31 de marzo de 2012

"Anatomía de un asesinato"

Una magnífica película de juicios, de las mejores que he visto. Ya tenía en un excelente concepto a Otto Preminger tras ver "Laura", "Cara de ángel", "Vorágine" y "El cardenal", pero esta anda, por lo menos, a la altura de las citadas. El reparto es magnífico, aunque por encima de todos destaca James Stewart, que borda el papel de abogado poco activo que tiene que defender a un militar convicto y confeso de haber asesinado al presunto violador de su esposa. Uno se espera al típico trabajo de Stewart haciendo de hombre bueno, de abogado luchador por defender una causa perdida, y se encuentra con un James Stewart que, sin perder su aire ingenuo y suave, encarna a la perfección a un letrado dispuesto a hacer trampas y bordear la ilegalidad para sacar adelante a un cliente que no tiene nada de personaje desgraciado. El actor de Indiana se convierte en el auténtico protagonista de un film por el que obtuvo su quinta nominación para un Oscar, aunque en 1959 poco se podía hacer frente al fenómeno "Ben-Hur" y Charlton Heston le pisó la estatuilla: de hecho. mientras el fastuoso fil de Cecil B. de Mille se imponía en once de sus doce nominaciones, el de Premiger no obtenía ni uno de los siete a los que aspiraba.

Junto a Stewart trabajaban un excelente grupo de secundarios, empezando por Lee Remick, que estaba convincente y magnífica en su papel de esposa ligera de cascos, y siguiendo por el recientemente fallecido Ben Gazzara, que daba credibilidad al violento esposo de aquélla. Ahora bien, aún fueron mejores los trabajos de dos actores de reparto que también aspiraron al Oscar por este film: Arthur O'Conell, a quien recuerdo como viejo cura de la primera "Aventura del Poseidón" y George C. Scott, todo un carácter que acabaría obteniendo una estatuilla, que por cierto no quiso recoger, por su papel de "Patton"; Hugh Griffith, un magnífico Sheik Ilderim en "Ben-Hur". A O'Connell le corresponde el papel de viejo y borrachín abogado amigo del protagonista, mientras Scott se luce interpretando a un Fiscal rígido y agresivo, algo que le v´nía como anillo al dedo.

Creo que el film está perfectamente estructurado y Preminger va poniendo al espectador en situación hasta que comienza propiamente el juicio y el resto de la película se convierte en una magistral intercambio de mandobles -verbales y jurídicos, por supuesto- entre Stewart y Scott, con la excelente colaboración de sus compañeros de reparto. Tal vez una de las mayores virtudes de la película de Otto Preminger viene constituida por la naturalidad con que sucede todo, es un film sin climax, sorpresas ni suspenses, simplemente se relata el juicio en torno a un suceso dramático, y ésto es precisamente su gran ventaja, el que se vea toda la cinta -más de dos horas de duración- son agrado y sin sobresaltos, disfrutando sencillamente de una historia bien contada, sin buenos ni malos sino tan sólo con seres humanos.

30 de marzo de 2012

Apetitos desordenados



Tengo que confesar que fui un niño glotón, y más en concreto tremendamente laminero; por esa razón no abandoné la barriga desde finales de COU y esa glotonería me ha seguido acompañando a lo largo de mi vida, por mucho que resultados de analíticas, consejos médicos y sucesos puntuales me hayan ido obligando a limitar excesos, además de que con los años la naturaleza, que suele ser sabia, te lleva a necesitar meterte menos "material" entre pecho y espalda y a uno se le va desarrollando cierto autocontrol, una especie de mecanismo de defensa que te ayuda a rechazar determinadas apetencias en determinados momentos.

Las pastelerías, muy especialmente las que revestían formas de panadería o lechería, fueron una debilidad permanente y en mis distintos recorridos habituales, o al menos frecuentes, tenía perfectamente delimitados los establecimientos en los que podía "repostar", con o sin motivo, y las diferentes "especialidades" de cada uno de ellos. Las ensaimadas de nata, una especie de pastelillos de hojaldre rellenos de cabello de ángel denominados, si no recuerdo mal, "bayonesas, los "pastisets",  los lazos, ... figuraban entre mis debilidades, y con cierta frecuencia caía en la tentación que se me presentaba, cosa que no sucedía diariamente, pues no siempre llevaba cobertura económica económica suficiente para darme el capricho y en ocasiones, teniendo dinero suficiente, mi propia conciencia de cierto exceso frenaba mis iniciales impulsos.

Queda dicho que mis gustos al respecto eran bastante amplios; en ocasiones bastaba un sobrio croissant o un bollo suizo -en "Dieste", ubicado en la calle Juan Pablo Bonet vendían unos grandes y esponjosos-, incluso recuerdo unos mantecados que una vieja lechería despachaba a una peseta: intuyo que los hacían con los sobrantes de días anteriores y su sabor variaba con los días. No obstante, mi debilidad especial fueron las palmeras de chocolate; el sabor tierno del hojaldre unido al baño de chocolate - a mi me gustaba cuanto más espeso mejor- tenían para mí un atractivo especial. En aquella época las palmeras solían ser de tres tipos, pues estaban las normales, las de chocolate y las de coco, aunque con el tiempo y como en casi todo, la cosa se ha ido sofisticando y hoy las venden también de chocolate blanco, de azúcar endurecido, de caramelo, ... Mi desorden alimentario fue en ocasiones excesivo, y así recuerdo algún sábado en el que regresaba de jugar al fútbol al mediodía y antes de llegar a casa a comer pasaba por la pastelería sita la calle Canfranc esquina con Bilbao -hoy ampliada y convertida en "superlujo"- y me zampaba una de esas palmeras, tras lo que llegaba a casa y comía con total tranquilidad. Hoy día no sería capaz de hacer eso, no solamente porque no tiene pies ni cabeza, sino porque automáticamente me convertiría en sujeto plenamente incapaz de comer nada más.

Con los años uno se va volviendo más exquisito, y sus gustos se encaminan hacia productos más delicados y menos contundentes; no obstante, no puedo evitar la atracción hacia las palmeras de chocolate, y aunque el hecho indudable de que son alimento prohibido -auténticas bombas de glucosa- y cierto pudor de ir dando cuenta de semejante material impiden que las consuma, siguen suponiendo cierta tentación. Eso sí, de vez en cuando veo algunas, generalmente presentadas en cutres envoltorios de plástico, que me provocan más bien rechazo, no se si porque se ha generalizado la "comida basura" o porque los años te vuelven exigente. De cualquier manera, una palmera de chocolate siempre será como un icono, algo que me recuerda caprichos adolescentes infantiles de poca trascendencia y esa irracionalidad con la que se suele ir por la vida a ciertas edades.

29 de marzo de 2012

Luis del Val

El Diario del Altoaragón, como tantos otros periódicos de provincias, trae diariamente una página con artículos de contenido casi siempre político e incluso en ocasiones de un tono más social o costumbrista; los suelen redactar columnistas que extienden sus comentarios por diversos diarios de la geografía española: Julia Navarro, Charo Zarzalejos, Carmen Tomás, Victoria Lafora, Fermin Bocos, Antonio Casado, José Luis Gómez, Francisco Muro de Iscar, Fernando Jaúregui, ... plumas prestigiosas que suelen decir cosas interesantes. No obstante, casi todos se encuentran encasillados, bien entre los partidarios, más o menos velados de uno u otro partido mayoritario, bien en la nómina de los que intentan mantenerse en una más o menos artificial equidistancia. Hay otros que, desde mi punto de vista, ofrecen una cara más independiente e imparcial, es el caso de Antonio Pérez Henares o Andrés Aberasturi; en esta misma línea está Luis del Val, un escritor y periodista aragonés que, bien en la página central bien en la última suele ofrecer comentarios acertadísimos, estupendamente escritos, con mucha chispa, bastante sentido común y una autonomía de criterio envidiable.

Las columnas de Luis del Val suelen ser cortas, incisivas y concretas, llevan ese sello propio de simpatía y cierta ironía, y si tuviera que definirlas con una frase, creo que diría que se trata de comentarios que "dan el el clavo", y es así porque salta a la vista que del Val habla con independencia de criterio, como el que no tiene nada que perder, el que está por encima de tópicos y posturas políticamente correctas. Imagino que, como todos, tendrá también sus detractores, pero no creo equivocarme si afirmo que es de esas partes del periódico que muchos consideramos irrenunciables.

Pero no sería justo reducir el trabajo de Luis del Val a sus colaboraciones en la prensa, ya que se trata de un hombre realmente polifacético: así, es también un prolífico novelista -"Buenos días señor ministro", ganador del Premio Café-Gijón de Novela 1987, "Las amigas imperfectas", "Los juguetes perdidos" y "Prietas las filas"- y autor de piezas teatrales como "Los caballos cojos no trotan", fue diputado por UCD en las primeras Cortes democráticas tras el franquismo, ha presentado programas de televisión, hecho guiones para la tele y trabajado en medios tan variopintos como "Tiempo", "Interviú", "Pueblo", la SER, la COPE, TVE1, Antena-3, Telemadrid, "Diario 16" y Radiocadena Española, de la que fue director. Ha sido premiado con el "Micrófono de Oro" de la Asociación de Profesionales de Radio y Televisión (1989 y 1992), el Premio "Ondas" en 1990 y 2002 y el de la "Asociación Profesional Española de Informadores de Prensa Radio y Televisión" en la categoría de Radio por los "Perfiles Sonoros" de la Cadena Ser.

La primera vez que oí hablar de Luis del Val fue con motivo de las elecciones de 1977; tras no haber conocido otra política que la de Franco, para un estudiante de 2º de derecho de 18 años unas elecciones democráticas se convertían en algo apasionante; así descubrí la figura de Luis del Val, al que mi madre conocía por motivos profesionales, que fundó el Partido Socialdemócrata de Aragón, que concurrió, junto a su lider nacional el legendario Francisco Fernández Ordóñez, a las elecciones coaligado con la UCD de Adolfo Suárez. Luis del Val fue elegido diputado y la verdad es que no supe más de su trayectoria política.

Al cabo de muchos años, más de treinta, tuve la ocasión de conocer en persona al periodista, con motivo de la inauguración en Huesca del nuevo Teatro Olimpia; confirmé que se trataba de un hombre tremendamente simpático e interesante, de una conversación amena y sugerente; me llamó la atención su personalidad, aderezada de una originalidad notoria, como demuestra un detalle tan simple como el de llevar una corbata de lazo. Hablamos de su amistad con mis padres y comprobé que era una persona con don de gentes, a lo que cabe sumar esa naturalidad que hace que desde el primer momento le trates como si le conocieras de toda la vida.


28 de marzo de 2012

Un Chelsea con menos ínfulas



Hace pocos días saltó la noticia del cese de André Villas-Boas, el jovencísimo entrenador portugués -34 años- que el todopoderoso propietario del Chelsea Roman Abramovich había elegido para conseguir lo que lleva años intentando sin éxito, ganar la Liga de Campeones. Desde que en 2003 el magnate ruso compró el club londinense no ha regateado dinero alguno en hacerse con los mejores técnicos y jugadores: desde José Mourinho a Carlo Ancelotti para el banquillo, pasando por figuras indiscutibles como Terry, Lampard, Drogbá, Joe y Ashley Cole, Ballack, Hernan Crespo, Robben, Essien, Gallas, Makelele, Malouda, Deco, Carvalho, ... toda una galaxia espectacular que lo máximo que ha conseguido, triunfos nacionales aparte, ha sido perder la final de la "Champions League" en 2007 por culpa de ese tan célebre como lamentable resbalón de John Terry en la tanda de penaltis. El cese de Villas-Boas no es más que la enésima certificación de un fracaso, una nueva demostración de que el dinero no lo es todo en el fútbol.

Mi primer conocimiento del Chelsea se remonta a unos cromos de fútbol internacional que vendían en un kiosco ubicado frente al Teatro Principal de Zaragoza, si bien no tuve plena conciencia de la importancia del club del célebre barrio londinense hasta que se enfrentó al Real Madrid en la Final de la Recopa de 1971: hacía mucho tiempo que un equipo español no se comía una rosca en Europa y parecía la oportunidad de que los blancos reverdecieran oxidados éxitos. El Madrid, que había eliminado en semifinales a un entonces no demasiado conocido PSV-Eindhoven, no tenía una plantilla excesivamente brillante, en el equipo que se enfrentó a los ingleses en la Final jugada en el Estadio "Georgios Karaiskakis" de Atenas, aún figuraban seis jugadores que habían ganado su última Copa de Europa al Partizan: Pirri, Zoco, Amancio, Grosso, Velázquez y un veteranísimo Paco Gento, mientras el resto del equipo estaba formado por jugadores tan poco relevantes como el meta Borja, los laterales José Luis Peinado y Zunzunegui y el extremo argentino Miguel Pérez, que años después luciría cierta barriga en el Zaragoza, amen del duro central Benito, que entonces comenzaba a destacar en el Bernabeu.

El Chelsea de entonces era bastante menos "galáctico" que el de la última década; su plantilla la formaban jugadores exclusivamente británicos y ninguno de los grandes internacionales ingleses de la época -Bobby Charlton, Bobby Moore, Martin Peters, Geoff Hurst, Alan Ball, ...- militaba en sus filas. Su gran figura era el ariete Peter Osgood, un delantero alto y poderoso que marcó 150 goles en sus 380 encuentros con los "blues". Osgood, que falleció víctima de un ataque al corazón en 2006, era todo un play boy, y además de casarse tres veces fue un asiduo en las fiestas de King’s Road, que reunían a lo más selecto del mundo de la moda, la música y el cine: no era extraño ver al delantero del Chelsea codearse con personajes tan insignes como Mick Jagger o, muy especialmente, con Raquel Welch, de quien se cuenta que a los pocos días de bajar tras un encuentro al vestuario del equipo, se presentó en público ataviada con una sencilla camiseta con el elocuente mensaje ‘I scored with Peter Osgood’.

Posiblemente el jugador más célebre del Chelsea fuera el meta Peter Bonetti, apodado "the cat" y que fue el eterno suplente de Gordon Banks, el portentoso guardameta del Stoke City que fue titular del equipo que venció la final de Mundial de Inglaterra de 1966; Bonetti jugó casi veinte años en el Chelsea y disputó nada menos que 729 encuentros. Otro jugador destacado era el interior derecho escocés Charlie Cooke; a Cooke le volví a ver en los célebres partidos Escocia-España de clasificación para la Eurocopa 1976, cuando junto a Billy Bremmer, Jordan, Hutchison y Lorimer formaban una selección escocesa temible. Cooke era hábil y rápido, una auténtica pesadilla para cualquier defensa. Otro miembro destacado de la plantilla fue el central irlandés John Dempsey, que fue internacional en 19 ocasiones con su país, sin olvidar a los centrocampistas Alan Hudson y Keith Weiller que llegaron también a la internacionalidad con Inglaterra.

Todos confiábamos que el Real Madrid impusiera su veteranía y la calidad de sus internacionales, aunque a la hora de la verdad los londinenses fueron un equipo dificilísimo, con la brega y la verticalidad propia del fútbol de las islas; los merengues notaron la ausencia de un goleador, pues Grosso era un falso ariete, Amancio y Miguel Pérez jugadores ratoniles y Gento un extremo al que le pesaban los años. En el minuto 58 Osgood adelantó a los ingleses y el mister español, Miguel Muñoz, decidió introducir a Sebastián Fleitas, un rápido y oportunista delantero paraguayo que había llegado del Málaga tras pelearse por él Madrid y Barça. La presión blanca fue tremenda y con el partido prácticamente concluído el medio defensivo navarro Ignacio Zoco marcó el típico gol de la furia española. En la prórroga no hubo más goles y, como entonces no se tiraban penaltis, hubo de disputarse a los dos días un nuevo partido.

En el segundo encuentro el entrenador merengue sacó del equipo al veterano Gento y al ineficaz Miguel Pérez dando la oportunidad al citado Fleitas y a Manolín Bueno, un sevillano que fue el eterno suplente de Gento. El Madrid incoó mucho peor el encuentro y en el descanso ya perdía 2-0, con un nuevo gol de Osgood y otro de Dempsey. En el segundo tiempo el equipo español apretó de lo lindo, y un gol de Fleitas a falta de un cuarto de hora para el final nos hizo soñar con una nueva igualada, cosa que no se produjo y la Recopa se fue, con todo merecimiento, a las islas británicas. El Chelsea de entonces era menos brillante que el del siglo XXI, sus nombres no eran tan sonoros como los actuales, pero consiguió lo que le ha sido regateado al actual: un título europeo.


27 de marzo de 2012

Sangre de trepa

En esta vida todos tenemos nuestras ambiciones, y el mero hecho de tenerlas no ha de ser, de entrada, algo negativo y reprobable, en cuanto es legítimo pretender una mayor notoriedad profesional, aspirar a ganar más dinero o disfrutar de cierta posición de poder en algún lugar de la sociedad. El problema está en que a veces la forma de ejercer esas ambiciones, los medios que se utilizan para ello o los fines que se persiguen van más allá de lo que la ética exige, e incluso suponen perjuicio para terceras personas. Que nadie dude de que los "trepas" existen, en todas partes y a todos los niveles; suelen pulular, lógicamente, en torno a los lugares donde, de manera estable u ocasional,se ubica el poder, más bien alrededor de quien lo ejerce o representa.

Cuando uno se mueve en torno a personas real o interesadamente afines a quien llega al poder, puede comprobar como muchos de ellos van tomando posiciones para hacer valer sus aspiraciones. Ya dijo Alfonso Guerra que "el que se mueve no sale en la foto", todo un lema que se convierte en loa al afán de medrar, al deseo de pisar moqueta. A propósito de estas situaciones vienen a la cabeza las salidas de esas multitudinarias maratones, en las que el personal se da codazos para iniciar la carrera en buena posición, temeroso de perder paso a las primeras de cambio: los hay muy ágiles y veloces para estar siempre en el lugar oportuno y adecuado. Claro que en estas carreras no solamente es útil colocarse bien en la "pole position", pues también cuenta mucho la resistencia y hay que saber dar el tirón en el momento oportuno, reservar fuerzas en determinados tramos, esperar que se desfonde algún que otro rival excesivamente ansioso, ... toda una técnica la de quien quiere ascender, una forma de plantearse la vida que te convierte en observador, calculador y medidor de distancias.

La condición de trepa tiene sus momentos indigestos: hay que tragar sapos, ejercer el servilismo, hacer la rosca aunque no apetezca y estar dispuesto a que a ser utilizado, manipulado y hasta cosas mayores. Pero el trepa no se para en barras, para llegar donde quiere está dispuesto a la traición, el transformismo y la doblez más repugnante. Con frecuencia uno se pregunta porqué hay tanto mediocre que ha llegado lejos, y no hay duda de que muchas veces es más productivo -desde este punto de vista- saber hacer de meritorio, ejercer de camaleón y arrimarse al árbol más adecuado ... y que les quiten lo bailao.

Pero esto tiene su precio, porque el trepa no tiene amigos, la ambición de poder desgasta física y psíquicamente, la felicidad que alcanza es ficticia, incapaz de saciar y frecuentemente efímera y, no olvidemos a la Eve Harrington de Mankiewicz que inmortalizó Anne Baxter, que nos demuestra eso de que "quien a hierro mata ...", ... vamos que a todo tocinillo le llega su San Martín.


26 de marzo de 2012

Saber envejecer

Siempre he sentido admiración hacia Paloma San Basilio; ya me entro por el ojito derecho cuando hizo sus primeros pinitos televisivos como presentadora junto a Mercedes Ibáñez, Marigel Alonso y una argentina llamada Cristina Verón en un programa cuya voz cantante llevaba Joaquín Prat y que se llamaba "Siempre en domingo"; me ha encantado su forma de cantar y su estilo y he disfrutado con los temas de su gran éxito "Evita", así como canciones tan ingeniosas como "Juntos", tal elegantes como "La hiedra" e incluso con su poco lucida intervención eurovisiva con "La fiesta terminó". Por esta razón me ha decepcionado algo cuando al ver algunas de sus más recientes fotos he comprobado como ha caído en la tentación de disimular el paso de los años a base de estiramientos de piel y ensanchamientos de labios. Comprendo que quien vive de actuaciones en el escenario debe de poner los medios para presentarse ante los espectadores en las mejores condiciones, pero me temo que una vez más se ha convencido el esfuerzo por conservarse joven con el error de inclinarse por la opción de lo artificial, por forzar a la naturaleza. Al fin y al cabo, hay ejemplos de sobra que acreditan el encanto de quien envejece con naturalidad, dignamente ... así uno no puede evitar pensar en María Dolores Pradera, Katherine Hepburn o esa gran dama de la escena española que fue Aurora Redondo.

A las personas nos ocurre con frecuencia que nos entra una repentina rebelión frente a los efectos colaterales del paso de los años; de la misma manera que todos vivimos en su día, con mayor o menor furibundia, la crisis de la adolescencia y, entre otras maneras de hacer, buscábamos mostrar unas apariencias que no casaban con nuestra situación real, posiblemente por aspirar a una madurez de la que carecíamos, cuando al hilo del tango "las nieves del tiempo platean nuestra sien" volvemos la oración por pasiva y se nos van los demonios cuando comprobamos esas tristes manifestaciones que se inician pasado el ecuador de la vida y que alguna vez pensamos, con fatua ignorancia por cierto, que nunca nos iban a suceder a nosotros. Yo he contemplado, y lo sigo haciendo, formas de envejecer dignísimas y envidiables, nuestros abuelos y nuestros padres solían asumir con naturalidad la pérdida de facultades, las grietas corporales y esa decadencia progresiva que afecta al pelo, a la piel, al oído, ... Por eso, uno tiende a sentir una mezcla de lástima y rubor cuando observa esos rostros acartonados de hombres en edad de convertirse en cariñosos abuelos que optan por vestir como jovenzanos y maquillarse como galanes de cine, o la forma de dilapidar los cuartos en "liftings" y "botox" de más de una sesentona que no se da cuenta de que no es tan falso eso de que la arruga puede ser bella.

En las últimas décadas la ciencia y la medicina han avanzado muchísimo, la esperanza de vida se ha alargado de manera que a la edad en que hace 50 años estabas en el tiempo añadido de la vida ahora aún se te considera una persona joven; pero todo tiene un límite, y tanto envejecer como morir son ley de vida. De la misma manera que con frecuencia te tropiezas con quien se niega a hablar de la muerte como si fuera un tabú impronunciable, parece que se impone una resistencia a envejecer, a admitir en el cuerpo, en la cara, los efectos del paso de los años. Pero se trata de una rebeldía tan equivocada como inútil, cuando nos peinamos las canas -si es que nos peinamos algo-, al mirarnos las manos nos vienen a la memoria los días de infancia en los que visitábamos a nuestros abuelos, la visión del espejo del cuarto de baño comienza a ser más patética que otra cosa y en nuestra cara asoman las patas de gallo no hemos de ver más que las huellas de nuestra experiencia, los ecos de lo vivido y la esperanza de seguir luchando para poder marcar los hitos de nuestra propia historia.

25 de marzo de 2012

Informe semanal

Los dramáticos sucesos ocurridos hace pocos días en la localidad francesa de Toulouse han constituido con toda probabilidad la noticia más relevante de la semana a nivel internacional; el yihadista Mohamed Merah asesinó a siete personas, entre ellos tres niños judíos de un colegio de la citada localidad. Tras 30 horas de asedio, se anunció la muerte a tiros del asesino confeso y se devolvió, al menos parcialmente, la calma a los ciudadanos. La historia vuelve a poner sobre el tapete los peligros del terrorismo islamista, una posibilidad que desde que el 11 de septiembre de 2001 Al-Qaeda trasladó a occidente sus acciones siempre ha estado en mayor o menor medida presente en la lista de temores de nuestra decadente civilización. El hecho conlleva además efectos colaterales, pues se asegura que Nicolas Sarkozy, quien al parecer lo tenía crudo para revalidar su mandato en las próximas elecciones presidenciales del 22 de abril, habría podido salir reforzado y aprovechar el drama para recuperar el terreno perdido. En los últimos días se ha extendido el rumor de que el tal Merah podría haber sobrevivido al asalto y estar vivo por algún lugar de Francia, algo que suena más a afán de crear leyendas y alimentar el morbo.

Menos explosiva es la noticia del viaje del Santo Padre a México; cuentan desde allí que el recibimiento ha sido espectacular y la riada de personas que ha seguido a Benedicto XVI en el "papa-móvil" se ha extendido decenas de kilómetros; y es que los mejicanos siempre han sido tremendamente expresivos al dar la bienvenida a quien viene en son de paz. Como suele hacer, el Papa alemán no ha tenido pelos en la lengua y con ese tono de suavidad y elegancia que le caracteriza ha puesto el dedo en la llaga en una serie de asuntos, instando a luchar "contra el "mal destructivo" del narcotráfico", añadiendo que viene "como peregrino de la fe, de la esperanza y de la caridad. Benedicto reitera igualmente su deseo de "confirmar en la fe a los creyentes en Cristo, afianzarlos en ella y animarlos a revitalizarla con la escucha de la Palabra de Dios", un mensaje que también nos puede ser de provecho a los que estamos al otro lado del Atlántico. Me ha llamado la atención que el Papa no incluya en su programa una visita a México D.F., por lo visto por prohibición médica a la vista de la altura de la capital azteca, circunstancia que nos recuerda la avanzada edad de un pontífice que queda claro está entregando su vida por su grey. Después de México Benedicto XVI visitará Cuba, y antes de llegar ya ha dado muestras de su claridad de ideas, afirmando que la ideología comunista en Cuba, "tal como había sido concebida, no responde ya a la realidad" y que "conviene hallar nuevos modelos" evitando traumas.

Mientras tanto en África vuelven a sonar tambores de guerra, en Malí, una república ubicada en África Occidental que pese a que algunos de sus recursos naturales son el oro, el uranio y la sal, está considerada una de las naciones más pobres del mundo, ha habido un cruento golpe de estado; el pasado miércoles un grupo de militares derrocó al presidente Amadou Toumani Touré. Parece ser que el presidente destituido se encuentra en la actualidad en una base militar rodeado de su "guardia pretoriana". Cualquiera sabe cómo terminará la cosa: de momento da la impresión de que los golpistas no son precisamente unas hermanitas de la caridad, que la comunidad internacional no anda demasiado contenta con lo ocurrido y que la pelota aparenta en estos momentos hallarse en el tejado. Lo único que, me temo, está claro es que los principales perjudicados del problema serán quienes no tienen la culpa de nada, y es que en África cuando los militares buscan las escopetas siempre aparece la miseria, la hambruna, el dolor y la muerte.

De entre los temas "menos importantes", podríamos hablar de que el Barça, en sólo tres días, ha recortado cuatro puntos al Real Madrid y ha devuelto algo de emoción a la Liga y de "vitalidad" a Mourinho, que el Zaragoza ganó los tres puntos más milagrosos que le recuerdo y hay quien vuelve a soñar con salvarse del descenso y que en la Fórmula I parece que MacLaren es un rival muy serio de Red Bull, mientras Alonso y Ferrari siguen sin dar el do de pecho. En los mentideros políticos ya se intuye la guerra de cifras y gestos de cara a la huelga general del próximo jueves y hoy tenemos unas elecciones en Asturias y Andalucía en las que no se porqué tengo la intuición de que habrá sorpresas.

24 de marzo de 2012

¡Y qué razón tienes amigo Íñigo!

"Eramos más felices con una televisión que ahora con cien".Así se pronunciaba José María Íñigo en la última página del heraldo de Aragón del pasado jueves; el veterano presentador de "Estudio Abierto", "Directísimo", etc se desmarca con una simpática entrevista en la que nos cuenta su visión, nada positiva por cierto, de la televisión actual a la que califica con tanta crueldad como acierto como "un electrodoméstico más". Yo añadiría que se trata de un electrodoméstico que puede incluso ser pernicioso, pues mientras la lavadora, el frigorífico o la "termomix" nos facilitan las cosas, la tele frecuentemente sólo consigue fomentar la incultura, embrutecer el ambiente y crear desinformación. El propio Íñigo asegura que la nostalgia no sirve para nada, pero no puedo evitar rememorar aquellos tiempos en los que la familia se reunía en torno a la televisión y el brasero, en los que un partido de la selección nacional o del equipo de los amores, una serie de fama, una obra de teatro o un concurso bien llevado se convertían en pieza de interés común y fuente de conversación y atención. Ahora el poder lo tiene el dueño del mando a distancia, la tele cierra las posibilidades de conversar durante la comida, los niños tragan bazofia mientras sus padres buscan crucero para Semana Santa y cada cual tiene representación de la caja tonta en la propia habitación.

Me acuerdo perfectamente la expectación cada víspera del día de difuntos ante la correspondiente versión del Tenorio, o la incertidumbre compartida cuando el alcalde de Belmez o la "mamá del millón" de enfrentaban semanalmente a las pruebas de "Un millón para el mejor", magistralmente dirigido primero por Joaquín Prat y posteriormente por José Luis Pecker, los encuentros de la España de Kubala, los combates de Pepe Legrá o Pedro Carrasco o la siempre esperada etapa del Tour de las sobremesas de julio, sin olvidar los episodios de "Misión Imposible", "El fugitivo" o "Los vengadores". Ahora nos podemos pelear por "La noria", "Gran Hermano" o "Salvame", y solamente tendremos garantizada la zafiedad. Creo que, en la línea de Íñigo no se trata de suspirar por eso tan artificial, y posiblemente inexacto de que cualquier tiempo pasado fue mejor, tan sólo cabría plantearse si a lo mejor llevamos años huyendo hacia adelante y sería mejor vivir sin crearnos tantas necesidades y disfrutando lo bueno que tenemos en pequeñas dosis, ... sin olvidar el añadido de cierta capacidad de crítica, algo que, reconozcamoslo, posiblemente tampoco teníamos cuando TVE era la mejor televisión de España ... que lo que ha dicho Íñigo no es que entonces la tele fuera mejor, sino que nos hacía más felices.


23 de marzo de 2012

¿Corre por ahí mucho ñandú suelto?



Aunque cada niño es un mundo, la curiosidad respecto a los animales suele ser característica bastante común en la infancia; yo recuerdo que de pequeño coleccionaba cromos de todo tipo de animales, y acababa teniendo conocimiento de una buen número de especies que iban más allá de leones, tigres y ballenas, cuya existencia casi puede darse por supuesta desde los primeros meses de vida. Una de las aves que más me llamaba la atención era el avestruz, esos "bichos" enormes que vivían en desiertos y sabanas africanos, eran tremendamente grandes y veloces y no sabían volar. Los avestruces pertenecían al "gremio" de las aves corredoras y con el tiempo aprendí que también existían otras, como el casuario, otro enorme "mostrenco" con una llamativa cresta y que vive en Australia y Nueva Guinea, el emú, muy parecido al avestruz y vecino del casuario y el kiwi, una corredora bastante más pequeña, de aspecto más bien ridículo, propia de Nueva Zelanda y que comparte nombre con esa fruta que de tiempos a esta parte se ha convertido en habitual a la hora del postre en nuestro país. Y cuando pensaba que estaba al corriente de todas y cada una de las especies de aves "estrutioniforme de la familia Struthionidae", en la clase de ciencias naturales de 1º de bachillerato descubrí que también había una corredora denominada ñandú, que vivía en exclusiva en las llanuras de Sudamérica, tenía tres dedos afiladísimos en sus patas y unas dimensiones y fuerza enormes.

Otro de los recuerdos del ñandú se deriva del hilarante y con frecuencia surrealista humor de los añorados Tip y Coll, que durante una temporada les dio por hacer comparaciones absurdas y enfrentaban cualquier concepto con "una madre sin Hijos", "un jardín sin flores", "el ñandú", "la oropéndola", "el azabache", ... vete a saber que pretendían decir con estas comparaciones, seguramente nada. La verdad es que puestos a hablar de animales, siempre es más atractiva la peligrosidad de un tigre o un tiburón, la raza del toro de lidia, la fidelidad del perro y el gato, la gracia de un loro o una ardilla o el poder de un elefante, y uno, por mucho conocimiento que pueda tener de nombres y aspectos externos, sigue viviendo sin necesitar para nada ñandúes, casuarios o garzas reales.

Pero el otro día encontré un artículo en la red donde definía al ñandú como un animal peligroso, y para realizar semejante afirmación quien lo había escrito se basaba en que el animal tenía un cerebro muy pequeño y una fuerza descomunal derivada de su velocidad, su tamaño y esas garras afiladas que posee en las patas. La falta de inteligencia del ñandú hace que sea fácil que reaccione de manera violenta y agresiva y sea capaz de hacer muchísimo daño por responder desproporcionadamente ante estímulos leves. De ahí la pregunta que da título al post, pues cuando leo las reacciones de algunos en la red, en foros, redes sociales o comentarios a noticias, cuando escucho lo que se comenta en autobuses públicos, bares o lugares de encuentro o cuando veo actitudes de ciudadanos -y ciudadanas- por la calle cada día que pasa me pregunto con mayor reiteración si no nos estaremos convirtiendo en aves corredoras, en personajes incapaces de reaccionar ante la contrariedad, la mala suerte o la decepción de manera serena y respetuosa, si no estamos colaborando en el surgimiento de una sociedad de ñandúes, de personas de cerebro corto, patas largas y modos bruscos.


22 de marzo de 2012

Volviendo a Pérez Galdós

A veces los aficionados a la lectura nos despistamos en busca de novedades y éxitos editoriales y olvidamos que en esto de la literatura siempre hay que mirar atrás y guardar fidelidad a esos autores legendarios que nunca te van a fallar; en todas las épocas y lugares ha habido -y sigue habiendo- escritores que no solamente fueron capaces en su tiempo de demostrar una calidad literaria superior, sino que no se han pasado de moda al cabo de los años, y uno está convencido de que nunca lo harán. Mi lista de autores irrenunciables es larga, aunque me hubiera gustado haberles leído mucho más, y en ella se encuentran nombres tan variados como Dumas, Dostoyewski, Delibes, Aldecoa, Baroja o Dickens. Y entre éstos también hay un lugar para Benito Pérez Galdós, posiblemente el más importante autor nacional del siglo XIX, alguien que fue capaz de dibujar como nadie una España que pasaba por algunos de los momentos más críticos de su historia. La crítica social y el costumbrismo de Galdós son un auténtico lujo y novelas como "Doña Perfecta", "Misericordia" o "Fortunata y Jacinta" lecturas obligadas para cualquier lector exigente. Galdós forma parte de una generación de escritores verdaderamente importantes: "Clarín", Pereda, Valera, Blasco Ibáñez, la Condesa de Pardo Bazán, Palacio Valdés, Alarcón, ...

Hace unos años tomé la decisión de ir leyendo, poco a poco, los Episodios Nacionales, manifestaciones de lo que hoy llamaríamos novela histórica y que tienen, sobre las actuales, la ventaja de la inmediatez en el tiempo y el estar escritas por la pluma de un genio. Comencé por "Trafalgar", una visión excelente de nuestra gran y fracasada batalla naval contra el inglés y siguió con todos y cada uno de los capítulos referentes a las primeras escaramuzas napoleónicas en España: "La Corte de Carlos IV", "El 19 de marzo y el 2 de mayo", "Bailén", "Napoleón en Chamartín" y "Zaragoza"; cada cual me gustó más, con la deliciosa narración puesta en boca de ese protagonista de ficción llamado Gabriel de Araceli. Pero por esas cosas de la vida, llevaba unos cuantos años parado, con el volumen correspondiente al episodio de "Gerona" fijo en la mesilla esperando no se que decisión. Por fin he recomenzado con los "Episodios" y vuelvo a disfrutar con esa historia tan real como apasionante y bien narrada. Los "Episodios Nacionales", leídos con calma y saboreando cada capítulo, son un recorrido delicioso por buena parte de la Historia de España.

Como siempre, uno se encuentra con aguafiestas de todo tipo, desde quien le coloca a D. Benito la etiqueta de anticlerical hasta a quien le escuece que se hable e la historia de España; desde luego, en las novelas de Galdós hay curas que no salen bien parados, pero me parece que el hombre se limita a contar lo que vio y que en el fondo hay un algo de dolor ante una situación que no gusta. de cualquier manera, valor literario indiscutible aparte, los "Episodios Nacionales" de Benito Pérez Galdós son una manifestación de algo que deberíamos a prender todos: el respeto a nuestra historia.


21 de marzo de 2012

La estela del Cordobés

Manuel Benítez "El Cordobés" fue uno de los fenómenos sociales más llamativos de la larga época del franquismo; la historia del torero salido del arroyo que pasa del hambre y la miseria a ser conocido por toda España y viajar en Mercedes no deja de ser tópica y significativa. A lo dicho cabe añadir la revolución que supuso su forma de torear en un mundo como el taurino en el que siempre han imperado los rigores del clasicismo y la ortodoxia más absoluta. "El Cordobés" instauró un modelo distinto, el llamado tremendismo, en el que se saltaba a la torera -y nunca mejor dicho- todos los cánones instaurados hasta la fecha: recibir el toro de rodillas, su famoso "salto de la rana", la temeridad extrema y todo tipo de excentricidades crearon entre los aficionados una irreconciliable y permanente polémica entre partidarios y enemigos del torero de Palma del Río. Siempre recordaré que una tarde me dediqué a darle la paliza a mi padre, un taurino en toda la regla, preguntándole sobre los distintos toreros de la época, y cuando lo hice sobre Manuel Benítez me respondió con un rotundo "es un gamberro". Algo tendrá el agua cuando la bendicen, y no se le puede negar al andaluz su importancia en la historia reciente del toreo español, pero parece que no era un personaje que respondiera a las exigencias de los aficionados que podemos llamar "de culto". En un tiempo donde brillaban el temple y la clase de diestros como Antonio Ordóñez, "Antoñete" o Paco Camino, era sin duda "El Córdobes" una nota que sonaba de manera bien distinta.

El éxito de "El Córdobes" dio lugar muy pronto a que a éste le salieran emuladores; muchos jóvenes aspirantes a toreros vieron el cielo abierto y se lanzaron al "tremendismo" pensando que era la mejor forma de llegar a lo más alto y ganar dinero. Quizá fueron mal aconsejados y creyeron que podrían suplir su falta de técnica con la temeridad, pero una vez más quedó demostrado que las imitaciones suelen salir mal y, por lo que se vio, solamente había lugar en la gloria para un revolucionario del toro. De entre quienes intentaron triunfar de esta manera recuerdo muy especialmente a Manuel Alvarez "El Bala", un sevillano que llegó a tener cierto predicamento como novillero y cuyo apodo ya da a entender cómo se las gastaba. "El Bala" no tenía demasiados conocimientos de cómo se debe torear, pero si una valor a toda prueba y una audacia desmesurada; así el hombre se habituó a sacar una silla al ruedo desde la que citaba al toro y ponía banderillas. La cosa no podía acabar bien y en 1967, al año de haber tomado la alternativa en la plaza francesa de Arlés, toreando en San Sebastián de lo Reyes el toro "Gallito" le seccionó la arteria y la vena femoral provocando la amputación de una pierna. Manuel Alvarez fallecería en Sevilla en 1983 a los 47 años de edad.

A principios de la década de los setenta hizo furor entre los toreros noveles Julián García, un diestro que habiendo nacido en Albacete vivía en Valencia; García encabezó el escalafón de novilleros de su tiempo junto a Dámaso González, también albaceteño y que con el tiempo cuajaría como una de las grandes figuras de la época. Julián García tenía también un amplio repertorio de "heterodoxias", entre las que destacaba lo que se denominó el pase del reclinatorio, pues el hombre tenía la humorada de sacar uno de éstos al ruedo y torear arrodillado al mismo. Julián García tomó la alternativa en Castellón en 1970 y si bien en los primeros años como matador siguió ocupando posiciones cabeceras en el escalafón, al final la gente se cansó de tanto "espectáculo" y pasó a ocupar un lugar irrelevante entre los toreros de su tiempo, toreando muy pocas corridas al año y desapareciendo de los carteles de las principales ferias.

Mediados los años sesenta adquirió una fama inusitada Blas Romero "El Platanito", un novillero que había nacido en Castuera (Badajoz) y cuya vida era toda una cadena de tópicos propios de una película de toreros: educado en un orfanato, había saltado de espontáneo y vivía en la miseria. "El Platanito", que de torear no tenía ni idea, se hizo célebre en toda España tras intervenir en una serie de novilladas organizadas por Domingo Dominguín y los hermanos Lozano en la madrileña plaza de Vista Alegre, éstas se celebraban por la noche y fueron retransmitidas en directo a toda España. Blas Romero llevó los excesos al máximo y hacía de todo menos torear: subirse encima del toro, besarlo, ponerse de rodillas y de espaldas, ... Durante unos pocos años el chaval, de quien se aprovecharon unos cuantos, se hartó de torear por toda España, al reclamo de la fama y el morbo; yo recuerdo haber acudido con mi padre a una novillada nocturna en Zaragoza y ver como fracasaba el tipo vestido de azul marino y oro y luciendo un plátano dorado bordado en la espalda. La gente se hartó pronto de "El Platanito", que acabó en la miseria y en la actualidad vende lotería por las calles de Madrid.

Angel Alcaraz "Angelete" también era albaceteño, habiendo nacido en 1937; cuando contaba 30 años y seguía trampeando en el escalafón de los novilleros un toro le ocasionó una herida mortal en la Plaza de toros de Torre Pacheco. "Angelete", que fue un diestro sin relevancia alguna y del que casi nadie se acuerda, también formó parte de la nómina de los tremendistas, llegando a torear sentado en una silla e incluso con una venda en los ojos como el "summum" de la osadía y la irresponsabilidad. "Angelete" también trabajaba como bailaor de flamenco con el sorprendente apodo de "El Pajero". Seguro que ha habido unos cuantos "echaos palante" más a lo largo de la historia del toreo -ahora recuerdo a un novillero a quien vi en Zaragoza siendo muy pequeño que tenía el humor de denominarse "El Tiburón de Málaga"-, incluso a algunos mitos como el grandísimo Juan Belmonte le llegaron a acusar de "Tremendista", cuando lo que hizo es dar el paso al torero más clásico y auténtico, pero esto es ya otra historia.


20 de marzo de 2012

Una niña que me reconcilió con la humanidad



El 3 de noviembre de 2010 dediqué mi post a una pequeña niña de color con la que me había tropezado una mañana en la que me dirigía al trabajo y ella iba, junto a su madre, al colegio; desde entonces -ya ha pasado casi año y medio- he seguido coincidiendo con ese ser adorable que, aunque lógicamente ha crecido, continúa viviendo los primeros años de su vida. Supongo que cuando paso a su lado seguirá ignorante de la admiración y la ternura que palpitan en mi interior ante una figura diminuta que anda por la vida con la sencillez y el entusiasmo que parecen ser posibles tan sólo en la primera infancia. El pasado sábado viví una segunda parte de mi experiencia de entonces y comprobé que la niña, además de guapa, alegre y entusiasta, es bastante lista.

Dicho sábado, como ya conté del anterior, cogí el autobús que me iba a devolver a Huesca en la parada ubicada frente a la vieja fundición de Averly, eran las 21.10 horas y el destino -bendito sea en esta ocasión- quiso que me fuera a sentar justo en el asiento de al lado al que la niña referida ocupaba junto a su madre; desde el principio comprobé cómo la criatura se encontraba en plena forma y en qué medida le encanta practicar con continuidad el sano ejercicio de hablar. Hay veces en las que un niño -o niña- puede darte el viaje hasta volverte comprensivo con el mismísimo Herodes, pero en esta ocasión la ruta acabó siendo una delicia y contemplé durante todo el camino que a través de la autovía te lleva hasta la Olla de Huesca una escena maravillosa en la que madre e hija dieron una lección de alegría y naturalidad, y es que descubrí que el secreto de una niña que ya conocía feliz estribaba en tener una madre que sabe tratarla simplemente con amor. La niña -averigue su nombre, pero tampoco vamos a dar pistas- tenía el día cantarin, y así me resultó consolador comprobar cómo al cabo de más de cuarenta años los niños siguen repitiendo los mismos cánticos de mis tiempos, de manera que sin solución de continuidad fui escuchando uno tras otro aquello de "En la casa de Pepito, IAIAO ...", "la Gallina Turuleta", "Estaba el señor Don Gato, marramamiau ...", "El patio de mis casa es particular", amen de otra que hablaba de una brujita, una protagonizada por las pajaritas del parque y que al parecer la niña se había inventado, una tercera, novedosa para mí y titulada "La vaca Lola", que según decía la letra "tiene cuernos, cabeza y cola" ... ¡faltaría más! e incluso una simpática versión de "Pinocho". Y ante una situación tan sencilla, tan poco sofisticada, que su madre sabía ir llevando al combinar con habilidad notable entusiasmo y discreción, a un servidor se le caía la baba mientras tenía que hacer esfuerzos por no incorporarse al concierto y se preguntaba a sí mismo ¿por qué coño -con perdón- tenemos que crecer?.

No obstante, el momento culminante del viaje se produjo cuando mi amiga, vamos a llamarla ya así, inició el mítico "Vamos a la cama", tema que agradecí oír, pues significa que aún quedan esencias de infancias más simples y que tras cantar en castellano madre e hija repitieron en un idioma desconocido para mí y que imaginé sería el de su tierra de origen. A continuación la canción que tocaba fue el célebre "¡Viva la gente!", esa especie de primeros compases del new age que un numeroso grupo de jóvenes norteamericanos interpretaban con sonrisa profiden allá por 1969. Fue entonces cuando se agudizó en mi persona la tentación de obligar a todos los pasajeros a seguir la letra incoada y lanzar vivas especiales a la gente que en ese momento viajaba en los asientos de mi izquierda. Posteriormente, además de cierta muestra de tener carácter, la negrita relató una superresumida versión de los cuentos de "Blancanieves y los 7 enanitos" y "Los tres cerditos y el lobo feroz". En mi asiento hacía como que dormitaba, consciente de que un viaje que prometía ser cansado y aburrido se convertía, gracias a que quedan seres buenos y sencillos, en un himno a la felicidad más simple y menos costosa.

Me bajé, como madre e hija, en la parada de Martínez de Velasco; me temo que para ellos no fui más que un señor serio y distraído con el que habían coincidido, porque, gracias a Dios, hay personas que para hacer el bien sólo tienen que mostrarse al mundo tal como son y buena parte de su virtud radica posiblemente en su inconsciencia de poseerla. Pero los demás no podemos permitirnos vivir como si no existieran, porque entonces nos perderíamos el espectáculo de la bondad humana. Definía Chesterton a la mediocridad como "la capacidad de convivir con la grandeza y no darse cuenta" ... quiera Dios que no caigamos, al menos en demasía, en dicha mediocridad.

19 de marzo de 2012

También se nos fue Diego de Acevedo


El sábado nos enterábamos de la noticia del fallecimiento de Paco Valladares, uno de los más significados representantes de la magnífica generación de actores que fueron creciendo profesionalmente a lo largo de la segunda mitad del siglo XX. El actor sevillano llevaba cuatro años luchando contra una leucemia que al final le ha llevado a la tumba.

La vida profesional de Paco Valladares ha sido muy larga y en ella se pueden resaltar papeles muy importantes: clásicos, obras mantenidas en cartel durante varios años, ... pero en mi recuerdo y en mi memoria siempre quedará identificado como Diego de Acevedo. Fue ésta la primera serie grabada por Televisión Española y en ella Valladares daba vida a un personaje de ficción, un joven limeño que llegaba a España y se convertía en uno de esos militares que defendieron nuestra nación contra el invasor francés en los inicios del siglo XIX. Al ritmo de las aventuras de Diego de Acevedo  tuve mis primeros conocimientos infantiles de personajes históricos como Carlos IV, Fernando VII, la Duquesa de Alba, Daoíz y Velarde, Manuela Malasaña, Godoy y Joaquín Murat, entre muchos otros. La serie la dirigió Ricardo Blasco y contó con un reparto que agrupaba lo más granado del momento: Luis Prendes, Fernando Guillén, Elisa Ramírez, Francisco Piquer, María José Goyanes, Paloma Valdés, Emilio Gutiérrez Caba, Sancho Gracia, Agustín González, Pablo Sanz, Carlos Laŕañaga, Andres Mejuto, Carlos Lemos, ... Hace pocos meses me "tragué" de nuevo la serie gracias a la habilidad informática de unos buenos amigos. Fue el primer papel relevante del actor fallecido del que tuve conocimiento. Francisco Valladares comenzó jovencísimo a trabajar  en televisión y, como contaba en una entrevista realizada no hace demasiado tiempo, se inició  en los míticos estudios del Paseo de la Habana como locutor de continuidad, es decir, aquellos que anunciaban  programación, interrupciones y pequeños contratiempos. El otro papel representado por Valladares que, desde mi punto de vista, le marcó caracter fue el de "David Copperfield", una de las más grandiosas obras de Charles Dickens llevada magistralmente a la pequeña pantalla por Juan Guerrero Zamora en el espacio "Novela". Paco Valladares borda a un genuino Copperfield y junto a él recuerdo muy especialmente al resto del cartel: un secundario habitual, Víctor Valverde, como Steefoth, Gabi Álvarez como Peggoty, Elisa Ramírez, como Agnes, Mercedes Prendes, como la tía Betsey y Miguel Ángel, como Urías Heep, a los que cabe añadir nombres como Blanca Sendino, Manuel Dicenta, Lola Herrera, Ana María Noé, Luis Morris, Gloria Cámara, José María Escuer, Josefina de la Torre, Antonio Puga y unos cuantos más. Era la época en que estuvieron de moda las series larguísimas y en poco tiempo vimos tres obras tan significativas como "El Conde de Montecristo", "Los tres mosqueteros" y la citada.

Del espacio "Novela" son también dignas de recordar sus interpretaciones en "El escándalo", la excepcional obra de Pedro Antonio de Alarcón en la que el papel protagonista le correspondió al actor argentino Alfredo Alcón y donde junto a éste y Valladares trabajaron Carmen Bernardos, Agustín González, Silvia Tortosa y Guillermo Marín; en "La esfinge maragata", uno de los más célebres dramones de Concha Espina, con Carmen de la Maza, Luisa Sala, Pablo Sanz e Inma de Santis y nada menos que en "Anna Karennina", donde le tocó el papel de Conde Vronski y compartió escena, entre otros, con Amparo Baró, Daniel Dicenta, María Massip, Carlos Casaravilla, Luisa Sala, Pablo Sanz, María Silva y Mercedes Sampietro. No obstante, tengo un recuerdo muy especial de la versión televisiva, en el añorado "Estudio-1", de una de las mejores piezas de Buero Vallejo, "La fundación", en el que le corresponde el papel del enajenado Tomás y donde también trabajaban Jesús Puente, Manuel Gallardo, José María Guillén, José Caride y Luisa García Ortega. En la red he encontrado 17 intervenciones más en dicho programa, destacando un "Don Juan Tenorio" de cartel excepcional: Paco Rabal, Conchita Velasco, Maruchi Fresno, Fernando Guillén, Juanjo Menéndez, Tota Alba, Irene Daina, José María Escuer, José Sepúlveda, ..., "La dama del mar", trabajando con Nuria Carresi, María Massip y Concha Goyanes, la excelente obra teatral de Oscar Wilde "La importancia de llamarse Ernesto", con Lola Herrera y Margot Cottens, y otra versión de Buero: "Historia de una escalera", junto a Nuria Carresi, Fernando Cebrián y Valentín Tornos.

Como tantas veces he puesto de manifiesto, el teatro ha sido el gran banco de pruebas de los actores y actrices más admirados, y si observamos los trabajos de Paco Valladares en sus primeros años comprobaremos el nivel de las obras en las que intervenía,  siempre en papeles principales: "Macbeth" (1957), "Medida por medida" (1955), "La fierecilla domada" (1954) y "El sueño de una noche de verano" de William Shakespeare, "El mejor alcalde, el Rey" (1955) de Lope de Vega, "El Hijo Pródigo" (1955) de José de Valdivieso, "La Celestina" (1956) de Fernando de Rojas, "Al fin mujer" y "La Malquerida" de Jacinto Benavente, "El río se entró en Sevilla" de José María Pemán, "Un 30 de febrero" de Alfonso Paso, "Un tranvía llamado deseo" de Tennesee Williams, "El amor es un potro desbocado" de Luis Escobar, "Yerma" (1960) y "La zapatera prodigiosa", de Federico García Lorca, ..., habiendo trabajado en las compañías de Lola Membrives, Fernando Fernán Gómez, Guillermo Marín y el Teatro Eslava, entre otras. Entre finales de los 60 y principios de los 70, Valladares protagonizó dos obras de éxito extraordinario:  en primer lugar,"La casa de las Chivas", de Jaime Salom, estrenada en el Teatro Marquina, dirigida por José María Loperena,  junto a Terele Pavez, María José Alfonso, Erasmo Pascual, Lorenzo Ramírez, Juan Lizarraga y Manuel Torremocha, con un argumento situado en la guerra civil española y que estuvo en cartel más de tres años. La otra fue "Las mariposas son libres", dirigida por José Luis Alonso, en la que sus compañeras de reparto fueron Elena María Tejeiro y Milagros Leal, donde interpretaba una canción compuesta por Julio Iglesias y que permaneció en cartelera más de cuatro años; el libteto se basaba en una obra de Leonard Gershe y la trama giraba en torno a un joven ciego cuya madre desaprueba la relación que aquel mantiene con una joven hippie. También cabe destacar su participación en el Festival de Teatro Clásico de Mérida con "La Orestíada" (1975) de Esquilo y "Las bacantes" (1978) de Eurípides, su papel en "Los hijos de Kennedy", dirigido por Ángel García Moreno, con Gemma Cuervo, María Luisa Merlo, Marisa de Leza y Pedro Civera, y "El gran teatro del mundo", de Pedro Calderón de la Barca, con la Compañía Lope de Vega dirigida por José Tamayo Rivas que se representó en numerosas iglesias y catedrales españolas, en el Vaticano y en el Teatro de Bellas Artes de Madrid, sin olvidar "Historia de un caballo" (1979), adaptación de un cuento de Tolstoi, dirigida por Manuel Collado Sillero, con José María Rodero y María José Alfonso y "Llama un inspector" (2007), de J. B. Priestley, junto a José Luis Pellicena y Concha Cuetos.

En el cine, los trabajos de Paco Valladares son más bien escasos, pudiendo citar "Dos chicas de revista" (1972), de Mariano Ozores, "Hay que deshacer la casa" (1986), de José Luis García Sánchez y "Manolito Gafotas" (1999), de Luis Miguel Albaladejo. Más importante fue su trabajo en varias comedias musicales: "Yo quiero a mi mujer", de Michel Steward con música de Cy Coleman, junto a Alfredo Landa, María Luisa Merlo y Josele Román, bajo la dirección de Jaime Azpilicueta; "Por la Calle de Alcalá" (1983), musical de Ángel Fernández Montesinos y Arteche con coreografía de Alberto Portillo, junto a Esperanza Roy, y el musical de Ángel Fernández Montesinos y Arteche "Mamá quiero ser artista" (1986) junto a Concha Velasco. También protagoniza junto a Paloma San Basilio el musical "Víctor & Victoria", de Blake Edwards con música de Henry Mancini, adaptado y dirigido por Jaime Azpilicueta e interviene en la opereta bufa "Calipso", versión moderna y adaptación de "El joven Telémaco", realizada por Pedro Víllora, obra que inaugura el Festival de Teatro de Mérida de 2006.

Paco Valladares destacaba por su dicción; es posible que su voz sea una de las más perfectas y bonitas de la escena española de los últimos tiempos, Había cursado estudios de Arte Dramático en el Conservatorio de Madrid (hoy Real Escuela de Arte Dramático de Madrid), teniendo como profesores a Mercedes Prendes y Manuel Dicenta, habiendo recibido también clases particulares de otro viejo conocido de la tele, José Franco; tenía formación musical, recibiendo  lecciones de canto de Marimí del Pozo. Todo ello facilitó  que tuviera una gran capacidad para cantar y recitar, habiendo realizado con frecuencia recitales de poesía entre los que destacaron los dedicados a Becquer, Lorca, Machado, Miguel Hernández, Quevedo, y Santa Teresa de Jesús, que realizaba con música de Bach, Boccherini, Manuel de Falla, Sabicas y Sors. Su estupenda dicción le permitió también dedicarse al doblaje, habiendo puesto la voz a verdaderos primeros espadas como Richard Burton, Alain Delon, Clint Eastwood, Michael Caine y Robert Redford. Un curriculum que deja sin aliento y que, posiblemente no ha sido suficientemente reconocido con premios oficiales. Respecto a esto último "El País" nos cuenta que la ausencia de este tipo de galardones podía explicarse porque Paco Valladares "no era ‘habitual’ de los que se dedicaban a ‘alta cultura”, quizá porque la versatilidad de Valladares le llevaba por territorios a los que la cultura más elitista da la espalda habitualmente, olvidando, o simplemente ignorando, que este grandísimo profesional era capaz de anonadar con un Calderón, o convertido en Príncipe Serpujovskoi (Equus), o sobrecoger cuando a través de su voz se escuchaba a Miguel Hernández, García Lorca o Machado." y termina con una anécdota estremecedora: "interpretó maravillosamente su papel en El gran teatro del mundo, bajo las órdenes de José Tamayo y junto a María Jesús Valdés, mientras aguantaba el dolor y el malestar que le producía el infarto de miocardio que estaba sufriendo (10 de junio de 1998), y ello sin que ni sus compañeros ni el público notaran nada."

Un pedazo de actor que ya ha entrado en la historia. Descanse en paz.

17 de marzo de 2012

Adios a un "sinvergüenza"

Hace un par de días hablaba de Julia Gutiérrez Caba, por eso uno ha de cambiar radicalmente de chip para hacerlo de Pepe Rubio, el actor español que falleció el pasado jueves en Madrid a la edad de 80 años; Pepe Rubio triunfó durante años protagonizando la comedia de Alfonso Paso titulada "Enseñar a un sinvergüenza", y es que posiblemente éste era, en su sentido menos peyorativo, el calificativo que mejor definía el estilo artístico del actor nacido en la localidad almeriense de Lubrín. Pepe Rubio solía representar los papeles de típico solterón mujeriego, simpático y juerguista. Yo le recuerdo del célebre programa de la sobremesa "La casa de los Martínez", en el que junto a Julita Martínez, Carlos Muñoz, Florinda Chico, Rafaela Aparicio y otros desempeñaba a la perfección el rol de tío soltero que siempre esta de cachondeo. El actor tenía aspecto de "guaperas" y unos aires de bon vivant que le venían como anillo al dedo para ganarse la vida en el mundo de la farándula. Pepe Rubio, a quien hace muchísimo tiempo que había perdido de vista, presentaba siempre un aspecto joven u jovial, tanto que uno no termina de sorprenderse cuando comprueba que ya era octogenario, pues en ocasiones se vive como si la gente que conoces a través de la pantalla -grande o pequeña- o el papel "couché" siempre hubiera de tener el mismo aspecto externo.

Sin ninguna duda "Enseñar a un sinvergüenza" fue su trabajo más significativo; la obra fue estrenada el 16 de noviembre de 1967 en el Teatro Victoria de Barcelona y aguantó en los carteles la friolera de 17 años, un récord que, como señalaba El País, nadie ha conseguido superar en nuestro país, como tampoco los 10 millones de espectadores que acudieron a ver la obra, ni las 12.000 veces que llegó a representarla; el argumento no sonaba precisamente a novedoso: el juerguista y caradura Lorenzo irrumpe en la vida de Rosana, una profesora tan bella como estricta y rigurosa, alguien que nunca se permite hacer algo fuera de lugar, el encuentro cambiará las formas y actitudes de Rosana, que termina perdidamente enamorada y se ve obligada a "civilizar" a Lorenzo, una especie de "Pigmalion" en versión masculina. El papel de Rosana lo representó Nuria Torray, una excelente actriz catalana fallecida hace ocho años, figurando también en el cartel Antonio Vico, Carmen Carbonell, Charo Soriano, con los años a la Torray la sustituirían Ana María Vidal, María Garralón, Anabel Montemayor y María Rey. En 1969 Agustín Navarro dirigió la versión cinematográfica, en la que la partenaire de Pepe Rubio fue Carmen Sevilla y con un elenco de actores notable: Manuel Aleixandre, José Luis Coll, Mari Carmen Prendes, Luis Sánchez Polack "Tip" y Tina Sainz, entre otros.

El actor fallecido tiene una larga trayectoria en el cine, casi siempre como actor de reparto y en películas comerciales; de mi más tierna infancia le recuerdo en "Los Guardiamarinas", película de la que ya se habló en esta misma sede con motivo del fallecimiento de Alberto de Mendoza y en uno de esas versiones baratas de el zorro titulada "El Zorro cabalga de nuevo", una coproducción hispano-italiana en cuyo cartel vemos la presencia de gente tan ilustre como Agustín González, Jesús Puente, María José Alfonso y Sancho Gracia. Su primer trabajo en el cine fue "La casa de Troya" (1959), a las órdenes de Rafael Gil, director con el que trabajaría en "Siega verde" (1961), un drama ambientado en el Pirineo catalán y "Tú y yo somos tres" (1962), una comedia junto a Analía Gadé, Alberto de Mendoza, Manolo Gómez Bur, Ismael Merlo, Pepe Isbert, Erasmo Pascual, Matilde Muñoz Sampedro, ... casi nada. Trabajo junto a Paco Martínez Soria en "¿Qué hacemos con los hijos?" (1967), de Pedro Lazaga y "Don erre que erre" (1970), de José Luis Sáenz de Heredia, así como con Mariano Ozores en "Si fulano fuera mengano" (1971), con otro cartel que reunía a mitos del género como José Luis López Vázquez, Antonio Ozores, Florinda Chico, Gracita Morales y José Sazatornil, sin olvidar la presencia del mismísimo Peret. Otras películas donde aparece son "El señor de La Salle" (1964), "Escala en Hi-Fi" (1963), "La casa de los Martínez" (1971), "Blanca por fuera, rosa por dentro" (1972) y "n un mundo nuevo" (1972), film de Fernando García de la Vega apara mayor lucimiento de Karina, quien nos había representado el año anterior en Eurovisión con un tema así titulado.

En TVE intervino en otra serie de éxito llamada "Música y estrellas", trabajando con Marujita Díaz, si bien las últimas décadas donde centró su actividad fue en el teatro, donde no solamente intervino en comedias como comedias como "¿Dónde están mis pantalones?", "Mayores con reparos" y "Pasarse de la raya", sino que demostró su capacidad para papeles dramáticos en obras de la enjundia de "Seis personajes en busca de un autor", "El diario de Ana Frank", "La Celestina", "Los intereses creados","Don Juan Temorio", "El alcalde de Zalamea", "Medea" o "La muerte de un viajante". En 2006 realizó su último trabajo recreando su personaje de Lorenzo en "¿Qué fue del sinvergüenza?", junto a actrices como Rosa Valenty y Conchita Goyanes.

Profundizando en la vida del actor fallecido se descubre que su infancia no fue fácil, que su padre era minero y a los doce años dejó de estudiar para trabajar en una fábrica de tejidos y en una de productos químicos, que su primera oportunidad la tuvo en el Centro Católico de L‘Hospitalet de Llobregat con un papel en "El divino impaciente" de José María Pemán, que también trabajó como botones en una productora, donde conoció a Paco Rabal, que le ayudó a conseguir trabajo en la compañía estable del Teatro Español y en la reconocida compañía Lope de Vega, de José Tamayo, iniciando su andadura profesional con ellos en 1952 con el "Edipo" de Sófocles. Tuvo fama de conquistador, aunque nunca perdió su soltería, aunque dicen que estuvo a punto de casarse con María Luisa Merlo y Carmen Flores. Parecía un tipo simpático, y debía de serlo: descanse en paz.


16 de marzo de 2012

Buscando a Roosevelt

Con relación a Franklin Delano Roosevelt siempre han pesado en mi opinión sobre él dos ideas más bien negativas; la primera el tiempo ha demostrado que se trataba de un error, pues pensaba que fue un presidente de los Estados Unidos que ejerció el poder siendo bastante "viejito", cuando la realidad es que sus primeras elecciones las ganó con 50 años y la muerte le llegó con apenas 63. La otra "tacha" que ha marcado mi concepto de este hombre nacido en Nueva York viene de cuando mi profesor de lengua y literatura de los primeros años del bachillerato nos comentó que Stalin le había toreado como había querido en Yalta, lo que provocó que me formara una idea de Roosevelt como de un personaje débil y medio estúpido; si acudimos a su currículum y consideramos los trances que tuvo que pasar al mando del país más poderoso del mundo, lo normal es que lleguemos a conclusiones bastante diferentes. Franklin Roosevelt, que ganó cuatro elecciones presidenciales seguidas, entró en el despacho oval cuando occidente salía del crack del 29, una crisis económica que había pasado por Europa y Norteamerica como un ciclón y las había dejado como un erial y, años después, hubo de asumir el compromiso de dirigir a su país en una guerra que costó muchísimas vidas, todo ello estando afectado de una progresiva poliomielitis que cada vez le mermaba más físicamente y, en los últimos tiempos, de un cáncer cerebral que terminó llevándole a la tumba.

Por eso me ha llamado enormemente la atención el tenor del discurso con el que inauguraba su primer mandato el 4 de marzo de 1933: "Dejadme proclamar mi firme creencia de que a lo único que hemos de tener miedo es al mismo miedo.", una seria advertencia del valor que tiene en toda vida humana, individual o colectiva, el efecto paralizante del miedo. El veterano periodista catalán Lluis Foix nos cuenta en su blog -todo un descubrimiento- que Roosevelt no sabía muy bien qué hacer al pronunciar dicho discurso, poco más de un mes después de la subida al poder de Hitler, pero con su palabra quiso cambiar el pesimismo que había causado la gran crisis de 1929. Foix insiste en el peligro de dejarnos arrastrar por el miedo que nos ha infundido lo que podríamos llamar la "doctrina Merkel", ha llevado a la presidenta alemana a imponer una política de estricta austeridad sin ofrecer, a la vez, una alternativa de estímulo y crecimiento: uno echa de menos palabras de aliento, esperanza y optimismo. Dos nonagenarios ex presidentes germanos, de signos políticos opuestos, han hablado recientemente con esa cordura y ese sentido común que refuerzan tanto el paso de los años y el no tener nada que perder: Helmut Schmidt en el congreso del SPD aseguró que Merkel estaba sembrando el miedo en Europa y que Alemania corría el riesgo de quedar aislada, mientras Helmut Kohl, en otro escenario, reiteró que Alemania debe estar comprometida con Europa porque, en definitiva, se trata de una cuestión de guerra o paz. Los ciudadanos estamos dispuestos a atarnos los cinturones, creo que somos conscientes de que terminaron los tiempos de vino y rosas, pero necesitamos también recibir mensajes que vayan más allá de temores y amenazas, que alguien nos infunda ese impulso positivo que puede renovar ilusiones y actitudes.

Evidentemente éstos son otros tiempos, tal vez habrá a quien rechinen mensajes que le suenen a patrioteros o incluso a demagogos, pero echo de menos ese espíritu de Roosevelt que invita a enfrentarse a la vida con planteamientos positivos. Es posible que el problema venga de que falta liderazgo, de que nuestros políticos más representativos o han parecido entregarse a los gobiernos más poderosos, o se han perdido en la autosatisfacción de lemas tan utópicos como cursis o han aparecido como quien se abruma por su responsabilidad; echo de menos esa capacidad de dar la cara, de enfrentarse abiertamente al ciudadano a pecho descubierto a contarle como van las cosas y, por supuesto, a ofrecer ideas que tengan cuando menos algo de innovadoras, algo de ilusionantes y que sean capaces de hacernos creer en que lo que se nos pide tiene sentido y vale la pena.