29 de septiembre de 2013

Messi ovacionado



Messi llega a declarar como un héroe

Es ovacionado a la entrada de los juzgados, donde ha de explicarse por un presunto fraude fiscal

Decenas de vecinos de Gavà y aficionados del FC Barcelona han ovacionado Messi en su llegada a los Juzgados de Gavà (Barcelona) para declarar como imputado ante el titular del Juzgado de Instrucción 3 por un presunto fraude fiscal en los derechos de imagen que percibió de 2006 a 2009.

Que Lionel Messi es un jugador impresionante nadie lo duda, es más tampoco encontraremos grandes discrepancias tras afirmar que hace años que es el mejor del mundo y que en la historia del fútbol pocos se han acercado a sus cualidades, tal vez Di Estéfano, Pelé, Johan Cruyff y Diego Armando Maradona; cuando el argentino coge la pelota a quien lo está viendo le entra la sensación de que ya hay medio gol, por mucho que aún esté lejos del área, que su posición ande descolocada o que a su alrededor "pululen" un número notable de jugadores rivales. Pero tanta virtud futbolística no exime a Messi de la obligación de cumplir estrictamente sus obligaciones con Hacienda, algo que no hizo en su día. El ídolo argentino defraudó a la Hacienda española una cantidad muy importante, y en concreto fue acusado de incurrir en delito fiscal en los ejercicios fiscales 2006, 2007, 2008 y 2009, algo que dice bien poco del futbolista o, en todo caso, de quien le asesora y gestiona los abundantes millones que gana con su excelente trabajo futbolístico.

A pesar de tan poco ejemplar conducta, el atacante azulgrana entró en los Juzgados de Gavá en olor de multitud, siendo ovacionado y vitoreado por un buen número de forofos y admiradores que se congregaron en torno al edificio judicial; cuentan las crónicas que a Messi se le gritó "President, president" -¡quien sabe si lo llegaría a hacer mejor que Artur Mas!- y que el tipo casi tuvo que saludar. Al parecer alguien le llamó "ladrón", lo que hace sospechar que se tratara de un infiltrado madridista o del Español. Si Messi fuera un político, alguien próximo a la familia real, un literato o un cantante folclórico, lo más probable es que hubiera recibido todo tipo de improperios, algún empujón y hasta intentos de agresión, pero ya se ve que con el fútbol hemos topado. Andamos en tiempos en los que el personal anda crispado por la poco ejemplar conducta de corruptos, tramposos y venales, pero si quien utiliza arteros engaños para incumplir sus obligaciones tributarias es capaz de hacer maravillas con la pelotita se le concede, por lo visto, una bula.

27 de septiembre de 2013

¿Son los árbitros recíprocamente malos?



No se si el título de la entrada de hoy es gramaticalmente correcto, pero tras ver un amplio resumen del partido jugado en el Martínez Valero la noche del pasado miércoles entre el Elche y el Real Madrid vuelve a convertirse en tema recurrente el de los arbitrajes cuando uno de los equipos en liza es el que preside D. Florentino. La forma en la que el "engominado" Muñiz Fernández perdona la expulsión a esa mezcla de defensa imperial y personaje atolondrado que es Sergio Ramos y, sobre todo, el inexistente penalty pitado contra los de casa en el minuto 96 no son más que argumentos a favor de quienes piensan que los árbitros no tratan igual a todos los equipos; me gustaría saber porqué merengues y blaugranas son reiteradamente favorecidos por las decisiones arbitrales. La prensa de Madrid, que con frecuencia parece tener una dura disyuntiva entre defender a los suyos e intentar ser objetiva, suele asegurar que el problema es que los árbitros son hoy en día muy malos, pero tengo muchas dudas de que esa incompetencia perjudique de manera igual a grandes y débiles; o dicho de otra manera, que dudo mucho que si los forcejeos, habituales en un corner, ocurridos en el área ilicitana cuando pasaban seis minutos del tiempo reglamentario -¿a que estaba esperando Muñiz para pitar el final?- se hubieran producido en la de los merengues, la decisión del de negro hubiera sido la misma.

Me pongo en la piel de los jugadores, técnicos y aficionados ilicitanos, que vieron como un punto conseguido tras luchar como leones, estar a la altura de un equipo en el que muchos de sus jugadores han costado ellos solos mucho más que toda la plantilla franjiverde y doblar en coraje, entrega y tensión a sus rivales, volaba por una decisión caprichosa, arbitraria e injusta. Decisiones arbitrales aparte, el encuentro demostró dos cosas: que los blancos están muy lejos de rendir lo que se les debe exigir, que por ahora, como tantas veces, han hecho más ruido en los medios y en los alrededores de estadios y salas de prensa que en el césped, y que el Elche es un equipo bien trabajado, con jugadores capaces de salir adelante en una Liga tan igualada, excepción hecha de los equipos de siempre, como la nuestra. He de confesar que desconozco cómo juegan más de la mitad de los jugadores que ayer saltaron al campo ilicitano, pero me gustan nombres como el veterano Coro, el ex-sevillista Manu del Moral, un futbolista de escuela y sus centrocampistas Rubén Pérez y Javi Marquez, dos jugadores con categoría que aún no han explotado pero que con partidos pueden conformar una media de nivel.

Y al hablar del equipo alicantino, no puedo evitar recordar aquel Elche que en mis años infantiles peleaba con cierta jerarquía por la primera división española, con jugadores de la talla de Vavá, Lezcano, Lico, Ballester, Canós, Pazos, sin olvidar a un Marcial que comenzó a brillar con la camiseta ilicitana y otros hombres míticos como el central Iborra y el líbero Llompart. Unos años después, tras un breve paso por segunda, el Elche volvió a coger fuerzas con un conjunto en el que a las órdenes de Roque Olsen brillaban un puñado de sudamericanos muy bien escogidos como Gómez Voglino, Rubén Cano, Montero, Trobianni y Finarolli. Ahora el Elche está de nuevo entre los grandes, y esperemos que atracos como el de esta semana no minen su moral y consigan crecer en la clasificación, porque en el juego ya están mostrando un buen nivel.

26 de septiembre de 2013

En busca de la resiliencia perdida



Cada vez estoy más convencido de que ando oxidado en bastantes cuestiones; por ejemplo ayer escuché hablar de la resiliencia, un término que me sonaba a nuevo, aunque a la vista de mi tendencia al despiste y la dispersión me temo que no debe de ser la primera vez que alguien lo menciona en mi presencia y hasta ahora no he sido capaz de asimilar su concepto. En términos de psicología se define la resiliencia como "la capacidad para afrontar la adversidad y lograr adaptarse bien ante las tragedias, los traumas, las amenazas o el estrés severo", aunque por lo que me han explicado cabe incluir también en la definición la capacidad para superar las simples contrariedades, y por lo visto es cualidad que conviene educar en la infancia, para que así los niños crezcan "resilientes", es decir, capaces de salir adelante en este mundo de "demonios" interiores y exteriores.

Sospecho que ni fui un niño resiliente ni tengo excesivamente desarrollada esta capacidad a mis 54 años, y bien claro tengo que esto no es precisamente una virtud. Me vienen a la cabeza unos cuantos sujetos a los que conocí con 15 o 16 años y que a la vista de sus modos de actuar, pensar y hablar, uno terminaba teniendo la impresión -o quizá es conclusión a la que he llegado con el paso del tiempo- que debieron de nacer maduros, que son gente que siempre han pisado firme, que desde adolescentes han mostrado una seguridad aplastante, a veces casi insultante, personas con las que corres el peligro de que se acentúe ese complejo que quienes hemos vivido nuestros primeros años con la posiblemente justificada etiqueta de "blandos" y "raros" solemos llevar sobre la espalda. Claro, que bien es cierto que de vez en cuando te llevas alguna sorpresa que otra y puede suceder que el paso de los años termine demostrando que tras una fachada impasible se esconde más de una debilidad. Ya no se si la "resiliencia" puede debilitarse y hasta fracturarse, o si lo que ocurre es que hay quien se ha defendido con una resilencia aparente o "putativa", que de todo puede haber.

A mí durante una temporada hubo quien me puso el "sambenito" de inmaduro e imagino que sus razones tendría, pero siempre agradeceré a un personaje, fallecido hace unos años, que un buen día me dijo que dejara de preocuparme de mis "madureces", que la gente nos tiene que querer como somos, algo que evidentemente no excluye la necesidad de intentar ser mejores, pero que conforme pasan los años y, cuando no madurez ni resiliencia, uno va adquiriendo cierta "pachorra" que tampoco tiene que ser mala, arraiga en tu interior la idea de que para superar las adversidades y las espinas del camino tal vez no hagan falta grandes teorías, y que ya sirven la propia experiencia, la ayuda y comprensión de los que te quieren y, en el peor de los casos, ahí está la ayuda de Dios, que dudo que se pare a pensar si quien anda necesitado es o no "resiliente".
 
 

25 de septiembre de 2013

La operación del Rey



Ayer fue operado Su Majestad el Rey en la Clínica Quirón de Madrid; parece que la cosa fue bien y todos deberíamos alegrarnos: se trata del Jefe del Estado y es una señal de bonhomía celebrar que cualquier persona mejore en su salud. No corren tiempos buenos para la Monarquía y hace ya bastante que se ha reducido mucho ese apoyo generalizado a la institución que comenzó con los inicios de la transición, siguió con el desenlace del 23 de febrero y se consolidó con esas bodas de las infantas que no han acabado bien; esa especie de tabú se ha roto y se puede decir que está abierto el debate en torno a la forma de nuestro Estado, de la misma manera que se hallan en tela de juicio determinados comportamientos de la familia y del entorno del Monarca, sin excluir incluso algunas de sus propias actuaciones. Tal vez por esto mismo una operación que no debería traer discusiones ni polémicas ha sido cuestionada desde diversos puntos de vista: una periodista preguntó en rueda de prensa quién financiaba la intervención y no ha faltado quien ha pretendido sacar rédito político al asunto proponiendo que el soberano se acudiera a un hospital público, algún líder con respeto y cierta discreción, algún otro con las inclinaciones populistas y demagógicas que le caracterizan. Pienso que semejantes propuestas no son más que lo que en Aragón llamamos "ganicas de enredar", pues como muchos han puesto de relieve, lo más seguro hubiera sido que de acudir a la Seguridad Social el hombre sería entonces acusado de entorpecer el normal funcionamiento del hospital de que se tratara. Yo pienso sinceramente que si de operar a la primera autoridad del estado se trata, lo que hay que hacer es buscar la mejor opción posible, y no escatimar, dentro de lo razonable, nada en ello. Si el Rey ha cometido errores graves, habrá que exigirle responsabilidades, si se considera que la Monarquía no ha cubierto expectativas, lo normal es que se planteen alternativas, pero pienso que cuestionar según qué cosas es sacar los pies del tiesto, que suena a farisaico cualquier escándalo por las circunstancias del pase de su Majestad por el quirófano.

Por lo visto el grado de popularidad de los Reyes ha bajado notablemente; aún recuerdo una visita a Antequera el año 1998 que me pilló por esas tierras: las calles rebosaban fervor y apoyo indiscutible. Ahora ya no es así; y a un descenso de conexión popular que hay hechos objetivos que lo pueden justificar cabe añadir el imperio de las redes sociales, donde se han publicado auténticas barbaridades, donde algunos, frecuentemente desde un cómodo anonimato, han sacado bilis, destilado odio y expulsado malos sentimientos. También he leído frases llenas de banalidad o inelegancia como desearle que vaya a un hospital público y se ponga en lista de espera. Vamos a desear que el Rey se reponga y luego ya tocará cuestionar todo lo cuestionable.

23 de septiembre de 2013

Dicen que la ternura está en los ojos del que mira ...



El Diccionario de la Academia de la Lengua Española define la ternura como "Cualidad de la persona que muestra fácilmente sus sentimientos, especialmente de afecto, dulzura y simpatía"; en algún otro lugar la consideran equiparable a términos como "cariño, amor, amabilidad y afecto". Imagino que existirán consideraciones más profundas al respecto, y que filósofos, psicólogos, antropólogos y más de un humanista o asceta nos podrían hablar largo y tendido sobre esta cualidad humana. Yo tan solo pretendo quedarme en la superficie, con el riesgo de no abarcarlo todo, de perderme en lo accidental o de dar pie a la crítica de algún que otro rigorista de esos que corren por el mundo.

La ternura es una forma de exteriorizar el cariño, el afecto que profesamos a una persona; posiblemente sea la ternura de una madre el ejemplo más significativo, aunque también cabe hablar de ternura en todo enamoramiento, incluso cuando es ocasional, como la hay en una relación de amistad, fraternidad o simple camaradería ... por mucho que, como es lógico, la intensidad y las formas de manifestarse no sean todas iguales. He escuchado en algunas ocasiones y en algunos foros hablar de modo preventivo acerca de la sensibilidad, de los excesos en los sentimientos; sus razones tendrán las cabezas pensantes que aconsejan prudencia, pero igual de nocivas pueden ser la frialdad, las actitudes "asépticas", las formas distantes, esos modos de hacer que quitan humanidad a cualquier relación o actividad.

En ocasiones la ternura es un sentimiento que nos viene de fuera, cuando nuestro corazón se conmueve ante algo que observamos en el exterior, en lo que hacen otras personas, y así nos produce un"endulzamiento interior" un niño jugando, dos novios "entontecidos", un encuentro, la despedida de dos personas en una estación, una película "pastelona", una noticia ubicada en el apartado de cosas irrelevantes del telediario o una reunión de viejos compañeros de colegio. Y también la ternura puede venir de los recuerdos, del pensamiento en quienes hace tiempo que faltan, del regreso a lugares que en su día tuvieron que ver con nuestra historia personal ... quien no ha sentido un cosquilleo cercano a la lágrima al volver al lugar de veraneo de nuestra infancia, a los exteriores del cuartel donde hicimos la mili, al colegio, al bar, cine o auditorio donde conocimos a alguien especial, ...

Posiblemente, la ternura sea también una necesidad, porque si bien es cierto que en esta vida estamos para dar, para ofrecer a los demás nuestro afecto y nuestras capacidades, también necesitamos cariño, una necesidad que en temporadas concretas puede llegar a ser incluso imperiosa. A veces uno se cruza con personajes altivos, fríos, impasibles, ... y muchas veces no es más que una fachada, una forma de ser que se mejora recibiendo eso: ternura. Termino con el principio: es cierto que la ternura está en los ojos de quien mira, pero también está en su alma.

 

20 de septiembre de 2013

Esa imagen de cada mañana



Hay una imagen que produce en mí diversas sensaciones, la de los niños caminando por la acera cada mañana acompañados de sus padres camino del colegio: mochilas arrastradas, ojos somnolientos, miradas entre ilusionadas y expectantes; en mi interior asoma la nostalgia, el recuerdo de esos años ya tan lejanos pero que, curiosamente, permanecen vivos y recientes en el corazón, cuando caminaba de la mano de mi madre hasta el Colegio de "La Enseñanza" de la calle Bilbao, viven en mi retina la panadería de la calle Canfranc, el semáforo de la Puerta del Carmen y las caras de mis compañeros al paso de las hojas que caen en octubre, el cierzo del invierno, y los primeros calores de mayo. Y con la nostalgia también llegan, íntimamente unidas, la ternura y la añoranza de quienes se quedaron en el camino. Ver a los niños más pequeños acudir a dar sus primeros pasos escolares es una imagen que endulza los sinsabores de cada día, que en los tiempos que corren ya no suelen ser pocos. Junto a la actitud más o menos cansina y tensa de los adultos, en ellos se combinan las miradas ilusionadas, la ingenuidad propia de la infancia y ese vivir al día, sin miedos ni expectativas de futuro que tal vez deberíamos imitar los mayores.

Pero hay veces en las que ante esta imagen tierna y evocadora, deberíamos pararnos un momento a pensar, poner en marcha nuestra capacidad, a veces anquilosada, de reflexión y pensar si estos pequeños hombres y mujeres que son auténticas promesas de inquietudes y grandezas, se merecen lo que les estamos dejando ... ¿qué mundo se van a encontrar?, ¿qué perspectivas de futuro tienen ante sí?, ¿nos encontramos en condiciones de asegurarles que podrán hacer realidad sus ilusiones y esperanzas?. La imagen que hoy es entrañable, puede quedar empañada si pensamos en el futuro; unos niños que normalmente viven en un mundo que tiende a la idealización y que excluye preocupaciones futuras, se enfrentan a un mundo con perspectivas inciertas y hasta oscuras. Posiblemente sea hora de recapacitar y que la imagen dulce de ahora nos mueva al compromiso para conseguir que no se estropee, que no cambien las risas en muecas.

19 de septiembre de 2013

Luto en la música italiana



El pasado 11 de septiembre falleció en Roma a los 79 años el cantante Jimmy Fontana; para muchos no deja de ser un nombre más, pero quienes siguieron, aunque como en mi caso fuera con ojos y oídos infantiles e ingenuos, el panorama musical de mediados los 60, saben con toda seguridad que Fontana fue quien cantaba "Il Mondo", una de esas canciones que se escuchaban a todas horas en aquellos tiempos de guateques, "pick up", jóvenes con corbata y jovencitas que incoaban la minifalda. Si mi memoria no me falla, "Il Mondo" competía el verano de 1965 con temas como "Capri c'est fini" del francés Hervé Vilard y "Venecia sin ti", un tema mucho más profundo, de Charles Aznavour, mientras que por estos lares se escuchaba el "Borracho" de Los Brincos y "La escoba" de Los Sirex.

Cuando un famoso fallece te enteras de cosas que ignorabas, y en este caso he averiguado que lo de Jimmy Fontana no era más que un nombre "de guerra", pues el cantante se llamaba en realidad Enrico Sbriccoli, y su apelativo tenía fundamento en su admiración por el saxofonista Jimmy Giuffre -Sbriccoli había comenzado como contrabajista de jazz-, mientras que cuentan que lo de Fontana vino de una operación tan sencilla como abrir la guía telefónica al azar. Jimmy Fontana lucía unas gafas de concha oscura y no era un hombre de especial sofisticación, de hecho estaba casado, tenía cuatro hijos y había estudiado contabilidad, realidades no sólo respetables, sino admirables, pero poco habituales en la gente de la farándula.

"Il Mondo" tuvo un éxito arrollador por toda Europa y América, y había sido escrita por Gianni Meccia, Carlo Pes y Ennio Morricone; antes de ello había cantado ya en San Remo (1961) y había tenido ya cierto éxito con temas como 'Diavolo che' (1959) y 'Non te ne andare' (1963). Se puede decir que "Il Mondo" fue su primer y ´´unico éxito arrollador, aunque no podamos olvidar que fue el autor de una canción tan bonita como "Che Sará", el tema que por los 70 hizo internacional el gran José Feliciano, obteniendo el segundo puesto en San Remo-71. 'La nostra favola', 'A te' y 'L'amore non è bello' son otros temas de cierto relieve del currículum de Fontana.

Jimmy Fontana, aún con un repertorio no muy amplio, fue sin duda uno de los grandes de una +epoca también grande de la música italiana, unos tiempos donde brillaban Doménico Modugno, Sergio Endrigo, Ornella Vanoni, Bobby Solo, Milva, Pino Donaggio y en la que comenzaban a aparecer otros como Gigliola Cinquetti, Nicola di Bari e Iva Zannichi. Descanse en paz.

18 de septiembre de 2013

Tender la mano



Desde hace ya bastantes meses, cuando voy a trabajar vengo observando que en torno a la confluencia de la calle Menéndez Pidal con la Plaza Europa de Huesca suele deambular un individuo de unos 60 años que da la impresión de vivir en la calle y que de hecho suele ponerse a pedir en la puerta de uno de los supermercados existentes en la zona. El otro día el hombre se encontraba sentado en uno de los bancos existentes en la zona central del paseo, en esa situación de inactividad propia de quien no tiene demasiadas otras opciones en la vida; por la acera de la izquierda -desde el cruce con la calle San Jorge- venía un personaje a quien desde años tengo muy visto por el barrio, un hombre ya mayor, alto y con aires de jubilado con quien he coincidido alguna vez en la Misa de la iglesia de Santiago y que por lo que parece suele pasear bastante, actividad por cierto bien grata y saludable. Cuando este último llegaba a la altura del que descansaba en el banco, al verle le saludó, cambió de acera y ambos iniciaron una amable conversación. He de reconocer que la actitud del primero me edificó, y no porque viera en él una actitud que podríamos llamar de conmiseración, sino por la sencillez y naturalidad con el que saludó a alguien con aspecto de venir de lejos, andar desarraigado y no poseer familia ni hacienda alguna.

Podría ser que uno y otro se conocieran de antaño, que tuvieran una relación que viene de lejos y tal vez uno de ellos ha venido notablemente a menos, pero mi intuición me dice que lo que hizo nuestro presunto jubilado fue sencillamente poner el práctica el mandato evangélico, ejercitar esa preferencia por los más pobres y desatendidos que de manera tan insistente nos está animando a vivir el Papa Francisco. Pero lo más llamativo y lo más bonito del caso es que el hombre lo hacía con la más absoluta naturalidad, no como quien se rebaja a la altura del otro, como quien realiza una acción recomendable, como quien pretende ejercer una obligación, sino de igual a igual, sin estridencias, de manera que nadie se podía dar por ofendido ni por compadecido. Estoy seguro, además, de que el personaje no tenía conciencia de hacer nada extraordinario, que se limitaba a dejarse llevar por el corazón, el mismo que le lleva a tratar con cariño a su mujer, hijos o nietos, actitud coherente de quien sabe que ante Dios no hay categorías, que todos somos iguales. Un vivo ejemplo de la diferencia entre amar y sentir compasión.

17 de septiembre de 2013

El modelo y el diapasón

 
Como ya dije en alguna ocasión anterior, estoy leyendo las "Memorias" de Jean Francois Revel, y la verdad es que este hombre, quien a veces parece sensato y a veces libertino, me está enseñando bastante. En un momento determinado, refiriéndose a esa tendencia que todos tenemos a buscar personas a las que emular, asegura que "los modelos no tienen que ser imitados, sino utilizados como diapasón, como instrumento de audición y control". No podría asegurar lo que realmente quiso decir el pensador francés con esta frase, pero a mí me ha resultado sugestiva; me temo que a veces tenemos la tendencia a buscar dioses entre los humanos, y no nos damos cuenta de que por un lado, cualquier hombre o mujer a quien idolatremos terminará decepcionándonos, porque en la esencia de la persona está su propia imperfección y a lo mejor le exigimos más de lo necesario, mientras que por otro lado, si queremos hacer el bien, hemos de intentar hacerlo con nuestras propios caracteres y capacidades, por nosotros mismos y mirando al frente, aquéllos a los que admiramos son un reflejo, una línea de actuación, ... un diapasón que marca un ritmo, una tendencia, no una falsilla que nos hace perder personalidad y puede que hasta mérito.

Podemos admirar a mucha gente, y eso no es malo; la historia nos presenta a personas de todo tipo y condición que hicieron mucho por el mundo y por las personas: santos, conquistadores, científicos, artistas de todo tipo, ... pero en su gran mayoría no hemos conocido personalmente a ninguno, sabemos lo que nos cuentan los libros de historia, lo que ponen de manifiesto sus obras y lo que relata alguna que otra biografía que puede pecar de parcial, de fantasiosa o de excesivamente literaria; se nos ha privado de los matices, de las circunstancias y, generalmente, de los defectos, esos detalles que al final acaban haciendo más humano al personaje. Yo pienso que Madame Curie y el Doctor Fleming, San Pablo, el Cardenal Cisneros, Cristóbal Colón, David Livigstone, Chesterton o Concepción Arenal no serían seres perfectos, incapaces de meter la pata, impecables en su campo o en otro, inalterablemente valientes, virtuosos o trabajadores, sino que tendrían sus debilidades, sus flaquezas y sus torpezas, circunstancias que posiblemente no impedirían que los hubiésemos dejado de admirar en el caso de haberlos conocido en persona, y sus limitaciones no tendrían porqué dejar de convertirles en ese diapasón que nos sirve de indicio, de suave sonsonete para actuar.

Me parece que un buen ejemplo de lo que digo pueden ser nuestros padres; ya se sabe que en la infancia nos suelen parecer perfectos, en la adolescencia les comenzamos a cuestionar y hasta considerar que no dan la talla, mientras que con la madurez valoramos todo lo bueno que tienen, ni los idolatramos ni se nos escapan sus defectos, pero el cariño pasa por encima y, sobre todo, lo positivo, que suele ser abrumadoramente mayoritario, nos esconde lo negativo. Y puede que en nuestro caminar por la vida, no se trate de seguir en su caso al pie de la letra lo que ellos hicieron, sino que nos limitamos a escuchar el diapasón, a enfilar las decisiones siguiendo ese "aire" que ya nos sabemos casi de memoria, porque lo aprendimos en vivo y en directo y nos termina resultando bastante más convincente que otros modelos que tal vez aparenten -o pretendan aparentar- ser más cualificados y rimbombantes. Y por supuesto, cada cual tenemos nuestra seña de identidad, porque como los buenos músicos el diapasón es la "pista" y nosotros ponemos el resto ... siempre con la ayuda de Dios, eso sí, que más nos vale.

16 de septiembre de 2013

¿Ser cool? ...¡¡ pues vaya!!!


Me temo que a veces ando algo "out" de los snobismos más en uso; por eso cuando veo que alguien hablaba de un ambiente "cool", un lugar "cool" o un personaje "cool", me quedaba un poco en ascuas, no sabía muy bien a qué atenerme y me entraba esa preocupación que surge cuando uno no domina la situación, cuando tienes esa sensación tan peligrosa de "no enterarte de la Misa la media". La palabreja es inglesa y el diccionario nos dice que significa "frío", de hecho no hay más que acudir a cualquier aparato de aire acondicionado para comprobar que es así; pero salta a la vista que cuando ves que alguien, por ejemplo en Facebook, asegura que un bar de copas es "cool" o que fulanito es francamente "cool", dudo que quieran decir son fríos: pocas cosas hay que echen más para atrás que un establecimiento de hostelería "frío" o un individuo de esos que parecen una estatua griega.

En un blog de internet he encontrado esta afirmación: "Más que estar de moda, algo Cool es algo que comunica deseo y se convierte en una tendencia. Se trata de algo atractivo, y esto, otra vez, no quiere decir que está de moda, pero que podrá llegar a estarlo en algún momento." Y he llegado a la conclusión de que cuando se habla de algo "cool" se está hablando de algo más bien indefinido: un sitio donde estás a gusto, una reunión grata, un ambiente acogedor ... pero si me pongo a pensar, llego a la conclusión de que donde me encuentro a gusto es donde hallo calor humano, y parece lógico pensar que si hay calor -cariño, afecto, capacidad de compartir y comprender, ...- lo de "cool" suena contradictorio. Yo me encuentro a gusto cuando hay sonrisas y miradas desinteresadas, espíritu de servicio incondicional, amistad verdadera, ... y si estoy con aquellos a los que quiero, que narices me importa si la cosa es mucho, poco o nada "cool".

Y vista la cosa desde otro punto de vista, y si nos centramos en la hostelería, sin prescindir por supuesto de lo dicho anteriormente, no se yo si un par de huevos fritos con bacon son "cool", aunque más bien pìenso que no, pues tengo la impresión de que para que la comida quepa calificarla de ese modo hay que recurrir al "risotto", al "carpaccio" o a una espuma de esas de mero al regaliz, ternasco de frambuesa o pollo con jengibre ... y sin renegar de platos que pueden ser excelentes, no se porque, como sospecho, hay que avergonzarse de unas migas con chorizo, una buena paella o nuestra tradicional tortilla de patatas.

Y es que, no lo puedo evitar, he llegado a la conclusión de que lo de "cool" no es más que una frivolidad, una superficialidad propia de snobs y personajes insatisfechos. Vamos, que lo que por Aragón hemos llamado "cosas de pijaitos". Y que nadie se me enfade, que es posible que me falten datos, y aquí estoy dispuesto a rectificar.
 
 
 

14 de septiembre de 2013

El genio se viste de pitufo



El nombre de Lluis Llach comenzó a aparecer en la prensa a finales de los años 60; si no recuerdo mal su nombre de pila lo escribían en versión castellana -Luis- y en mi absoluta ignorancia gramatical su apellido lo pronunciaba marcando la ch. Me llamaba la atención este cantante joven al que incluían entre los más significativos representantes de lo que se llamaba Nova Cançó, junto a Serrat, Raimon, Pi de la Serra, Guillermina Motta o María del Mar Bonet, entre otros. Eso sí, no tenía ni idea de cómo cantaba el hombre, pues nunca le había escuchado, entre otras cosas porque en la época el acceso a la única televisión existente estaba bastante cerrado a quienes no comulgaban con los criterios oficiales.

Con los años llegó la oportunidad de conocer las canciones de este hombre de apariencia tímida e introvertida, y descubrí que no era un cantante más, que su música estaba mucho más allá de las voces reivindicativas que gritaban "Al vent" y cosas parecidas, y que lo que interpretaba tenía un valor musical excepcional y unas letras llenas de poesía y sentimiento. Así comencé a disfrutar con temas como "Que tinguem sort", "Si arribeu", "Abril-74", "I si canto trist", "Com un arbre nu", "Aquell vaixell", "El bandoler", "El jorn dels miserables" o esa auténtica pieza de museo que es "Viatge a Itaca", sin olvidar sus mítica "L'Estaca" y "La gallineta", esas canciones que en la ingenuidad de los 16-17 años cantas con injustificadas ínfulas de estar salvando al pueblo de la opresión. Con el tiempo, dejé de seguir a Llach y me quedé anclado en esta época concreta del cantante. No se si la causa de esto último está en el rechazo a sus ideas, el hecho de que su personalidad no me atrayera nada o la simple inconstancia en los gustos de la que a veces adolecemos. En todo caso los discos de Llach de mediados de los 70 forman parte de esos rincones de nostalgia que todos tenemos y no puede existir duda de que Lluis Llach ha compuesto una música que pocos han sido capaces de hacer en España.

El pasado día 11 de septiembre toda la prensa destacó la presencia de Llach, un auténtico símbolo en su tierra, en Vinaroz para apoyar en zona valenciana, la célebre "vía catalana"; y el cantante y compositor aparecía, junto a un Carod Rovira con camiseta de la Unión Deportiva Las Palmas, vestido con unos modos que le daban cierto aire de pitufo. Se encontraba en una jornada "reivindicativo-festiva", y ya comprendo que no se trataba de ponerse las grandes galas, además de que Lluis Llach siempre ha sido un hombre aficionado a vestirse con aires campestres e informales, pero ese gorrito, esa camisa de talla superior y ese estilo en general nos convirtieron, por un día, al gran artista en Pitufo ... más al norte estaba Gargamel.

12 de septiembre de 2013

¡Que viene el vodka!


"El vodka pone en peligro el reinado del gin tonic"

La noticia la he sacado de una edición de "El País" del año pasado, aunque hasta hace pocos días no había tenido personalmente noticia de este fenómeno. Parece, por lo tanto, que las personas vamos a seguir siendo arrastradas por esas modas medio artificiales medio interesadas y tras asimilar la enorme variedad de marcas de ginebra que el mercado nos ofrece habremos de acostumbrarnos a los nombres que bautizan otra bebida de textura parecida y que viene del este europeo. Por lo visto en los Estados Unidos es en la actualidad el cóctel más consumido, y ya se sabe que por mucho que acusemos a los yankees de imperialistas, incultos y avasalladores, al final siempre terminamos plegados a sus usos y costumbres.

Nos cuentan que ya en los años 30 y 40 hubo un auténtico boom del vodka en los Estados Unidos, una moda que se debió según uno de esos gurús gastronómicos que corren por ahí a que la gente elegía los martinis de vodka porque no dejaban olor: “Se podía volver al trabajo o a casa y no se notaba que se había bebido”, afirmó el "cóctel master" del "Dry Martini" de Barcelona -¡ponga un cóctel-master en su vida!-. La terraza del "Restaurante Olsen" de Madrid propone por lo visto una gama de vodkas saborizados: pomelo, frutos rojos, limón y naranja, para combinar con las mismas tónicas que llevan unos cinco años mezclándose con las ginebras ... pues vaya pijada, no?. Eso sí, ya hay "sabelotodos" que nos dicen que la única batalla que de antemano tiene perdida este alcohol en su camino al trono es la de no poseer las cualidades farmacológicas de la ginebra: “Ayuda a la funcional renal y mezclado con la tónica, gracias también a la quinina, es un producto muy digestivo”, ... y es que todo se ha de tener en cuenta, aunque no me suena que la ginebra sea distribuida en farmacias ... ¿se incluiría en la Seguridad Social?.

A mí el vodka me me trae inevitablemente a la cabeza las viejas películas de espías rusos o dramas moscovitas, y me resulta más sugestivo identificarla con Dostoievski, Tolstoi o Puskhin que con bares de lujo, cócteles birgueros, snobismos pasajeros o facturas enormes. También me trae al recuerdo algún que otro establecimiento hostelero "superpijo" de la zona barcelonesa de Pedralbes que visité ocasionalmente y en el que jóvenes de alto standing social consumían combinados de vodka con naranja que denominaban "Redoxon", toda una ocurrencia de lo más pija, pues ya sabemos que históricamente a esta bebida se le ha llamado "destornillador", y no me pregunten por qué.

Me temo que la moda del vodka no va a servir para recuperar una bebida que bien mezclada puede conseguir cócteles estupendos, sino para incrementar nuestra capacidad de tontear e incrementar los topes de las listas de precios. !Al tiempo¡.

11 de septiembre de 2013

La cadena del Señor Mas



Hoy, 11 de septiembre, fecha que quedó marcada para la historia por los tremendos atentados de la Torres Gemelas, es también la jornada en la que Cataluña celebra su fiesta nacional, la Diada, el día en que se conmemora la caída de Barcelona en manos de las tropas borbónicas que mandaba el duque de Berwick durante la Guerra de Sucesión Española. Desde que durante la llamada transición se produjo el paso de un régimen autoritario a otro democrático, así como la recuperación de tantas viejas instituciones, el 11 de septiembre ha tenido siempre un marcado acento reivindicativo, cosa que se ha acentuado en momentos de especiales polémicas. Este año, con los gobernantes y políticos catalanes desmelenados, la intensidad ha llegado a límites que hace unos pocos años parecerían imposibles, y para quienes no comulgamos con los fervores nacionalistas de aquella tierra, la situación se ha vuelto realmente asfixiante. Estuve mucho tiempo en Cataluña y viví una época -los últimos 20 años del pasado siglo- en la que el nacionalismo creció sin parar y el partido hegemónico, que ahora sigue gobernando aunque con menos solvencia, hizo los posibles para sembrar un ambiente en el que no cabía otra opción vital distinta a la suya, a pesar de lo cual el catalán medio mantenía un seny y una elegancia que permitían que también los no afectos al régimen pudiéramos ser felices, incluso a mis conocidos más próximos que beben los vientos nacionalistas les tengo que agradecer que soportaran con serenidad y hasta cierta comprensión más de un exabrupto y alguna inconveniencia a los que me llevaba ése carácter que tengo y que algunos llaman "pícnico".

Ahora todo está salido de madre; imagino que puestos a buscar culpables de tanta desafección, provocación y agresividad, habrá que repartir responsabilidades tanto en el centro como en la periferia, en el fanatismo de unos como en la incapacidad de comprender y respetar de otros, pero los actos de hoy me parecen -es sólo una postura personal- un dislate y una especie de viaje sin retorno, una imprudencia de la que nos arrepentiremos. La historia de la Corona de Aragón que, con serenidad e intentando ser objetivo y desapasionado, he procurado ir conociendo en los últimos tiempos, la entiendo muy diferente a como nos la plantean desde Cataluña, pero aún así intuyo que ahora es mejor no hacer mala sangre y no entrar en debates, ya que nos encontramos en un escenario donde nadie se baja del burro, ... y nunca mejor dicho. Eso sí, cuando veo como andan las cosas por la costa noreste española, no puedo evitar pensar que allí no existe excesiva libertad, quien no está en la onda independentista no tiene otro recurso que permanecer callado si no quiere ser ninguneado y etiquetado desde los ámbitos oficiales; no hay más que ver como ha sido atacado el obispo de Solsona, persona poco sospechosa de poca catalanidad, por osar plantear algo que para quien se considere miembro de una Iglesia que, entre otras cosas, es universal, es el abecedario: que entre los católicos hay diversas sensibilidades, que la autodeterminación catalana no es dogma de fe ... mal asunto cuando los pastores de la Iglesia, y esto lleva pasando en Cataluña -y también en España, seamos serios- desde hace decenios, comienzan a plantear o imponer posturas en cuestiones temporales.

Ojalá todo vaya bien, y si se han de independizar, que les vaya bonito: no sería bueno ni sano desear mal a nadie, pero he escuchado muchas veces reclamar respeto a unas ideas -ciertamente a veces hacía falta- pero bastantes de esos mismos que lo pedían, se han convertido en adalides del pensamiento único.

9 de septiembre de 2013

Madrid se estrella de nuevo



Aunque tantas veces se repita eso de que "a la tercera va la vencida", no me ha extrañado nada el nuevo patinazo de la candidatura de la capital de nuestro país para los Juegos Olímpicos, en este caso los de 2020; la aspiración de París de organizar los de 2024 mueve a pensar que hay que considerar a los franceses candidatos de mucha solvencia, resultando difícil imaginar al COI admitiendo la celebración de dos olimpiadas seguidas en países europeos y vecinos. Si a esto añadimos que entre los aspirantes se encontraba Tokyo, se intuye inaccesible la seriedad y eficacia nipona ante la improvisación que impera por estos lares. Por otra parte a quien esto escribe, que admite haber seguido muy poco los preparativos de la candidatura capitalina, nunca le ha parecido que ésta tuviera mucho chance, intuyendo que lo que más bien se ha producido por aquí ha sido una excesiva venta de humo, casi  hasta la piel del oso antes de su captura.

No me atrevería a lanzar afirmaciones rotundas respecto a la bondad o no de este fracaso, es decir si al país le convenía un certamen de esta envergadura o si a la vista de la coyuntura actual, lo mejor será dedicar gastos y esfuerzos a solucionar problemas más graves y vigentes. Por un lado, uno tiende a pensar que unos Juegos Olímpicos tienen necesariamente que redundar en beneficio de quien los organiza, y no solamente de la ciudad: hubiera habido inversiones y eso supone modernización; por otra parte no resulta descabellado sospechar que surgieran problemas, incumplimientos y chapuzas dado lo inestable de la situación social. En cualquier caso, lo único que nos queda es asumir deportivamente la derrota, saber descubrir errores y torpezas y hasta "engañarnos" con eso de que lo importante es participar.

La candidatura de Madrid ha tenido sus partidarios y sus detractores, algunos de éstos con argumentos tan sólidos como legítimos, y algún otro con motivaciones que cabría interpretar como retorcidas, inelegantes y hasta "provincianas". Ahora es el momento de las críticas, y bien harán los responsables del intento en escucharlas, asimilarlas e intentar aprender. Se ha acusado a la candidatura española de llevar demasiada gente a Buenos Aires, al parecer 180 personas frente a los 100 de Tokyo y los 80 de Estambul, siempre ocurre que por aquí tendemos a apuntarnos con excesiva frivolidad cuando intuimos -erradamente en este caso- un caballo ganador. No están, desde luego los tiempos para dispendios ni excesos. Eso sí, ayer se criticaba que en el avión hubiera habido un menú de Foie, solomillo y Gin Tonic ... pues bueno, no creo que tales viandas provoquen la ruina, y tampoco sabemos si el Gin-Tonic lo era de ginebra cara o de garrafón, y vete a saber si incluso se sirvió en vaso de plástico. Bromas aparte, tengo la impresión de que lo ocurrido tiene sus aspectos criticables y habrá que sacar moralejas, pero también de que algunos andan cual buitres esperando carroña.

6 de septiembre de 2013

De Hoeness a Hoeness



"Uli Hoeness, ha sido acusado de evasión de impuestos por un juzgado de la capital bávara tras varios meses de investigación."

Uli Hoeness es actualmente el presidente del Bayern de Münich, sin ninguna duda el equipo más laureado de Europa a lo largo de este año, al haber ganado los dos principales títulos de Alemania y la Liga de Campeones europea, un título que se resistía últimamente a lo bávaros. Hoeness es presidente del Bayern desde 2009, pero antes ya había sido durante largo tiempo su director general, cuando el equipo alemán juega un partido importante, la presencia de Uli Hoeness es llamativa, con ese aspecto de persona segura y apasionada que domina el palco, frecuentemente embutido de la bufanda blanquirroja del equipo, algo que choca ante las habituales poses más bien asépticas de la mayoría de dirigentes. La imagen de Hoeness ha sido hasta ahora la de un directivo eficaz, comprometido con su equipo de siempre, con excelentes dotes negociadoras y de una fortaleza física y mental notable, como lo demostró en 1982, cuando fue el único superviviente de un accidente de avioneta en el que murieron tres personas. Hoeness, que fue un excelente futbolista, nació en la localidad bávara de Ulm, es hijo de un carnicero católico, estudió en la Universidad y no solamente vive del fútbol, pues es copropietario de una fábrica de bratswurt en Nuremberg.

Pero con Hoeness ha ocurrido lo mismo que con otros personajes importantes, pues el tiempo ha demostrado que no era oro todo lo que relucía y se ha descubierto que tiene mucho dinero "escondido" en Suiza. Los nuevos acuerdos germano-suizos en materia fiscal han dejado "en cueros" a unos cuantos, y el mítico ex-futbolista se ha visto obligado a autoinculparse por evasión de capitales, admitiendo tener unos cuantos millones en una cuenta del país helvético. Asegura que tras dedicarse a negociar en bolsa, ha sido un hombre afortunado en los juegos de azar, lo que explica unas ganancias que quiso esconder a las autoridades de la hacienda pública germana. No es malo admitir errores y pecados, aunque hay quien duda de la rectitud de intención del personaje, pues en la prensa de su país ha aparecido también la noticia de que la cantidad de dinero que "almacena" Uli Hoeness en Suiza se aproxima a los 400 millones de euros ... algo que pone los pelos de punta, por mucho de que el hombre diga que no es cierto. En manos de la Justicia alemana, a la que no intuimos le suela temblar el pulso, está saber si ésto es un mal trago o el orondo directivo bávaro puede llegar a tener que pasar un tiempo entre rejas.

Hoeness fue uno de mis jugadores favoritos en aquellos años 70 en los que empezaba a seguir el fútbol internacional, junto a nombres como Cruyff, Rivelino, Kempes, Luiz Pereira, Overath, Beckenbauer, Rivera, ... La primera vez que le vi fue en uno de sus primeros partidos con la selección germana, cuando con apenas 20 años formó parte del equipo que aplastó a Inglaterra en Wembley por 1-3 en la fase eliminatoria de la Eurocopa de 1972; Hoeness marcó uno de los goles alemanes en un encuentro donde el mejor fue Gunther Netzer, el prodigioso zurdo del Borussia Moenchengladbach que un año después se iría al Real Madrid. Junto a Maier, Beckenbauer, Breitner, "Torpedo" Muller, Grabowki, Berti Vogts, formó parte de la formidable selección que se impuso en la Eurocopa del 72 y en el Mundial del 74 y con los cuatro primeros consiguió con el bayern las Copas de Europa de 1974, 1975 y 1976. Fue un jugador dotado de una potencia y una velocidad enormes, con su pelo rubio al viento y una planta espectacular Hoeness atacaba por la derecha y poseía un disparo durísimo. Una lesión provocó su retirada prematura a los 27 años. Ahora, cumplidos los 60 se enfrenta a un partido distinto y más arriesgado, un problema al que le ha llevado un exceso de amor al vil metal.

4 de septiembre de 2013

Lecturas no vacacionales

 

Desde mi regreso de vacaciones, unos diez días antes de terminar julio, han pasado por mis manos unos cuantos libros; la mayoría de ellos me ha dejado un buen regusto literario. Por encima de todos he de destacar la primera entrega de la trilogía sobre París escrita por Maurice Druón, un nuevo acierto de los "Libros del Asteroide", así como "Defender a Jacob", una impactante novela judicial que al final resulta ser algo más que eso. De Biescas ya traía comenzado "Tres noches", un relato duro y en ocasiones inquietante y una de las aventuras de la Comisaría 87 de Ed McBain, todo un clásico. He recomenzado la serie del Inspector Pitt y su esposa Charlotte de Anne Perry después de bastantes años, he leído una grata y elegante novela de una autora inglesa de posguerra, mientras que en esta ocasión la oveja negra vino del norte, en concreto de una escritora danesa que no me ha convencido nada.

Uno de los libros que llevaba tiempo esperando su turno era "Tres noches", la única novela traducida al castellano del norteamericano Austin Wright; se trata de una novela publicada en 1993 con el nombre de "Tony and Susan" y que Salamandra publicó el año pasado con título nuevo, casi diez años después del fallecimiento del autor. Se trata de un libro complejo, pues su argumento se centra en el original manuscrito de una novela que Susan Morrow, profesora de literatura, recibe de su ex-marido, Edward Sheffield, de quien hace diecinueve años que no sabe nada; el paquete trae el encargo de que la destinataria realice una valoración sobre la novela. A partir de ahí nos encontramos con el fenómeno de una novela dentro de otra novela y aunque los primeros capítulos se centran en la trama de Edward, auténticamente dramática e inquietante, poco a poco Susan va tomando protagonismo y nos enfrentamos a dos argumentos que cohabitan entrelazados. Se trata de lo que hoy en día se llamaría un thriller psicológico en el que los dos personajes principales son precisamente los protagonistas de la lectura y de lo leído: Susan y Tony Hastings, un inseguro profesor universitario de matemáticas que tiene un casual y trágico incidente de carretera en un viaje nocturno con su mujer y su hija. Wright se centra en el drama de Hastings para divagar sobre la conciencia, la venganza, la inseguridad, el amor, la fidelidad, el perdón, ... Un libro que se va haciendo más interesante conforme avanzas en su lectura, la cual conviene sea pausada, pues el escritor no da puntada sin hilo. En las críticas que he leído en internet alguien definía el estilo de Austin Wright como "austeriano", a la vista de la importancia y trascendencia que da éste a los sucesos causales ... no soy capaz de opinar sobre este calificativo, vete a saber si contribuye a darle categoría a la literatura de Wrighy o a ponerle un listón inalcanzable.

Ed McBain es probablemente uno de los "clásicos" de la novela policíaca norteamericana; ya había leido alguna de sus novelas y ahora le he "hincado el diente" a "Relámpago", uno de esos relatos en los que no existe un único detective que asume el protagonismo, sino que éste se lo reparten los miembros de la Comisaría 87, un distrito policial ubicado en la imaginaria población de Imola: Steve Carella, su esposa, Teddy, el detective Meyer Meyer, Bert Kling, el policía novato, y Fat Ollie Weeks, entre otros. McBain nos relata los distintos casos que van surgiendo en el devenir diario de la Comisaría en cuestión; en "Relámpago" se investiga el asesinato de varias jóvenes atletas que han aparecido colgadas de una farola y una extraña cadena de violaciones de la que son víctimas varias mujeres, cada una de ellas en varias ocasiones. Así como el protagonismo policial lo comparten varios miembros de la Comisaría 87, en las novelas de este autor existe un villano común, alguien conocido como "El sordo", pues su sordera es el único dato que tienen de este hombre que les lleva por la calle de la amargura; en este libro el gran misterio está en averiguar si el tal "sordo" está detrás de lo mencionados crímenes. Ed McBain es simplemente el apodo más popular de Evan Hunter, un polifacético personaje que además de novelas policíacas escribía otro tipo de géneros, así como guiones de cine, como los correspondientes a "El turbulento distrito 87", (1972), protagonizada por Burt Reynolds, y "Un extraño en mi vida" (1960), con Kirk Douglas y Kim Novak en el reparto, aunque sin duda su gran aportación a la pantalla fue el guión de "los pájaros" (1963), uno de los films más emblemáticos de Alfred Hitchcock. Un respeto, por lo tanto para este autor. Añadiría que el desenlace de los casos que ella narración plantea es original y curioso.

La editorial Siruela, una de las más cuidadosas en la edición de novelas de intriga, ha iniciado la publicación de la serie escrita por la danesa Sara Blaedel y protagonizada por la inspectora Louise Rick con el primer título de la misma titulado "Nieve verde"; la noticia que recogía este evento hizo que desempolvara "Sin salida", si mis datos no fallan, la cuarta entrega de la misma que hace un par o tres de años publicó en España la editorial Mosaico. La intriga se centra en el asesinato en Copenhague de una prostituta de un país del Este de Europa y junto a la inspectora Rick comparte protagonismo una periodista llamada Camilla Lind. El hecho de que Siruela se lanzara a dar circulación en España a las novelas de Blaedel me hizo concebir una esperanza que la lectura del libro no ha confirmado. Se trata de una trama correctamente planteada, desarrollada con pulcritud, pero a la que le falta fuerza y cuyos personajes carecen de profundidad. Yo no se si es problema de la traducción de la edición de "Mosaico" o un problema de la forma de redactar de la propia autora, pero en ocasiones la lectura se hace "engorrosa" y las frases no parecen bien elaboradas. En definitiva, una novela de intriga escandinava más, literatura policíaca del montón que no invita a volver a intentarlo ... aunque uno tenga curiosidad por ver si Siruela es capaz de ofrecernos una traducción que mejore lo leído ahora.

Maurice Druon es uno de los personajes relevantes de la cultura francesa del siglo pasado, llegó a ocupar cargos de cierta relevancia socio política y su prestigio como escritor es tan llamativo como merecido. Ya leí no hace mucho, y aquí quedó reflejado, la primera entrega de la serie de los Reyes malditos, "El rey de hierro", y hace tiempo que tenía entre ceja y ceja comenzar su célebre trilogía sobre la Francia de la primera mitad del siglo XX que hace unos años reeditó "Libros del Asteroide". Así, a lo largo de agosto he disfrutado con el primer libro de la misma, "Las grandes familias", escrito en 1948 y que fue recompensada en su día con el prestigioso premio "Goncourt". Me ha parecido una novela formidable, una auténtica exhibición de buena literatura: narrativa brillante, unos personajes muy bien construidos, con personalidad y tratados con sumo cuidado y una forma de escribir caracterizada por la agilidad, una dura -a veces cruel y sangrienta- crítica social y esa ironía que solamente los grandes saben manejar con soltura. A lo largo de las poco más de 400 páginas de la novela, Druon no da puntada sin hilo, entretiene a la vez que hace pensar y refleja con precisión un lugar y una época y se muestra demoledor con la clase alta parisina de la época. En las otras dos entregas, "La caída de los cuerpos" y "Cita en el infierno" el escritor continúa con la serie y con las vicisitudes de los supervivientes de esta primera novela, no tardaré en ir a por ellas; mientras tanto solamente me queda decir que quien no haya leído "Las grandes familias" tiene una asignatura pendiente: no le va a decepcionar.

Hacía tiempo que no leía a Anne Perry, hacerlo ha sido como reencontrarte con una vieja amiga, ... o dicho de otra manera, volver a relacionarte con dos de sus personajes favoritos, el inspector Thomas Pitt y su encantadora esposa Charlotte, una joven de buena familia que renunció al boato y a las fiestas para unir su vida a un simple policía. Perry nos introduce en el Londres de la época victoriana y recrea una serie de intrigas que nos enseñan a ver que no es oro todo lo que reluce, pues también en las grandes familias inglesas de la época existe el crimen, la traición y el odio. Las novelas protagonizadas por Pitt nos muestran los contrastes de la época: unos cuantos ricos y auténticos pozos de miseria, muy en la línea dickensiana. "Chantaje en Belgrave Square" es la decimosegunda entrega de la serie, y centra la intriga en el asesinato de un repulsivo prestamista que al parecer chantajeaba a importantes personajes de la alta sociedad de Londres. Como todas las novelas de Perry, la narración es amena, el misterio propio de la trama es desarrollado hábilmente y resuelto con originalidad y sin evitar esa sorpresa que siempre nos reservaba Agatha Christie, precursora en la vida real de Anne Perry, aunque sus tramas las establecía en época posterior, en este caso hay giro final en las dos últimas páginas. Las novelas de esta autora no regatean un toque de crítica social y una afición por detenerse en describir decoraciones, edificios y vestidos femeninos. Por cierto, Perry crea también un personaje formidable, Lady Vespasia Cumming-Gould, una vieja e inteligente aristócrata londinense, pariente política de Emily, hermana de Charlotte Pitt, y dotada de un sentido común y una inteligencia proverbiales, aunque en este libro hay que decir que sale poco.

"La señorita Dashwood", de Elizabeth Taylor -nada que ver con la famosa actriz- me llamó la atención en cuanto vi el argumento; a priori me pareció una de esas deliciosas novelitas de amor, un género que hacía tiempo no tocaba. Pronto comprobé que no se trataba precisamente de eso, por mucho que los protagonistas, un viudo y la nueva institutriz de su única hija, se prestaran a ello; leyendo diversas críticas del libro se le compara con títulos tan importantes como "Jane Eyre", de Charlotte Bronte y "Sentido y sensibilidad", de Jane Austen, incluso con "Cumbres borrascosas", de Emily Bronte y "Rebeca", de Daphne du Marier. Puestos a elucubrar yo la veo más cerca de las novelas de la Austen, aunque aquí la trama se desarrolla en los años 40: de hecho la novela es publicada en 1946; mucho más lejos la veo del drama de "Cumbres Borrascosas" y el toque de terror psicológico de "Rebeca". Es una novela de cierto aires teatral, que se desarrolla casi íntegramente en una vieja casa habitada por gente curiosa y complicada y que algunos califican como gótica. Un libro entretenido, con cierto tono amargo, con toques de humor casi negro, su parte de drama y bien escrita. El final es magnífico, con su toque trágico importante, sus misterios desvelados y un tono romántico y tierno que no SE pierde, a pesar de todo.

Leí "Defender a Jacob", de William Landay por recomendación de una compañera de trabajo; fue una de los grandes éxitos de ventas en USA en 2012, aunque por las razones que fueran el título me había pasado desapercibido. Lo he leído casi de un tirón y me ha parecido una novela totalmente recomendable. La historia no suena a nueva: Jacob, de 14 años e hijo del primer ayudante del Fiscal del Distrito de Newton, una pequeña localidad del condado de Middlesex en el estado de Massachusetts, es acusado de asesinar a un compañero de curso. A priori se puede pensar que estamos ante el típico thriller judicial en el que tras un complicado juicio la verdad resplandece y aparece el verdadero asesino; Landay va mucho más allá y convierte el duro suceso en un auténtico drama familiar; aunque el juicio es desarrollado con profusión de detalles, el autor da la misma importancia a la crisis que explota en la familia de Jacob, con secretos escondidos, reproches mutuos, hundimientos personales, confianzas perdidas, ... William Landay no se pierde en descripciones y detalles, y utiliza un lenguaje directo, con diálogos vivos y en el que te encuentras los hechos de repente y sin rodeos. Es además un libro para pensar, un análisis valiente y duro de las relaciones familiares, las costumbres y secretos de los adolescentes de hoy día, la crudeza e irreversibilidad de los hechos cuando las cosas se tuercen. Y, además, un interesante relato sobre como funciona la Justicia en los Estados Unidos.

2 de septiembre de 2013

Adios a un indestructible de la prensa española


El viernes falleció Manuel Martin-Ferrand, tenía 72 años y ya hacía tiempo sabía, me parece que por sus propios comentarios en su columna de ABC, que tenía la salud bastante perjudicada. Martin-Ferrand era gallego, pues había nacido en La Coruña en 1940, por mucho que el núcleo duro de su curriculum profesional se dearrolla en Madrid. Los nombres que se incluyen en las necrológicas del periodista tienen enorme enjundia: el mítico diario "Pueblo", Televisión Española, los periódicos "Diario de Barcelona" -el popular "Brusi"- y "Nuevo Diario", de los que fue director, Radio Popular de mAdrid, el grupo Zeta, con columnas en "Interviú" y "El Periódico", entre otras, la Cadena SER, Antena-3 Radio, de la que fue fundador y Director General, al igual que de Antena 3 televisión, la Cadena Cope, con intervenciones en "La Mañana" y "La Linterna", el programa "protagonistas" de Onda Cero y Punto Radio y su columna de ABC. Una larga lista que da idea de su prestigio, su independencia y su apuesta por el pluralismo y la independencia.

No obstante, mi recuerdo personal de Martin Ferrand está sobre todo centrado en el programa "Hora-25" de la SER, un espacio que en los años 70 fue verdaderamente innovador, siendo su primer director y formando con José María García un dúo que encendía las noches españolas con un estilo periodístico que ahora está generalizado, pero que entonces era una auténtica novedad y causaba sensación. El periodista fallecido tenía una dicción muy característica, con ese hablar pausado e incisivo que venía adornado con una voz profunda, una forma de hablar clara y nítida y una personalidad propia. En TVE también fue una cara con preencia frecuente: "Imágenes para saber" (1966), "Nosotros", con Alfredo Amestoy (1968), "Con acento" (1968), "Siempre en domingo" (1971), "24 horas" (1971-1972), "Sábado Cine" (1977) y "Hora 15" (1977-1979).

El nombre de Manuel Martín-Ferrand forma parte de ese elenco de periodistas que uno metía en su casa y en su vida y pasaban a ser como de la familia, una cara y una voz cercana y apreciada, como con mayor o menor continuidad lo han sido Luis del Olmo, Carlos Herrera, José María García, Antonio Herrero, Julio César Iglesias, Isabel Tenaille, ... y tantos otros. El hombre ya no está entre nosotros, pero su voz y su personalidad permanece en el recuerdo. Descanse en paz.