4 de marzo de 2009

El gol de Katalinski





















Desde que en junio todos los futboleros nacionales tocamos el cielo con el gran triunfo de nuestra selección, todos son glorias y parabienes, pero no podemos olvidar que la historia del equipo representativo de España en competiciones oficiales está trillada de disgustos y frustraciones. Los goles fallados por Cardeñosa ante Brasil (Argentina-78) y Julio Salinas frente a Italia (USA-94), la tarde gloriosa del yugoslavo Stojkovic que nos costó la eliminación en Italia-90, el fallo de Arconada en el Parque de los Príncipes de París en la final de la Eurocopa de 1984, el de Zubizarreta ante Nigeria en el Mundial de Francia-98 o la imposibilidad de llegar a semifinales por culpa de los penaltis frente a Bélgica en el Mundial de Méjico-86 y frente a Inglaterra en la Eurocopa de 1996 forman parte de los anales de las decepciones deportivas hispánicas.

Mis recuerdos infantiles incluyen la desilusión por no haber llegado a la fase final del Mundial en dos ediciones consecutivas: la celebrada en Méjico en 1970, cuando fuimos apeados por una sorprendente selección belga, donde brillaban Van Himst y Van Moer, dos enormes centrocampistas que marcaron época en el fútbol europeo y el delantero Devrindt, que fue nuestro verdugo -3 goles en dos partidos- y la que tuvo lugar en Alemania en 1974, que fue si cabe más dolorosa al haber caído en un partido de desempate celebrado en Francfort con Yugoslavia como rival y donde se produjo el gol que da título al hilo.

Las eliminatorias previas al referido Mundial alemán fueron enormemente disputadas; España logró dos importantísimas victorias frente a Grecia en partidos a cara de perro; recuerdo especialmente el partido disputado en Atenas, frente a una selección griega donde la gran figura era el interior Mimis Domazos, un hombre bajito y con pinta de gitano que jugaba como los ángeles y en la que también destacaban el ariete Antoniadis y el medio volante Eleftherakis. El partido se celebró en horario escolar y en mi colegio se habilitó un televisor en el comedor; la imagen iba y venía y a trancas y barrancas pudimos ver como España se acababa imponiendo 2-3 tras conseguir los griegos empatar en dos ocasiones; en dicho partido fue clave la actuación del valencianista Oscar Rubén Valdez, autor de dos goles, Valdez era un argentino de origen español que acabó desapareciendo de las convocatorias de Kubala, seleccionador de la época, cuando se comenzó a sospechar que tal origen era más falso que Judas.

El otro equipo del grupo era la selección yugoslava, el eterno rival de nuestra selección que en aquella época tenía una serie de jugadores de primer nivel, destacando el portero Maric, un auténtico felino, los laterales, el diestro Krivocucha y el zurdo Bogicevic, el medio volante Oblak, un típico todoterreno, el fino interior izquierdo Acimovic, el goleador Bajevic, típico ariete-tanque y, por encima de todos, el extremo izquierdo Dragan Dzajic, una de las figuras indiscutibles del fútbol mundial de la época, un dechado de exquisita técnica y auténtico líder de la selección. El primer partido se celebró en Las Palmas y España empató a última hora con un gol del azulgrana Asensi; se había adelantado nuestra selección con un tanto del veterano Amancio, pero los balcánicos reaccionaron con un juego excelente y Bajevic marcó dos goles que parecieron sentenciar a una selección que sólo pudo equilibrar el marcador a base de la histórica furia española. El partido de vuelta, celebrado en Belgrado, acabó con un empate sin goles; en dicho encuentro Ladislao Kubala hizo debutar a Uría, un prometedor extremo que jugaba en el Oviedo, a quien el mister hizo jugar en el lateral izquierdo y que acabó fichando por el Real Madrid para luego formar parte del mítico Sporting de Quini, Mesa, Joaquín, Ferrero, etc.

El equipo base de nuestra selección lo encabezaba José Angel Iribar, "El Chopo", un auténtico mito, indiscutible en la portería; la defensa estaba liderada por dos centrales duros y rocosos: Gallego, un sevillano que había hecho historia en el Barça, aunque ya comenzaba su decadencia y Benito, el racial central del Real Madrid; también contaba con el joven Macías que destacaba en un entonces boyante Málaga, el gallego del Barça Costas, el hispano-argentino Jesús Martínez, que jugaba en el Valencia y el zaragocista Violeta, auténtico líder de su equipo; los laterales eran para el valencianista Sol, un jugador con vocación ofensiva y el citado Uría; los dos grandes pilares del equipo estaban en la media: el madridista Pirri, genuino pulmón del equipo y el ya citado Juan Manuel Asensi, un interior técnico y de buena zancada que había fichado el Barça del Elche y que poseía un formidable disparo con la zurda, aunque -todo hay que decirlo- si el balón le venía a la otra pierna, éste podía acabar en el quinto anfiteatro. Completaba el centro del campo el luchador volante del Valencia Pepe Claramunt; el barcelonista Marcial y el jugador del Atlético de Madrid Irureta también jugaban de vez en cuando. Para la delantera Kubala solía recurrir a dos extremos bajitos: Amancio, que apuraba sus últimos años en activo, y el mencionado Valdez; el puesto de ariete tenía plaza fija para Gárate, un delantero con movilidad, elegancia y sacrificio; El bilbaíno Rojo I, el hispano argentino Roberto Martínez, Carlos Rexach y el goleador del Sporting Quini eran otras alternativas.

Al acabar España y Yugoslavia empatados en todo, hubo que jugar un encuentro de desempate; dicho partido se disputó el 13 de febrero de 1974 en el Waldstadion de Francfort y suponía jugarse el ser o no ser a una sóla carta, y ésta salió mal. El encuentro fue toda una demostración de impotencia por parte de nuestra selección, que salió derrotada por 1-0 y tiró por los suelos las ilusiones de los aficionados, acostumbrados de cualquier modo a sumar fracasos. El único gol los marcó el central Katalinski, un jugador de una presencia formidable que aprovechó un fallo de Iribar para adelantar a su equipo cuando se llevaban disputados 13 minutos de partido; el tanto supuso una losa que los jugadores españoles fueron incapaces de superar. Recuerdo como si fuera hoy la impotencia total de dos jugadores que medían menos de 1,70, los extremos Amancio y Valdez, estrellándose una y otra vez contra los laterales rivales, Buljan y Bogicevic, cuya estatura era cercana al 1,90: el espectáculo era patético. José Eulogio Gárate, que tampoco era muy alto, se encontraba perdido entre los centrales rivales, el fatídico Katalinski y un tal Hadziabdic. Por contra Oblak, Acimovic y Dzajic se hicieron con el control del partido y el extremo diestro Petkovic fue una auténtica pesadilla para Uría, que tuvo una actuación flojísima. Al estar lesionado Bajevic, en la punta
de ataque yugoslava actuó quien entonces era la gran esperanza del fútbol balcánico, un jovencísimo Ivica Surjak, quien luego sería una estrella mundial y en su última época jugó en el Real Zaragoza.

Josip Katalinski había nacido en Sarajevo el 2 de mayo de 1948, por lo que entonces contaba con 25 años, habiendo jugado hasta entonces únicamente en el equipo de su ciudad de origen, el Željezničar. Fue internacional por su país en 41 ocasiones, habiendo marcado 10 goles, cifra espectacular en un defensa. En 1975 tuvo su experiencia en la liga francesa al fichar por el Niza.

Al final España se quedó en casa y los españolitos aficionados al fútbol de aquella época vimos el Mundial sin pasión, pero, todo sea dicho, con gozo, porque ver jugar a Beckenbauer, Cruyff, Resenbrink, Luiz Pereira, Deyna, Lato, Overath, Rivelino y cía no fue moco de pavo.



12 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué viejos somos, Modestino. Me acuerdo perfectamente de ese gol, que fue marcado en la portería 'de la izquierda', según se mira la televisión (que era en blanco y negro; al menos, la que había en mi casa).

Pero, a pesar del tiempo transcurrido, aún sería capaz de describir el salón donde vi el partido y las personas que me acompañaban. Sin duda, fue la primera gran desilusión deportiva de mi vida; quién nos iba a decir que después vendrían tantas y tantas otras.... Y las que aún nos quedarán por vivir, me temo, porque en esto del deporte, lo normal es perder. Sólo gana uno.

Modestino dijo...

Efectivamente, las teles aúneran en blanco y negro. Recuerdo que las primeras en color empezaron a salir por entonces. En una tienda cercana a mi casa, en la esquina del Paseo Pamplona con la calle Almagro, había una tienda de electrodomésticos donde se exhibían televisores en color mientras transmitían precisamente los partidos del Mundial de Alemania.

Es verdad solamente gana uno, aunque suele haber premios para algunos más, aunque frecuentemente esos premios no sirven para nada.

Alberto dijo...

Tengo que reconocer que no me acuerdo de nada de ese partido, tenía 6 años entonces y aunque ya me gustaba mucho el fútbol y había ido unas tres veces a La Romareda, no tengo tanta memoria...

Del que si me acuerdo es del gol de Rubén Cano en el "Pequeño Maracaná" de Belgrado, que nos clasificó para el Mundial 78. El partido se jugaba a las 13,30 del mediodía y acababa de llegar del colegio a casa y mientras comía estuve viendo el partido y disfrutando como un mono viendo como ganábamos a los hasta entonces gafes yugoslavos.

Creo que me tuve que ir al colegio a las 3, por lo que no pude ver el botellazo a Juanito.

¡Qué recuerdos!

Modestino dijo...

Gracias por la aportación, alberto. El partido del "Pequeño Maracaná" fue la revancha de éste. Fue el debut de Julio Cardeñosa con la selección y suyo fue el magustral pase que remató en semifallo Rubén Cano a gol; luego vino el fallo ante Brasil, al que en su día dediqué un hilo, y hay quien pretende que pase a la historia por tal error, pero para mí Cardeñosa, que cuando jugaba en el Valladolid deseaba que fichara por el Zaragoza, era de los jugadores más clarividentes de la época.

Estos hilos nos desahogan de los disgustos de nuestro equipo. Prometo dedicar un hilo a este partido, con botellazo a Juanityo incluído, pues anda por youtube.

QUERETARO dijo...

Yo iba a cumplir 10 años en aquel verano y fue la primera gran decepción de mi vida con nuestra Selección. Aquel partido en españa se vivió como lo que era, una finalísima, un partido a vida o muerte.Y la prueba es que recuerdo que aquella tarde en las horas anteriores al partido,en mi clase(4º de EGB, la actual Primaria), el profe nos leyó del periódico la previa del partido. Un partido rodeado de circunstancias muy extrañas,porque se jugó cuando ya se había efectuado el sorteo del Mundial y sabíamos que quien ganase aquel partido jugaría el partido inaugural de Alemania-74 contra Brasil.Y luego otras cosas extrañas pero normales en la chapucera y eterna desorganización de la RFEF, porque aquel partido decisivo no lo pudieron jugar cuatro puntales de la Selección Española: el madridista Pirri porque la marca deportiva de sus botas era distinta a la marca que patrocinaba a la RFEF;el españolista Roberto Martínez, luego jugador del Real Madrid, futbolista nacido en Argentina que había sido decisivo en los partidos anteriores de clasificación,pero que quizá por alguna reclamación de los yugoslavos referente a su nacionalización no se atrevieron a convocarlo para aquel partido;el defensa barcelonista Gallego, por decisión técnica; el entonces mejor lateral izquierdo español, el atlético Capón, que sin embargo si fue convocado una semana después para un amistoso contra Alemania, que España ganó 1-0,demostrando que españa siempre fue campeona del mundo de amistosos y que le valió la continuidad a un Kubala a punto de ser cesado. Del partido contra Yugoslavia recuerdo lo que después he visto en DVD, la impotencia total de los jugadores españoles ante los Yugoslavia.Pero como dice Modestino, igual de inolvidable fue aquel Muindial de Alemania-74, el primero de mi vida. Aunque el Mundial de mi vida fue(dejando al margen el glorioso Mundial de Suráfrica que nos ha llevado al paraiso y nos ha recompensado de todas las decepciones históricas)fue por diversas razones el de México-86

Modestino dijo...

Magnífica tu aportación, amigo. Desconocía lo que cuentas y comparto que Gallego y Pirri eran entonces jugadores imprescindibles en la selección, de la misma manera que Capón tardó demasiado en ser seleccionado y Roberto Martínez, con todo lo torpón que era, tenía más envergadura que Amancio y Valdez para enfrentarse a las torres balcánicas.

Un saludo¡¡¡

Anónimo dijo...

yo lo vi en alemania,deberian haber sacado a quini y churruca que estaban convocados y otros que eran buenos yo creo que siempre españa ha tenido buena seleccion no asi suerte

Luis Antonio dijo...

Yo también vi ese partido; en BN, por supuesto. En mi pueblo no había ni UHF... Me sabía las alineaciones de memoria, y aún recuerdo la yugoslava completa: Maric, Buljan, Hadziabdic... Surjak, Acimovic y Dzajic. Fue la primera gran decepción de mi incipiente vida futbolística con 9 añitos, sobre todo porque pensábamos que "Dunkin" Kubala era invencible. ¿Os acordáis del chicle Dunkin? Recuerdo que llevaban días hablando de ese partido, y los chavales jugábamos a sabernos los jugadores yugoslavos. Un día supe que "Mochichelic" era Bogicevic, que había un Petkovic y un Petrovic, y recuerdo a un bigotudo Maric parando como un gato. Fue triste coleccionar los cromos de La Casera y ver que los de España estaban aparte...

Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...

yo lo vi en alemania, tenia 13 años en ese año tambien perdio el at.madrid la final de europa. que pena. nunca,me gustaron porteros vascos en la seleccion

Anónimo dijo...

España ahora se hubiera clasificado al tener un gol más que Yugoslavia.
España tenía un gran equipo con los Iríbar, Sol, Claramunt y Valdez.
Claramunt era el director de orquesta, fino y elegante, junto al gran Oscar Rubén Valdez, hábil, goleador y genial.

Javier dijo...

España se hubiera clasificado en los tiempos actuales al tener un gol más que Yugoslavia.
Destacaban Pepe Claramunt, el director de orquesta, fino, elegante y luchador, y el genial extremo zurdo Oscar Rubén Valdez, ambos del Valencia.