros y en los que toda España contuvo el aliento con el artificial lanzamiento de José Manuel Ibar "Urtain" como sucesor del gran paulino Uzcudun en el trono nacional de los pesos pesados. Nombres como los citados, Fred Galiana, Miguel Velázquez, Domingo Barrera Corpas, Ben Alí, Juan Albornoz "Sombrita", el sordomudo José Hernández, Tony Ortiz, Dum Dum Pacheco, Bob Allotey o el zaragozano Perico Fernández tuvieron en su momento un predicamento equiparable al que puedan tener ahora Alberto Contador, Andrés Iniesta o Fernando Alonso, salvando si se quiere las distancias.

A principios de la década de los 70 se incorporó a la nómina de boxeadores con futuro un vizcaíno de aspecto rudo y serio llamado Agustín Senin; buscando en los pocos reductos que sobre el tema del boxeo hay en internet he descubierto que el mozo, como tantos otros, encontró en este deporte la forma de superar el ambiente pobre y duro en el que creció. Había nacido en 1946 en la popular calle de Las Cortes, en el barrio chino de Bilbao, conocido popularmente como "La Palanca". En un excelente blog sobre historia y deportes de un tal César Estornés he encontrado estos datos y otros que me han ayudado a conocer más a este personaje que en los primeros años 70 entró a formar parte de la nómina de deportistas que me llamaban la atención por conseguir títulos importantes para España. Quien quiera profundizar en los orígenes, vida e inicios profesionales de Agustín Senin tiene a su disposición un magnífico post en el blog citado:
http://memoriasclubdeportivodebilbao.blogspot.com.es/2011/01/senin-en-el-pesaje.html.

Pero el recuerdo relativo a Agustín Senín que me ha movido a convertirle en protagonista de esta entrada es la promesa que hizo el hombre en su día, una especie de voto que reflejó toda la prensa de la época y cuyo tenor quedó perfectamente vivo en mi memoria. Tras proclamarse campeón de España de los pesos gallos y hacerse indiscutible en dicho trono, el 10 de agosto de 1971 Senín tiene la gran oportunidad de su vida al poner esa fecha el título en juego el vigente campeón europeo de la categoría, el inglés Alan Rudkin, en la Plaza de Toros de Vista Alegre de Bilbao y haber sido designado el púgil vasco aspirante al mismo. Un par de semanas antes de celebrarse el combate Agustín Senín proclama públicamente estas sorprendentes palabras: "Si gano el título me cortaré el pelo e iré un mes a un convento. No es una chifladura, sino una promesa que me he hecho y cumpliré." Recuerdo que semejante declaración dio la vuelta a España y todos se hicieron eco de una decisión tan original. En aquella época yo era un ingenuo muchacho de 12 años e imagino que por no leer bien la noticia me quedé con la idea de que el hombre, de ganar, pensaba ingresar definitivamente en sede religiosa, quizá con la afianzada idea de que estas cosas eran para toda la vida. La cuestión es que él bilbaíno se impuso rotundamente al británico, con lo que hubo gran expectativa para saber si iba a cumplir lo prometido.

Senín era un hombre serio, y el ABC del 13 de agosto de 1971 dejaba constancia de que Agustín Senín había anunciado que ese mismo fin de semana se retiraría a un convento y que en tal sentido se iba a entrevistar con el padre prior; no he conseguido encontrar noticias relativas a la concreta entrada y salida del púgil en el convento ni al nombre y localización de éste. Ya se ve que el hombre tenía prisa por demostrar su honestidad, no sólo por la formalidad que eso suponía sino porque imagino que debería estar preparado cuanto antes para defender su título europeo, algo que hizo con éxito en dos ocasiones: por puntos frente al francés Guy Caudron en Barcelona y por retirada ante el italiano Antonio Sassarini en la localidad de La Spezia, en la región italiana de Liguria. Pero esto no quiere decir que Senin perdiera posteriormente el título, sino que, demostrando que además de cumplir sus promesas y ser alguien serio y discreto, era inteligente, supo retirarse a tiempo, cuando aún no estaba afectado por los golpes. El palmarés de Senín es espectacular: 43 combates, de los que ganó 42 y no perdió ninguno, pues su único "pinchazo" fue un combate nulo en Bilbao el 19 de abril de 1968 frente a un tal Manolín Alvarez. Semejantes números solamente están a la altura de grandes campeones como Rocky Marciano y el húngaro Laszlo Papp.

En la actualidad Agustín Senín, a quien llamaban "el tigre de Irala", regenta una peluquería de señoras en Bilbao, demostrando que es uno de esos pocos boxeadores que supieron colgar los guantes a su hora y prepararse una vida tranquila en el futuro.

6 de octubre de 2013

¿Qué será de los caóticos?

 
Ya he confesado varias veces que no soy un individuo metódico: de ingeniero no tengo ni la mentalidad. Y lo cierto es que no puedo buscar el consuelo a tamaña imperfección tratando de convertir en ventaja lo que no es sino una carencia notable: siempre digo que soy hombre de bastante pocas prestaciones. Hace ya mucho tiempo que me he resignado a tener la agenda de adorno, cada año me suelen regalar una de propaganda institucional que dejo encima de la mesa y tan sólo utilizo en algún arrebato de vergüenza y contrición que suele durar más bien poco. En una de esas sencillas carpetas de cartulina suelo dejar unos folios en blanco -de papel reciclado, por supuesto- donde dejo escritos los listados de asuntos pendientes, un sencillo método que me salva de retrasos e incumplimientos.

Los papeles, libros y objetos tienden a acumularse en cualquier mesa con la que tenga relación mínimamente íntima y solamente a base de esfuerzo consigo superar mi tendencia a la dispersión y el amontonamiento. Muchas veces he sentido envidia de los tipos pulcros y ordenaditos, algunos son tan correctos que no se les ve ni siquiera una arruga. Pero, ¡qué le vamos a hacer!, ya me gustaría tenerlo todo previsto, cada cosa en su sitio y un horario innegociable. Yo me apunté, debió de ser un destino fatal, a eso de vivir al día e intentar sobrevivir en medio del desmadre, entre montañas de papeles, objetos dispersados y documentos traspapelados. En cambio, uno tiene que soportar la presencia de gente que sabe siempre lo que tiene que hacer, que navega entre precisiones y perfecciones y que no pierde ni un minuto en las malditas improvisaciones.

¿Qué será de nosotros los caóticos, los que no hemos hecho del método nuestro dios mundano?. Recuerdo a una persona que cuando le conocí me dijo: "soy un maniático del orden" ... ¡madre mía y si lo era! ... y bastante insoportable también. Y es que las imperfecciones algo repartidas ya andan.

4 de octubre de 2013

Muere uno de los iconos del "spaguetti western"

 
 
El actor italiano Giulianno Gemma falleció el pasado 1 de octubre a los 75 años como consecuencia de un accidente de tráfico ocurrido en la localidad de Cerveteri, una pequeña ciudad ubicada en la provincia de Roma. Gemma se hizo famoso por sus trabajos en ese subgénero que tanto éxito tuvo en las décadas de los 60 y 70 que fue el spaguetti western, esas películas del oeste llenas de sencillez y con argumentos oxigenantes que debían su nombre al origen nacional de quienes las dirigían y producían y que se solían rodar en Cinecitá y Almería. El actor fallecido fue posiblemente, junto a Sergio leone el más significativo representante de este estilo, aunque no podamos olvidar a nombres como Terence Hill, Bruce Spencer, Elli Wallach, Lee Van Cleef, Peter Lee Lawrence o el español Fernando Sancho. "El País" nos cienta que Gemma trabajócomo 'stuntman' en "Cinecitá", gracias a lo cual se codeó con Charlton Heston en "Ben Hur" y John Barrymore en "Los cosacos".

A pesar de su presencia habitual en estos westerns "europeos", mi primer recuerdo de Giuliano Gemma se remonta a "El arquero de Sherwood", una versión de la historia de Robin Hood dirigida por Giorgio Ferroni en 1971 sin más pretensiones que divertir al los "cinéfilos" más jóvenes. Aunque Gemma tuvo un papel discreto en un film de la entidad de "El gatopardo" de Visconti, su éxito comenzó cuando interpretó a las órdenes de Duccio Tessari el papel de Ringo, un presidiario que se redime luchando contra unos forajidos, así protagonizó "Una pistola para Ringo" (1965), junto a los españoles Fernando Sancho, como siempre en el papel de villano, Antonio Casas y Nieves Navarro y "El retorno de Ringo" (1966), el ineludible "remake" con los mismos actores protagonistas;en ambas películas la música corrió a cargo del gran Ennio Morricone. El mismo 1966 se estrenó "Adiós gringo", esta vez a las órdenes de Giorgio Stegani. Otras películas parecidas fueron "Arizona Colt2 (1966), de Michele Lupo, "Los días de la ira" (1967), de Tonino Valerii, junto a Lee Van Cleef, "los largos días de la venganza" (1967) de Florestano Vancini, con Paco Rabal y Conrado Sanmartín en el cartel, "Wanted, no soy un asesino" (1967), de Giorgio Ferroni, con Teresa Gimpera y German Cobos, "El hombre del sur" (1967), también de Giorgio Ferroni y "Vivos o preferiblemente muertos" (1969), de Duccio Tessari, compartiendo protagonismo con Sidney Rome, una guapa americana a quien se relacionó años después con Julio Iglesias y el campeón mundial de los pesos medios Nino Benvenutti. En 1968 protagonizó una película ambientada en el siglo XX con la mismísima Rita Hayworth de compañera de cartel.

En los años 70 comenzó con "La muerte de un presidente" (1970), de Tonino Valerii, con Fernando Rey en el reparto, "Ben y Charlie" (1972) de Michele Lupo, compartiendo cartel con un icono del cine italiano de la época, Marisa Mell, "También los ángeles comen judías" (1973), de Enzo Barboni, convertido en un clásico por la presencia de Bud Spencer, "El blanco, el amarillo y el negro" (1975), de Sergio Corbucci y junto a un malo típico como Eli Wallach, "Safari Express" (1976), de Duccio tessari, con una guapa chica Bond del momento: Ursula Andress y un secundario de lujo: Jack Palance, "El desierto de los tártaros" (1976), deValerio Zurlini, con dos "españoles", Fernando Rey y Paco Rabal y dos excelentes actores en papeles secundarios, Jean Louis Trintignan y Max Von Sydow, "California" (1977), de Michele Lupu, en cuyo reparto llaman la atención Miguel Bosé y Paola Dominguín, "La fuerza del silencio" (1977), de Pasquale Squitieri, nada menos que con Claudia Cardinale y " Los jóvenes leones" (1978), una película de guerra dirigida por Umberto Lenzi y con cartel llamativo: Helmut Berger, Samantha Eggar, Giuliano Gemma, John Huston, Henry Fonda, ...

Los años 80 suponen un cambio de tendencia, con películas que se van alejando del estilo anterior: "Operation Leopard" (1980), de Raoul Coutard, "Un uomo in ginocchio" (1979), de Damiano Damiani, "Pájaros de ciudad" (1983), de José María Sánchez Álvaro, una producción española con José Luis López Vázquez y Assumpta Serna, "Círculo de pasiones" (1983), de Claude D'Anna, junto a Max von Sydow y Assumpta Serna, "La amante de Mussolini" (1984), de Pasquale Squitieri, junto a Claudia Cardinale, "Esperamos que sea mujer" (1986), de Mario Monicelli y junto a Liv Ullmann y Catherine Deneuve, "Al acecho", (1988), de Gerardo Herrero, junto a Amparo Muñoz. A partir de ahí proliferan sus intervenciones en series de televisión, con breves apariciones en películas como "un uomo perbene" (1999), de Mauricio Zaccaro, "Juana la Loca" (2001), de Vicente Aranda y "En busca de la tumba de Cristo" (2006), de Giulio Bassi, sin olvidar la serie de la televisión americana sobre Juan pablo II que dirigió John Kent Harrison y en la que compartió cartel con viejos "rockeros" como John Voight, Cristopher Lee y Ben Gazzara.

Nos cuentan que junto al cine su gran pasión fu la escultura, que estaba casado y tenía dos hijos y que era un hombre amable y simpatiquísimo. Descanse en paz.

3 de octubre de 2013

Golpeando donde más duele



Explota un artefacto bajo el órgano de la Basílica del Pilar sin causar heridos
 
"Un pequeño artefacto explosivo ha explosionado sobre las 13.50 en la zona central de la basílica del Pilar de Zaragoza sin causar heridos ni daños personales. Tan sólo algunos daños materiales, informan fuentes policiales. En el momento de la explosión la basílica se encontraba abierta al público."
 
A veces piensas que la insensatez humana tiene un límite, pero queda claro que no es así. Afortunadamente la bomba que ayer explotó en El Pilar era de fabricación casera, rudimentaria y quiero pensar que colocada sin el ánimo de hacer daño a las personas. Pero lo dicho no me sirve ni como disculpa ni como atenuante; tras el acto que ayer hirió con crudeza el corazón de los zaragozanos, los aragoneses ... y de todos, veo odio, insensibilidad, ganas de hacer daño y total ausencia de conciencia.
 
Quede aquí mi devoción, mi afecto y mi desagravio a la Virgen del Pilar, que ahora que se acerca su fiesta este hecho lamentable sea impulso para aumentar, si cabe, nuestra pasión pilarista, la de todos los hombres y mujeres de buena fe ... que somos casi todos.
 
 

1 de octubre de 2013

Libros de principio de curso


Durante el mes de septiembre he leído menos relatos policíacos que nunca, no podría asegurar si en mis hábitos lectores hay un cambio de tendencias o simplemente se trata de una circunstancia puntual. Algunos de los siete libros terminados ya los había comenzado a leer el mes pasado, pero ya se sabe que hasta que no concluyo la última página no los incorporo a un post. En esta ocasión puedo hablar de dos novelas verdaderamente magníficas, bien distintas por cierto: "El rector de Justin" y "Tu rostro será el último", junto a un testimonio impactante de los totalitarismos que arrasaron Europa el siglo pasado, otras dos novelas también recomendables, aunque esperaba más de "La sonrisa etrusca" -ya se sabe que el escuchar grandes loas de un libro tiene el peligro de que le exijas demasiado- y dos relatos de intriga diferentes: uno de pura evasión, como es habitual en Brian Feeman y otro con más pretensiones, una novela de Rosa Ribas con las novedades de que prescinde de Cornelia Weber Tejedor y escribe el libro a medias con otra autora.

El pasado mes de abril falleció José Luis Sampedro, un hombre de cuyos libros me habían hablado maravillas; me hubiera gustado hacer un post en su recuerdo, pero no habiendo leído nada suyo no acabé de decidirme y con el paso de los días consideré que el mejor homenaje podía ser leer de una vez algo escrito por él: opté por "La sonrisa etrusca", novela que junto a "El río que nos lleva" fue la que más alabanzas obtuvo por parte de aquéllos a quienes pregunté. Como muchos sabrán el libro nos cuenta los últimos meses de vida de un viejo campesino calabrés que, enfermo de cáncer, acude a Milán para vivir con su hijo; el encuentro del hombre con su nieto de pocos meses crea una relación deliciosa de cariño que contrasta con la total falta de "feeling" entre Salvatore Roncone -así se llama- y el estilo de vida de la gran ciudad. El libro está maravillosamente escrito y la historia que narra es sugerente y bonita, amen del indudable mensaje que lleva incorporado, pues en cierta manera no deja de ser una fábula moderna. No obstante, pienso que en algún momento el tono del relato termina siendo algo empalagoso, con toques algo cursilones, sin olvidar cierto maniqueísmo propio de escritores de claro compromiso ideológico, por mucho que no sea propiamente político. En cualquier caso, alta calidad literaria sin duda.

Ya es sabida mi confianza en la calidad de lo que publica "Libros del Asteroide"; de esta editorial es "Bajo una estrella cruel", de la escritora checa Heda Margolius Kovaly, fallecida en 2010 a los 91 años. No se trata de una novela, sino de un dramático y estremecedor testimonio sobre la vida de esta mujer, de origen judío y que durante la 2ª Guerra Mundial y durante la dominación nazi de su país fue deportada primero al guettho judío de la localidad polaca de Lodz y posteriormente al campo de concentración de Austwitz, donde falleció toda su familia y del que pudo huir heroica y milagrosamente. Tras regresar a su país y casarse con Rudolph Margolius, ambos ingresaron en el partido comunista, sufriendo las represalias y purgas stalinianas, pues Rudolph fue injustamente acusado de traición y ejecutado y ella proscrita. Una historia tremenda relatada en primera persona por su protagonista y que refleja el terror que se impuso en lo que entonces era Checoslovaquia, primero por los nazis y posteriormente por los comunistas. La redacción es simplemente aceptable, sin excesivos lujos ni literarios ni históricos, pero de un realismo y una carga sensible llamativos. En la editorial referida hay unos cuantos testimonios similares que habrá que ir leyendo poco a poco. De momento, éste cumple sobradamente las expectativas.

Tengo a Rosa Ribas por una de las mejores autoras españolas de novela policíaca; me gustaron mucho los dos libros que han pasado por mis manos de la trilogía protagonizada por la inspectora germano-española Cornelia Tejedor Weber así como esa curiosa novelita titulada "La detective miope". Este año Ribas, en unión de Sabine Hofmann, ha publicado "Don de lenguas", un relato que ha gozado de buena difusión y que ha supuesto la incorporación de la autora a "Siruela", una editorial puntera en el género y que suele garantizar mínima calidad. Con esta novela Ribas y Hofmann trasladan la acción a la Barcelona de comienzos de los años 50, con la perspectiva del "Congreso Eucarístico Internacional" y en plena efervescencia de la España franquista y de posguerra. Todos hablaban bien del libro y puedo confirmar que está bien escrito, que la intriga aparece perfectamente elaborada y que hay unos personajes de carne y hueso. Una novela policíaca, además de bien escrita, te tiene que "coger", y sin duda ésta lo consigue, con lo que queda constancia de que quien esto escribe considera que vale la pena, que el libro es recomendable. Eso sí, también quiero poner de reflejo que, desde mi punto de vista, el final no es satisfactorio, porque pienso que deja cabos sueltos y éticamente no me convence, de la misma manera que entiendo que las autoras han recurrido excesivamente a los tópicos y a las generalizaciones a la hora de delimitar "buenos y malos". Tras redactar este breve comentario, un lector del género del que me fío opina exactamente lo contrario que yo, que el final es mejor que el desarrollo ... constancia queda.

Hacía ya tiempo que descansaba en la sala de espera de mis libros "El rector de Justin", la novela más valorada del norteamericano Louis Auchincloss, un escritor caracterizado por su maestría para escribir sobre las grandes familias y clases dominantes de Nueva York y Nueva Inglaterra. En concreto, esta novela nos disecciona con arte superior la vida de Francis Prescott, un hombre forjado en la dureza de la gran guerra que dedicó su vida a St. Justin Martyr, un colegio de élite ubicado en Nueva Inglaterra que fundó y dirigió a lo largo de muchos años, aunque habrá que decir desde el principio que estamos ante un personaje de ficción, por mucho que muestre características de tantos que desempeñaron su misma función en la vida real. El libro es magnífico, uno de esos relatos que además de estar muy bien escritos son profundos, te hacen pensar y con los que disfrutas leyendo. La historia de Prescott nos la cuenta Auchincloss a partir del relato de un joven profesor que llega al college cuando su rector está ya cerca de la jubilación y a partir de ahí, sin un orden cronológico que tampoco se echa en falta, la vida del rector se completa con relatos de diversas personas que le conocieron, desde un amigo de la infancia hasta el abogado del colegio, pasando por su hija y diversos alumnos con los que mantuvo relaciones bien diferentes. Esta forma de narrar nos permite descubrir los claroscuros de Frank Prescott, alejándolo de esos personajes perfectos a la vez que consigue que mantengamos la admiración por alguien que dedicó su vida a la enseñanza. Es destacable la magnífica visión que ofrece el escritor de la mentalidad puritana norteamericana de la época -oscila entre finales del siglo XIX y los finales de la II Guerra Mundial-, pues los protagonistas son de religión episcopaliana. Un libro que deja huella, de esos que con los años a uno le gusta volver a leer y que, sin que haya en absoluto un argumento que intrigue, se lee sin perder en ningún momento el interés: no pasa nada en especial pero todo lo que pone es ameno. Y el final, magnífico, me pareció lleno de un deseable sentido positivo y optimista de la vida.

Paralelamente al anterior, he estado leyendo "La señora Parkington", una novela de Louis Bromfield de la que en los años 40 Tay Garnett hizo una exitosa adaptación cinematográfica que protagonizaron Greer Garson y Walter Pidgeon. Fue un libro que al ver su contraportada y alguna crítica de esas que dan confianza me entró por los ojos, y la verdad es que su lectura ha valido la pena. Al tratarse de un relato ambientado en USA y en época cercana a la de "El rector de Justin" no puedo evitar compararlos y opinar que literariamente me ha parecido superior el de Auchincloss, si bien el libro de Bromfield tiene la ventaja de la amenidad. La novela está centrada en el personaje que le da título, el de Susie Parkington, una mujer verdaderamente excepcional, alguien con unos orígenes muy humildes que tras casarse con un ambicioso "buscavidas" con éxito sabe estar a la altura de las circunstancias de principio a fin. La citada protagonista, ya viuda y con 84 años, nos ofrece una cruda y acertada descripción de su familia, su ambiente y sus circunstancias que consigue que no pierdas el interés en ningún momento. La narración va y viene en capítulos diferentes del presente al pasado del personaje principal y a la vez nos va mostrando al amplio resto de protagonistas, que también están muy conseguidos. Todos los que aparecen en la novela, muy especialmente la señora Parkington, no son personajes de cartón piedra, sino realmente de carne y hueso. Se agradece, además, la total ausencia de maniqueísmo, estamos ante una mujer de una categoría humana especial, que se casó con un sinvergüenza, a pesar de lo cual ella sabe perdonar, descubrir los valores ocultos de éste y tratar de ayudar independientemente de gustos y querencias personales. Se trata de un libro con contenido, de esos que hacen pensar y no se limitan a contar historias.

Brian Freeman es sin duda uno de los más prolíficos y llamativos representantes entre los autores del thriller de misterio norteamericano; ya leí en su día, y así lo reflejé aquí, las dos primeras novelas protagonizadas por el atormentado policía Jonny Stride, "Inmoral" y "Venganza"; para dar título a la tercera Freeman también ha optado por utilizar una única palabra: "Acosada". Y esta tercera entrega confirma lo que ya apuntaban las anteriores: acción continua, lectura entretenida, desenlace con giros inesperados y bastante crudeza. En una crítica que leí al comenzar mi lectura, quien la hacía afirmaba que se trataba de ese tipo de libros cuyo tema olvidas a las pocas semanas de terminarlos, lo que no voy a negar que es cierto, pero esto no le quita a su autor la virtud de escribir novelas entretenidas que cumplen a la perfección la misión de solventar esos momentos en los que uno necesita evasión. Eso sí, con relación a las dos anteriores novelas de Stride, ésta me ha parecido que complica en exceso la trama, tanto que el algún momento no me he aclarado del todo y que la temática concreta de "Acosada" convierte la novela en una lectura con momentos sórdidos, tal vez excesiva en algún contenido y por eso mismo no apta para sensibilidades afinadas.

Terminé leyendo "Tu rostro será el último" casi por casualidad; había leído hace meses una buena crítica sobre el libro, pero fue rebuscando en el internet del móvil mientras curioseaba por la "Casa del Libro" de Zaragoza cuando me entró la venada de hacerme con esta novela galardonada en Portugal y escrita por Joao Ricardo Pedro, un ingeniero luso que al caer en el paro decidió dirigir sus pasos por el mundo de la literatura. Es un relato breve -poco más de 200 páginas- y narra la historia de tres generaciones de una familia portuguesa a lo largo del siglo XX, la familia Mendes, con el abuelo, un médico de clase acomodada que decidió instalarse en una villa miserable para ejercer su profesión, el padre, Antonio, un hombre marcado por la guerra en Angola y el nieto, Duarte, un virtuoso del piano, junto a ellos van pasando una amplia muestra de personajes de lo más variado, llenos de humanidad y viveza. Se trata de un auténtico mosaico de sucesos, relatados sin orden cronológico alguno pero que van encajando formidablemente. Un libro que nos habla fundamentalmente de Portugal, de la peculiar idiosincrasia de sus gentes, lleno de poesía, auténticamente entrañable, a la vez que originalmente escrito. Van pasando sucesos históricos como la revolución de los claveles de abril de 1974, las guerras coloniales y, por encima de todo, los rincones más profundos y singulares de Portugal. Un libro distinto, que interesa, emociona y deja huella.