31 de enero de 2010

La Puerta del Carmen



" ... ¿Zaragoza se rendirá? La muerte al que esto diga.
Zaragoza no se rinde. La reducirán a polvo: de sus históricas casas no quedará ladrillo sobre ladrillo; caerán sus cien templos; su suelo abriráse vomitando llamas; y lanzados al aire los cimientos, caerán las tejas al fondo de los pozos; pero entre los escombros y entre los muertos habrá siempre una lengua viva para decir que Zaragoza no se rinde...."


Benito Pérez Galdós, "Zaragoza"

Cuando todavía estaba cursando cuarto de primaria, de ese bachiller antiguo que ahora suena a época ancestral, tenía un profesor de lengua con bastante iniciativa, de esos que hacen trabajar bastante y del que guardo un excelente recuerdo. En una ocasión nos puso como tarea hacer una redacción sobre un monumento de Zaragoza y recuerdo perfectamente que la mayoría optamos por la Basílica del Pilar o la Puerta del Carmen. Y empiezo con este lejano recuerdo infantil para resaltar cómo para los zaragozanos estas cuatro piedras que siguen firmes en medio de la ciudad tienen una relevancia equiparable a al lugar que supone el centro indiscutible de la capital aragonesa.

La Puerta del Carmen es de estilo neoclásico y fue construida en el año 1789 por el arquitecto Agustín Sanz; constituía una de las doce puertas de entrada a la ciudad. Hay quien dice que su valor artístico es escaso, pero no hay ninguna duda de toda la enorme simbología de un monumento que fue bastión de la resistencia aragonesa durante los Sitios de Zaragoza, y aún en su estructura quedan visibles las huellas de los proyectiles franceses. Cuando uno pasa por delante de esta puerta siente -o debería sentir- que el pasado sigue vivo, que a pesar de que el tiempo avanza y tantas cosas cambian, sigue existiendo un espíritu que nos une con ese pasado.

Mis primeros 19 años de vida los viví en el Paseo María Agustín, y la Puerta del Carmen fue testigo de mil episodios infantiles, de la misma manera allí sigue estando mi casa familiar y la misma Puerta, restaurada y reforzada tras un episodio accidental que la dañó, continúa presenciando mi vida con una frecuencia que procuro no sea escasa. Desde la parada del autobús del colegio, pasando por el trolebús de la Ciudad Jardín que le daba la vuelta y por esos edificios que se fueron construyendo y elevaron la altura del Paseo, la cercanía, hasta hace bien poco, de "Agreda Automovil", con sus autobuses blancos y verdes, auténtica fuente de llegada a la gran urbe desde todos los rincones de la provincia y las calles contiguas.

En la Puerta del Carmen confluyen hasta cinco vías; en primer lugar el citado Paseo María Agustín, que honra a otra heroína de los Sitios y nos dirige hasta el padre Ebro; en las inmediaciones del monumento destaca la esquina del Convento de Monjas, con su característico ladrillo rojizo, a su lado creció el edificio "Ebrosa", que en su momento parecía el "acabose", con su oscuro pasaje en el que se ubicaba la Cafetería "Gurrea" y la nueva sede de los Carmelitas; en la cera de enfrente, junto a la vieja estación de "Agreda" cerrada en 2006, había en los sesenta una pescadería, así como una pequeña confitería que atendían dos circunspectos hermanos, él se llamaba Carlos y en casa le llamábamos "Carlitos", era calvo y llevaba boina y cuando se quitó el yugo opresor de su hermana, que parecía de armas tomar, se casó ya talludito con una señora que le doblaba en envergadura, a su lado había una perfumería de esas en las que se vendía colonia a granel.

En el polo opuesto está el Paseo Pamplona, de una elegancia especial y que da entrada a la zona más noble de la ciudad, allí estaban el histórico Cafe de Levante, ubicado hoy en la cercana Calle Almagro y que tenía el sabor de los cafés de novela, y una pastelería con cierto aire rancio llamada "Nunell"; el Paseo Pamplona suponía una elevación en la calidad de las casas e iba a parar hasta la Plaza Paraíso, en lo que ahora es Paraninfo y entonces Facultad de Medicina, con los cuatro señores de piedra de los que solamente supe alguna vez que uno de ellos era Miguel Servet y junto a la que estaba un chiringuito llamado "Polo Norte" donde servían, entre otros productos, bebidas, cubanos, chuches y pepinillos.

Al sur se halla la calle de Hernán Cortés, vía de la que recuerdo una papelería de nombre "Cubero" en la que me solían preguntar si me comía el pegamento y donde gasté en su momento la intemerata en cuadernos, bolis BIC y más de un capricho, más arriba se ubicaba un cuartel donde siempre encontrabas un soldadito haciendo guardia y a la derecha, separando la salida de los autobuses de Agreda, dos restaurantes: el "Mesón del Carmen", que aún sigue en pié y la "Taberna Aragonesa"; también existía otra pastelería de viejo estilo-"Armisen"-, un convento de monjas del que guardo un recuerdo borroso y la mercería "Santa Rita", que regentaba una familia al completo: el padre y el hijo al mostrador, la madre zurciendo y la hija en la caja.

En dirección contraria, lo que ahora es César Augusto, era antes llamado General Sanjurjo y allí conocí la vieja sede de los Carmelitas, una papelería vetusta que regentaba un señor vetusto que vendía productos vetustos e incluso recuerdo un bar pequeñísimo con aroma a sardina y boquerones y una confitería que me suena se llamaba "Viena Calatayud" y atendía un individuo bajito de bigote y chaleco; en algún lugar se erigía una tienda de tejidos llamada "Montolío", una especie de mercería en que vendían más barato si el producto tenía tara.

En diagonal, dirigiendo el monumento hasta la Plaza Aragón, donde siempre ha dominado la estatua del mismísimo Juan de Lanuza, está la calle Canfranc, en la que continúa vivo y fuerte el que fuera mi primer colegio, "La Enseñanza", donde tantas veces me dirigí con cartera oscilante, bocadillo pequeño y zapatos "Gorila"; y me compraba el suizo y la chocolatina Nestlé en la actual pastelería "Canfranc", que entonces era mucho más pequeña y mucho más barata, a su lado estaba una papelería diminuta y que llamaba poco la atención y, por supuesto, "Los Sitios", que es uno de esos bares a los que no les parte un rayo, imagino que porque están bien gestionados.

Muchos establecimientos ya no están, los nombres de las calles no coinciden todos con los de ahora, las personas que rondaban por la Puerta del Carmen han ido partiendo a la otra vida, pero las piedras siguen firmes, resistiendo el paso del tiempo, los cambios de rumbo, los caprichos de los gobernantes y las vicisitudes de los ciudadanos. Cada vez que veo la Puerta del Carmen es como si el mundo se hubiera detenido, y hasta en un instante de evasión, en uno de esos momentos en que das cuerda a los sueños, vuelvo a ver las mismas personas y el mismo paisaje, a revivir los mismos sucesos, porque es posible que ella los conserve para que no muera el recuerdo.




30 de enero de 2010

"El Guardián entre el Centeno", J. D. Salinger















"El guardián entre el centeno"
J.D. Salinger.
Alianza Editorial. 1951



El pasado miércoles falleció en Cornish, Nuevo Hampshire, Jerome David Salinger, el escritor que había nacido en New York el primer día del año 1919. Salinger publicó muy poco, pero su obra "El guardián entre el centeno" se ha convertido en uno de los clásicos de la literatura moderna, en una lectura casi indispensable para quienes sienten devoción por los buenos libros.

Holden Caulfield, un adolescente de familia rica, es el gran protagonista de la novela, y sus pensamientos, sus experiencias, sus reacciones son las que hacen del libro uno de los más importantes textos de ficción válidos para utilizar por padres, educadores y cualquier persona interesada en ese esencial mundo de la adolescencia. Se dice de la novela que es la única que ha sabido captar lo que es la adolescencia con todas sus contradicciones. Holden narra la historia en primera persona, método que si se utiliza bien y con fundamento ayuda a hacer más propio el argumento, a entrar más en la historia que se narra, a implicarse con el protagonista.

Para entender "El guardián entre el centeno" pienso que es importante darse cuenta que el momento histórico en que se sitúa la historia que relata es el inmediatamente posterior al fin de la 2ª Guerra Mundial, con todo lo que supone de salida de una situación traumática, de necesidad de volver a adaptarse a una normalidad que no es fácil encontrar. Como muy bien nos dice la propia editorial que lanzó la novela, el libro es una "confesión sincera y sin tapujos, muy lejos de la visión almibarada de la adolescencia que imperó hasta entonces, Holden nos desvela la realidad de un muchacho enfrentado al fracaso escolar, a las rígidas normas de una familia tradicional, a la experiencia de la sexualidad más allá del mero deseo." . Salinger tiene una especial habilidad para captar la forma de pensar de los adolescentes, a la vez que realiza una dura crítica social.

El autor fallecido no escapó a la leyenda y a las habladurías, pues fue un hombre misterioso, que tras el éxito de su libro se retiró prácticamente como un eremita a la pequeña localidad de Cornish, donde aseguran ha estado escribiendo unos cuantos libros que nunca se han publicado. A tal leyenda contribuyó, por un lado, el que se haya asegurado que "El guardián entre el centeno" haya sido libro de cabecera de varios asesinos, siendo cierto que era el que tenía en su mesilla de noche Mark Chapman, el joven desequilibrado que el 8 de diciembre de 1980 acabó con la vida de John Lennon, y, por otro, la publicación el año 2000 por su hija Margaret Salinger de "El guardián de los sueños", donde atribuía a su padre hábitos poco ejemplares. Cabe añadir que hace ocho años se publicaron más de ochenta cartas a Salinger escritas por escritores, críticos y admiradores, bajo el título: "Letters to J. D. Salinger", y que la película "Descubriendo a Forrester" ("000),, dirigida por Gus Van Sant y protagonizada por Sean Connery está, al parecer, basada en Salinger.

Pero, independientemente de lo peculiar y misterioso del personaje, "El guardián entre el centeno" es un libro que ha dejado huella.


29 de enero de 2010

En "La Ponderosa" ya no queda nadie

El pasado domingo, día 24, el actor Pernell Roberts falleció a los 81 años en su casa de Malibú como consecuencia de un cáncer que padecía hace tiempo. Intuyo que a muchos no les dirá nada este nombre, pero si aseguro que fue quien dio vida a Adam, el primogénito de la familia Cartwright de la serie "Bonanza", estoy seguro que cualquiera que tenga más de 40 años -y algunos que tienen menos- identificará perfectamente al sujeto. "Bonanza" fue una serie mítica en su momento, en la misma época en las que toda la familia veía también "El virginiano", "La casa de los Martínez" y "El show de Lucile Ball".

La familia Cartwright -ya hablé de la serie en su día- la formaban en padre, Ben y sus tres hijos, Adam, Joss y Joe; Adam era el mayor y tenía unos ojos azules y una mirada de esas que cautivaban a las mujeres: más a nuestras madres que a nuestras hermanas, me parece. En la serie creorecordar a un Adam más bien chulín y echado para adelante, en contraste con la bonhomía de su hermano Joss, interpretado por el malogrado Dan Blocker y la aparente ingenuidad del pequeño Joe, a quien ponía cara y ojos un Michael Landon a quien aún no se la había ocurrido"La casa de la pradera".

Pernell Roberts desapareció pronto del reparto y dejó al Lorne Grreene con solamente dos hijos, incluso recuerdo haber escuchado en el colegio el rumor, evidentemente infundado, de que el actor había fallecido en un accidente de tráfico; a la hora de la verdad Roberts ha sido el último en faltar de la familia, pues Dan Blocker falleció en 1972 de un ataque al corazón, Lorne Geene lo hizo en 1987 y Michael Landon, en 1991, estos dos últimos, como Pernell Roberts, a consecuencia de un cáncer.

En el cine sus papeles más llamativos son anteriores a la serie televisiva que le dio fama; interpretó el papel de Peter Cabot en "Deseo bajo los olmos" (1957), de Delbert Mann, nada menos que junto a Sofía Loren y Anthony Perkins y trabajó en el western "Furia en el valle" (1958), un film de George Marsahll en el que sus compañeros de cartel eran, entre otros, Glenn Ford, Shirley MacLaine y Leslie Nielsen. Después de "Bonanza" su carrera se desarrolló casi en su integridad en el teatro, donde fue un actor de prestigio y calidad reconocidos. En 1979 interpretó en la serie de televisión "Trapper John, M.D." al Dr. John McIntyre, personaje de M*A*S*H, la serie tuvo éxito durante siete años hasta 1986 cuando el programa se canceló por el bajo rating.

Lo que posiblemente no sepa el gran público es que Pernell Roberts fue un hombre comprometido, uno de esos personajes que no aceptan comulgar siempre con ruedas de molino y que se atrevía a decir lo que pensaba aunque le supusiera perder contratos. Incluso tenía una visión crítica de "Bonanza", que partía de su convencimiento de que la segregación racial, las diferencias de ricos y pobres y la discriminación hacia las mujeres aparecía en la serie de forma superficial; Pernell llegó a decir que cuando un cazador de autógrafos le aseguraba que Adam era su personaje favorito él contestaba: «Gracias, pero ¿no piensa usted que hay algo extraño en el hecho de que tengo 36 años y aún ando pegado alrededor de mi padre preguntando qué hacemos ahora, pá?». Dejo la crónica de "El País", que refleja muy bien la personalidad del actor.

http://www.elpais.com/articulo/Necrologicas/Pernell/Roberts/ultimo/Bonanza/elpepinec/20100127elpepinec_2/Tes/

28 de enero de 2010

Tomarse un Gin tonic



Hay unas cuantas cosas más elevadas que tomarse un Gin tonic, pero no se trata de despreciar la ocasión de hacerlo; la verdad es que no me conviene en exceso un combinado de esta naturaleza, pero de vez en cuando, si la ginebra es mínimamente buena y el que lo hace tiene habilidad para ello, es un complemento imponente para cualquier velada, incluso es capaz de convertir en grato un encuentro que iba para aburrido.

En estos temas no se puede dogmatizar -en realidad en casi ninguno- y por lo tanto no afirmaré que mis criterios son los mejores al respecto, eso sí, a mí me gusta tomármelo en copa de balón y con mucho hielo y no demasiada ginebra. Como soy un ansioso y tiendo a comer y beber con los ojos, me cuesta calmar los instintos y tomarlo como se debe, es decir, poquito a poco, saboreando, disfrutando su buen gusto durante tiempo prolongado.

No sabría decir qué ginebra es la mejor, pues no voy de entendido, fundamentalmente porque no lo soy y podría acabar haciendo el ridículo; al principio corrían "Larios", "Gordons" o "Beefeather", aunque más adelante entré en la dinámica del "Tanqueray" para acabar pasando al "Bombay Sapphire", el de la botella azul, por mucho que la ginebra siga siendo transparente. Ahora la gente habla de marcas más sofisticadas ("London", "Citadelle" "Hendrick's", "Seagrams", "Raffles", ...) pero yo soy incapaz de entrar en valoraciones, porque no me muevo en demasiadas exquisiteces al respecto. En cuanto a la tónica, muchos han descubierto ahora la célebre "Fever tree", que al parecer viene de la India, aunque yo me conformo con la "Schweppes" de siempre.

Otro tema es lo del limón exprimido, a partir de un momento -no sabría decir cuando- se puso de moda y a mí me hacía gracia, aunque ahora prefiero el Gin tonic con la peladura del limón en la parte superior de la copa, o incluso con lima; hace unos días estuve en casa de un amigo que me lo puso con pétalos de rosa, y he de reconocer que no se si era por las rosas, pero el gin tonic estaba de miedo. Y es que hay quienes son auténticos artistas en el tema.

Vuelvo al principio, no pretendo moverme en epicureísmos, pero no se trata, me parece, de ser un aburrido y un estoico y de vez en cuando uno se puede regalar con un capricho de esta naturaleza, es bueno para el cuerpo y puede que también para el alma.


27 de enero de 2010

Sin techo



Cuando voy al trabajo me encuentro a veces con un amigo con quien comparto buena parte del camino; como tiene una conversación fácil y grata y sus comentarios sobre temas varios suelen ser agudos y atinados el tramo que hacemos juntos, que suele ser el que va de la esquina de Juan XIII con la calle San Jorge al cruce del Coso Bajo con la Plaza Inmaculada, se hace bastante más ameno de lo habitual. Ayer, entre otros temas, hablamos del problema de quienes ahora denominamos "los sin techo", pues el lunes hubo un reportaje en televisión que al parecer fue estremecedor.

Llevamos varios días justificadísimamente impresionados con la tragedia de Haití, pero ésto es algo que no nos puede llevar a olvidar que muy cerca nos encontramos con dramas que, sin tener los caracteres de catástrofe global de lo ocurrido en el país centroamericano, son equiparables en lo personal. El mismo estremecimiento que sentimos ante las imágenes de horror y desolación que se ven en la pantalla y ante los desastres que se leen en los diarios, deberíamos sentir ante los panoramas que a diario observamos en la calle, de manera especial en las grandes ciudades. Lo que pasa es que posiblemente nos hemos acostumbrado a la situación y casi nos suena a realidad cotidiana, a "cosas de la vida".

Es curioso cómo se ha elevado el nivel de vida de la gente: España no es que haya dejado de ser el país desolado de la posguerra, sino que no tiene nada que ver con la realidad social que yo conocí cuando empecé a dar mis primeros pasos conscientes en la vida; pero junto a ello, siguen existiendo, paralelamente al resto del tejido social que prospera y se defiende, realidades de miseria extrema, algo que no ha llegado con la crisis -aunque ésta las agudicé-, sino que han existido siempre, muchas de ellas desarrolladas al hilo del mismo progreso.

No me veo capaz de hacer un análisis a fondo de cómo se puede llegar a vivir en condiciones infrahumanas, imagino que habrá causas variadas: las drogas, la enfermedad, la soledad, el alcohol, la demencia, ... pero lo cierto es que hay situaciones que, nos guste o no, han entrado a formar parte del paisaje, y no son ni gratas, ni buenas ni prescindibles, es decir, no podemos hacer como si no existieran. Y es que en ocasiones vamos por la calle, por la vida demasiado deprisa, sin mirar al lado o haciendo como si no vemos, metidos en nuestros problemas y atribuyendo a otros la función de arreglar los de los demás.

Con frecuencia se escucha que quien está en la calle es porque quiere o porque se lo ha buscado, pero no es excusa suficiente; por un lado, ¿quienes somos nosotros para juzgar quien se merece caer en desgracia y quien no?, por otro, a muchos nos consta que hay personas que solamente están en desamparo por la fatalidad y la desdicha. Muchos de los personajes sucios y desarrapados que contemplamos en calles, plazas y mercados son personas con enfermedades mentales cuya familia o no existe, o no les quiere cuidar, o no puede hacerlo pudiendo, es incapaz de controlarlos; son situaciones que ponen de manifiesto que en el mundo civilizado siguen existiendo lagunas, continúa habiendo vacíos legales y, sobre todo, ausencia de medios materiales adecuados para subsanar determinadas carencias.

Pero existen personas entregadas a la causa, reductos de bondad y generosidad capaces de hallar petróleo; y generalmente -es mi limitada experiencia e imagino que habrá otros- estas personas las encuentro entre quienes se trabajan con fundamento en el deseo de poner en práctica el mandato evangélico; me viene a la cabeza la célebre anécdota de la actriz que acudió a Calcuta a visitar a la Madre Teresa y al ver como ésta atendía a un moribundo lleno de llagas y suciedad le dijo que ella no haría eso ni por todo el oro del mundo, a lo que la monja contestó que ella tampoco. He comprobado el ejemplar y envidiable trabajo de los Hermanos de la Cruz Blanca, de determinados párrocos, de quienes dedican su tiempo a instituciones como "Cáritas" o "Manos Unidas" y tengo bien claro donde hay que buscar el ejemplo a seguir. Cuando vivía en Tarragona tuve ocasión de presentar una conferencia que dio una monja, creo que se llamaba Madre Angélica, que se dedicaba a atender a drogadictos y enfermos de SIDA en los lugares más marginales de Barcelona, fue una experiencia completamente aleccionadora.

Me parece que de vez en cuando necesitamos volver sobre nuestros pasos y mirar tanto a los demás como a nuestro interior, así descubriremos muchas cosas pendientes de hacer.


26 de enero de 2010

Requiem por los viejos "Espumosos"



El pasado 5 de noviembre se producía un incendio en la Cafetería "Espumosos" del Paseo Sagasta que obligaba a cerrar el establecimiento; parecía que se trataba de un cierre temporal para reparar los importantes daños que ocasionó el siniestro, pero recientemente me han comentado que "Espumosos" no volverá a abrir, y con él morirá una buena parte de la historia hostelera zaragozana; será una pérdida como en su día lo fueron la desaparición de "Las Vegas", el "Savoy", "La Maravilla" o el Restaurante "Bienvenido".

Pero para muchos zaragozanos, entre los que me encuentro, "Espumosos" no es sólo el amplio establecimiento que durante años ha sido lugar de encuentro y reunión en lo que antes llamábamos "General Mola", sino que tenemos bien grabado en la retina el viejo local del Paseo Independencia donde día tras día casi se sentían materialmente los latidos del corazón de la ciudad. Recuerdo que fue en los "Espumosos" donde mi padre me permitió por vez primera probar una caña, donde aprendí que también son sanos y válidos estos pequeños placeres que el mundo nos depara.

Es posible que la más famosa de entre las ofertas del histórico bar fuera la célebre caña con limón, muy alejada de la clara de hoy -eso que en Cataluña llaman "champú"-, y que consistía en una cerveza de barril tirada sobre una pequeña capa de un líquido amarillento, con pinta de jarabe, elaborado con limón. A lo largo de mis últimos años de bachiller y primeros de universidad fueron muchas las cañas con limón que me metí entre pecho y espalda. Al cabo de los años, y tras muchos fuera de mi tierra, volví a probar el producto ya en los nuevos locales de Sagasta, con bastante menos encanto desde mi punto de vista, y he de admitir que ya no me sabía igual, la caña tenía un sabor como artificial, casi medicinal, lo que no se si se debe a que con los años uno se refina el gusto o a que ya no se hacía como entonces.

Evidentemente había otras especialidades de la casa, como la zarzaparrilla, una especie de coca-cola de andar por casa que uno pedía cuando prefería tomarse un refresco y prescindir del alcohol; en términos coloquiales uno solicitaba una zarza, con lo que ahorraba letras y le entendían igual. La verdad es que mi memoria fotográfica es mucho menor que la otra y no sabría ni describir el sitio ni asegurar si en la barra existía el largo muestrario de tapas propio de estos sitios, aunque imagino que sí. Eso sí, me da la impresión que no era propiamente una cafetería, como "Imperia", "Las Vegas" o "Guerrea", ni un bar de tapas equiparable a los míticos "La Mejillonera", "Nicanora" o "El Calamar Bravo", de los que habría que hablar algún día.

Mis recuerdos de "Espumosos" incluyen dos circunstancias más; la primera es la peculiariedad de sus camareros, quienes cantaban los pedidos con un tonillo rítmico muy característico: "una cañaaa con limóóón", "una zaaaarza", "un bollo suizo y uuuuna leeeche" ... esto último también era un pedido, aunque pareciera que el camarero se declaraba en rebeldía. La otra cuestión que me viene a la memoria es la aglomeración, la sensación de muchedumbre que siempre tenías en el interior del bar, con una barra llena de gente y unas mesas siempre ocupadas, algo que no impedía que quienes estaban a cargo de la atención al cliente ofrecieran un aire se serenidad, calma y capacidad de llegar a todo francamente admirable.

He intentado encontrar en la red una foto de esos antiguos "Espumosos", pero tan sólo he hallado la descolorida imagen que encabeza mi post, que corresponde a la última ubicación y otra de los bomberos en la puerta el día de autos. Estoy seguro de que con el tiempo alguien colgará alguna que nos devuelva esa imagen que tantos recuerdos nos trae a mi generación y a unas cuantas más.



24 de enero de 2010

Falleció la actriz que tenía cara de ángel



La actriz británica Jean Simmons falleció el pasado sábado en California a la edad de 80 años. Un cáncer de pulmón ha puesto fin a la vida de una actriz nacida en el país donde posiblemente nacen los mejores actores, aunque buena parte de su vida se desarrollara en el país donde trabaja la mayoría. Simmons se caracterizó por ser una mujer bellísima y por mostrarse como una actriz tremendamente versátil, capaz de interpretar con la misma soltura el papel de joven ingenua y bondadosa como el de malvada o atormentada.

El primer recuerdo que me viene a la cabeza de esta actriz es su papel protagonista en tres películas de esas que suelen llamar "grandes producciones", con matiz histórico, mensaje épico y tono religioso: "La túnica sagrada" (1953), de Henry Coster, junto a Richard Burton y un fijo en películas de romanos y equiparables, Victor Mature; "Sinuhé el egipcio" (1954), de Michael Curtiz, donde volvía a aparecer Victor Mature y compartía reparto con otra mujer guapísima, Gene Tierney y, por encima de todas, "Espartaco" (1959), de Stanley Kubrick, con un reparto de lujo que compartía con Kirk Douglas, Lawrence Olivier, Charles Laughton, Peter Ustinov, Tony Curtis, ... No son éstas las mejores actuaciones de la actriz británica, pero quien ha vivido su infancia en los años 60 tiene necesariamente que recordar por encima de todas estas tres películas.

Jean Simmons estuvo nominada en dos ocasiones para el Oscar, si bien no consiguió exhibir nunca la preciada estatuilla por las alfombras de Hollywood, algo que no le quita ni gloria a su currículum ni mérito a las dos interpretaciones que merecieron la atención de la Academia. La primera de ellas fue con ocasión de su trabajo en "Hamlet" (1948), de Lawrence Olivier, siendo elegida candidata a la mejor actriz de reparto por su papel de Ofelia, dejándola sin premio Claire Trevor por su trabajo en "Key Largo". La segunda ocasión su nominación lo fue como mejor actriz principal y lo fue por su papel de mujer alcoholizada en "Con los ojos cerrados" (1969), dirigida por Richard Brooks, que meses antes había dejado de ser su marido; en esta ocasión la esatuilla se la llevó Maggie Smith por "Los mejores años de Miss Brodie". La interpretación de Simmons, más de veinte años después de aspirar a su primer y frustrado Oscar fue magnífica, de una intensidad dramática especial.

Tal vez la primera película en la que destacó fue "Cadenas rotas" (1946), una adaptación de David Lean de uno de los mejores libros de Dickens, "Great Expectations", aunque estuvo bellísima en Narciso negro(1947) de Michael Powell y Emeric Pressburger, una película ambientada en el Himalaya y protagonizada por Deborah Kerr en la que Jean Simmons aporta un aspecto exótico a su historial con un papel de hermosa nativa. Jean Simmons también estuvo casada son Stewart Granger, un auténtico experto en películas de aventuras y compartió cartel con él en "César y Cleopatra" (1946) de Gabriel Pascal, "Adán y...ella" (1949) de Harold French, "La reina virgen" (1953) de George Sidney y "Pasos en la niebla" (1955) de Arthur Lubin. Otras películas destacables fueron "La isla perdida" (1949) de Frank Launder, "Trágica obsesión" (1951), de Ralph Thomas, un film de intriga junto a Trevor Howard y "Entre dos mujeres" (1953), de Roy Rowland, otro drama matrimonial con Victor Mature, en esta ocasión vestido con traje moderno.

La década de los 50 fue de muchísimo trabajo para la actriz y en ella destacan tres películas dirigidas por tres grandes del momento: "Cara de ángel" (1953), en la que es dirigida por Otto Preminger y donde, compartiendo cabeza de cartel con Robert Mitchum, encarna a una mujer manipuladora, malvada y cínica; hay quien piensa que es la mejor interpretación de su vida y de hecho se hallaba en su mejor momento profesional, de esta película se cuenta la anécdota de que Preminger hizo repetir la escena de la bofetada hasta que Simmons lloró literalmente de dolor. Del mismo año es su trabajo con George Cukor en "La actriz", un film con un reparto espectacular, pues a la actriz fallecida se añadían Spencer Tracy, Teresa Wright y Anthony Perkins. Finalmente trabajó para Joseph L. Mankiewicz. en "Ellos y ellas" (Guys and Dolls) (1955), típico musical americano, junto a Marlon Brando, Frank Sinatra y Vivian Blaine, basado en un espectáculo de Broadway según un cuento de Damon Runyon, gran maestro de la literatura picaresca americana y en el que Jean Simmons da vida a una joven puritana perteneciente al ejército de salvación.

En esos brillantísimos años 50 hay más películas a destacar: "Desireé" (1954) de Henry Koster, donde encarna a la célebre primera novia francesa de Napoleón que acabó como reina de Suecia y donde alterna con Marlon Brando; "Horizontes de grandeza" (1958), de William Wyler, con Gregory Peck y Charlton Heston, donde está "adorable" en un film de pasiones en el oeste; "Esta tierra es mía" (1959) de Henry King, con Rock Hudson como pareja de cartel, la historia de un amor complicado y que supuso una de las últimas intervenciones brillantes de ese gran secundario que fue Claude Rains y, por encima de todas éstas, "El fuego y la palabra"(1960), de Richard Brooks, junto a Burt Lancaster y Arthur Kénnedy, encarnando a la Hermana Sharon, una especie de predicadora evangelista.

Los años sesenta suponen un bajón en trabajo y calidad; además de la citada "Con los ojos cerrados", caben destacar "Página en blanco" (1960) de Stanley Donen, con otro cartel de superlujo: Cary Grant, Deborah Kerr y Robert Mitchum, donde Simmons regresa a la comedia romántica en un delicioso juego de amores y desamores y "Vivir en la cumbre" (1965), de Ted Kotcheff, "Vivir en la cumbre" (1965), de Ted Kotcheff, donde comparte cartel con Lawrence Harvey y "Noche de titanes" (1967),de Arnold Laven, un western junto a George Peppard y Dean Martin donde éste, por primera y única vez en su carrera, desempeña el papel de villano. Sus trabajos posteriores ya son menores, cabiendo citar "La maldición de los Dain"(1978), de E.W. Swackhamer, una película de misterio con James Coburn, "Donde reside el amor" (1995) de Jocelyn Moorhouse, con Rip Torn, Anne Brancroft y Wynona Ryder como protagonistas y un pastiche de ciencia ficción, Final Fantasy: "La fuerza interior (Final Fantasy)" (2001), de Hironobu Sakaguchi, uno de los fracasos de taquilla más sonados de los últimos tiempos. Y por supuesto, no podemos olvidar su papel junto a Richard Chamberlain, Rachel Ward, Barbara Stanwyck y Christopher Plummer, entre otros, en la laureada y popular serie de televisión "El pájaro espino".

No cabe duda de que Jean Simmons tuvo una larga y fecunda carrera como actriz y que hizo papeles de todos los tipos, lo que no es poco mérito.


Ornella Vanoni, "L'appuntamento" (1970)



Hace unos días traía por aquí a Juliette Grecó, la gran cantante francesa, discreta y misteriosa; Ornella Vanoni es algo más joven que aquélla, pero no le anda lejos y, como Juliette, es una mujer elegante, aunque con un toque bien distinto, derivado probablemente de su condición de italiana: Ornella a esa elegancia le da un especial toque de sensualidad interpretativa y se presenta en escena con una fuerza que solamente tienen las grandes divas de la canción transalpina.

Aseguran que en la historia reciente de la música italiana hay dos grandes damas: Mina Mazzini y Ornella Vanoni, yo desde luego añadiría a Iva Zanicchi y Mia Martini, pero no tengo ninguna duda a la legitimidad de esta milanesa nacida en 1934. Junto a sus indudables virtudes musicales cabe añadir un dominio absoluto de la escena, y una elegancia enorme que inunda el escenario. Vanoni destacó también como una buena actriz.

La carrera de Ornella Vanoni es larga y, por lo tanto, abundante en temas, si bien no parece haber ninguna duda de que su canción emblemática es "L'appuntamento", una melodía preciosa que canta con un estilo y una fuerza especiales y de la que se hicieron muchísimas versiones en diversos idiomas. La versión que traigo es de una emisión del célebre programa de la RAI "Canzzonissima", junto a la gran voz de Ornella Vannoni se oyen los vítores entusiasmados del público, a la vez que la cantante habla de la "nostalgía", "la tristeza de la mea vita", ...


22 de enero de 2010

La delantera de los delfines





El Real Club Deportivo Español siempre ha sido un equipo que se ha defendido con soltura en la 1ª División española, con algún tropiezo en forma de descenso a 2ª que siempre ha resuelto a la primera, ha sabido responder con dignidad al hándicap de ser el pariente pobre del Barça. Además, suele ser un club con simpatías generalizadas, a lo que cabe añadir el que muchos valoremos en su medida esa combinación de "Español" y "Barcelona" que resulta en estos tiempos hasta heroica según donde.

A lo largo de más de 40 años siguiendo el fútbol de la máxima categoría española he conocido unas cuantas épocas brillantes del club, como la de la temporada 1972-73, en la que con una alineación tipo formada por Borja; Granero, De Felipe, Ochoa; Poli Glaría; Roberto Martínez, Solsona, Amiano, José María y Pepín, disputó la Liga al Barça y al Atlético de Madrid y llegó a ponerse de líder mediada la 2ª vuelta tras ganar, 0-1, en el Camp Nou, o el de épocas inmediatamente posteriores, en el que destacaban jugadores del nivel del aragonés Nando Molinos, el navarro ex-madridista Rafa Marañón o el líbero paraguayo Ortiz Aquino o ese Español de Javier Clemente que perdió la Final de la Copa de la UEFA a los penaltis con Miguel Soler, Ernesto Valverde, el Pipiolo Losada, Lauridsen, Zúñiga, Pichi Alonso o el mítico portero camerunés Tommy N'Kono, o, finalmente, al de épocas más recientes, con dos títulos de Copa al mando de Ivan de la Peña, Tamudo y compañía. Pero, por encima de ellos, recuerdo ese equipo de mi infancia, años 60, donde destacaban cinco jugadores que conformaban una delantera de ensueño que pasó a la historia con el nombre de la "delantera de los delfines": Amas, Marcial, Re, Rodilla y José María.

El nombre de "delfines" se debe a la creatividad del periodista catalán Josep María Ducamp, quien en aquella época trabajaba para el desaparecido diario deportivo barcelonés "Dicen" y, a pesar de lo que piensan algunos, no tiene su origen en los simpáticos cetáceos que pueblan algunos mares, sino en la consideración por el referido columnista de que tales jugadores eran los herederos o "delfines" de la delantera de "los magníficos" que tantas tardes de gloria había dado al Real Zaragoza. La segunda mitad de la década de los 60 los aficionados que acudían cada quince días al histórico y hoy demolido campo de la Carretera de Sarriá disfrutaron de lo lindo con unos jugadores capaces de dar la tarde a las defensas más expertas de la máxima categoría.

El extremo derecha de dicha delantera era Carmelo Amas, un guipuzcoano que había sido fichado en 1965 de una Real Sociedad sumida en la crisis que le había supuesto un inesperado descenso a segunda; Amas fue llamado el "rey del dribling" y era el típico extremo bajito, de juego ratonil basado en la velocidad y el regate. Aunque al final de temporara Amas solía tener unos cuantos goles en su casillero personal, destacaba más por las asistencias que por su olfato goleador. Estuvo siete temporadas con los "periquitos" y cuando acabó su contrato regresó a la Real Sociedad que en 1972 y con Rafa Iriondo al mando había iniciado una operación retorno, con jugadores como Urtiaga, que llegó del Atlético de Madrid, Ansola, fichado del Valencia y el propio Amas, quien en sus cuatro años en Atocha jugó en posición más retrasada, en el mediocampo.

Posiblemente el jugador de más calidad de esta delantera era Marcial Pina, un asturiano que había sido la gran sensación de la temporada 1964-65 al debutar con 18 años en primera con el Elche y demostrar una calidad técnica fuera de lo común; en 1966 fichó por el Español en competencia con equipos del nivel del Real Madrid, F.C. Barcelona e Inter de Milán. Marcial fue un centrocampista creador de un toque y una visión de juego exquisitos; Marcial poseía además un tiro desde fuera del área excepcional y una facilidad en el pase excelente. Marcial fue la estrella de este equipo, aunque su irregularidad, cierta frialdad de carácter y la frecuencia de sus lesiones le convirtió en un jugador discutido por la grada. En el año 1969 el Español descendió a 2ª División, por lo que Marcial forzó su traspaso al Barcelona por 17 millones, jugando ocho campañas en el Barça, donde ganó la famosa Liga de Cruyff y donde demostró tanto su enorme calidad como su poca capacidad de sacrificio. Salío del equipo culé de malas maneras tras una salida nocturna con Charly Rexach y acabó sus días futbolísticos en el Atlético de Madrid. Yo siempre vi a Marcial como el mejor jugador español de su época, pero le faltó madurez y constancia para acreditarlo cada domingo en el campo. Marcial tiene el record de haberle conseguido marcar goles al Real Madrid con cuatro equipos distintos.

El ariete de esta delantera era el paraguayo Cayetano Re; llegó a España en 1959 para jugar en el Elche, un equipo que en aquella época sabía fichar bueno, bonito y barato por Sudamérica -Lezcano, Romero, Cardona, Casco...- y que tres años después lo vendería al Barcelona, donde llegó a ganar el trofeo Pichichi con 26 goles (temporada 1964-64); a Sarriá llegó en 1966 y en el equipo blanquiazul siguió mostrando sus virtudes: habilidad, capacidad de desmarque y olfato goleador. Con los "pericos" Re jugó 135 partidos y marcó 39 goles, asumiendo el descenso de 1969 y colaborando con 16 goles para conseguir el ascenso en la campaña siguiente. Re era un delantero centro atípico, pues se trataba de un jugador más bien bajito, carente de la envergadura habitual en los arietes de la época. Tras retirarse del fútbol en el Terrassa se dedicó a entrenar y llegó a dirigir a la selección de su país, así como a equipos españoles como el Betis y el Córdoba.

José María Rodilla es, posiblemente, el miembro menos conocido de la delantera de los delfines; nació en Salamanca y fue fichado por el presidente españolista Juan Vila-Reyes -el famoso dueño de "Matesa"- en 1964 del Valladolid, un equipo de cuya fructífera cantera habrá que hablar un día. Aunque ocupaba el puesto de interior zurdo, al jugar más bien retrasado el extremo José María, Rodilla venía a ocupar una posición muy adelantada, junto a Re. Era el típico delantero de pura raza, que no da un balón por perdido y con olfato goleador, como lo demuestran los 44 goles conseguidos en siete campañas en Sarriá. Rodilla, que acabó sus días en el San Andrés, un equipo barcelonés que logró la hazaña de aguantar en 2ª división unos cuantos años con un presupuesto mínimo y que se nutría sobre todo de ex-jugadores de Barcelona, Español y Sabadell, por aquel entonces también en 1ª División.

José María era, posiblemente, el jugador más emblemático de ese equipo, y sin ninguna duda, uno de los grandes de la historia españolista. José María era asturiano y jugaba en el Oviedo, llegando al Español en 1965 y permaneciendo en el primer equipo periquito durante once campañas; es pues un jugador que enlazó dos épocas, la de los "Delfines" y la que alcanzó los primeros puestos de la clasificación bajo la dirección de José Emilio Santamaría en los años 70. Aunque jugaba de extremo zurdo, le gustaba partir de posiciones más retrasadas, desarrollando un juego muy similar al que realizaba Carlos Lapetra en el Zaragoza de los "Magníficos"; poseía el asturiano una técnica exquisita y en su pierna izquierda tenía un auténtico guante, ejercitando un fútbol elegante, reposado, y con grandes dosis de genialidad. No poseía la velocidad necesaria para ser un extremo puro y suplía ésto con una enorme inteligencia que le convertía en el creador y estratega del juego ofensivo de su equipo; a balón parado era un maestro y así consiguió una buena parte de los 52 goles que marcó defendiendo la camiseta perica. Tras retirarse se dedicó a ejercer de entrenador, pero sin destacar en exceso; actualmente tiene una tienda de deportes en Oviedo.

El mister más emblemático del Español de esta época fue el húngaro Janos Kalmar, un habitual en los banquillos de la época -Granada, Valladolid, Málaga, Hércules, ...- y consiguió hacer las maniobras necesarias para conjuntar unas piezas que a lo mejor individualmente no ofrecían, salvo Marcial, grandes perspectivas, pero que juntas hicieron una delantera inolvidable. Kalmar, a quien a sus dotes profesionales unía una calidad humana extraordinaria, falleció en 1990.

Evidentemente, el equipo no funcionaba solamente con la delantera; en la portería disputó sus últimos años como profesional, como lo habían hecho también en Sarriá Kubala y Di Estéfano, un auténtico mito: Carmelo Cedrún, a quien sustituyó el tarraconense Bertomeu. En la defensa destacaba el lateral derecho andaluz Osorio, que llegó a ser cuatro veces internacional "A", los centrales Mingorance, también internacional, y Riera -un catalán durísimo- y el lateral zurdo uruguayo Nacho Bergara, junto al prometedor Sabaté, que triunfaría años después en el Betis campeón de Copa en 1977; como volantes solían jugar el vallisoletano Ramírez, dotado de una buena técnica y que en 1968 se fue al Elche, el joven Ramoní, la típica gran promesa que no cuaja nunca y el trabajador Martínez Vilaseca, que luego destacaría como entrenador en el fútbol catalán; en ataque la alternativa a los delfines era Miralles, un valenciano con olfato de gol a quien llamaban "el sexto delfín".


El año en que resurgieron las películas de amor



El domingo pasado, de un ataque al corazón y a los 72 años, falleció en Londres Erich Segal, el escritor norteamericano que pasará a la historia como el exitoso autor de "Love Story", el best seller que fue inmortalizado posterioremente en el cine por Arthur Hiller.

El estreno en 1970 de "Love Story" supuso el regreso a las películas románticas; tras unos años en lo que se imponían films de otro tipo ("Bonnie & Clyde", "En el calor de la noche", "El graduado", "El león en invierno", Dos hombres y un destino", "Cowboy de medianoche", ...), la gente llenó las salas de cine con un drama romántico basado en la sencillísima y recurrente historia de dos jovenes de distintas clases sociales que se enamoran y que tras superar múltiples obstáculos familiares tropiezan con cruda realidad de la enfermedad y la muerte. Los espectadores quedaron prendados de un guión que no tenía más pretensiones que tocar su fibra sensible, y de una historia y unos personajes en los que se podía identificar cada uno de ellos.

"Love Story" supuso el lanzamiento al estrellato de dos jóvenes actores cuyo trabajo les valió ese año la nominación al Oscar para los mejores actores principales: Ryan O'Neal y Ali MacGraw, si bien ambos acabaron perdiendo la batalla frente a dos auténticos paquidermos del cine: George C. Scott y Glenda Jackson. O'Neal tuvo también papeles importantes en dos películas de éxito posteriores, como "¿Qué me pasa doctor?" (1972), de Peter Bogdanovich y "Barry Lyndon" (1975), una de las obras maestras de Stanley Kubrick, que se llevó 4 estatuillas; de Ali MacGraw no recuerdo más intervención destacada que la de "La huida" (1972), de Sam Peckinpah, film en el que inició un romance con Steve MacQueen que acabó primero en boda y posteriormente en divorcio.

La película obtuvo siete nominaciones para los Oscars, si bien finalmente obtuvo tan sólo el galardón a la mejor banda sonora por su conocidísimo tema, compuesto por Francis Lai y del que se han hecho tantas versiones, entre las que destaca la de Andy Williams. Como curiosidad cabe destacar que en el reparto del film aparecen un veterano actor en sus últimos papeles, Ray Milland y otro jovencísimo en sus primeros, Tommy Lee Jones. Del guión está sacada la conocidísima frase de "Amor significa no tener que decir nunca lo siento"; un experto en el tema me recordaba esta mañana que esta es la frase que Bogdánovich le hace decir a Barbra Streissand dos años después en "¿Qué me pasa doctor?", a lo que el propio Ryan O'Neal contesta: "nunca he oído una frase tan estúpida", y es que la rivalidad también se da entre los cineastas.

SINOPSIS: Historia de amor de dos universitarios de Harvard. Él es hijo de un poderoso banquero, mientras que el padre de ella es un humilde emigrante italiano. Ambos consiguen vencer las dificultades propias de sus diferentes clases sociales, pero una enfermedad incurable destroza a la pareja.




De ese mismo año es otra película, de "fabricación europea" y temario similar, "Anónimo Veneciano", una película dirigida por el italiano Enrico María Salerno en la que, desde otra perspectiva, el amor es el tema central. En esta ocasión el final es el mismo, pues la muerte pone fin al amor terreno entre dos personas, pero el punto de partida es distinto, pues la protagonista regresa a Venecia para compartir con su primer marido, de quien se ha separado, sus últimos días de vida, reencontrándose con ese amor que al parecer no había muerto nunca.

La película no tuvo, evidentemente, el éxito en taquilla de su "compañera" americana, pero tenía una calidad notable, habiendo que añadir a las virtudes de la dirección magistral de Salerno, un actor de cine comprometido que debutaba como director y guionista, y de la interpretación un tema principal maravilloso, compuesto por por Stelvio Cipriani que forma su banda sonora junto a la 5ª sinfonía de Beethoven y el Concierto en do menor para oboe y orquesta de A. Marcello, dirigidos ambos por Giorgio Gaslini, así como el maravilloso escenario de Venecia que protagoniza prácticamente todas y cada una de las tomas de esta película de amor.

Los dos actores principales de "Anónimo Veneciano" son Tony Musante, un actor norteamericano habitual en películas policíacas y series de televisión de la misma naturaleza y Florinda Bolkan, una bellísima actriz nacida en Uruburetama (Brasil) con papeles importantes en "La caída de los dioses" (1969), de Luchino Visconti y "El último valle" (1970), de James Clavell.

SINOPSIS: Enrico, un tocador de oboe en la fenice, cuyo sueño era llegar a ser director de orquesta, sabe que morirá pronto a causa de un cáncer. Enrico vive separado de su mujer, Valeria, quien ha creado una familia en otra ciudad. Aún así, él le ruega que regrese a Venecia. Valeria, desconfiada, piensa que Enrico quiere chantajearla, pero en cambio sólo pasean por una Venecia deshecha, agonizante, recorriendo los lugares donde vivieron su unión, Valeria se da cuenta de que aún ama a Enrico. Es entonces cuando él le revela su enfermedad.





Los años 70, pasados las convulsiones de mayo del 68, los seguidores del mundo del cine se volvieron a encontrar con esas películas de siempre en las que abunda ese poco de drama y ese todo de amor y rosas, algo que nunca acaba de pasar de moda.





21 de enero de 2010

La foto de la esperanza




La mujer de la foto, Hoteline Losama, una haitiana de 25 años, estuvo todo ese tiempo en un hueco formado entre tabiques y cascotes, aprisionada por un refrigerador y cerca de un cadáver, dijo una fuente del operativo de rescate, que calificó como una "bendición" el haber logrado salvar a la muchacha. Una vez fuera del edificio derrumbado, en la camilla en la que esperaba ser introducida en una ambulancia, con las manos juntas y lágrimas en los ojos, la joven consideró su caso "un milagro".

La tragedia de Haití, pasada más de una semana del terremoto, sigue estremeciendo a cualquier gente de bien que pisa este mundo; el hambre, la miseria, la muerte y la desesperación asolan a un país pequeño y paupérrimo y nos hace preguntarnos si existe remedio para tamaña desgracia. En medio de tanta desolación, siempre acaban apareciendo detalles para seguir esperando, fogonazos que ofrecen algo de luz entre tanta niebla. Hace unos días fue la foto del niño que sonreía mientras se abrazaba con fuerza a un bombero español, hoy nos hemos despertado con esta foto que nos hace respirar, en la que al menos uno es capaz de descubrir la mano de Dios también en un escenario de angustia y desazón.

La sonrisa de Hoteline Losama es un brote de aire fresco; además es, sin ninguna duda una sonrisa bonita, unida a una mirada limpia, alegre ... y esto no es poco tras haber estado rodeada de paredes, escombros y cadáveres; Hoteline ha descubierto, posiblemente, que hay pocas cosas imprescindibles, que el secreto de la felicidad es bastante sencillo y simple, que para ser feliz no hace falta más que comprobar que los milagros existen.


20 de enero de 2010

"Nada", Carmen Laforet















Nada
Carmen Laforet
Editorial Destino. Barcelona, 1945


Comencé esta nuevo rincón de mi blog dedicado a libros leídos hace mucho tiempo y que dejaron huella hablando de la novela con la que Luis Romero ganó el Premio Nadal en 1951; tenía previsto cambiar de estilo y traer alguna obra de autor extranjero, pero no me he resistido a insistir con autor español y a volver a hablar de un libro premiado con el mismo galardón. En concreto, el primer Nadal lo obtuvo Carmen Laforet, una novel escritora barcelonesa, con "Nada", una novela que ha sido santo y seña de la narrativa española. He leído dos veces "Nada" y no creo que me quede en eso: se trata de un libro excelente que no te cansas de volver a leer.

La protagonista de la novela es Andrea, una joven de provincias que llega a Barcelona para vivir en la casa de su abuela y comenzar sus estudios universitarios; el ambiente de la casa familiar es tremendo: hambre, suciedad, odio ... y esas andanzas iniciales de juventud se convierten para Andrea en una gran frustración. Se ha definido a "Nada" como una novela existencialista en la que su autora refleja el estancamiento y la pobreza de la España de la posguerra; la escritora supo transmitir con esta obra, escrita con un estilo literario que supuso toda una renovación en la prosa de la época, la dura crisis de la pequeña burguesía tras la Guerra Civil.

"Nada" contiene una descripción dura y atinada de la situación de la burguesía en la posguerra, de esas personas que teniendo teóricamente una posición notable en la sociedad -la casa a la que va a vivir Andrea se sitúa en la Calle Aribau, una zona de la parte alta de Barcelona- han quedado capitidisminuídos por la guerra y tienen que asumir una pobreza a la que no estaban acostumbrados. Por otra parte, nos ofrece una descripción muy interesante de la Barcelona de esos tiempos, aún recuperándose de la hecatombe que supone un enfrentamiento civil; además, para quienes conocemos mínimamente la ciudad condal resulta más atractivo, si cabe, oír hablar de lugares conocidos como el Ensanche, la Plaza Cataluña, la Plaza Universidad o el Liceo.

Nos encontramos, además, con personajes perfectamente pergeñados, con especial mención para las figuras de la Tía Angustias, una puritana rígida y estrecha que cierra a la protagonista cualquier vía de escape y del Tío Román, el contrapunto a aquélla, libertino y vividor. En la casa viven también su tío Juan, prototipo del fracasado y la mujer de éste Gloria, que oculta secretos que irán apareciendo a lo largo de la lectura del libro.

El contrapunto al ambiente sórdido de su casa lo encuentra Andrea en la Universidad, donde se tropieza con un mundo juvenil y desenfadado, ajeno a la dureza de la vida real del momento, representado todo ello por su amiga Ena. Aquí Carmen Laforet aprovecha para resaltar los contrastes de la Barcelona de los años 40.

Dicen los expertos que el libro utiliza el impresionismo, y como consecuencia de ello abunda la descripción, pero no de una forma realista, sino que la protagonista -la autora recurre al relato en primera persona- se fija en todo aquello que le rodea a su llegada a Barcelona, pero transmitiendo una visión totalmente subjetiva, pues no describe los objetos tal y como son, sino que lo hace como ella los percibe, aportándonos sus sensaciones y emociones. Afirma Rosa Navarro, catedrática de literatura, que "es representativo el gran número de veces que sale el verbo "parecer". También, sintagmas como "tener la impresión" , "tener la sensación" o similares aparecen abundantemente en la novela. Además, una de las formas retóricas más repetidas en la obra es la comparación".

Para entender la evolución interior de Carmen Laforet es bueno leer también su siguiente novela, "La mujer nueva", donde abre una puerta a la esperanza que había cerrado con "Nada". Pero a pesar de su mensaje triste, de su tono pesimista, "Nada" es una lectura imprescindible para quien disfrute con la buena literatura española contemporánea y con los buenos libros en general.

"Me marchaba ahora sin haber conocido nada de lo que confusamente esperaba: la vida en su plenitud, la alegría, el interés profundo, el amor. De la casa de la calle Aribau no me llevaba nada. Al menos, así creía yo entonces."


19 de enero de 2010

"Les Feuilles Mortes", Juliette Grecó




A Juliette Grecco la recuerdo de algunos programas musicales de la tele en blanco y negro; con su melena a lo garçón, el vestido negro y ciertos aires de misterio cantaba unas canciones en francés que en aquella época me parecían monótonas. Con el tiempo me enteré que era llamada "la musa del existencialismo", algo que al parecer tiene bastante que ver con el hecho de haber sido Jean Paul Sartre quien le animara a cambiar su condición de actriz de teatro por la de cantante, le facilitara poemas de Queneau y Jules Laforgue y le presentara al músico Joseph Kosma; así empezo una carrera exitosa en el mundo de la canción con "Si tu t'imagines", basada en un poema de Queneau y "La rue des blancs manteaux", con letra del propio Sartre.

La idea de traer aquí a Juliette Grecó surgió el pasado sábado en Barcelona, oyendo un DVD con canciones bajadas de internet titulado "Jazz y más" en la que la cantante nacida hace casi 83 años en Montpellier interpretaba "Sous le ciel de Paris", una preciosa melodía que hicieran popular Edith Piaff e Yves Montand. Hubiera sido una buena canción para traer aquí, como la propia "Si tu t'imagines" antes citada o "La javanaise", de S. Gainsbourg, sencillamente preciosa. También es una maravilla su interpretación de "Bonjour tristesse" en la película del mismo nombre basada en la célebre novela de Françoise Sagán, dirigida por Otto Preminger e interpretada en sus papeles principales por David Niven, Deborah Kerr y Jean Seberg.

Pero he optado por "Les Feuilles Mortes", escrita por Jacques Prévert y con música de Joseph Kosma, por dos razones: por ser un tema tan bonito como los otros y porque he encontrado en youtube una versión en la que aparece la Grecó tal como la recuerdo de la tele de los 60: seria, de negro y muy francesa.


18 de enero de 2010

Los nuevos colonos



Hasta hace poco, cuando te planteabas ir a comer a un restaurante chino, sabías a lo que te exponías: rollitos de primavera, arroz tres delicias, cerdo con salsa agridulce, tallarines fritos, pato pekinés, ... uno asumía las sonrisas silenciosas, la comida de origen sospechoso, el comer mucho y llenarte poco y la decoración tan peculiar como barata. Ahora la situación es inversa, porque te encuentras a los orientales en cualquier establecimiento hostelero, aunque sus caracteres -los del bar- sean plenamente occidentales. De unos tiempos a esta parte los chinos -concepto en el que el ciudadano medio también incluye a coreanos, vietnamitas y demás familia-han ido apoderándose de los bares y cada vez hay más establecimientos de esta naturaleza a cargo de ellos; por ejemplo, en el popular barrio zaragozano de las Delicias empieza a dar la impresión de que son mayoría y parece que poco a poco van introduciéndose en la zona centro.

Hace algo más de un mes estuve en Tarragona, y allí me enteré que el Bar "Coimbra" de la calle Gobernador González esta regentado por personas de origen chino; para quien no conozca el lugar imagino que la noticia no tendrá significado alguno, pero quienes estamos al loro sabemos que algo gordo está pasando cuando el Coimbra tiene dueños orientales; porque tiene que resultar traumático acudir a este típico lugar para comer de tapas -pulpo a la gallega, gamba roja, chipirones, calamares a la romana- y encontrarte tras el mostrador al primo de Ho Chi Min. En Huesca está ocurriendo un fenómeno similar y establecimientos tan "de toda la vida" como el Bar "Roldán" de la Avenida de la Paz y el "Puerto" de la Plaza Cervantes han sido igualmente tomados por los descendientes de Fú Manchú.

Que conste que no tengo nada contra esta gente, es más, conozco a los que se han quedado con los bares oscenses citados y me consta que son buena gente, muy buena gente; pero debe ser que soy tradicional en exceso y uno siente nostalgia del clásico camarero de camisa blanca y bigote, con aires castizos y mirada avispada que te conoce de toda la vida, sabe tus debilidades -culinarias, por supuesto- y con quien puedes comentar -con complicidad o rivalidad, ¡que más da!- el resultado del partido del domingo. Ahora los tiempos han cambiado y puedes estar viendo un derbi madrileño o un final de etapa de los Pirineos del Tour de Francia teniendo a tu izquierda a un personaje sonriente, con el que te comunicas por señas y a quien posiblemente le sale al pairo que gane Real o Atlético o hasta se divierte interiormente si al cilcista hispano le da la pájara.

Los tiempos han cambiado y es evidente que debemos acostumbrarnos a situaciones y circunstancias que hace unos cuantos años eran impensables; en esta entrada no he pretendido demonizar a los ciudadanos orientales que se dedican a la hostelería, entre otras cosas porque tienen todo el derecho del mundo a ganarse honradamente la vida, pero no creo que me pueda negar nadie que en ocasiones uno se siente colonizado.


17 de enero de 2010

Negra y Criminal





Hace años que alguien que me sabe aconsejar me recomendó la web de "Negra y Criminal", un espacio de internet donde uno puede encontrarlo prácticamente todo sobre el apasionante mundo de la novela negra, de la novela policíaca. Desde entonces, "Negra y Criminal" se ha convertido en un rincón al que recurro periódicamente para descubrir novedades, encontrar ofertas y contrastar opiniones sobre algo que me gusta, una afición de esas que a la vez que airea, enriquece.

Pero con el tiempo fui descubriendo que "Negra y Criminal" era algo más que una web, que tenía cara y ojos; es, ante todo, una librería, sencilla en sus formas pero grande en su contenido, que se ubica en la calle de la Sal, en uno de los lugares más populares y clásicos de Barcelona como es el barrio de la Barceloneta. Y, junto a ello, es el resultado del trabajo de su propietario, Paco Camarasa, junto a una serie de personas que conforman un espacio de lectura sencillamente genial. Foros, clubs de lectura, información puntual de libros -una información sincera que no vende ni humo ni pufos-, conferencias, ... algo que cuando lo ve uno lamenta estar a tantos kilómetros de distancia.

Ayer, por fin, llevé a efecto con un par de amigos el viejo y pensado plan de conocer "in situ" la librería; y no nos decepcionó, todo lo contrario: solamente nos quedó la pena de no tener más tiempo para dar y dar vueltas por los estantes y más cercanía para convertirnos en usuarios de tanta actividad interesante que allí se desarrolla.

La librería en sí es pequeñita y los,libros se agolpan en los estantes, incluso al principio uno se puede sentir agobiado, pero enseguida te metes en materia y acabas deseando comprar la mitad de los ejemplares que vas descubriendo. Tuve la suerte de que uno de mis acompañantes sea un auténtico "friki" del tema y conozca al dedillo la obra de una serie de autores que son leyenda en la materia: Donald E. Westlake, Ed Mac Bein, Nicholas Blake, William Riley Burnett, Jim Thompson, ... a mí aún me queda muchísimo para completar la lectura de lo que mi colega ya ha leído.

Pero si vas a "negra y Criminal" no es imprescindible que te acompañe un entendido; ayer pudimos conocer a Paco Camarasa, el "alma mater" del montaje. Supongo que tendrá un buen equipo que colabore con él en una empresa que imagino difícil de sacar adelante y mantener al día, pero salta a la vista que domina la materia y es un aval completamente seguro de que de allí no sales ni con mala compra ni desinformado. Además tienen la simpática ocurrencia de invitar a algo los sábados, y ayer Paco nos sirvió un vaso de buen vino y nos invitó a unas patatas fritas; al parecer otras veces lo que hay son mejillones ... la verdad es que lo de menos es el contenido, pues lo francamente grato es esa capacidad de ser original y de crear en el establecimiento un ambiente que supera la frialdad tradicional del mundo comercial. Vamos, que casi cabe hablar de una librería de toque familiar, aunque el tema que nos una sea el mundo del crimen, que ya es decir.

Como es lógico, no íbamos a hacer un viaje largo para volver con las manos vacías, y hubo que comprar unas cuantas novelas. La verdad es que casi sería más interesante referirse a aquellas que se quedaron para otra ocasión, pero para satisfacer la curiosidad de quien la tenga diré que opté, en primer lugar, por llevarme la segunda entrega de la trilogía de Marsella de Jean Claude Izzo, "Chourmo", un autor que descubrí hace casi dos años, ya fallecido y cuyo primer libro, "Thotal Keops", me pareció de lo mejor que circula en la materia; el viernes había recibido información de la propia librería sobre un libro de un autor irlandés, Patrick McCabe, del que se hablaban maravillas, así que "Bosque frío" fue inmediatamente incorporado al cesto; otros dos libros los compré por consejo de mi acompañante y son de esos que ya tienen un aspecto "revenido" y, con ello, el prestigio de lo antiguo cuando es bueno: "La bestia debe morir", de Nicholas Blake, quien ayer supe que era el padre del actor Danny Day Lewis y "El percherón mortal" , el primero de una trilogía de John Franklin Bardin, a quien hasta ayer no conocía pero del que espero completar aquélla. El último ejemplar que adquirí fue una antigua aspiración, "La trilogía de Argel", de Yasmina Khadra, un autor del que leí "El atentado" con enorme agrado.

Pero tengo que insistir que lo de menos fue el gasto realizado y el material que incorporo a la biblioteca, sino el haber entrado en un universo especial y distinto, en un ambiente francamente grato e interesante. Y es que "Negra y Criminal" ha dejado de ser una realidad solamente virtual.