2 de septiembre de 2008

El cortejo



Cuando, con motivo de tomas de posesión, inauguraciones, recepciones, etc tienes ocasión de compartir tiempo con los políticos, de estar cerca de ellos, puedes contemplar un fenómeno significativo: el de todo el coro de aduladores, cobistas, acompañantes "desinteresados" y demás pelotas que con frecuencia les acompañan.

Algunos vienen "con el paquete" y pertenecen a una especie de séquito que no acabo de saber de donde sale: aletean en torno a los personajes centrales casi como si fueran los únicos con derecho a acompañarles; da gusto verlos con su solicitud y su sonrisa profidén, dispuestos a lo que haga falta con tal de tener contento a su lider.

Otros no vienen con el grupo, sino que alegres y contentos se incorporan a él, quien sabe por qué razón: puede que les guste mostrar afecto y admiración al invitado, a lo mejor adolecen de ese mal frecuente de quienes tienden a proyectar en sí mismos el protagonismo de los demás o tal vez buscan acercarse al poderoso para fortalecer sus aspiraciones, es decir, para medrar ... y de éstos hay muchos. Tengo aún grabado en mi memoria cómo se transformó la cara de un magistrado, de esos "con aspiraciones", cuando en la sala donde esperaba la celebración de una conferencia entró un importante miembro del Consejo General del Poder Judicial: al ver al "purpurado" los ojos le comenzaron a brillar, en su rostro apareció una sonrisa beatífica y a partir de ese momento su pensamiento y su actuar sólo tuvo tiempo para el preboste.

Tengo la impresión de que ese coro de querubines y serafines de la política se difunde alimenta entre las organizaciones juveniles de los distintos partidos, de entre las que tienden a salir jóvenes halcones que aspiran a hacer carrera y no tienen pudor alguno en desplegar la alfombra para que pisen con comodidad sus superiores: ya llegaran los tiempos de recoger la cosecha y, quién sabe, de ocupar ellos mismos el lugar de los que ahora se encuentran en la cresta de la ola.

Porque esa es otra, no hay más que tener ocasión de coincidir unos cuantos años seguidos con cargos y "carguillos" para profundizar en la fugacidad de la gloria humana, para comprobar cómo tras un cese, una dimisión, una jubilación o un retroceso aparece la soledad, uno ya no es noticia y para muchos deja de ser susceptible de ser tenido en cuenta.

Junto a los políticos trabajan otros con relación a los cuales mi concepto es mucho más positivo: los jefes de gabinete, encargados de prensa, etc, ejemplo con frecuencia de trabajo oscuro, ingrato y nada reconocido, o los encargados del protocolo, generalmente personas muy enteradas y muy discretas: en Aragón ejerce con elegancia y discrección ejemplares quien fue un excelente profesor de lengua y literatura en mis últimos años de bachiller: si él quisiera hablar....

Foto: mundojackson.blogspot.com


2 comentarios:

Anónimo dijo...

desde que estoy inmerso en política, entre otros de mis deberes, no dejo de observar tu descripción de la realidad, a veces con mucha ingratitud; "carguillos" políticos hay muchos, muchísimos, verdaderamente en política habría que entrar por trayectoria profesional, formación, "ética", convencimiento político: si el político tuviera formación en el área de su responsabilidad, habría menos asesores "asesorando", y se actuaría con más firmeza, desde el conocimiento.

Modestino dijo...

Tocas un tema muy interesante, aunque sobre la preparación y formación e los políticos me parece que me faltan datos y conocimientos para escribir.