30 de noviembre de 2010

Murió el rey de la parodia

Ayer murió en Florida a la edad de 84 años el actor canadiense Leslie Nielsen; el actor falleció a causa de una neumonía que le tuvo entre la vida y la muerte las últimas dos semanas y nos cuentan que lo hizo serenamente y en compañía de toda su familia. Aunque Nielsen, un hombre caracterizado por su gran mata de pelo blanco, sus gestos llamativos y una peculiar forma de andar, se ha hecho un hueco en la fama cinematográfica gracias a sus papeles cómicos y, más en concreto, a su papel de teniente Frank Drebin en la saga "Agarralo como puedas", su carrera comenzó muchísimo antes de que aparecieran en cartel tales películas y sus primeros filmes no tenían nada de humorísticos, ni siquiera de comedia. Cuando algún famoso fallece uno se suele enterar de cosas curiosas de su vida, y en este caso he descubierto que al poco de nacer se fue con sus padres a vivir cerca del círculo polar ártico, donde Leslie enfermó de raquitismo, una enfermedad que le dejó las piernas arqueadas y una característica forma de caminar, así como que sus primeros años fueron difíciles, ya que su padre era en exceso estricto y violento, lo que excitó la imaginación del chaval, quien descubrió que si le hacía reír se ahorraba un bofetón, por lo que desde niño desarrolló un especial sentido del humor.


En concreto, mi primer recuerdo del actor se remonta a aquella primera entrega de "La aventura del Poseidón", un film dirigido por Ronald Neame con el que llenamos los cines durante los primeros meses de 1973 lo adolescentes de mi generación; con Gene Hackman, Shelley Winters, Ernest Borgnine, Stella Stevens y Red Buttons, como estrellas del amplio cartel, Leslie Nielsen desempeñaba un papel secundario al encarnar al Capitán Harrison, la máxima autoridad técnica del barco, un individuo que curiosamente aparece como un hombre serio y cuya aparición en escena no resulta excesivamente larga. Sobre este film, surgido en una época en la que se pusieron de moda las películas sobre grandes catástrofes -"El coloso en llamas", "Terremoto", ...-, hice en su día -13 de marzo de 2009- un amplio post y fue junto a "Oliver" y alguna reposición de "Quo Vadis", "Ben Hur" o "Los Diez mandamientos", la película que más expectación produjo en mi época infantil.

Su primera película se tituló "El rey vagabundo" (1956), una versión del viejo film protagonizado por Jeanette Mac Donald y Dennis King de la que no he encontrado más referencia, siendo su primer éxito importante un clásico de la ciencia ficción: "Planeta prohibido" (1956), de Fred M. Wilcox, comnpartiendo papel protagonista con Walter Pidegeon y Anne Francis; Nielsen interpreta al Comandante de una nave interplanetaria y la película tuvo un éxito notable. El éxito de este film le llevó al mundo de la televisión, donde protagonizó un buen número de dramas en los que, curiosamente, solía ser el malo de la película; en el mundo del cine su trabajo se limitó a cintas de mínimo interés -"Rapto" (1956), "Furia en el valle" (1958), "La fuerza de la nobleza" (1966), "Una tumba al amanecer" (1967), ...-, sirviendo su papel en el "Poseidón" para relanzar su carrera.

Tras tres entregas de drama y terror, "El día de los animales" (1977), "Ciudad en llamas (AKA Emergencia)" (1979) y "Noche de graduación" (1980), apareció la gran mina en la carrera de Leslie Nielsen, quien a partir de entonces dedicó sus mejores momentos profesionales a la parodia. "Aterriza como puedas" (1980), interpretando con un enorme éxito al inexpresivo Doctor Rumack, fue la punta de lanza de una serie de películas a las órdenes de David Zucker en las que el actor explotaba unas cualidades cómicas hasta entonces reservadas a los íntimos. Se trata de un humor basado en el absurdo, con carácter excesivo y que gusta a un determinado público. Tras la parodia de la famosa "Aeropuerto" vienen las tres entregas de "Agarralo como puedas" (1988, 1992 y 1994), donde lo que se satirizan son las películas de policías con un personaje tan chusco como el el incompetente teniente Frank Drebin. En estas películas, además de la presencia de famosos del cine y la tele como Peter Graves, Robert Stack y George Kennedy, llama la atención la presencia de otro tipo de famosos ajenos al mundo de la pantalla: Priscila Presley, O.J. Simpson, Kareem Abdul-Jabbar, ...

A partir de entonces el actor queda encasillado en las películas de humor, y van surgiendo films que ya no tienen el éxito de las primeras: "Loca" (1987), donde comparte reparto con Barbra Streissand, Karl Malden, Richard Dreyfuss y Eli Wallach, "Drácula, un muerto muy contento y feliz" (1995), a las órdenes de Mel Brooks, "Espía como puedas" (1996), "Mr. Magoo" (1998), representando a un célebre y despistado personaje de dibujos animados, o algunas de la serie "Scary Movie 3", donde volvió a trabajar con David Zicker, sin olvidar diversas reminiscencias de las primeras citadas -"Acampa como puedas" (1997), "2001: despega como puedas" (2000), ... y así hasta la eternidad. Hizo una incursión en el drama con "La voz del interior" (2007), de Steven Sawalich, tal vez para demostrar que seguía conservando su vena dramática. De cualquier manera, en la historia del cine el lugar reservado a Leslie Nielsen siempre será la platea donde suenan las carcajadas.



29 de noviembre de 2010

¿Era tonta Marilyn?

Tengo la impresión de que en ocasiones funcionamos con exteriotipos; hemos escuchado campanas, nos han etiquetado a alguien y ya no otorgamos al afectado ni el beneficio de la duda. Yo siempre había escuchado hablar mal de Marilyn Monroe, desde pequeñito: cuando por vez primera en mi vida vi su foto, entre las de otras muchas bellezas de Hóllywood, se me dijo que "era una pobre chica" y con esa idea me quedé. Posteriormente se fue engordando su leyenda negra cuando se comentaban sus devaneos amorosos, sus pretendidos romances con altos mandatarios de su país y, fundamentalmente cuando uno escuchaba decir por activa y por pasiva que la inteligencia de la actriz rozaba los valores más reducidos. De esta manera a la pobre Norma Jean le cayó el sambenito de tener pocas luces y con notoria frecuencia uno ha escuchado chistes, desprecios, comentarios maliciosos y hasta rechazos a cualquier film en cuyo reparto aparece la actriz californiana. Al menos de entrada, parece que el personal tiende a negarle el beneficio de la duda y, sobre todo, asegurar que la Monroe era tonta parece que además de un juicio temerario podría equivaler a ignorar que no debía de ser tan limitada quien fue capaz de realizar interpretaciones notables y trabajar para directores del nivel de Joseph L. Mankiewicz, Howard Hawks, Otto Preminger, Billy Wilder, George Cukor o John Huston.

Salta a la vista que Marilyn Monroe no fue una actriz del nivel de las grandes de su época: Katherine Hepburn, Bette Davis, Audrey Hepburn, Ingrid Bergman, ... pero no por ello cabe despreciar su capacidad interpretativa; consultado a un experto ponía sobre el tapete dos grandes interpretaciones de la actriz: "Bus stop" (1956), un film dirigido por Joshua Logan en el que desempeña el papel de una cantante de cabaret y en la que, con la compañía de Don Murray, demuestra sus grandes habilidades como actriz de comedia y "Vidas rebeldes" (1961), un drama con aires de western en el que la rubia de Los Ángeles comparte cabecera de cartel nada menos que con Clark Gable y Montgomery Clift, con Eli Wallach de secundario y John Huston en la dirección, cuatro nombres con los que dudo se pueda trabajar siendo corto de luces; Marilyn en el papel de Roslyn Taylor vuelve a estar a la altura, cosa bien difícil con tan importantes compañeros de reparto. Con John Huston rodó también "La jungla de asfalto" (1949), adaptación de todo un clásico de la novela negra escrito por W. R. Burnett en la que tuvo, sin embargo, un papel menor.

No obstante, si hay una película deliciosa en la que Marilyn tiene papel importante creo que hay que hablar de "Con faldas y a lo loco" (1959) la formidable comedia de Billy Wilder en la que la Monroe vuelve a alternar con una pareja de autentico lujo: Jack Lemmon y Tony Curtis; eso sí, se cuenta que durante el rodaje del film Marilyn alimentó su fama de torpe, pues tuvo frecuentes lagunas a la hora de recordar el libreto, lo que no fue obstáculo para un papel brillante, la prueba es que ganó un Globo de oro por su trabajo. También con Billy Wilder rodó "La tentación vive arriba" (1955), significativo título en el que se rueda la célebre escena en la que a la actriz el viento le sube las faldas, algo que puede suponer cierta frivolidad -simpática por cierto- pero no necesariamente falta de inteligencia; seguro que muchos cinéfilos -y no cinéfilos- agradecieron el detalle durante mucho tiempo.

En 1952 Marilyn rodó con Fritz Lang "Encuentros en la noche", una película de temática nada frívola, se trata de un tormentoso drama ambientado en Monterrey en la que alterna con dos actores de perfil tan duro como Robert Ryan y Bárbara Stanwyck. Y en el género del drama también cabe incluir "Niágara" (1953), el film de Henry Hathaway que se convierte en un magnífico thriller y del que también sale airosa la actriz. Incluso fue capaz de manejarse a la perfección en un western, "Rio sin retorno" (1954), bajo la dirección de Otto Preminger y Jean Negulesco y con Robert Mitchum como partenaire; Mitchum y Monroe realizaron gran parte de las escenas de riesgo del rodaje, llegando Marilyn Monroe a romperse una pierna durante el mismo, lo que indica que valiente sí lo era, a lo que cabe añadir que hizo la película contra su voluntad, por considerar que el guión era poco sustancial, demostración de que la chica pensaba más de lo que algunos dicen.

En "El príncipe y la corista" (1957) la actriz vuelve a interpretar un papel de esos en los que le encasillan algunos, el de Elsie Marina, una vedette norteamericana que deja prendado al príncipe regente del imaginario país de Carpacia -nada menos que Lawrence Olivier- cuando este acude a presenciar la revista musical "The Coconut Girl"; una película en el que acaban "casando" formidablemente un actor típicamente "shakesperiano" y una actriz convertida en la principal "sex-symbol" de la época. En la misma línea se encuentra "Los caballeros las prefieren rubias" (1953), una comedia de Howard Hawks en la que Marilyn interpreta a una cantante que actúa en el salón de un transatlántico con el que pretende llegar a París. Y también de personaje de la farándula hace en "El multimillonario" (1960), una película dirigida por George Cukor en la que comparte cartel con Yves Montand, nada sospechoso de frivolidad artística, por cierto.

Si nos enteramos de que Marilyn era hija de padre desconocido, fue pasando de padres adoptivos en padres adoptivos, sufrió de pequeña diversos episodios de abusos sexuales y una frágil salud, es posible que lleguemos a la conclusión de que sus problemas vinieron mucho más de sus traumas infantiles que de cortedad mental, e incluso que su éxito en el cine no deja de ser, entre otras cosas, una clara manifestación de autosuperación.


28 de noviembre de 2010

Una visión bastante imparcial de la historia del siglo XX












"Dime quien soy"
Julia Navarro
Plaza & Janés. Barcelona (2010)
1053 páginas





Resumen: Un periodista recibe una propuesta para investigar la azarosa vida de su bisabuela, una mujer de la que sólo se sabe que huyó de España abandonando a su marido y a su hijo poco antes de que estallara la Guerra Civil. Para rescatarla del olvido deberá reconstruir su historia desde los cimientos, siguiendo los pasos de su biografía y encajando, una a una, todas las piezas del inmenso y extraordinario puzzle de su existencia. Marcada por los hombres que pasaron por su vida -el empresario Santiago Carranza, el revolucionario Pierre Comte, el periodista estadounidense Albert James y el médico militar vinculado al nazismo Max von Schumann-, la vida de Amelia Garayoa es la de una mujer que aprendió que en la vida no se puede volver sobre el pasado para deshacerlo. Desde la España republicana hasta la caída del Muro de Berlín, pasando por la Segunda Guerra mundial y los oscuros años de la Guerra fría, esta burguesa y revolucionaria, esposa y amante, espía y asesina, actuará siempre de acuerdo a sus principios, enfrentándose a todo y cometiendo errores que no terminará nunca de pagar.


Julia Navarro es una excelente periodista que hace unos años se lanzó al ruedo literario; sus tres primeras obras, "La hermandad de la sábana santa", "La biblia de barro" y "La sangre de los inocentes" no me llamaron la atención en exceso, quizá porque intuía que se trataba de esos libros de elucubración religiosa que tan de moda se pusieron a partir del "Código da Vinci", pero algo tendrá el agua cuando la bendicen y Julia Navarro, que ya había escrito antes varios libros de tipo periodístico, consiguió hacerse un hueco entre las autoras españolas de novela histórica. Las excelentes críticas que leí sobre "Dime quien soy" me animaron a enfrentarme con las más de mil páginas en que el libro consiste. También he de admitir que otra de las razones que me movieron a leer este libro fue la excelente impresión que saqué de "El tiempo entre costuras", la novela de María Dueñas que ha batido records de venta en España, pues intuía que estaba ante una novela de corte parecido.

He de comenzar reconociendo que posiblemente había puesto el listón muy alto y "Dime quien soy", en mi opinión, no alcanza la calidad y el interés del libro de Dueñas, no se si porque éste es difícil de superar o porque en ocasiones la valoración de una lectura no depende tanto de su calidad intrínseca como de las circunstancias subjetivas en que se encuentra quien lo lee. En cualquier caso, puestos a comparar no tengo ninguna duda con cual me quedo, por mucho que el libro de Julia Navarro también obtenga una valoración conjunta positiva por mi parte.

El libro nos cuenta la increíble historia de Amelia Garayoa, una mujer que vivió con una audacia y una pasión fuera de lo común, una auténtica heroína, aunque, eso sí, muy de carne y hueso, pues en su trayectoria aparecen tanto gestos de genuina heroicidad como miserias indudables. Las vivencias personales de Garayoa le sirven a la autora para hacernos viajar, como muy bien explica la solapa del libro, por todos los totalitarismos europeos del siglo XXX, y así nos topamos con la España de Franco, la Alemania de Hitler, la Rusia de Stalin, la Italia de Mussolini y la Alemania Democrática de Erich Honecker. Con tales ingredientes salta a la vista que la novela te tiene que coger, lo que consigue Julia Navarro, no sólo por el propio interés de tales momentos históricos, sino también por la elegancia, pulcritud y amenidad con la que narra los hechos.

Es de agradecer el esfuerzo de Navarro por dotar a su relato de una objetividad indudable, fuera del maniqueísmo que se observa, desde uno y otro lado, en algunas ocasiones en otros autores, por mucho que las barbaridades cometidas por Hitler o Stalin solamente puedan relatarse de un modo. En la narración aparecen malos-malísimos, por supuesto, pero desde un punto de vista histórico uno valora la puerta abierta que deja la autora de manera que se evitan generalizaciones injustas y absurdas enmiendas a la totalidad de pueblos y generaciones.

Al libro también le he encontrado algún defecto, al menos aspectos cuestionables, como cierta falta de credibilidad de la historia que nos cuenta, pues en el afán de abarcar tantos momentos históricos dota a la protagonista de una carácter heroico que casi la hace sobrehumana; por otra parte en determinados momentos no pude evitar percibir ciertos tonos folletinescos en alguno de los episodios relatados, aunque bajo ningún concepto quepa hablar de una obra "excesiva" en este sentido. Cabría criticar la amplia extensión del libro, aunque se lee con tanta comodidad que no se hace largo en absoluto.

Nadie debe de esperar una literatura de gran calidad, pero sí un libro ameno, bien escrito y francamente interesante.


27 de noviembre de 2010

Juan Carlos Calderón

En la música pop española de los años setenta y ochenta uno de los nombres más significativos es el de Juan Carlos Calderón; el compositor nació en Santander en 1938 y comenzó destacando en su tierra cuando formaba parte de un cuarteto de jazz. No obstante, el triunfo le vino al cántabro cuando comenzó a dedicarse a componer y arreglar canciones, para lo cual trasladó su residencia a Madrid: el que Juan Carlos Calderón metiera mano en un disco suponía un éxito prácticamente garantizado. La música que creaba Calderón era sinónimo de frescura, elegancia y calidad. Nombres míticos de nuestra música como el Dúo Dinámico, Los Brincos, Julio Iglesias, Mari Trini, Miguel Ríos, Massiel, Cecilia, Rocío Dúrcal, Ana Belén o Alberto Cortez han recibido la colaboración de este auténtico number one de la música, aunque por encima de todos, como ya comentaremos, hay que poner un grupo cuyo nombre va inseparablemente unido al del compositor santanderino: Mocedades. Estoy seguro que los cuarentones y cincuentones que sigan este rinconcito de internet funcionaron en su día, mientras acudían al colegio o iniciaban sus años universitarios, al ritmo de temas como "El vendedor", "Cartas amarillas" o "Volver".

Calderón ostenta el record español de participaciones como autor de canciones en el Festival de Eurovisión: en cuatro ocasiones temas suyos representaron a nuestro país en dicho Festival cuando éste aún mantenía un status de prestigio elevado. En cualquier caso, por encima de todas estas intervenciones hay que destacar la inolvidable interpretación de Mocedades en el Festival celebrado en Luxemburgo en 1972 del tema "Eres tú", una canción que con toda seguridad sería la que más votos obtendría en una hipotética encuesta sobre las mejores creaciones de Calderón, incluso me atrevería a decir que similar resultado se obtendría si se votara la mejor canción del festival en toda su historia. Con "Eres tú" el grupo vasco obtuvo un injusto segundo puesto, pues fueron de largo los mejores del certamen. Dos años después Juan Carlos Calderón volvió a ser protagonista en Eurovisión, pues al festival celebrado en Estocolmo acudieron Sergio y Estíbaliz con el tema "Tú volverás",una canción en la línea melosa y romanticona de la pareja que no tuvo, ni de lejos, el éxito de la anterior. En 1985 la cantante elegida para acudir al histórico certamen fue Paloma San Basilio, una de las divas españolas del momento que pocos años antes había triunfado en toda la regla con la ópera rock "Evita", Juan Carlos Calderón volvió a ser el elegido para componer la canción y la cantante madrileña se presentó en Gotemburgo con "La fiesta terminó", una canción que a mí personalmente me gustaba mucho, aunque finalmente no pasara del puesto 14. Mucha más suerte tuvo la cantante catalana Nina, quien en 1989 nos representó con el último tema de este compositor en acudir al festival celebrado en Lausanne: "Nacida para amar", una preciosa canción que concluyó en sexto lugar.

Cuentan los anales investigados que los primeros trabajos madrileños del compositor tuvieron con ver con distintos arreglos a canciones de Joan Manuel Serrat y Luis Eduardo Aute, aunque no he logrado averiguar en cuales metió la mano. Sí que constan sus colaboraciones con el malogrado Nino Bravo, siendo autor de una canción de lo más romántica: "Cartas amarillas", a la que cabe añadir "Arena de otoño", "Vuelve" y "¿Por qué?", habiendo realizado arreglos en dos de los mayores éxitos del cantante valenciano: "Libre" y "América América". También tuvo que ver con la carrera de otra cantante que también murió en un trágico accidente de coche, Cecilia, para quien compuso un tema precioso, "Amor de medianoche", con el que Cecilia obtuvo el segundo puesto en el Festival de la OTI de 1975; también compuso "Rompeme, matame" , la canción con la que el grupo "Trigo limpio" consiguió para España el tercer puesto en el Festival de la OTI de 1980. Con otro de los ídolos de la época, Camilo Sexto, trabajó en el álbum "Entre amigos", siendo autor de las canciones "Vístete de blanco" -no sabemos si referida al vestido de novia o al Real Madrid-y "Perdona, perdona".

Pero ya hemos dicho que, por encima de todo, Juan Carlos Calderón es el principal artífice del éxito de Mocedades, un grupo que anduvo entre la cima durante dos décadas, más de la mitad con Calderón como productor. Me gustaría sacar todas las canciones del grupo vasco creadas por el cántabro, pero es tarea imposible. Ya se ha hablado de "Eres tú", pero hay otras de calidad equiparable: "El vendedor", "Tomame o dejame", "La otra España", "Charango", "El color de tu mirada", "Secretaria", "Solo era un niño", "¿Quién te cantará?", "Bienvenida campesina", "Amor", "Cuando te miro", "Me siento seguro", ... Todos ellos son títulos que no se olvidan, canciones que se siguen escuchando con agrado al cabo de 30 o 40 años y que provocan que quienes teníamos uso de razón cuando estuvieron de moda nos pongamos tiernos y nostálgicos al escucharlas de nuevo. El disco "Amor de hombre" supuso una nueva época en la vida de Mocedades, pues en sus canciones ya no estaba la mano de Juan Carlos Calderón. Pero junto a las canciones propias del compositor, Mocedades también triunfaron en otros temas adaptados por aquél, como su célebre versión del "Pange lingua", el "Otoño", basado en un histórico tema de Vivaldi, una preciosa versión del tema inglés "Come in over", "Como un nombre", "Más allá", una escuchadísima versión de la "Sinfonía del nuevo mundo" de Dvorak, "La guerra cruel" y "Adios amor", una canción hermosísima con la que actuaron en 1974 en el festival de San Remo.

La historia musical de Sergio y Estíbaliz es mucho menos brillante que la de sus hermanos de Mocedades, aunque además de su intervención eurovisiva, en los recuerdos de los quinceañeros de los años 70 quedan temas tan dulzones como "Volver", "Buscamé", "Piel" o "¿Quién compra una canción?". Juan Carlos Calderón hizo sus pinitos en el cine, destacando la banda sonora de la película "Las adolescentes" (1975), de Pedro Masó, que dio lugar a otra popular canción de Mocedades, "La gaviota". También hizo las américas, donde colaboró con el cantante mejicano José José y el célebre trompetista, músico y productor californiano Herb Alpert para quién compone una serie de melodías que se editaron en el LP Fandango en el año 1982, entre ellas la canción que le da nombre al disco y Route 101 que alcanza el número 1 en las lista de jazz de Estados Unidos, aunque con quien logró sus mayores éxitos fue con el romantiquísimo mejicano Luis Miguel.

Otro campo donde Calderón demostró su enorme capacidad creativa fue haciendo duetos con cantantes fallecidos, así creó dos discos con canciones de Nino Bravo junto a otros: "50 aniversario" y "Duetos 2", en otra con Cecilia -"Desde que tu te has ido" y un cuarto contando con la espectacular voz de José Alfredo Jiménez; así podemos agradecer a este músico genial que permanezcan vivos temas como "Un beso y una flor", "Noelia", "Libre", "Te quiero te quiero", "Esa será mi casa", "Mi tierra", "Un millón de muertos", "Nada de nada", "Mi querida España", "Un ramito de violetas", "Dama, dama", "Fui", "Deja que salga la luna", "El jinete", "Paloma querida", "Amanecí en tus brazos", "Cuando vivas conmigo" o "No me amenaces". En definitiva, aquí queda mi homenaje a un músico capaz de crear unas canciones con las que se es capaz de recordar, descansar y hasta emocionarse.




26 de noviembre de 2010

Il bambino di oro

El otro día leí que ha sido el mejor jugador italiano de la historia, algo que no se si es verdad -para gustos los colores-, pero que de ser así tiene un enorme merito si tenemos en cuenta que se trata de un país cuya selección ha ganado tres veces el Mundial y que de esa "bota" han salido jugadores como Giuseppe Meazza, Franco Baresi, Paolo Rossi, Giancarlo Antognoni, Gaetano Scirea, Paolo Maldini, Roberto Baggio, Alessandro Del Piero o Andrea Pirlo. Sea o no el mejor, no cabe duda que Gianni Rivera ha sido uno de los centrocampistas más técnicos, elegantes y creativos del mundo, uno de esos jugadores que han recibido, sin ningún género de dudas, un toque de la divinidad, porque sino no se explica como han sido capaces de jugar con ese estilo y esa belleza a lo largo y ancho de un campo de fútbol. Rivera era un "10", como Pelé, Maradona o Zidane, un jugador que desde una posición privilegiada domina el campo, hace circular el balón, organiza a sus compañeros y es capaz de sacarse de la chistera las jugadas más inverosímiles.

Gianni Rivera fue el primer futbolista italiano en ganar el Balón de Oro al mejor jugador del año en Europa (1969) y ocupa el 20º lugar en el ranking del Mejor futbolista del siglo publicada por IFFHS en el 2004. Fue sesenta veces internacional con Italia, selección con la que disputó cuatro Mundiales -quedó segundo en el de México-70- y ganó una Eurocopa al vencer en la final a Yugoslavia en 1968. Con el Milán su palmarés es espectacular: conquistó 2 veces la Champions League (1963 y 1969), 2 veces la Recopa de Europa (1968 y 1973) y 1 Copa Intercontinental (1969). En Italia y con su equipo de siempre, el Milan, obtuvo tres veces el Scudetto y cuatro la Copa de Italia. Mi primer recuerdo del "Bambino d'oro" tiene que ver con la Final que el equipo rossonieri ganó al Ajax por 4-1 en el Estadio Santiago Bernabeu en 1969; en el equipo de Amsterdam jugaba un jovencísimo Johan Cruyff que ya era considerado una figura en ciernes, pero aún se trataba de un Ajax excesivamente joven y sucumbió ante un equipo transalpino en donde su ariete Pierino Pratti hizo un histórico hat-trick, brillaba el lateral zurdo aleman Karl-Heinz Schnellinger, los italianos Rosato y Sormani y, por encima de todos, Rivera que era quien claramente marcaba la diferencia.

El jugador nacido en la localidad de Alessandría destacaba también por no ser el típico futbolista humanamente poco cultivado, sino que era un hombre con estudios y notoria categoría humana, de hecho acabó siendo vicepresidente del club de sus amores e hizo sus pinitos en política, con presencia en el Congreso de los Diputados de Italia y llegando a ser Vicesecretario de Defensa con Romano Prodi. De hecho ya en el campo Rivera era un jugador elegante y limpio, nada que ver con personajes como Matterazzi, Gattusso y otros que han enriquecido la leyenda del calcio italiano como un fútbol donde imperan el catenaccio, la dureza, las argucias y los malos modos. Rivera fue uno de los más genuinos representantes del fair play, del saber estar en un terreno de juego; fue el capitán indiscutible tanto del Milan como de la squadra azzurra, donde coincidió con auténticos fenómenos como Dino Zoff, Sandro Mazola, Gigi Riva, Giacinto Fachetti o Roberto Bonisegna.




25 de noviembre de 2010

Ana María Matute gana el Premio Cervantes

Ayer se anunció que el Premio Cervantes, el mayor galardón de las letras españolas, se concedía a Ana María Matute, la veteranísima escritora barcelonesa que ya tenía en su currículum el Premio Planeta, el Nadal, el Nacional de Literatura y el Nacional de las Letras Españolas. Pienso que con esta decisión se está haciendo un acto de auténtica justicia; con frecuencia me planteo la paradoja de que se esté dando vaselina a escritoras de calidad media mientras permanecen casi en el olvido una serie de mujeres que han sido santo y seña de la literatura moderna española, con el mérito añadido de haber salido adelante y triunfado en lo suyo en épocas donde ser mujer era un obstáculo sobreañadido al que tenía toda persona que quería triunfar en un mundo tan complicado como el de la literatura, en un espacio donde solamente llegan a la cima unos pocos. Matute es la tercera mujer en recibir el galardón, antes lo habían hecho María Zambrano (1988) y la cubana Dulce María Loynaz (1992). Los nombres de Carmen Martín Gaite, Elena Quiroga, Carmen Laforet, ... quedan en el recuerdo como escritoras que posiblemente merecieron más el premio que otros que lo recibieron, mientras que otro como el de Mercedes Salisachs aún siguen ahí pendiente de ser tenido en cuenta a la espera de una oportunidad sin duda merecida.

Leyendo las noticias que reflejan en la red la concesión del premio a Ana María Matute encuentro comentarios tan bonitos como éste "Para mí la vida y la literatura es lo mismo"; Matute ve el mundo "a través de los ojos de la escritora", porque "puede surgir un libro de la cosa más inesperada". Su obra pone de manifiesto la verdad de lo que dice. Recuerdo que el primer libro de esta autora que pasó por mis manos fue "Los Abel" (1948), un drama familiar de un crudeza y un realismo tremendos, pero sobre todo una novela escrita con una perfección abrumadora. No obstante, si tengo que quedarme con algún de sus obras, no me cabe la menor duda de que optaría por "Primera Memoria" (1959), una novela ambientada en los años posteriores a la guerra civil, que habla de adolescentes, de pérdida de la inocencia, de sinceridades y fidelidades y del egoísmo que puede habitar también en un corazón joven; el libro es una auténtica joya literaria. "Pequeño teatro" (1954), "Los hijos muertos" (1958) y "Algunos muchachos" (1964) son otros títulos que vienen a mi cabeza y que también me parecieron en su día de primera fila. Recientemente leí "Paraíso inhabitado", una deliciosa obra de la que dí cuenta en esta misma sede el pasado 7 de enero.

Ana María Matute es también una maestra en los relatos cortos, sus cuentos nos muestran una visión realista de la vida, aunque siempre encuentra un rincón para la ternura y la visión poética de la vida; en la escritora aparece también la visión de la Guerra Civil y la posguerra desde una perspectiva infantil y adolescente, como parte que fue de la denominada generación de los niños asombrados que vivieron y quedaron marcados profundamente por ese triste periodo histórico. Precisamente el otro día, curioseando por la "Casa del Libro" de Zaragoza comprobé que se había publicado, bajo el título de "La puerta de la luna" se ha publicado la recopilación completa de sus cuentos, una obra que ya antes de conocerse el premio que ahora se le otorga, ya era una auténtica joya.

Cualquier devoto de la literatura española de la segunda mitad del siglo pasado -una auténtica mina de autores sencillamente maravillosos- está de enhorabuena, porque el nombre de Ana María Matute es el de una de la más excelsas representantes de aquélla. Por estos lares hay quien nos podrá hablar más y mejor de las excelencias de esta escritora que hoy ha alcanzado la plena gloria literaria.


24 de noviembre de 2010

Nostalgias











Recorrer Zaragoza, como me parece que ya es sabido por estos pagos, es una de mis debilidades; es posible que la capital maña no sea precisamente de las más bonitas de España, pero a sus particulares encantos se une el plus de la nostalgia y la boina personal que uno no puede evitar. Por esta razón, el vídeo que hoy traigo por aquí, que por cierto ha dado bastantes vueltas por los correos electrónicos de los últimos tiempos, me provoca cada vez que lo veo esas cosquillas interiores que tienen su causa en el sentimiento, de los recuerdos y de esa humana tendencia a la sensiblería, que no puedo evitar. Si a ésto añadimos la preciosa canción de Labordeta, entiendo que está plenamente justificado que lo comparta hoy con todos.


23 de noviembre de 2010

Cantoná en plan líder antisistema

Eric Cantona, que fuera jugador de equipos tan importantes como Auxerre, Olimpique de Marsella, Girondins de Burdeos, Leeds United o Manchester United, entre otros, siempre fue un personaje original y polémico. Fue célebre su imagen pateando con todas sus fuerzas al más puro estilo "Kung Fu" un espectador que le había insultado en el Estadio del Crystal Palace de Londres, tanto que es posible que semejante salida de tono pudo hacer olvidar que se trataba de un delantero excepcional, uno de esos arietes capaces de dar por sí solo la vuelta al sentido de un partido. También resultó llamativo verle actuar en el cine, con un papel de boxeador agresivo y provocador que le iba como anillo al dedo en la magnífica película de Jeasn Becker "La fortuna de vivir" (1998), protagonizada por el inolvidable Jacques Villeret (vs Monsieur Pignot); aunque su papel no era precisamente largo, Cantona se desenvuelve con soltura y acierto, y da credibilidad plena a su personaje. Quedaba claro que el francés no era un futbolista más, sino un individuo especial, con "vida propia" y "prestaciones" de lo más plurales.

No obstante, he de confesar que no han dejado de sorprenderme las manifestaciones del francés en las que propone colapsar el sistema retirando el dinero de los bancos en masa; tal propuesta ha causado una autentica revolución en la red, máxima expectación periodística y no se si algún tipo de estremecimiento en más de uno de esos "poderosos de la tierra" a los que nunca parece afectarles crisis económica que valga.

Imagino que todo no es más que una "boutade" de un famoso con ganas de primeras planas, capacidad de sorprender e ingenio para ser original y que, de cualquier manera, cualquier experto en economía nos podrá explicar la imposibilidad de llevar a efecto tal ocurrencia, pero no deja de ser sugestivo un planteamiento de estas características e incluso a uno le haría gracia comprobar qué pasaría si los ciudadanos amenazáramos con cambiar la seguridad de las cajas de los bancos por el viejo recurso al colchón, la baldosa rota o el calcetín. Y es que este ex "pelotero" metido a luchador antisistema nos ha dado una idea que puede hasta provocar el sudor frío a más de uno.




22 de noviembre de 2010

Una foto de "entonces"



Buceando por la red he encontrado esta foto, sin ninguna duda una imagen bien significativa de toda una época. Dicha fotografía se encuentra en una colección de fotos contenida en un montaje de Heraldo de Aragón titulado "Aragón Siglo XX", -http://www.heraldo.es/especiales/sigloxx/index.php-, un auténtico muestrario de la historia de nuestra Comunidad autónoma a través de fotografías remitidas por los propios lectores.

La imagen fue tomada en la Plaza de Toros de la Misericordia de Zaragoza, cuando aún no estaba cubierta y corrían tiempos de bonanza y esplendor en el mundo taurino. En la misma destaca, en primer lugar, la presencia de dos de las principales figuras del toreo de los años 60 y 70: Santiago Martín "El Viti" y Paco Camino, ambos, aunque en su conjunto ponen de manifiesto las mejores esencias de la "fiesta" en su época, encarnan dos estilos bien distintos, pues mientras el primero, nacido en la salmantina localidad de Vitigudino, representa la seriedad, sobriedad y poderío de los tradicionales toreros castellanos, Camino, natural de Camas (Sevilla), fue en su día uno de esos toreros en los que luce especialmente el arte, el duende, al mismo tiempo que el fino estilo clásico. No son contradictorios, sino contrapuestos.

"El Viti" destacaba por una seriedad antológica, un hombre adusto, concentrado en lo suyo y sin la más mínima concesión a la frivolidad o a cualquier exceso que fuera más allá de los estrictos cánones taurinos, siendo un torero de temple, con un capote privilegiado y gran maestría a la hora de matar, cuestión fundamental, pues por algo se les llama "matadores" de toros. Paco Camino fue también un torero serio y purista, pero al ser andaluz su estilo poseía otro "gracejo" y imperaba más el arte que el dominio; el de Camas no era como "El Viti" un personaje alejado de cualquier polémica, y conocidos son diversos desplantes como el que protagonizó en la Plaza de Huesca, donde se sacudió en el ruedo las zapatillas como manifestación de su deseo de no regresar nunca más al coso oscense o la escena en la que casi llega a las manos con Palomo Linares en uno de los programas en directo de José María Íñigo.

Pero los otros tres personajes también nos dan retratos llamativos de la época; el individuo de la derecha de la foto, con unas gafas de sol bien significativas, tiene aires de aficionado serio, de taurino tradicional, uno de esos con los que se puede disfrutar sentándose a su lado en el tendido y escuchando como, mientras se fuma un puro, va realizando comentarios tan serios como castizos sobre el trabajo de los matadores, bañados todos ellos con un vocabulario experto en el que uno debe luego profundizar si quiere acabar entendiendo algo. El hombre que figura entre los dos astros del toreo aparenta una mayor mundanidad: pelo engominado y traje "a la última" y podría representar la figura del empresario taurino, una persona audaz, dispuesta a arriesgar dinero y con ambición de ganarlo, mientras que el sujeto de la izquierda parece dar testimonio del hombre sencillo, del pueblo, posiblemente hombre de confianza de alguna de las figuras, honrado, trabajador e incluso hasta con alguna vena golfa.


21 de noviembre de 2010

"Cantares", Joan Manuel Serrat (1969)



A estas alturas ya nadie duda que Serrat es uno de los mitos vivos de la música moderna española; no fueron fáciles sus comienzos, pues cantar en catalán mediados los años 60 no era precisamente una bicoca, pero la calidad y el buen gusto se impuso y el "noi del Poble Sec" se hizo un hueco importante en el panorama musical de la época. Son inolvidables sus primeras canciones en catalán -"La tieta", "Els vells amants", "Paraules d'amor", "La guitarra", "Ara que tinc vint anys", "Cançò de matinada", ...-, aunque luego comenzó a cantar en castellano, tal vez porque en un idioma más universal -si cabe- las ventas es lógico que aumenten.

Hay muchísimas canciones de Joan Manuel Serrat que elegiría para ponerlas en lugar destacado, pero, dedicado ya un post a "Mediterráneo", la siguiente tiene que ser "Cantares"; recuerdo que hacía yo segundo de bachillerato -el antiguo, el de seis cursos y COU- y aunque veía que el disco que el cantante catalán había dedicado a Antonio Machado se vendía como rosquillas y encabezaba los llamados "hit parades" no escuché esta canción hasta que se la oí cantar a un compañero de curso que cantaba de maravilla. Me gustó desde el primer momento y la aprendí de memoria, no habiendo dejado de sabérmela desde entonces.

Es evidente que utilizar al gran poeta de la generación del 98 como autor de la letra de las canciones que cantas es toda una garantía, pero esto no resta mérito alguno a Serrat, sino que avala su buen gusto y fortalece el arte con el que interpretó a un literato como Machado, porque podía haberse cargado su poesía y pienso que la "quintaesenció". "Cantares" es una canción hermosísima, de esas que emociona escuchar y que, por supuesto, pervive en el tiempo.


20 de noviembre de 2010

Literatura de calidad














"El animal piadoso"
Luis Mateo Díez
Galaxia Gutemberg. Barcelona (2009)
353 páginas



Resumen: La novela se sitúa alrededor de un grave hecho delictivo y se articula sobre una sospecha. El lugar donde transcurre es Celama. El comisario Samuel Mol, jubilado, vuelve a su trabajo para retomar una investigación sobre un crimen que ya había iniciado catorce años antes y que no pudo terminar de resolver: el asesinato a tiros de un matrimonio. Samuel Mol, en la investigación para descubrir al culpable del crimen, se inclina también hacia la piedad y misericordia ya que él mismo necesita de ella para su propia supervivencia.

Tenía ganas de leer a Luis Mateo Díez, se trata de un escritor consagrado y había oído hablar muy bien de él; el oportuno regalo de un alumno agradecido y generoso me ha servido para hincar el diente a esta novela que -de ahí el título de mi entrada- es fundamentalmente un libro bien escrito. Y es que Luis Mateo Díez es de Villablino (León), dato nada superficial, pues la tierra castellano-leonesa es fecunda en escritores que manejan a la perfección el castellano: no olvidemos que Miguel Delibes era vallisoletano, que José Jiménez Lozano nació en el abulense pueblo de Langa y está ligado a Valladolid y hasta Jesús Fernández Santos, un auténtico maestro nacido en Madrid, falleció en la pequeña localidad leonesa de Cerulleda. Porque da gusto leer a quien domina nuestra lengua y es capaz de hacerte disfrutar capítulo a capitulo con independencia del mayor o menor interés del argumento.

"El animal piadoso" no es un libro fácil de leer, al menos no lo ha sido para mí. La riqueza del vocabulario, el tono "intimista" que utiliza Mateo Díez, el frecuente -y magistral- recurso a la metáfora que convierte la narración casi en una permanente alegoría, ... obligan a estar atento, volver sobre lo leído y pararse a pensar con frecuencia. Cabe añadir el original recurso a inventar los lugares -Celama, Ordial, ..- y a dotar a los personajes de una identidad original: Samuel Mol, Aníbal Lodares, Carmelo Cadmo, Galo Cedal, la hermana Cósima, ... También me gustaría llegar a comprender si determinadas denominaciones ("Cafetería del Ambar", "Bar Antracita", ...) tiene su explicación o están puestas sin más.

Estamos ante una novela en tono triste; los personajes, empezando por el comisario jubilado Samuel Mol, el indudable protagonista, llevan a sus espaldas una vida dura, unas vivencias y unos dolores que van asomando a lo largo del libro y que dotan a éste de cierto tono de angustia. En "El animal piadoso" el autor habla de justicia y misericordia, de perdón; los protagonistas andan en un continuo regreso al pasado.

El argumento central nos habla de un crimen sin resolver y el protagonista es un policía de provincias, pero no es ésta una novela policíaca, no hay investigaciones, persecuciones ni disparos, sino una narración que se convierte en debate filosófico, una especie de parábola que debe comprenderse con calma, porque, en mi opinión, "El animal piadoso" no es un libro para entretener, sino para pensar y para disfrutar de lo que está bien escrito.


19 de noviembre de 2010

Manzanas traigo

Ya hablé de la excursión que hice el pasado sábado; creo que la comentada lluvia amarilla fue lo que más me impresionó del trayecto, pero también me apetece hablar de un encuentro que se convirtió en una vivencia tan grata como intrascendente, una de esas ocasiones en las que uno se topa con la bonhomía, la cordialidad y el sentido de la hospitalidad hechas persona.

Estábamos entrando en Hoz de Jaca, un pequeño pueblo pirenaico, ubicado junto a la presa de Bubal, a unos 1.272 m. de altitud y con poco más de 70 habitantes, cuando adelantamos a un señor mayor -aparentaba unos 80 años- que paseaba por allí y nos saludó con gran simpatía: salta a la vista que estaba deseoso de contacto humano; unos metros más adelante nos topamos con un manzano cargado de pequeñas manzanas con muy buen aspecto y una tonalidad rojiza que presumía un sabor excelente, enseguida llegó el individuo antes citado que con entusiasmo nos invitó a coger unas cuantas, a la vez que manifestaba que el árbol era de su propiedad. Aceptamos su cortesía y nos hicimos con unas cuantas de la frutas que colgaban de las ramas, comprobando que efectivamente las "manzanetas" eran sabrosísimas, una fresco y dulce sensación que reconfortó el cansancio acumulado en la primera parte de nuestro trayecto.

Las manzanas estaban buenísimas -y no sólo por que nos salieron gratis-, pero lo más grato del momento fue la enorme cordialidad del señor que nos las regaló, comprobar como disfrutaba siendo generoso y comprobando nuestra satisfacción. Fue una demostración de la bondad del hombre del campo, de la falta de aristas y la higiene mental de personajes como el referido, que saben gastar sus últimos años de vida con disposición de servicio y colaboración con el resto del mundo, al menos con el que se topa con él una mañana soleada de otoño. La experiencia se repite: los paisajes son hermosos, los pueblos, pintorescos, los monumentos arte que extasia, pero por encima de todo ello siempre se eleva la belleza del hombre cuando es bueno, cuando muestra su naturaleza tal como es, sin apaños.


18 de noviembre de 2010

El día en que descubrí a Oleg Blokhin

Cuando estudiaba bachiller me tragaba todo partido de fútbol que echaban por la tele, en blanco y negro por supuesto, pero no perdonaba uno. A lo largo del mes de mayo se solían juntar las finales de la Copa de la UEFA -que era a ida y vuelta-, la Recopa y la Copa de Europa. De esta manera uno estaba al día de las grandes figuras de la época, muy especialmente las de nuestro continente: Cruyff, Beckenbauer, Gianni Rivera, Djazic, George Best, Overath, ...

En 1975 la final de la Recopa (Copa Europa de Campeones de Copa) enfrentaba a dos equipos que hoy no juegan un papel excesivamente importante en el panorama deportivo europeo: el Dynamo de Kiev, encuadrado entonces en la liga soviética y el Ferencvaros de Budapest, cuando la gloria del fútbol húngaro comenzaba a pasar a mejor vida y ya estaban lejanos los tiempos de Puskas, Kocsis, Czibor, Hidegkuti , ... y terminándose los de Florian Albert, Bene o Fazekas. Mis simpatías corrían a favor de los magyares, pero pronto comprobé que el equipo verdaderamente bueno era el ucraniano.

De entre los jugadores que componían el once titular del Dynamo, que entrenaba una auténtica leyenda del fútbol de aquellas tierras como Valeriy Lobanovskiy, tenía oídos a tres: el meta Evgeniy Rudakov, de quien recordaba como había amargado a la selección española con una excepcional actuación en partido jugado en Sevilla y que supuso la eliminación del equipo español de la Copa de Europa de selecciones de 1972, el volante Vladimir Muntyan, auténtico cerebro del equipo y que con Bhisovets fue el jugador más relevante que integró la selección soviética que jugó el Mundial de México-1970 y Viktor Kolotov, un ariete con fama de goleador. A la hora de la verdad las figuras de los de Kiev fueron Vladimir Onishchenko, un genuino "10" y, por encima de todos, Oleg Blokhin, el extremo zurdo del equipo que hizo un partido memorable. El tercer gol de los ucranianos, marcado por Blokhin, fue un modelo de belleza, fuerza, velocidad y clase.

Hasta ese momento yo no tenía ni idea de quien era este jugador, quien a partir de entonces se convirtió en uno de mis ídolos indiscutibles en esto del deporte rey. Oleg Blokhin, que jugó nada menos que 18 temporadas en el Dynamo de Kiev, era un extremo rapidísimo, con una fuerza impresionante y con capacidad técnica notable, posiblemente el mejor 11 de su época. Eran magistrales las arrancadas en velocidad de Blokhin, realmente imparables, dejando sentado a su marcador y enfilando la zona izquierda del área rival con un peligro enorme.

Siempre me gustaron los extremos; el juego por las bandas en el fútbol posee un encanto especial, y no se porque extraña razón he tenido especial querencia por los extremos zurdos, tal vez porque un jugador zurdo suele ser un futbolista especial, nada fácil de encontrar. En mis primeros años de afición ya destacaban en España dos zurdos formidables, cada uno bien distinto: Paco Gento, la "galerna del cantábrico", un jugador rapidísimo que ganó seis Copas de Europa con el real Madrid, y el inolvidable Carlos Lapetra, un autentico adelantado a su época, poseedor de una técnica exquisita y uno de los primeros extremos zurdos que sabía bajar al centro del campo para iniciar la jugada. Sin salir de España, también admiré mucho a Chechu Rojo, legendario exterior izquierdo del Athletic. En Europa recuerdo a los alemanes Heyckens (Borussia Moenchengladbach), Emmerich (Borussia Dortmund)y Hoelzenbein (Eintracht de Franckfurt), a los italianos Corso (Inter), Gigi Riva (Cagliari) y Chiaruggi (Milan), al portugués Simoes (Benfica) y al holandés Kaizer (Ajax de Amsterdam).

Pero Blokhin fue posiblemente el más completo, un hombre capaz de subir y bajar continuamente, porque a la técnica y la velocidad unía una potencia fuera de lo común. En mayo de 1975 descubrí a alguien que muchos ya habían descubierto, pero valió la pena, aún estaba a tiempo de disfrutar de un fenómeno.




17 de noviembre de 2010

Un violinista en el metro

En los últimos veintisiete años he viajado bastante a Madrid, por lo que no puedo precisar el tiempo exacto en que tuve la vivencia que hoy relato; fue, eso seguro, hace bastante tiempo, por supuesto en el siglo pasado. Bajaba yo las escaleras de acceso a una estación del metro -tampoco puedo asegurar cual era, aunque juraría que se trataba la del Banco España, junto a la Plaza de la Cibeles- y, entre la diversísima "jauría humana" que por allí se encontraba me llamó la atención un individuo de mediana edad, alto y delgado, que tocaba el violín para recaudar unos fondos con los que subsistir. Me acuerdo perfectamente que la pieza que sonaba era el "adagio" de Albinoni, uno de los pocos temas de música clásica que un ignorante en la materia como yo -¡y bien que me duele el tiempo perdido!- es capaz de identificar. Me parece una composición preciosa y escucharla sirve de descanso y relax, a la vez que favorece la oración y la paz interior.

El escenario, evidentemente, era original y, desde luego, muy poco elegante: gente que entra y sale deprisa, agobiada y poco comunicativa, personajes del lumpen a la espera de su oportunidad, pedigüeños, ... pero en medio de un ambiente tan poco favorable a la sensibilidad, la música del violín, que era tocado con finura y acierto -al menos sonaba muy bien- imponía un toque distinto y creaba un aire de cierta magia y arte que transformaba en belleza lo que era mundano y prosaico. No se por qué razón me sentí muy a gusto, y pensé que la escena era uno de esos regalos inesperados que nos ofrece el día, no sólo a pesar del lugar tan poco "glamouroso", sino posible y precisamente por desarrollarse allí.

Desde entonces esta pequeña obra de Tomaso Albinoni, un compositor barroco nacido en Venecia el año 1671, tiene para mí un tono especial, y en cuanto la oigo la relaciono, con ese automatismo tan sorprendente, con un día incierto de un año incierto en una oscura y poco lucida estación de Metro madrileña. Y es que uno nunca deja de sorprenderse como tantas veces los sucesos más insignificantes, inesperados y aparentemente intrascendentes acaban dejándonos huella, convirtiéndose en parte de nuestra pequeña historia personal. Vete a saber que habrá sido de ese modesto violinista, cómo llegó hasta allí y qué vida llevó posteriormente, aunque ese día consiguió, cuando menos, dejar su huella en mi memoria.


16 de noviembre de 2010

Lluvia amarilla




El pasado sábado hice el recorrido Panticosa- Santa Elena; dos horas desde la estación de esquí hasta Hoz de Jaca y otras dos, largas, desde Hoz hasta la ermita de Santa Elena. Como en el intermedio paramos un poco a comer un sandwich y observar desde un espectacular mirador estuvimos unas cinco horas de trayecto, algo que es indudablemente bueno para la salud, aunque el domingo anduve resentido de ambos gemelos.

A lo largo del camino pasamos por lugares preciosos, especialmente por sendas angostas llenas del colorido propio del otoño, pero si tuviera que elegir el paraje más bonito del recorrido no tengo ninguna duda de que optaría por el espectáculo de la lluvia amarilla que vimos durante la primera etapa de aquél, tanto como paisaje bañado por millares de hojas caídas como la zona en la que presenciamos el fenómeno en vivo y en directo. Puedo asegurar que la imagen que vieron mis ojos es de las más bellas que recuerdo.

Hace un par de años leí el libro de Julio Llamazares titulado precisamente "Lluvia amarilla", una novela ambientada en el abandonado pueblo de Ainielle, situado no demasiado lejos de nuestro camino de ayer, un relato tremendamente triste y melancólico pero muy bien escrito y que refleja perfectamente este fenómeno de la naturaleza. Se trata de una novela de primera categoría que ha llevado, al menos a los amantes de la buena literatura, al descubrimiento de esta pequeña localidad pirenaica y al conocimiento de lo que es la lluvia amarilla, algo que como comprobé el pasado sábado deja una impresión inolvidable.

La naturaleza nunca te deja de sorprender; sobre todo tiene siempre nuevas manifestaciones con las que aportar a tus sentidos la belleza más perfecta posible y a tu espíritu la paz y la serenidad que ofrece siempre un paisaje que no tiene más explicación que la bondad de Dios y la riqueza de lo que ha creado.

Las fotos publicadas son auténticas y su perfección se debe a la hábilidad de un ilustre arquitecto que me ha permitido su publicación sin renunciar a sus derechos






15 de noviembre de 2010

Bodas de Plata



Hoy, día de San Alberto Magno, hace 25 años que aprobé mi último examen de la oposición que me permitió acceder al ejercicio de mi profesión; desde entonces el tiempo ha pasado muy deprisa, cada vez más y ya hace años que estoy en situación de quedarme menos tiempo de trabajo por hacer que de tarea hecha ... siempre en el mejor de los casos.

No hago balances, ha habido momentos de todo tipo e incluso ocasiones en que me han dado ganas de mandarlo todo a paseo, pero mi balance es bueno y he conseguido seguir acudiendo cada día a trabajar con la ilusión del primer día. No haré celebraciones públicas, pero sí lo comparto con mis amigos del blog y os animo a tomaros una copa a mi salud, hoy pago yo.


14 de noviembre de 2010

Se nos fue alguien que supo retratar a España

Luis García Berlanga falleció ayer de madrugada en su casa de Madrid; el cineasta valenciano tenía 89 años, padecía la enfermedad de Alzheimer y murió mientras dormía. Con él se va uno de los directores de cine que más no ha hecho reír, pero no con risas de carcajada desternillante, sino con sonrisas permanentes, porque el cine de Berlanga no era propiamente un cine cómico, por mucho que rezumara sentido del humor, sino que en el fondo el director fallecido nos hacía sonreír con nuestros propios defectos y nuestras mismas miserias; posiblemente nadie supo como él satirizar tanto a la España real como a la oficial. Los funcionarios, la aristocracia, la clase media, los políticos, las beatas, los curas, ... nadie se libró de una crítica que siendo implacable nunca me pareció ni feroz ni malvada ni destructiva; es más uno tenía la sensación de que lo hacía con paternalismo, como quien da una palmadita en el hombro, en todo caso una pequeña colleja.

Precisamente el otro día volví a ver "El verdugo" (1963), con esa tan genial como inolvidable interpretación del gran Pepe Isbert: la patética boda de la hija de Isbert, la visita al piso en construcción, la pareja de la Guardia Civil buscando a Nino Manfredi en las Cuevas del Drac, ... un auténtico rosario de escenas que eran a cual más "chusca", auténticamente representativas de la España de entonces; un film en el que iban apareciendo en papeles insignificantes actores que acabarían haciendo historia en nuestra escena: Lola Gaos, Manuel Aleixandre, Agustín González, Antonio Ferrandis, ... "Plácido" (1961) es posiblemente su otra ópera prima, un film por el que fue nominado para el Oscar a la mejor película de habla no inglesa, todo un hito en el cine español de la época ... casi diría que no solamente en el mundo del celuloide, sino en todo el país. Aquí el tema central era la costumbre de los de alto copete de invitar a un pobre a cenar en Navidad, toda un acontecimiento con el que Berlanga hacía de las suyas, con otro reparto de lo más significativo: Cassen, López Vázquez, Julia Caba Alba, Amparo Soler Leal, Elvira Quintillá, Luis Ciges, ...

Pero siendo un niño ya había visto dos películas de Berlanga, aunque como es natural no había pillado en exceso el sentido del humor del director fallecido, ni la sutil crítica que aquéllas llevaban implícitas. No obstante, tengo bien grabado lo bien que me lo pase con "Bienvenido Mr. Marshall" (1953), con el papelón de Pepe Isbert como alcalde de Villar del Río -"como alcalde vuestro que soy os debo una explicación ..."- y la enorme colaboración de Manolo Morán, un cómico tan grande como su peso, así como de dos secundarios tan entrañables como Pepe Franco y Joaquín Roa; la canción de bienvenida a los americanos y la conversión de un pueblo manchego en villa andaluza forman parte de los mejores recuerdos televisivos de mi niñez-. Mucho menos huella dejó "Esa pareja feliz" (1952), donde Berlanga, con protagonismo de Fernando Fernán Gómez y Elvira Quintillá y en co-dirección con Juan Antonio Bardem, hacía mofa del tradicional concurso radiofónico que que hacía viajar por España a unos recién casados, y es que la ví pensando que era una película de humor "tradicional" -Martínez Soria, Tony Leblanc, ...- y recuerdo que acabé no entendiéndola demasiado.

En esta primera época berlanguiana caben destacar tres películas más: "Novio a la vista" (1956), donde el director se remonta a su argumento al año 1914, "Calabuch" (1956), con nueva intervención, en esta ocasión menos principal, de Pepe Isbert, así como el llorado José Luis Ozores y en la que Berlanga aporta su toque sentimental con el entrañable personaje del profesor George Hamilton, la última interpretación del actor británico Edmund Gwenn y "Los jueves milagro" (1957), con papel principal de Richard Basehart, el célebre Almirante Nelson de "Viaje al fondo del mar" y el permanente Isbert, sin olvidar a cómicos del nivel de José Luis López Vázquez y Guadalupe Muñoz Sampedro. Las madres casamenteras, las fiestas populares y el sentir religioso del pueblo fueron blanco de la ironía de Berlanga.

La segunda época de Berlanga se ubica ya en una España a donde acaba de llegar la democracia, y esta encabezada con lo que los cinéfilos llaman "las tres nacionales", una trilogía donde Berlanga destroza a buena parte de la aristocracia española, así como a ciertos sectores de la clase política. "La escopeta nacional" (1977) es posiblemente la mejor de las tres, y en ella, con el escenario de una de esas cacerías en las que se hacen negocios, se aupan y derrumban carreras políticas y hasta se pone algún que otro cuernecillo, y unos personajes que son cada uno de ellos una caricatura de la España de los últimos años del franquismo, con nota especial para José Sazatornil, magistral como Jaime Canivell, un catalán dispuesto a todo para vender sus porteros automáticos, Luis Escobar, como el decadente y vicioso marqués de Leguineche y José Luis López Vázquez, que encarna al degenerado hijo de éste, sin olvidar a Amparo Soler leal, Mónica Randall, Laly Soldevila, Andrés Mejuto, Rafael Alonso, Antonio ferrandis o Agustín González, en plan cura anteconciliar -"Lo que yo he unido, no lo separa ni Dios"..., toda una declaración de principios". "El patrimonio nacional" (1981) y "Nacional III" (1982) completan la serie con bastante menor brillantez.

"Moros y cristianos" (1987), con algunos de siempre: Fernan Gómez, López Vázquez, maría Luisa Ponte, ... otros nuevos: Verónica Forqué, Antonio Resines, Rosa María Sardá, ... y hasta algunos sorprendentes: José Luis Coll, Andrés Pajares, Pedro Ruiz, ... y "Todos a la cárcel" (1993), ganadora de tres Premios Goya -entre ellos a la mejor película y al mejor director- y con otro reparto importante: Saza, López Vázquez, Juan Luis Galiardo, ... y hasta Santiago Segura son otras dos buenas referencias mucho más cercanas en el tiempo, aunque posiblemente sea "La vaquilla" (1985) lo mejor del Berlanga del último cuarto de siglo; el director valenciano ofrece una visión grotesca de la Guerra Civil española a través de un grupo de soldados republicanos infiltrados en zona nacional, lo que constituye una apuesta arriesgada de la que salió airoso; aquí brillaron dos actores que no lo había hecho con este director, Alfredo Landa y José Sacristán, y con ellos Amparo Soler Leal, Adolfo Marsillach y un secundario que trabajó y lució bastante con Berlanga, Luis Ciges. Desde entonces cabe hablar de dos series de TVE: "Villarriba y Villabajo" (1994) y "Blasco Ibáñez, la novela de su vida" (1997) y "París Tombuctu" (1999), una cuirosa película que protagonizaron Michel Piccoli y Concha Velasco. rebuscando por la red he encontrado otros cuatro títulos que dieron bastante menos de que hablar: "Las cuatro verdades" (1962), una produccíón francesa con nombres tan célebres como Charles Aznavour y Leslie Caron, o tan curiosos como Xan das Bolas, el recordado alguacil de "Crónicas de un pueblo", "La boutique" ("Las pirañas") (1967), producida en Argentina y protagonizada por Sonia Bruno, una actriz que causaba entonces sensación, pero que se retiró del escenario al casarse con el madridista Pirri, "¡Vivan los novios!" (1970), con toques de humor negro y protagonismo de López Vázquez y "Tamaño natural" (1973), con participación de Michel Piccoli, Amparo Soler Leal, Queta Claver, Manuel Alexandre y Julieta Serrano.

Luis García Berlanga fue un genio, no me cabe duda de que su nombre da título a toda una época del cine español y que su modo de satirizar, su cierta acidez, ese sarcasmo de sus argumentos, ambientes y personajes, son ahora patrimonio inolvidable, a la vez que ejemplo de una elegancia y un saber hacer en los que uno ve ausencia de la mala idea y la amargura que tal vez muestren otros directores bastante más actuales. Posiblemente todos nos hemos sentido identificados con alguna película o algún personaje de Berlanga, seguramente saliendo malparados, por eso a veces uno escucha a gente quemada, pero no se si es pretencioso afirmar que tal vez nos venga bien tomarnos la sátira con elegancia, saber estar e incluso, con propósito de enmienda. Cuentan que Berlanga aseguraba que su cine era como "la historia de un fracaso" porque siempre quiso hacer otra película distinta a la que le salía." ... a pesar de ello, no le salieron nada mal.