30 de junio de 2010

Libreros de cabecera



El buen lector no tiene nada que ver con cualquier individuo sometido a los caprichos y a los vaivenes del consumismo; uno puede encontrar libros en muchos sitios, pero no resulta nada fácil hallar ese lugar donde uno puede acudir, casi con devoción, para consultar, conocer novedades y descubrir esos tesoros que solamente pueden enseñar quienes saben de verdad del tema.

Una de las vivencias más llamativas de la relación entre libros y negocio fue la salida al mercado allá por el mes de junio de 2009 del tercer volumen de la serie "Millenium" del genial Stieg Larsson. Recuerdo que era un miércoles y yo tenía ese día una cena en Zaragoza con la peña caracolera de mis amigos Higinio y Amparo; aproveché para darme un garbeo por la ciudad y recorrer unas cuantas librerías -"Casa del Libro", "General", "Corte Inglés", "FNAC", ...- en todas ellas había notables colas en la caja y más del 90% de quienes las integraban llevaban bajo el brazo un ejemplar de "La reina en el palacio de las corrientes de aire". Salta a la vista que muchos de esos libros, me temo que la mayoría, eran comprados al impulso de la propaganda, la moda e incluso cierto afán de quedar bien, y no fruto de un interés literario o cultural, de un conocimiento serio de lo que es la novela policíaca y los caracteres concretos de la intriga escandinava.

Tal experiencia contrasta con lo sucedido justo un año antes; mi buen amigo Brunetti, como hice yo a principios de año, había hecho su primera visita la librería "Negra y Criminal", donde su dueño, Paco Camarasa, un "librero" de verdad, de los pies a la cabeza, de esos que vende libros y no humo ni fantasmadas; días después Brunetti me envío un mail con los libros que había adquirido y las noticias "negrocriminales" que le habían sido transmitidas: la más llamativa de ellas era la próxima aparición de una trilogía escrita por "un tal Larsson" que iba a causar una sensación superior a la del mismísimo Mankell ... una comparación que viniendo de quien venía provocó que mis antenas permanecieran atentas a partir de entonces. Un par de semanas después la propia web de la citada librería anunciaba el primer libro de la trilogía -"Los hombres que no amaban a las mujeres"- y buscando en la web de la Red de Bibliotecas de Aragón comprobé que en la de Huesca el único ejemplar existente estaba libre: acudí presto y pude leerlo cuando "Millenium" aún era concepto casi desconocido ... un mes después era impensable encontrar disponible el libro: como luego sucedería con los tomos 2 y 3, había largas listas de espera en todas las bibliotecas para conseguir leer a Larsson.

Pienso que las dos anécdotas narradas, tal vez demasiado extensamente, explican perfectamente la diferencia entre tomarse la lectura como una especie de snobismo, como una superficial manera de estar al día y ejercitarla como pacífico ejercicio de una afición que nos enriquece y nos vuelve más humanos. Es como el contraste entre comer con los ojos y ser un "tripero" y sentarse plácidamente a la mesa con los amigos para compartir manjares de calidad.

Y tanto "rollo" viene a cuento de las bondades del buen librero; cualquier viejo aficionado a leer, y conozco varios y muy buenos, no se cansa de repetir la enorme diferencia que hay entre comprar por comprar y hacerlo con cabeza y buscando consejo, es decir, que no es lo mismo un "librero" que un "vendedor de libros". Y para acertar es imprescindible encontrar ese "librero de cabecera", esa persona que disfruta vendiendo libros, que no pretende encasquetarte ese ejemplar que no hay forma de colocar, ni le importa un rábano que empieces una serie por el segundo o tercer libro, ni es incapaz de advertirte que esa novelita con la que te has encaprichado tiene unas características muy especiales y no gusta a todo el mundo, posiblemente porque no sabe ni de que va.

Con el buen librero uno se lo pasa en grande comprando, descubre que no tiene prisa y, frecuentemente, acaba formando, sin proponérselo, una tertulia en la librería donde cada cual aporta su granito de arena y se produce un enriquecimiento mutuo que siempre tiene su inicio en la sabiduría del primero. Así se crea entre vendedor y cliente una relación de confianza, una especie de tutela literaria que lleva a la complicidad y convierte el paso por la librería en un momento de esos en los que uno da gracias a Dios por las cosas ordinarias que a uno le pasan.

Eso sí, un buen librero es peligroso para tu economía personal, porque no es infrecuente que uno vaya con una idea y salga con unas cuantas más, con forma de libro, claro. Eso sí, el dinero no habrá sido malgastado, porque tienes la garantía de que has comprado bien.


29 de junio de 2010

Tres policíacas bien diferentes



Como es sabido, tengo la no se si sana o insana costumbre de traer aquí los libros que leo; siendo también notoria mi afición por la novela policíaca se han quedado sin pasar por este rincón de internet tres novelas del ramo citado, cada una de ellas de estilo bien diferente y cuyos autores nacieron en puntos bien distintos del mapa mundial. Hoy las traigo aquí por si a alguien le pudiera interesar un libro de evasión para las ya cercanas vacaciones, aunque ninguno de los tres son recientes.














"Entre las sombras"
Peter Robinson
RBA. Barcelona (2007)
331 páginas



Resumen:
Alguien espía desde los tejados y a través de las ventanas , alguien se inmiscuye en la vida intima de unas mujeres que ni lo sospechan. Lo que excita a este voyeur no es sólo ver la carne desnuda, es la mirada de horror de sus víctimas cuando descubren su presencia entre las sombras. Una mujer mayor aparece brutalmente asesinada en su casa, y el inspector Banks se pregunta si se trata de un incidente aislado, o si por ventura estará relacionado con los otros crímenes que se han venido sucediendo en el pequeño pueblo de Gallows View. Y mejor será que no tarde en contestar, porque la violencia podría poner en peligro incluso su propia vida personal.


Los autores británicos de novela policíaca suelen cerrar buenos trabajos; de Peter Robinson ya había leído "El camaleón", una de las primeras novelas que traje al blog, en concreto tras mis vacaciones de 2008, que me pareció excelente; tras leer "Entre las sombras" el prestigio del autor sigue para mí intacto. Se trata de un libro que se lee de un tirón, está bien escrito y posee un argumento bien estructurado e interesante, ingredientes suficientes para completar una buena novela de intriga.

Las novelas de Robinson son "de personaje", su protagonista habitual es el inspector Alan Bates, un hombre que no responde al típico perdedor que nos describen, por ejemplo, Michael Cónnelly con Harry Bosch o Ian Rankin con John Rebus, sino que Bates aparece como un responsable padre de familia. Como suele ser habitual en los autores ingleses del género, junto a Bates se dibujan unos cuantos personajes interesantes.

En uno de esos comentarios publicitarios que suelen añadir a la portada del libro, la editorial habla de "sorpresas", algo por otro lado habitual en las novelas de misterio; como es lógico no voy a adelantar desenlaces, pero en esta novela no me han parecido aquéllas excesivamente notables.















"Pasma"

Ed McBain
Ediciones B. Barcelona (1987)

319 páginas



El capricho de leer a Ed McBain surgió a raíz de la lectura de "Camaleón rojo", de Stuart Kaminsky, libro en el que su protagonista, el inspector ruso Rostnikov, tiene la costumbre de leer a este autor norteamericano fallecido hace cinco años y que en realidad se llamaba Evan Hunter, habiendo adoptado diversos pseudónimos con los que escribió novela negra; de todos ellos no cabe duda que el de McBain fue el más brillante.

"Pasma" es una de las novelas de una serie en la que el gran protagonista es el villano, conocido como "el sordo", personaje que en el cine fue encarnado por el mismísimo Yul Brynner. El tal "sordo" lleva de cráneo a los policías del "Distrito 87", nombre que viene a componer lo que es una de las más llamativas novedades de las novelas de Ed McBain, pues aquí no hay un inspector protagonista, sino que la condición de "héroe", si es que se puede llamar así, la tiene toda una comisaría entera, una comisaría más de Nueva York, que no destaca precisamente por la pericia de sus miembros, una variada muestra de policías más bien torpones y rudimentarios, que a pesar de todo acaban resolviendo los casos más por el azar y la casualidad que por sus propias habilidades.

McBain aprovecha para sacar a la luz toda una serie de personajes de lo más variopinto, tanto entre los peculiares miembros de la Comisaría de "Distrito 87" como entre la gama de "malos-malísimos", entre los que junto a la genialidad del "sordo" aparecen una serie de individuos realmente patéticos. La lectura de "Pasma" es amena, máxime cuando el autor le da un toque cómico a la historia y la narra con agilidad y llevando al lector a ritmo adecuado hacia el desenlace.

McBain está incluido entre los grandes autores USA de novela negra, con un estilo distinto a los clásicos -Chandler, MacDonald, Hammet-, más próximo a otros grandes también desaparecidos como Donald E. Westlake o Elmore Leonard. Para mí ha sido un descubrimiento, y estoy profundamente agradecido al "experto infalible" que me dejó el libro.














"¿ Quien teme al lobo ?"
Karin Fossum
Grijalbo. Barcelona (2002)
249 páginas



Resumen:
El calor agobiante del verano se ha instalado en la pequeña localidad noruega de Finnemarka. En la soledad de su cabaña la anciana granjera Halldis Horn es hallada muerta de un hachazo. El sospechoso principal es Errki, un muchacho esquizofrénico al que las habladurías acusan también de haber matado a su madre. El carismático Inspector Sejer es encargado del caso. Durante sus investigaciones entra en contacto con la psicóloga de Errki, que cree firmemente en su inocencia. Con su discreta insistencia Sejer rastrea todas las pistas, mientras se busca al desaparecido Errki. El único que lo ha visto es Kannick, un adolescente huérfano con un talento especial para el tiro al arco, que afirma haber visto a Errki en el lugar de los hechos.


El verano pasado leí "El ojo de Eva", la primera novela publicada en España de la noruega Karin Fossum y ya llegué al convencimiento de que dicha autora se encuentra entre los mejores autores de la novela nórdica de intriga, auna materia en la que, como ya creo haber repetido varias veces, es importante aprender a distinguir el grano de la paja. Es curioso no obstante, que no sea la Fossum una de las escritoras que goza de mayor fama, e incluso se ha comenzado una reedición de sus libros al parecer con la intención de incrementar unas ventas que no habían sido lo buenas que se esperaban.

El protagonista habitual de Karin Fossum es el inspector Konrad Sejer, un hombre introvertido que carga con la pena de la prematura muerte de su esposa, algo que quienes leemos un buen número de novelas de este género comprobamos que no es infrecuente en las vidas de estos policías de ficción, como si los autores usaran como recurso para darle al personaje un baño de drama y humanidad. Alguien me comentaba el otro día que en las novelas de esta autora noruega están mejor dibujados los personajes propios de cada una de ellas que los que son fijos en todas, como es el caso del citado inspector Sejer. Esta afirmación, con la que no acababa de estar de acuerdo tras leer el primer libro, me ha convencido al concluir "¿Quién teme al lobo?", pues los tres personajes que lo protagonizan junto a Sejer, tres auténticos seres marginales y solitarios, por cierto, están formidablemente descritos: el joven enfermo mental Errki, el peculiar menor de edad Kannick y el atracador de bancos que se hace llamar Morgan y cuyo nombre real no se llega a saber.

Las novelas de Fossum son francamente duras, describen a personas cuya vida no es nada fácil y se recrea en ambientes oscuros y lejanos a cualquier tipo de glamour, éste en concreto contiene más de un pasaje con dosis de estremecedor, pero su lectura vale la pena, ya lo creo.


28 de junio de 2010

Viejos cacharros



En el siglo de internet los viejos aparatos no tienen nada que hacer, son tan sólo el recuerdo de tiempos pasados, las versiones rudimentarias y primitivas de lo que hoy está prácticamente superado, unos cachivaches que quienes tienen menos de 30 años miran con la sonrisa en la boca y, en ocasiones, con el desprecio en el corazón. En tiempos de Ipods superavanzados, de velocidades punta y comunicaciones inmediatas, parece que los viejos cacharros han de ser relegados al rincón y condenados al olvido, como si fueran reminiscencias de la edad de piedra, residuos de épocas decadentes, mera calderilla de la técnica.

Pero este rechazo no puede ser justo, y no sólo porque sin los rudimentos de antes hubieran sido imposibles los adelantos de ahora, sino porque es de justicia rendir tributo a la estética y la originalidad que se esconde en esos aparatos que hoy pueden parecer inútiles. Un aparato de radio como el que encabeza mi post de hoy es una maravilla de la técnica y de la estética, una manifestación de elegancia llevada a su máxima expresión ... ¡que lejos de los transistores que fueron código de barras del tipo hortera!, toda la diferencia del mundo con esos aparatitos de los que sólo se ven los auriculares que provocan el autismo de tantos peatones de hoy en día. Y ¿qué decir de los teléfonos de antes?, uno no deja de añorar en determinadas ocasiones el disco con los números, el auricular de cierto peso y el cordón largo y desgastado, y es que entonces sí que decoraban.

Los ascensores de antaño, los viejos refrigeradores de hielo, las cocinas de gas, los televisores en blanco y negro, con el adelanto del botón suplementario para el UHF, la turmix, el depósito del carbón, las bicis plegables, el tocadiscos cuya tapa servía de altavoz, las camas plegables, ... tantas cosas que protagonizaron nuestras vidas y han acabado siendo objeto de anticuario, de trastero o, incluso, de deshecho, ... pero conservamos la memoria para que sigan presentes y en su sitio. Tal vez nos venga bien volver sobre nuestros pasos y traer a la memoria aquellos tiempos en los que nos conformábamos con poco, nos ilusionábamos con menos y cualquier nueva tecnología, por sencilla que fuera, nos parecía ciencia ficción pura.



27 de junio de 2010

Cumbre en Toronto



Toronto es un sitio que suena a lejano ... a los españolitos semieuropeos como yo, pues imagino que si viviera en Québec u Ontario no me lo parecería tanto. Allí han acudido los líderes del G8 para dedicar unos días no sabemos si a la meditación, a la discusión o incluso a alguna juerguecilla más o menos sana. Como he de confesar que de relaciones y política internacional no puedo hacer valoraciones serias de lo que allí se trata, aunque me he informado y he averiguado que el grupo lo componen un grupo de países industrializados cuyo peso político, económico y militar es muy relevante a escala global; conformándolo Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón, Reino Unido y Rusia. Al parecer a las reuniones también acude un representante de la Unión Europea y no sabemos si Montilla se estará planteando enviar algún meritorio como observador, aunque ya se sabe que este tipo de planes suelen ser boicoteados desde una oficina siniestra ubicada en Madrid.

A veces me pregunto si cuando Obama, Sarkozy o la Merkel se encuentran se preguntan cariñosamente por sus consortes e hijos o la operación de cataratas de la suegra o incluso al propio presidente francés o a Berlusconi se les hace alguna chanza por la rápida e imprevista eliminación de sus respectivas selecciones del Mundial de Sudáfrica. Imagino, eso sí, que los encargados del protocolo irán de culo para que nadie se sienta ninguneado, cada cual ocupe el lugar correspondiente en las fotos de grupo, sus respectivas habitaciones sean las adecuadas, caprichitos incluidos y todos estos próceres puedan regresar a sus respectivos países con su ego sano y salvo.

Si uno observa la foto que encabeza mi post -aunque lo parezca no es la cola de la "toilette"- se dará cuenta que en el grupo destacan tres personajes de altura física notable: el presidente Obama, quien anda por lo visto en horas bajas y ya ha comprobado eso de "¡cuán presto se va el placer!" y de que "cualquier tiempo pasado fue mejor", el primer ministro canadiense Stephen Harper, con su aspecto de buen chico y el novel premier británico David Cameron, quien en la foto parece, como le pasaba en sus principios a Julio Iglesias, no saber donde poner las manos.

Nótese la postura del japonés Naoto Kan, quien parece frotarse las manos, no sabemos si por haberle conseguido colocar una cámara fotográfica o un "Seiko" a su vecino de habitación o porque se está felicitando por la decadencia que observa en occidente y se prepara para extender el imperio del sol naciente hasta las mismas playas de la Costa del Sol. A su lado Berlusconi con su habitual pose de pasar de todo, riéndose de su padre y del resto del mundo y casi seguro que maquinando maldades de todo tipo, porque los italianos no suelen llegar primeros, pero acostumbran a arrimar el ascua a su sardina con una habilidad antológica. Mientras tanto el pobre Nicolás Sarkozy parece como aplanado, y es que todo apunta a que los días de vino y rosas con la Bruni ya son pasado perfecto y el horno político-económico tampoco anda para bollos, vamos que ya no se sabe si es el máximo mandatario del país de la "grandeur" o se ha quedado en el "pequeño Nicolás"; a su lado la Merkel se nos muestra fondona, imperturbable como buena teutona y ejerciendo de maruja madureta del grupo. El octavo es el presidente ruso Dmitry Medvedev, hombre impecable de aspecto, aunque, ¡quien te ha visto y quien te ve¡, ahora los rusos ni mandan ni asustan tanto.

Y la vida sigue, porque en la actualidad da la impresión de que a casi todos importa más lo que ocurre en Sudáfrica, unos para llorar su despedida y otros para seguir alimentando las ilusiones. El mundo gira y los jefes-jefones de los países más importantes se vuelven a juntar, se hacen fotos, se alimentan e, imagino, toman decisiones, que sean para bien y que, por una vez, acierten.

26 de junio de 2010

"Noches de bohemia", Navajita Plateá


Al poco de llegar a Huesca me aficioné a "Kiss-FM", allí descubrí a cantantes de los que no sabía su existencia, como Tracy Chapman, Tony Braxton o Lionel Richie ... entre los españoles, recuerdo que quien más me sorprendió fue Navajita Plateá, un dúo formado por Ildefonso de los Reyes y Francisco Carrasco, integrantes los dos de familias de origen flamenco del barrio de Santiago en Jerez de la Frontera. Su música fusiona ingredientes de muchos tipos (pop, rock, blues e incluso punk o hip-hop) sin perder nunca sus raíces flamencas.

"Noches de bohemia" es una balada preciosa, una canción que pienso que nunca me voy a cansar de escuchar ... me recuerda el estilo de estos jerezanos a aquellas canciones del llorado Manzanita que se oyeron tanto allá por los primeros años 80: "Por tu ausencia", "La quiero a morir"; "Un ramito de violetas", ... o esa que decía con tanta fuerza eso de "Yo quiero ser el trovador que canta en tus sueños, yo quiero amarte como si fuera tu único dueño ...".

Curiosamente, los dos miembros de Navajita Plateá no llaman flamenco a su música, ambos son unos enamorados del flamenco, pero siendo de Jerez consideran una temeridad decir que lo suyo es flamenco, por eso lo llaman "música gitana que sale del corazón", y a fé que se nota que sale de tan adentro. En internet he encontrado una definición formidable de esta gente: "Navajita Plateá tiene en sus venas un combinado tan especial que la música que componen surge natural exótica y caliente sin necesidad de grandes propósitos. Navajita Plateá forman parte de una nueva generación de esos flamencos que se decantan cada vez más por híbridos inquietos con los que dar rienda suelta a las cosas del "feeling". En este grupo se unen a partes iguales las querencias por Camarón y los Rollings, el vino de Jerez y un Wiston entre los dientes."

Las "Noches de bohemia" es una canción de una fuerza enorme, llena de sentimiento, de esas que te llevan al ambiente.

25 de junio de 2010

Marathon de tenis



El estadounidense John Isner y el francés Bícolas Mahut han protagonizado el partido de tenis más largo de la historia durante el Torneo de Wimbledon, imponiéndose finalmente el yankee por uin asombroso 70-68 en el último set. Verdaderamente meritorio el esfuerzo de estos dos jugadores que se han vaciado a lo largo de los tres días -11 horas en total- que ha durado el match. Pienso que ambos tenistas han podido llegar a la desesperación al ver los derroteros que tomaba ese eterno quinto set y que hasta podría escribirse un libro del estilo del que hace años se publicó sobre la ascensión a "Alpe d'Huez" o filmar una película del tipo de "Danzad, danzad malditos" el tremendo film de Sidney Pollack que protagonizara en 1969 Jane Fonda.

A lo largo del envite se jugaron más de 840 puntos y 162 games, se conviertieron más de 180 aces y, tal fue lo imprevisto del marcador, que la pizarra oficial del tanteo fue apagada cuando se igualaron en 50 ya que no estaba preparada para contar más que esa cifra, por lo que la organización decidió dejarla fuera de juego para no confundir a los espectadores. Dificilmente podrá suceder una cosa igual, máxime si consideramos que el actual record lo ostentaban el francés Fabrice Santoro y su compatriota Arnaud Clement, en un partido disputado en Roland Garros 2004 que duró 6 horas y 33 minutos, casi la mitad que éste.

Y la peculiar noticia de este record, nos trae a la memoria el que posiblemente sea más sonado de los Torneos del "Grand Slam", un campeonato que hasta la llegada de Rafa Nadal, que consiguió por fin coronarse campeón en 2008, solamente habían traído para España el legendario Manolo Santana, que se impuso al americano Dennis Ralston en 1966 y la aragonesa Conchita Martínez, que veintiocho años después se imponía a la tan poderosa como veterana Martina Navratilova. Wimbledon nos trae a la memoria los nombres de ganadores tan ilustres como los famosos leñadores australianos como Rod Laver, John Newcombe, Roy Emerson, los norteamericanos Arthur Ashe, Satn Smith, Jimmy Connors, John McEnroe, Andrea Agassi y Pete Sampras, los suecos Bjorn Borg y Stefan Edberg, el aleman Boris Becker y el suizo Roger Federer ... un auténtico elenco de dioses del tenis.

Pero Wimbledon nos trae a la cabeza otra cuestión no menos importante: el imperio del fair play, la elegancia sobre el césped, la exigencia de vestir de blanco y la entrega final de trofeos presidida por la elegantísima Duquesa de Kent; toda una forma de ver el deporte que parece olvidada en el resto de acontecimientos de esta naturaleza, como si este lugar de Londres se hubiera convertido en el último reducto de la "politesse" deportiva.



24 de junio de 2010

Carlos Gardel

Hoy se cumplen 75 años de la muerte de Carlos Gardel; el 24 de junio de 1935 un accidente de avión ocurrido en Medellín puso fin a la vida de este argentino que cantaba los tangos como los ángeles y tenía todos los atributos de un argentino ... aunque curiosamente, había nacido en Tacuarembó (Uruguay) el 11 de diciembre de 1887, puro accidente, pues desde muy niño vivió en Buenos Aires y toda su vida y su idiosincrasia tiene mucho que ver con ese espíritu argentino de barra de bar, vitalidad, vida espléndida y elegancia externa.

La vida de Gardel fue azarosa y pocos saben -al menos yo me acabo de enterar- que en 1915 recibió un balazo en el tórax durante un altercado a la salida del "Palais de Glace", un salón de baile ubicado en el barrio de la Recoleta, viviendo el resto de su vida con una bala alojada en un pulmón.

Carlos Gardel, como no podía ser menos, tuvo una agitada vida amorosa, aunque nunca tuvo una relación duradera con mujer alguna; el día antes de fallecer era entrevistado por un periodista de "El Nacional" de Bogotá, y ante la comprometida pregunta de si era partidario del divorcio contestó, un poco "gallegamente" que dada su profesión, de lo que no era partidario era del casamiento ... toda una declaración de intenciones.

Gardel también trabajó en el cine, filmando películas como "Luces de Buenos Aires" (1930), "Melodía de arrabal" (1932), "Mi Buenos Aires querido" (1934), "Tango en Broadway" (1934), "Cazadores de estrellas" (1934) y "El día que me quieras" (1935), entre otras. Pero donde Carlos Gardel no tenía rival era cantando, destacando su colaboración con el poeta y periodista Alfredo Le Pera, con quien Gardel escribirá muchos temas: "Mi Buenos Aires Querido", "Silencio", "Volver", "El Día Que Me Quieras", ... aunque no se limitó al tango, y grabó también música folclórica, milongas, zambas, rancheras, tonadas, estilos, ..., así como algunos Fox trots, un tango en español e inglés, algunas canciones tradicionales en francés e italiano y hasta un tango en guaraní.

Carlos Gardel fue un mito, un hombre que dejó un estilo, una forma de cantar ... es uno de esos románticos, propio de veladas íntimas, de copas nocturnas, de bailes lentos. Una vida de novela, no exenta de amores nuevos y amores rotos, pasión, aventura y dramatismo. Han pasado 75 años, pero es de esos que ni caducan ni prescriben.




23 de junio de 2010

"Dublinesca", Enrique Vila-Matas














"Dublinesca"
Enrique Vila-Matas
Seix Barral. Barcelona (2010)
328 páginas



Samuel Riba se considera el último editor literario y se siente hundido desde que se retiró. Un día, tiene un sueño premonitorio que le indica claramente que el sentido de su vida pasa por Dublín. Convence entonces a unos amigos para acudir al Bloomsday y recorrer juntos el corazón mismo del Ulises de James Joyce. Riba oculta a sus compañeros dos cuestiones que le obsesionan: saber si existe el escritor genial que no supo descubrir cuando era editor y celebrar un extraño funeral por la era de la imprenta, agonizante ya por la inminencia de un mundo seducido por la locura de la era digital. Dublín parece tener la llave para la resolución de sus inquietudes

Hacía tiempo que tenía ganas de leer algo de Vila-Matas; sabía que se trata de un escritor considerado como un guía de muchos escritores europeos e hispanoamericanos que buscan en la literatura otros caminos al margen del realismo y de la literatura más convencional y comercial, y eso me producía cierto respeto, pues tal vez ando demasiado acostumbrado a los libros que se leen cómodamente. Animado por quien sabe de ésto el día de San Jorge elegí "Dublinesca" como libro que comprar y hace poco más de un mes emprendí la tarea de leerlo con calma.

Cuentan que el propio Vila-Matas ha confesado que sus libros son una reacción contra el realismo castizo, tan presente en la literatura española de los siglos XIX y XX, reciclado en sus formas más comerciales en el siglo XXI. Defiende una literatura distinta para un lector distinto. Puedo asegurar que "Dublinesca" me ha costado entenderlo, he tenido que ir despacio e incluso volver sobre mis pasos, acabando con la sensación de que no lo he aprovechado lo suficiente; pero también he de afirmar que Enrique Vila-Matas escribe formidablemente bien, que estamos ante literatura de calidad y vale la pena disfrutarla, aunque a veces uno no sepa muy bien que nos quiere decir el autor y, por supuesto, lo de menos sea el argumento.

En algún lugar he leído que "Vila-Matas domina a la perfección el arte de convertir la literatura en protagonista de sus tramas, las citas, los autores, las referencias librescas...", y es completamente cierto, pues el libro es una frecuente mención de autores de carne y hueso, como Samuel Beckett, John Banville y, por encima de todos, James Joyce, pues queda dicho que el libro es un rendido homenaje al riesgo narrativo que en su momento supuso esta novela.

Algunos han calificado la literatura de Vila-Matas como "autoficción", y son elocuentes estas palabras suyas: “Me atrae en estos momentos –escribe– un género que mezcla la narración con la experiencia y la realidad traída al texto como tal, algo así como el tejido de un tapiz que se dispara en muchas direcciones: materia ficcional, documental, autobiográfico, ensayístico, histórico, epistolar, libresco...”.

La novela, sin uno sabe prescindir de ciertas precauciones o prejuicios, se acaba disfrutando, con un personaje central, el jubilado editor Samuel Riba, en quien el lector puede llegar a acabar identificándose, pues en el fondo sus relaciones con su esposa y sus padres, sus encuentros con sus amigos, sus neuras y recuerdos, aunque embebidos de la originalidad literaria, porque se trata de una novela y el escritor es alguien del mundo literario, son frecuentemente los mismos que uno tiene.


22 de junio de 2010

La faena de "Antoñete" al toro blanco de Osborne



El día de San Isidro de 1966 tuvo lugar una de esas gestas que te recuerdan con frecuencia los taurinos, pues fue ese día cuando en la Plaza de las Ventas Antonio Chenel "Antoñete" realizó la histórica faena a "Atrevido", el toro blanco de la ganadería de Osborne. A lo largo de más de seis minutos, el torero madrileño, nacido y criado junto a la Plaza de Las Ventas, dio una auténtica lección de temple, dominio y poderío a un toro tan peculiar como uno de color blanco.

"Antoñete" ya era torero veterano, pero al tratarse del típico torero "golfo", al que el juego, la juerga y las mujeres hacían llevar una vida llena de altibajos, no se encontraba en ese momento en su mejor época, y la faena a "Atrevido" le sirvió para encauzar una carrera que durante muchos años seguiría estando llena tanto de arte como de altibajos. En aquella época eran mucho más oídos diestros como "El Viti", Antonio Ordóñez, Paco Camino, Diego Puerta o Jaime Ostos, incluso sus compañeros de cartel de aquella tarde, el zaragozano Fermín Murillo y Victoriano Valencia; pero a partir del toro blanco "Antoñete" se volvió a incorporar al Olimpo de los mejores.

Quienes saben de toros aseguran que la clave de una buena faena es el temple; Gregorio Corrochano aseguraba que "el temple pone de acuerdo al movimiento del toro que embiste y el movimiento del hombre que torea. Para torear hay que excitar –citar en su sitio- la codicia con la distancia, y acompasar el movimiento –acompañar- a la bravura y a los pies del toro, conservando las distancia para que no enganche. Ni con más rapidez ni con más lentitud: con temple. "; por esta razón, torear con temple no es torear despacio, sino a cada toro con el ritmo que le corresponde. Y "Antoñete" ese día, como bastantes otros, dio una auténtica lección magistral sobre como torear con temple.

Todo buen aficionado a los toros espera siempre presenciar uno de esos momentos especiales, ser testigo de una faena que haga historia. Por eso quienes vimos la maestría de "Antoñete" esa tarde de mayo -algunos por televisión, pues la corrida se retransmitía- podemos decir que asistimos en directo a un momento glorioso de la historia de la fiesta.




21 de junio de 2010

El lirio en la mano



A veces vamos por la vida con el lirio en la mano; al menos yo, cuando miro atrás, compruebo que con frecuencia he funcionado con la mayor de las ingenuidades, algo que no necesariamente es malo ni te trae problemas, aunque uno piensa que en ocasiones le hubiera venido bien funcionar con algo más de malicia, o cuando menos, de retranca. No creo que sea positiva la actitud de los mal pensados, los desconfiados o los retorcidos, pero esta vida no es una novela, y mucho menos de las de color rosa y quienes la protagonizamos, de la misma manera que es bueno que seamos conscientes de nuestros defectos y limitaciones, también lo es que lo seamos de las del resto del personal.

A mí la vida me ha enseñado, no se si tarde, que no todo el que te sonríe lo hace porque te quiere bien. Uno agradece la amabilidad, que muchas veces no es más que muestra de bondad, cariño y/o respeto, pero mientras no te desprendes del referido lirio corres el peligro de engañarte con ciertas apariencias. No siempre hay que encontrar a quien más te quiere en quien más te palmotea la espalda, y ya no digamos si tienes alguna que otra potestad que pueda beneficiar o perjudicar al personal. Ya me he sorprendido varias veces comprobando que ese -o esa- en quien tanto confiabas a la hora de la verdad no habla tan bien de ti, te deja en la estacada si le conviene o detrás de su coba no hay más que un interés bien concreto. Supongo que de lo que se trata es de ser más consciente de la condición humana y, por supuesto, no enfadarte sin reflexionar anteriormente las veces en que tú mismo has podido tropezar con la misma piedra.

Hay ocasiones en las que caemos en el error de idealizar a las personas, otra forma más de seguir deambulando por la vida portando la liliácea; las confianzas ciegas, las miradas embobadas pueden acabar en tremenda desilusión cuando el otro nos decepciona, no está a la altura, no cubre nuestras expectativas ... y muchas veces la culpa será nuestra por funcionar ignorantes de la propia naturaleza del ser humano ... e incluso podemos acabar siendo injustos si pasamos de la patente de corso a la enmienda a la totalidad. Pienso que para dejar de portar el lirio nos puede venir bien reducir nuestra capacidad de horrorizarnos ... las personas tenemos debilidades, incluso en ocasiones escondemos secretos inconfesables, vicios ocultos ... y no pretendo ni justificarlos ni defenderlos, simplemente aireo la necesidad de ser más comprensivos y tener en cuenta que cada cual tenemos nuestras miserias: ¡cuantas decepciones nos podríamos evitar si tuviéramos un conocimiento mejor del alma humana!, algo que de paso nos llevará a ser más indulgentes, con menos exigencias de salón, menos escándalos farisáicos y menos rasgadas de vestiduras.

En el Colegio aprendemos lo esencial, en la Universidad especializamos nuestros conocimientos, que podemos incrementar con tesis, tesinas, doctorados, masters, estudios permanentes y todo tipo de nuevos inventos, pero es en la escuela de la vida donde tenemos que andar con los ojos bien abiertos para adquirir esa madurez que sólo se alcanza con sosiego, mirada alta y capacidad de ponerse en la piel ajena.


20 de junio de 2010

Las series de Armiñán



He hablado con frecuencia del inolvidable programa "Estudio-1", un auténtico santuario del mejor teatro, o de la serie "Novela", donde en varios capítulos quienes seguíamos la tele en los 60 y 70 pudimos disfrutar con lo mejor de Dostoyewski, Dumas, Dickens, Chejov o Espronceda, entre muchos otros. Pero la tele de entonces también nos ofrecía programas breves en los que, con los mejores actores y actrices del momento, el misterio, la ironía, el drama llegaban a nuestras casas, en muchas ocasiones con una visión crítica de la sociedad del momento que sus autores sabían colar con enorme habilidad por entre las garras de la censura.

Uno de los mejores en este aspecto fue Jaime de Armiñán, un director de cine que llegaría a aspirar al Oscar de Hollywood con su inolvidable "Mi querida señorita", y que en los momentos inmediatamente posteriores a la cena nos deleitó con unas series que recuerdo con especial agrado, y eso que en mi inocente ingenuidad infantil yo era incapaz de entender en demasía.

La primera que recuerdo es "Las doce caras de Juan", unos episodios que dirigía Pedro Amalio López y cuyos guiones fueron íntegros del cineasta madrileño; en esta serie, de 1967, se representaban las características de cada uno de los signos del zodiaco encarnados en un individuo: Juan Aries, Juan Leo, Juan Sagitario, ... así Armiñán aprovechaba para sacar a relucir las formas de ser de diversos tipos de españolitos. Todos los capítulos los protagonizó Alberto Closas, un formidable actor que se hizo famoso con películas tan célebres como "La gran familia" y "Muerte de un ciclista". Las hermanas Gutiérrez Caba, Elisa Ramírez, Monica Randall, Marisa Paredes, Lola Herrera y Concha Cuetos fueron algunas de las "partenaires" de Closas en la serie. También recuerdo que en ocasiones la cosa no era demasiado para niños y recuerdo que en los capítulos de Aries y Escorpio la tele fue oportunamente apagada.

Entre 1971 y 1972 Armiñán se ocupó del guión de la versión femenina de la idea, con "Las doce caras de Eva"; aquí el director fue Jaime Yague y no hubo actriz común, pues se recurrió al método de estudiar los caracteres de cada una de las ocupantes de un correccional. Yo, pendiente de mi signo concreto -"Sagitario"-, recuerdo que Armiñán tuvo la originalidad de atribuirlo a dos personas -en principio parece que lo lógico hubiera sido que lo hiciera con "Géminis"- y encomendó a Berta Riaza y Maite Blasco el doble personaje. Amparo Baró, Emma Cohen, Alicia Hermida, Amparo Soler Leal, Charo López, ... fueron otras de las protagonistas que escogió Armiñán.

En 1968 el gran Chicho Ibáñez Serrador dirigió "Historias de la Frivolidad", un genial musical en el que compartió la función de guionista con Armiñán. Se trata de una especie de historia de la lucha entre el erotismo y la censura que sufrió todo tipo de avatares con las autoridades del momento. Hubo de ser estrenado en horario muy nocturno y causó cierto escándalo en los sectores más estrechos de la sociedad. Con música de otro clásico de entonces, Augusto Algueró, la obra se componía de una serie de "sketchs" entre los que destacaban uno en el que las integrantes de la "Liga Femenina contra la Frivolidad", con Irene Gutiérrez Caba a la cabeza y arropada por Rafaela Aparicio, Lola Gaos, Pilar Muñoz y Margot Cottens entonan su himno cuyo estribillo reza "Somos puritanas [...]. Usamos tijeras, usamos tinteros […]. Cortamos, rompemos, echamos borrones, […] bajamos las faldas, subimos escotes. ..." , y otro ubicado en el descubrimiento de América y en el que los navegantes españoles (Zori, Santos y Codeso), al avistar la costa, gritan al contemplar una india ligera de ropa "¡Ahí están las indias!, ¡qué barbaridad!. ". Tip y Coll, Narciso Ibáñez Menta, Fernando Rey, Agustín González y Jaime Blanch completaban el lujosísimo reparto.

Tremendamente original es la idea que en 1971 plasmó con la serie "Del dicho al hecho", en la que llevaba a la escena diversos refranes españoles. La serie supuso la recuperación para televisión de Fernando Fernán Gómez, y el matrimonio entre los guiones de Armiñán y el genio interpretativo de Fernan Gómez fue delicioso. "Madre oía, daño cría", "El huésped y la pesca, a los tres días apesta", "Genio y figura hasta la sepultura", "No hay mayor dolor que ser pobre después de señor", "El último mono es el que se ahoga", "Tres españoles, cuatro opiniones", "Del agua mansa me libre Dios", "El que a hierro mata, a hierro muere", "En boca cerrada no entran moscas", "No hay cosa tan sabrosa como vivir de limosna" y "Quien cosido a las faldas de su madre" fueron los títulos elegidos. A Fernando Fernán Gómez acompañaron en el reparto actores tan cualificados como Antonio Ferrandis, Lola Herrera, Juan Diego, María Isbert y Silvia Tortosa, así como secundarios habituales del momento, como Mary Delgado, Julia Trujillo, Valentín Tornos, José Orjas, Gloria Cámara o Emilio Laguna.

En los años 72 y 73 Armiñán dirigió "Tres eran tres", una serie en la que aparecían tres hermanas que por avatares de la vida habían vivido en hogares separados y apenas se conocían. Las circunstancias vuelven a reunirlas y a lo largo de la serie se reflejan sus desavenencias, sus peleas, sus reconciliaciones, sus frustraciones y aspiraciones y, en definitiva, los lazos que vuelven a mantenerlas unidas. Sus nombres eran Elena -Amparo Soler Leal-, Paloma -Julieta Serrano- y Julia -Emma Cohen_, con la magistral actuación de Lola Gaos en su frecuente papel de "chacha": en esta ocasión tenía un nombre tan propio para el caso como Fuencisla. Aun recuerdo perfectamente el estribillo con que comenzaba la serie: "Tres eran tres las hija de Elena, tres eran tres y ninguna era buena; Julia, Paloma y Elena, rubia, castaña y morena".




La última serie que queda grabada en mi memoria fue "Suspiros de España", programada en 1974 y en la que, bajo una crítica social cada vez más atrevida, Armiñán nos narraba excelentes cuadros costumbristas basados en los anhelos de los españoles, como ganar una quiniela, heredar una fortuna o encontrar el amor. Recuerdo con especial regocijo dos, uno en el que Antonio Ferrandiz regresaba al hogar después de haberlo dejado 25 años antes con la excusa de irse a comprar unos gramos de jamón y otro en el que Irene Gutiérrez Caba bordaba el papel de beata llamada "Ilda y Amanela de Tremuil y Pereira". Los actores eran fijos, y junto a la Gutiérrez Caba y Ferrandis figuraban Juan Diego, Queta Claver, Mercedes Alonso, Carmen Maura y Félix Rotaeta.

Jaime de Armiñán trabajó más para televisión, son series de éxito como "Ramón y Cajal" (1982) y "Juncal" (1984), pero ya había llegado el color a nuestras televisiones y mi nostalgia quedó cerrada antes e esta ocasión.


19 de junio de 2010

Café irlandés



Hacía tiempo que no me permitía una de estas licencias, y ahora que ando en temporada de poca imaginación se me ocurre traer a colación este argumento para la sobremesa que a poco que uno acierte al elaborarlo o acuda a un sitio donde lo sepan hacer bien, se puede convertir en frecuente objeto de deseo. Y es que la mezcla de café, whisqui y nata es una combinación condenada a dar buenos resultados: si los productos son de calidad y las manos que los manejan, artesanas.

Un café tiende a ser vehículo de comunicación, con un café por delante se abre la ocasión de las confidencias, los secretos, las penas y alegrías compartidas; la palabra café equivale a pasar un rato, generalmente bueno ... el café coincide con la amistad, con el desahogo, con el descanso en mitad de la pelea. Y si el café va acompañado de elementos que aportan chispa, sabor, enjundia, ... todos sus efectos positivos se multiplican.

Evidentemente, es una cuestión de gustos, pero de entrada el café irlandés es uno de esos caprichos que a uno le gusta permitirse de vez en cuando, buscando siempre y tiempo y el lugar adecuado y, por encima de todo, la buena compañía con quien compartirlo.



18 de junio de 2010

"Déjame", Los Secretos (1979)



Hace unas semanas hablábamos de la música pop española de los 80 y de la "movida madrileña"; pienso que si hay un grupo que representa todos los puntos míticos y característicos de esta época y estos movimientos son "Los Secretos", unos cuantos jóvenes madrileños que a finales de la década de los 70 se decidieron a fundar un grupo musical; aunque a "Los Secretos" siempre se les ha considerado como el alma de la referida movida madrileña, ellos han preferido siempre identificarse con los grupos surgidos bajo la influencia de la New Wave británica.

Los Secretos, con todas las peripecias sufridas a lo largo de sus 30 años de historia, con unas cuantas muertes en el camino, la más llamativa y dramática de ellas la de Enrique Urquijo, han tenido la enorme virtud de aguantar en el candelero: no han sido un grupo de un momento, de éxitos aislados o de épocas concretas, sino que, con innegables altos y bajos, siguen al pie del cañón.

A lo largo de estos 30 años, que han tenido sus baches, sus fundaciones y refundaciones, Los Secretos han dejado para la posteridad temas tan inolvidables como "Quiero beber hasta perder el control", "La calle del olvido", "Ojos de gata", vesrionado posteriormente por Sabina, "Sobre un vidrio mojado", "Y no amanece", "Cambio de planes" y dos que siempre me han gustado muy especialmente, "Agarrate a mí María" y "Por el boulevard de los sueños rotos". Canciones con ritmo, con una gran calidad musical e instrumental y unas letras que hablan de amores rotos, noches de alcohol, conflictos personales y calles oscuras.

No obstante, si hay una canción emblemática de este grupo, pienso que es "Déjame", un tema pegadizo, de esos que se quedan grabadas en la cabeza y uno no para de repetir interiormente, incluso exteriormente. En aquella época dorada de los 80 "Déjame" forma parte de ese elenco de canciones inolvidables, como "Mil calles llevan hacia tí", "Bajo la luz de la luna", "Bailando" o "Mil gaviotas". Quien sabe porque razón, mi recuerdo más cercano de esta canción se remonta a unos cuantos años después de su lanzamiento al mercado, con ocasión de una cena en Salou junto a un amigo que me invitó con motivo de unas oposiciones aprobadas por éste; fuimos a cenar a un pequeño restaurante de un brasileño que afirmaba haber jugado al fútbol en un equipo profesional de su país y tenía en el comedor una foto con el gran Pelé; después fuimos a tomar una copa a uno de los famosos "Slamers", una serie de pubs de estilo inglés ubicados en la calle Murillo de dicha localidad, en dicho local sonaba "Déjame" y es uno de esos momentos en que te encuentras a gusto y cada vez que escucho la canción se me representa de nuevo ... ambiente nocturno, tranquilo, sin más pretensiones que charlar y compartir cosas con un buen amigo. Y es que la buena música acompaña y rememora.


17 de junio de 2010

"Las viudas de los jueves", Claudia Piñeiro














"Las viudas de los jueves"
Claudia Piñeiro
Alfaguara. Madrid (2007)
256 páginas



Resumen:
Detrás de las altas paredes perimetrales, más allá de los portones reforzados por barreras y flanqueados por garitas de vigilancia, se encuentra Altos de la Cascada. Afuera, la ruta, la barriada popular de Santa María de los Tigrecitos, la autopista, la ciudad, el resto del mundo. En Altos de la Cascada viven familias que llevan un mismo estilo de vida y que quieren mantenerlo cueste lo que cueste. Allí, en el country, un grupo de amigos se reune semanalmente lejos de las miradas de sus hijos, sus empleadas domésticas y sus esposas, quienes excluidas del encuentro varonil, se autodenominan, bromeando, «las viudas de los jueves». Pero una noche la rutina se quiebra y ese hecho permite descubrir, en un país que se desmorona, el lado oscuro de una vida perfecta.



Hacía tiempo que tenía este libro, que compré en su día con ilusión, pero por eso de que hay más libros que tiempo he tardado casi tres años en leerlo. Había leído muy buenas críticas suyas, aunque mi buen amigo Brunetti, hombre muy de fiar también en tema de lecturas, le ponía el pero del lenguaje que usa la autora, lleno de giros argentinos. Esto último es cierto, pero no ha sido obstáculo para que haya disfrutado con la lectura de esta novela verdaderamente impactante. Actualmente se proyecta una coproducción hispano-argentina dirigida por Marcelo Piñeiro y protagonizada por Ernesto Alterio, Juan Diego Botto, Leonardo Sbaraglia, Pablo Echarri y Ana Celentano entre otros, con el mismo título, que ha vuelto a poner de actualidad la novela, con nueva edición incluída.

El libro es una crítica demoledora de la sociedad pudiente argentina, aunque lo que se aplica a ese mundo de "egresados" porteños sería perfectamente aplicable a la clase media alta del occidente actual. La vida dedicada a las apariencias, el egoísmo radical, la falsedad y la mentira, la existencia tramposa y la ausencia de moral y respeto mutuo quedan reflejados en esta novela en la que Claudia Piñeiro no deja títere con cabeza. Con la tremenda crisis que asoló Argentina en torno a 2001, Piñeiro nos muestra la incapacidad de unas personas de adaptarse a una situación nueva, a vivir en un mundo ajeno a los espejuelos que ofrecía el lujo y la ostentación.

El libro se desarrolla en una urbanización de lujo denominada "Altos de la Cascada", lo que se denomina un "country", un lugar cerrado donde todos llevan idéntico ritmo de vida, tienen sus gustos y necesidades solucionados y viven absolutamente al margen al resto del mundo, cuyos problemas, carencias y preocupaciones les son absolutamente ajenas. Este mundo artificial, estrecho y lleno de vacío queda perfectamente descrito por la autora, que se muestra como una perfecta conocedora de la situación.

La corrupción, el maltrato a la mujer, la infidelidad matrimonial, las drogas, la mentira y las falsas apariencias, el alcoholismo y la ruindad moral aparecen reflejados en esta historia. No quiero extenderme mucho más, porque correría el peligro de destripar el libro, pero creo que vale la pena leerlo. Eso sí, hay que estar preparado para un final francamente duro, en algún blog que se ha anticipado a comentar la novela se dice que la autora deja abierta una puerta a la esperanza ... tendré que darle vueltas, porque yo no he conseguido verla.

«Una novela ágil, escrita en un lenguaje perfectamente adecuado al tema, un análisis implacable de un microcosmos social en acelerado proceso de decadencia» José Saramago

«Una novela coral, sólida y solvente, con un agudísimo retrato psicológico y social, no sólo de la Argentina de hoy sino del mundo acomodado occidental» Rosa Montero

http://www.lukor.com/literatura/07030507.htm


16 de junio de 2010

"El viaje a ninguna parte" (1986)

"El viaje a ninguna parte" es la adaptación al cine de un libro de Fernando Fernán Gómez realizada por él mismo; una película que si bien no surgió con excesivas perspectivas acabó teniendo su éxito al conseguir tres de los premios estrella en la I Edición de los "Goya": a la mejor película, al mejor guión y a la mejor dirección. El cine español está siendo muy contestado, y en algunos aspectos pienso que con razón, pero films como éste demuestran que en el archivo hay excelentes trabajos realizados en nuestro país.

La película tiene casi un cuarto de siglo, pero a veces uno va con retraso y para mí ha sido un descubrimiento; me ha parecido una historia entrañable, emotiva y que refleja muy bien lo que es el tema central de la misma: el mundo de los cómicos, pero no de los que triunfan, de esa farándula de lujo de los grandes teatros y espectáculos de Madrid o Barcelona, sino de quienes iban de aldea en aldea en los años 50 y 60 representando sus peculiares versiones en tabernas, almacenes y otros simulacros de escenario similares, durmiendo y comiendo -cuando podían hacerlo- en pensiones de mala muerte. La película está ambientada fundamentalmente en Castilla, y van apareciendo nombres de pueblos que suenan a España profunda, a subdesarrollo y miseria de posguerra.

La película nos habla de la memoria de los cómicos, esclavos de unos recuerdos que en muchos casos son deformados; la situación esta formidablemente representada por el personaje de Carlos Galván, magníficamente representado por José Sacristán, quien en conversación con el psicólogo del asilo donde se haya internado va desgajando sus vivencias en un tono de exageración con el que te acabas sintiendo cómplice, y es que como le dice Sergio Maldonado, el viejo contable de la hilera de cómicos convertido en regente de una librería de viejo -brillante Juan Diego- las vidas de los cómicos acaban siendo contadas como a uno le hubiera gustado que fueran.

Queda dicho que Fernán Gómez se llevó los primeros Goya a la mejor dirección y el mejor guión, ¡casi nada!, pero no se conformó con ello y volvió a hacernos disfrutar con una interpretación perfecta en el papel de D. Arturo, el decano de la partida de cómicos, que nació en una carreta y que se muestra inasequible al desaliento ante la indiferencia de un público que comienza a preferir las películas. Genial la escena en la que Fernán Gómez tiene ocasión de trabajar como extra en una película y al tener que decir unas breves palabras lo hace con la misma entonación dramática y exagerada que usa en sus representaciones teatrales ante la desesperación de un irritable José María Caffarell, firme en su breve papel de director de cine; todo un símbolo de la incapacidad del viejo cómico para adaptarse a los tiempos ... inolvidable la frase de rigor: "me c... en el padre de los hermanos Lumiere" ...

El reparto es espléndido, con dos estupendas actuaciones de dos ilustres veteranos ya fallecidos: María Luisa Ponte, que forma parte del grupo de cómicos, y Agustín González, de nuevo magistral como el desalmado Zacarías Carpintero. El clan de "titiriteros" lo completan las entonces jóvenes Laura del Sol y Nuria Gallardo y un nóvel Gabino Diego, que también se muestra aquí bastante pasmado haciendo de Carlitos, el "zangolotino" hijo gallego de Galván. Hay papeles menores para otros habituales de nuestra escena como Emma Cohen, Tina Sainz, Queta Claver, Carmelo Gómez, Carlos Lemos y Simón Andreu. Incluso la empresa productora la formaban dos actores tan sonados como Maribel Martín, la inolvidable Mariona Rebull de la tele y el fallecido Julián Mateos.

Un merecido homenaje a unos personajes que se dedicaron al teatro ambulante formando parte de compañías de cómicos de sabor rancio, y de adusta raigambre, que recorrieron los pueblos de España , especialmente de la España mesetaria, para representar sus propias adaptaciones teatrales en desvencijados proscenios de modestas tascas, o en locales alquilados para la ocasión.




15 de junio de 2010

Vicente del Bosque



Mañana comienza España su intervención en el Mundial de Sudáfrica y pensaba sacar un post alusivo; como espero tener tiempo de alabar a los integrantes de "La Roja", se me ha ocurrido preparar la andadura de nuestra selección nacional con un pequeño homenaje a quien gobierna el rumbo de ésta, Vicente del Bosque. No es mala la trayectoria como entrenador del salmantino -consiguió títulos españoles y continentales con el Real Madrid y, aunque en Turquía no tuvo suerte cuando entrenó al Besiktas, con él la selección ha mantenido el nivel mostrado con "zapatones"-, pero yo prefiero destacar aquí otra cuestión: Del Bosque es un buen tipo y se nota; no hay más que oírle hablar para darse cuenta de que se trata de un individuo sin aristas, sencillo, bondadoso y carente de ese ego que, tantas veces sin justificación -si es que cabe justificar tenerlo- muestran tantos hombres del fútbol.

Tuve ocasión de conocer a Del Bosque en Huesca hace año y medio, cuando invitado por el Foro del heraldo llenó hasta la bandera el Palacio de Congresos; me lo presentaron y confirmé lo que he dicho, es un hombre afable, educado y, por encima de todo, muy normal, sin aureola de ningún tipo. Anteriormente le había visto acudir a saludar a varios jóvenes con síndrome de down -él tiene un hijo aquejado de esta enfermedad- y resultó edificante observar el cariño y la delicadeza con que les trataba; estaba bien claro que no actuaba de famoso responsabilizado, ni de personaje paternalista, sino de hombre que hace lo que siente y muestra una solidaridad y un afecto sincero, de verdad.

Mi primer recuerdo de Vicente del Bosque se remonta a mediados los años 60, cuando capitaneaba el equipo juvenil del Real Madrid; en la Final de la Copa del Generalísimo, TVE conectaba unos minutos antes y se solía ver los últimos momentos de la Final juvenil, que solía enfrentar al Barça y al Real Madrid, allí conocí de la existencia de jugadores que luego serían célebres en 1ª División, como Fermín, Barba, Planelles, García Castany, Romea o Alfonseda; yo he visto a un imberbe Vicente del Bosque pasear la Copa, sin poder sospechar que al cabo de 40 años se había puesto las botas de ganar todo tipo de títulos primero de corto y luego con traje y corbata.

Posteriormente Del Bosque triunfó en sucesivas cesiones al Córdoba (1971) y Castellón (1972) y pasó a formar parte de la primera plantilla del equipo merengue, donde se erigió en un volante con clase y excelente control; fue 19 veces internacional, un fijo para Ladislao Kubala, cumpliendo siempre, aunque a veces nos desesperara su lentitud y esa forma tan original de jugar, como sacando el culo hacia atrás. Como jugador consiguió 5 ligas y 4 Copas.

Tras retirarse pasó a ser un entrenador de la casa, uno de esos hombres de confianza, como lo había sido anteriormente Luis Molowny; los malos resultados del equipo le llevaron a coger las riendas del mismo, con un palmarés inigualable: dos Ligas, dos Ligas de Campeones, dos supercopas de España, una de Europa y una Intercontinental. Como el fútbol es así, a Del Bosque acabaron dándole la "boleta", pues no tenía el glamour de un Hiddink, un Capello o un Toshack. Pero ninguno de ellos ha sido capaz de emular a "Vicentón".

Mira que es feo Del Bosque, pero uno se olvida enseguida de su aspecto, porque ya se sabe que la belleza está en el interior, y de inteligencia y bondad el hombre tiene bastante, por eso se merece que la selección responda a las expectativas.


14 de junio de 2010

Mentalidad de ingeniero



Vaya por delante mi respeto por la profesión de ingeniero, sea cual sea el apellido que lleve aparejado -industrial, caminos, telecomunicaciones, ... entre otras razones porque los ingenieros suelen ser gente seria,que ha hecho una carrera que le ha costado un notable esfuerzo y con una cabeza estupendamente amueblada, algo envidiable, en especial para alguien "de letras profundo" al que le faltan casi todas de las virtudes que poseen los ingenieros.

Además, al hablar de la mentalidad de ingeniero no me refiero en concreto a personajes que tienen algún título expedido por Escuela Superior, entre otras razones porque he conocido a unos cuantos que sin ser ingenieros poseen la mentalidad que cito, amen de que bastantes que sí lo son demuestran una flexibilidad y visión "panorámica" de la vida que nada tiene que ver con aquella. Por mentalidad de ingeniero siempre he entendido una cosa muy concreta, y vete a saber si todo el mundo entiende por ello lo mismo.

¿No habéis conocido nunca a personas que lo tienen todo previsto, que en su vida no hay ni un resquicio para la improvisación, la novedad o el cambio de planes?, ¿o a personas sin sentido del humor alguno, que ni pillan la ironía, ni son capaces de desdramatizar nunca, ni admiten que uno se ejercite en cierta visión críptica de la vida y de las cosas para quitarle leña al fuego?; personas que no se separan nunca del plan montado, que cuando vas de viaje te organizan la vida sin que lo hayas pedido, que todo lo analizan como si se tratara del proyecto de una central nuclear aunque estemos hablando de asuntos en los que están implicadas vidas humanas, seres de carne y hueso.

Yo, que soy bastante caos, envidio en muchas ocasiones la capacidad de organizar de otros, su minuciosidad, el saber poner cada cosa en su sitio, el tener controladas las citas, los acontecimientos, las celebraciones ... pero eso no tiene nada que ver con la frialdad, con la visión de la vida como un continuo buscar objetivos y una batalla por conseguirlos cuando ello lleva consigo el hacerlo caiga quien caiga, a golpe de voluntarismo, sin tener en cuenta las circunstancias, formas de ser y capacidades de quienes van en el barco.

La vida se hace frecuentemente muy dura, hay temporadas malas y misiones difíciles, pero me resisto a vivirla a golpe de reglamento, a peñón fijo, teniéndolo todo previsto; porque aún dura y complicada, la vida puede ser apasionante, cualquier empresa personal, familiar o profesional puede convertirse en un viaje lleno de alicientes, pero ¿por qué no vivirlo con cierta capacidad de improvisación, sin cuadricular nuestra mentes, sin cerrar las puertas a la imaginación y dándole a todo, al menos cuando se pueda, un toque humano y divertido?.


13 de junio de 2010

"Un matrimonio perfecto", Elizabeth Von Arnim















"Un matrimonio perfecto"
Elizabeth von Arnim
Lumen. Barcelona (2010)
326 páginas


Resumen: Una hermosa mujer mira con aire extraviado las flores que la rodean; un hombre maduro la observa y busca una excusa para acercarse a la verja de su jardín. Ella es Lucy, una joven inglesa de vacaciones en Francia, que acaba de ver morir a su padre y se siente sola en el mundo. Él es Wemyss, un enérgico cuarentón que ha perdido a Vera, su esposa, en extrañas circunstancias, y está desolado. Lo que al principio parece una relación de amistad y de mutuo consuelo, se transforma gradualmente en un cortejo apasionado que confunde a Vera, poco acostumbrada a los halagos masculinos. Al cabo de poco tiempo los dos se casan, y lo que Wemyss había llamado amor se convierte en un ejercicio de posesión. La casa donde se alojan los recién casados es la misma donde el hombre había vivido con su primera esposa, y no hay nada que Lucy pueda cambiar o hacer suyo: todo tiene que hacerse de acuerdo con el gusto del marido, que pretende hacerse dueño de cada gesto de la joven. Poco a poco, Lucy comienza a percibir el rastro de la presencia de Vera en la casa y finalmente descubre el secreto que se esconde tras una muerte que parecía accidental.

Elizabeth Von Arnim falleció en 1941, pero tiene la fuerza literaria suficente para que sus libros se sigan reeditando setenta años después; es la primera novela que leo de esta autora, aunque ya ví en su día la excelente versión cinematográfica que Mike Nevell realizó en 1992 de "Un abril encantado", posiblemente su trabajo estrella. Cuando me doy una vuelta por la Librería "Masdelibros" de Huesca me suelo fijar en el rincón donde se exponen las novelas publicadas por la editorial "Lumen", posiblemente porque su excelente edición las hace especialmente atractivas, pero sobre todo porque suelen reeditar obras francamente interesantes; en mi último garbeo me fije en este libro y aproveche que estaba libre en la Biblioteca pública de Zaragoza para hacerme con él; he tenido una larga racha de noches de imsomnio y, como no hay mal que por bien no venga, me han servido para leerlo con más rapidez de la prevista.

Von Arnim escribe con especial sensibilidad y elegancia; fue una mujer verdaderamente cosmopolita, pues habiendo nacido en Australia, se educó en Inglaterra, para vivir sucesivamente en la región alemana de Pomerania, Londres, Suiza y la Provenza francesa, para marchar a Estados Unidos al comenzar la 2ª Guerra Mundial, donde falleció a los pocos años. Es posible que esta amplia visión del mundo haya influido en un libro tan universal, por mucho que la trama se desarrolle casi toda en Inglaterra y no se pueda evitar ver claros toque británicos en el modo de plantear las cosas de la citada autora.

"Un matrimonio perfecto" es la historia de un ególatra, un hombre posesivo y, por encima de todo, un egoísta; Elizabeth Von Arnim nos lo cuenta tan bien que uno se va metiendo en la novela hasta identificarse con lo que pasa y compadecer a la pánfila Lucy, la otra cara de la moneda. Cuando comienza la novela uno puede pensar que se encuentra ante una más o menos cursi historia de amor, pero no es así y la escritora australiana acaba diseñando magistralmente unos personajes excepcionales. Por encima de todos destaca la figura de Everard Wemyss, un ser que acapara cualquier escena, que, como he leído en algún blog vecino, deja al lector sin oxígeno. Junto a él aparece la pobre Lucy como un ser indefenso, a quien la vanidad y el egoísmo de su nuevo esposo acaba dejando sin aliento y sometida a un permanente e injustificado complejo de culpabilidad.

Entre los dos acaba tomando importancia la figura de la tía de Lucy, la señorita Entwhistle, quien al principio parece ser una mojigata solterona y acaba aportando a la novela las dosis de energía y cordura que les faltan al resto. Y para nada sobran las modestas figuras de las sirvientas de "The willows", Lizzie y Chesterton, todo un ejemplo de sabia supervivencia entre los delirios del dueño de la casa. La figura de Wemyss, tal vez llevada al extremo por Von Arnim, no es en absoluto lejana al mundo real, porque tanto la violencia psíquica que trasluce su comportamiento como las enfermizas manías y obsesiones que reflejan sus reacciones las podemos ver a diario hoy y ahora.

En la contraportada del libro se habla de "Un matrimonio perfecto" como un antecedente de "Rebeca", la novela de Daphne du Marier que inmortalizó en el cine Alfred Hitchcock; hay evidentemente rasgos comunes entre ambas obras, fundamentalmente en cuanto en las dos hay una ingenua e inexperta muchacha que contrae matrimonio con un viudo que la lleva a una gran mansión donde pervive la sombra de su anterior esposa, pero hay muchos matices que alejan una de otra: nada que ver Wemyss con de Winter y, mucho menos, el recuerdo de Vera, la primera mujer de aquél, con el de Rebeca. Joan Fontaine podría haber hecho de Lucy, pero por mucho que se trate de un enorme actor capaz de cualquier interpretación, no me imagino a Larry Oliver como Wemmys, papel que le pegaría mucho más a Maximilliam Schell o Alec Guinness.

12 de junio de 2010

"Aline", Christophe (1965)



Me gusta muchísimo la música francesa de los años 50-60; por este rincón han pasado Edith Piaff, Sylvie Vartan, Charles Aznavour, Georges Moustaki, Juliette Greccó, Jacques Brel, Yvves Montand, Francoise Hardy, ... y hoy traigo a un tal Christophe, un cantante nacido en los bajos fondos parisinos en 1940, cuyo auténtico nombre es Daniel Bevilacqua y cuya identidad desconocía hasta hace bien poco; lo que hace muchos años que tengo bien grabado es su éxito "Aline", una canción cuyo título tampoco logre conocer hasta este siglo, pero con la que disfrutaba cuando la escuchaba por la radio y cuando se la oía cantar a un grupo llamado "Marfil" que allá por el principio de los años 80 lanzó un disco recopilatorio de canciones europeas de la época.

Aline se escucho en diversos países del mundo, y se ha convertido en un tema clásico de la música Pop; la letra y música son del propio Christophe y el tema fue uno de los primeros éxitos del verano en Francia junto a "J'entends siffler le train" (Escucho silbar al tren) de otro joven divo francés del momento, Richard Anthony. Christophe se ganó fama de vividor y pendenciero, siendo célebres sus peleas con la policía cuando ésta le pillaba conduciendo a gran velocidad su Ferrari Testarossa y su Lambourghini, hechos que acabaron formando parte de su leyenda. Su carrera musical se relanzó en los años 70 cuando comenzó a interpretar composiciones del gran Jean Michel Jarré.

"Aline" es una de esas canciones mágicas de los años 60, como las que interpretaban Doménico Modugno, Charles Aznavour o Hervé Vilard, canciones románticas, que hablan de amor y jóvenes hermosas, de esas que se escuchan en películas con coches deportivos, fiestas con Martinis y romances en La Riviera, la isla de Capri o las calles de París.


11 de junio de 2010

Sesiones de maquillaje



Ya he tenido varias experiencias televisivas en la emisora local oscense; siempre se ha tratado de intervenciones cortas y no puedo decir que sea un experto en el tema, pero ya me encuentro en condiciones de afirmar que los bastidores de la Televisión no me son desconocidos. La verdad es que la cosa acaba siendo bastante sencilla y, al menos en la reducida extensión de las instalaciones de esta zona del mapa, uno acaba encontrándose como en su casa.

Siempre me ha llamado la atención el momento del maquillaje; cuando me veo ubicado en un sillón tipo peluquero mientras una joven que podría ser mi hija me pone cremas, polvos y esponjillas por la cara no puedo evitar vivir sentimientos encontrados, y siento a a la vez una especie de transporte al glamour y el estrellato, como si fuera una especie de Gabilondo de andar por casa y cierta sensación de irrealidad y hasta cierta humillación, como si estuviera en el lugar que no me corresponde. Envidio la soltura de los fijos del lugar que se manejan en el citado sillón verdaderamente como Pedro por su casa.

Pero lo más llamativo de la habitación del maquillaje son las maquilladoras; ya he dicho que son casi unas niñas y tengo la impresión de que cada vez que me ha tocado pasar por ahí la que había era nueva. No se si el motivo es que el oficio lo requiere o es que quien va para maquilladora suele tener una personalidad común, pero su aspecto es de lo más original: todo tipo de pendientes y pearcings, el pelo siempre amarillo y con cortes extra-sofisticados, ojos pintados en tonos muy oscuros y ropa super-extremada, con abundantes "espacios" por delante u por detrás. Esta situación facilita y eleva la sensación de penetrar en un mundo tan distinto, con toques de fantástico, exótico y glamouroso. Eso sí, por encima de todo las chicas destacan por una amabilidad y una simpatía superlativas, te tratan con esa confianza y franqueza con que se suelen mover los jóvenes de hoy en día, como si estuvieran cansados de tomarse cervezas contigo ... y todo ello consigue que uno entre en su "habitat" de trabajo con gusto y hasta con ilusión.


10 de junio de 2010

Sala de espera



Ayer me tocaba revisión del cardiólogo, y como el hombre andaba con cierto retraso tuve de ocasión de dedicar un buen rato a vivir esa experiencia que todos hemos vivido unas cuantas veces de ejercitar la paciencia en una sala de espera. Entre mis recuerdos de infancia se encuentra el comentario que hizo una vez mi hermano pequeño relativo a que las personas que esperan a pasar consulta médica tienen cierta tendencia a dirigir los ojos al techo con mirada más bien apesadumbrada; es posible que la razón haya que encontrarla en que una visita al galeno aporta, en mayor o menor medida, cierta desazón que a uno le lleva a dirigir la cabeza al cielo, a la vez que a compartir directamente sus temores con los compañeros de espera.

En mi estancia en la sala de la planta segunda de la oscense Clínica "Santiago" viví dos escenas muy características; por un lado la locuacidad de una señora mayor que estaba sentada a mi izquierda y no paró hasta lograr entablar conversación, así me enteré que sus males estaban en la rodilla, que nunca había necesitado que nadie le fuera a limpiar a casa, a pesar de sus ya extensos 86 años -las señoras mayores suelen estar encantadas de confesarte su edad- y que a su hija mayor no le podían operar de la hernia discal que sufría por estar demasiado gorda. La otra imagen frecuente es la de la mujer que se ha llevado un libro de lectura, costumbre útil, a pesar de que a veces uno ha conocido a auténticos y exagerados psicópatas del aprovechamiento del tiempo: he de confesar que para los tiempos muertos previos a la visita del médico, dentista o peluquero nunca llevo un libro, pues no suelo tener la cabeza concentrada para ello, en ocasiones tengo la tentación de pensar -seguro que erróneamente- que es costumbre algo pedante y, no lo voy a ocultar, tiendo a aprovechar la ocasión para cotillear el "Hola" o equivalente.

La sala de espera que me corresponde la compartimos los que tenemos la "patatita" afectada con los clientes del traumatólogo y las del ginecólogo, cosa que consigue una interesante mezcolanza de cardiacos, personas con muletas y mujeres embarazadas, por no referirme a las conversaciones que se escuchan del interior de la consulta del último especialista citado si, como ha pasado hoy, las paredes son finas y el tono de voz de médico y paciente -como es frecuente en Aragón- altos.

Cada uno somos de nuestro padre y nuestra madre, con lo que las actitudes en una sala de espera son de los más variadas, pero sí que he observado más de un elemento común: en estas ocasiones a las persona nos gusta comunicarnos con el de al lado, aunque no le conozcamos de nada, la enfermedad y el dolor nos hacen más solidarios, y más propensos al saludo, el comentario amable y el guiño de complicidad y existe una tendencia en casi todos a aumentar entre las blancas paredes hospitalarias nuestra capacidad de confidencia con el prójimo. Y si pensamos en la atmósfera tan fría y poco grata de una clínica, de un hospital, no está de más que allí todos nos volvamos más humanos.


9 de junio de 2010

José Aurelio Gay



Tras bastantes semanas de incertidumbre - no se si también de deliberaciones- el Real Zaragoza ha confirmado a José Aurelio Gay como entrenador del primer equipo para la próxima campaña. No tengo ni idea si ha habido algún otro tipo de gestión para traer a Zaragoza a algún mister de renombre que pudiera suponer uno de esos golpes de efecto a los que tan aficionado ha sido Agapito Iglesias, pero sospecho que la situación económica del club no ha dado opción a otra alternativa que un hombre barato y que ya estaba en la casa. También es cierto que quien ha sido capaz prácticamente de resucitar a un muerto se merece tener la oportunidad de dirigirlo desde el principio de la temporada.

No es que Gay me parezca un fenómeno como entrenador, y hay detalles suyos, como la forma de leer algunos partidos y sus criterios en los cambios que me han llegado a exasperar, pero no se le puede negar el mérito de haber cerrado drásticamente la sangría de goles que sufría el equipo y de haber dado vida a unos jugadores que cogió agonizantes y consiguió que salieran a la cancha comprometidos y dándolo todo. Además, me parece un hombre que ha paseado en medio del desorden que ha imperado en el club zaragocista durante toda la campaña con una dignidad y una honestidad indiscutibles.

Ya como jugador, José Aurelio Gay me gustaba bastante; era un interior con buen toque de balón, sacrificado y con cierta capacidad goleadora, algo que es de agradecer en tiempos en los que los centrocampistas suelen ser bastante remisos a disparar. Gay formó parte del Zaragoza de la mejor época de Víctor Fernández y tuvo un papel decisivo en la Copa del Rey que se ganó el 20 de abril de 1994, formando un mediocampo de lujo junto a Gustavo Poyet, Santi Aragón y Nayim, que ahora es su segundo en el banquillo zaragocista. No pudo disputar ni una sola de las eliminatorias de la Recopa que se ganó al año siguiente por una lesión congénita en los huesos de la rodilla que acabó costándole una prematura retirada de los campos de juego.

La situación actual del club blanquillo es preocupante y a estas alturas nadie puede apostar que Gay tenga para comenzar la próxima temporada un equipo de garantías, pero no me parece nada mal que la capitanía técnica de la nave zaragocista se haya otorgado a un hombre modesto, de esos que no destaca ni por el engreimiento ni la tendencia a la fanfarronada, a quien se acusa de carecer de carácter, pero como él mismo dice, es posible que sea porque su filosofía es la prudencia y el respeto. Es la hora de poner fin a los excesos económicos que tan poco resultado nos han dado y de enfrentarnos con el Campeonato de Liga con la humildad por bandera y con un entrenador que hasta ahora ha demostrado capacidad de trabajo, sentido común, constancia y ser inasequible al desaliento ... que no es poco.